Me convierto en una cigueña pero sin plumas

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—Epílogo—

Seis años después

POV Thalia

Aguanta, Thalia. No mates a nadie. Solo son mandriles que con el tiempo aprenderán, solo hace falta paciencia y domesticarles.

Volví a tratar de cerrar los ojos, intentando concentrarme en la suavidad de mi cama y cuando pensé que el sueño podría volver a mí, el continuo tumbo de lo que sería un barril cayendo por las escaleras sobre el camarote fue como una puta alarma para empezar el maldito día.

-Ni un jodido barril saben sujetar, panda de retrasados - mascullé levantándome tan de golpe que hasta me dio mareo. He perdido facultades. - Adiós, mi amor, volveré por la noche - le dije a mi precisa cama que me miraba con deseo para que volviese.

Pero claro, quién iba a dormir con el escándalo de allá afuera. No tienen educación, me avergüenzo de ellos.

Mi pereza y yo escaneamos la habitación, me faltaban unos minutos para que mi cerebro se diese cuenta de que de verdad me había despertado y empezaba otro tortuoso día. Cuando muera y vaya a los Elíseos, me aseguraría de robar la cama más cómoda para mí. No, robar no, que en los Elíseos somos gente buena.

Qué coño, salvé el jodido mundo, me merezco una buena cama.

Al abrir la puerta de la habitación asomé la cabeza como una zarigüeya, echando un vistazo al camarote viendo que la puerta estaba cerrada y no había nadie más que Reyna apoyada en la mesa mientras leía un papel que tenía pinta de ser unas tareas que tenía que hacer pero no iba a hacer.

-No encuentro una camiseta - dije como saludo atrayendo su atención. - Es negra, como mi alma.

Esta mujer tiene algo, un no se qué adictivo y atrayente. Sentí ese conocido escalofrío cuando me miró, supongo que tengo un serio problema con ella, de cualquier forma me parece jodidamente caliente y por la mierda, cada día está más guapa. Es injusto, para el resto, no para mi, yo estoy con ella.

Jódete mundo, su pareja soy yo.

-Como si tuvieses algo que no sea de color negro - respondió señalándome con la cabeza la mesa y... voilá, ahí estaba mi camiseta.
Juro que soy ordenada, parcialmente ordenada, mínimamente ordenada. Es que no entendía la necesidad de tenerlo todo ordenado, mientras se encuentren las cosas ¿qué más da no tenerlas en su sitio? Es gastar energía a lo tonto. Además, me hace quedar mal, Reyna es la obsesa del orden y luego vengo yo que con mucha suerte salgo con dos botas iguales cada día.

-Me gusta el negro - dije viendo su mirada irónica como si no le tomase de nuevas, - casi tanto como te gusta a ti verme en él - añadí con malicia esperando a que se sonrojase.

Sus ojos negros chispearon en desafío, dejó el papel que estaba sobre la mesa antes de acercarse a mí con su ya tan conocida seguridad y frenó a milímetros de mi cuerpo, inclinando su cuello para acercar su rostro al mío.

-Me gustas más sin nada - soltó sin vergüenza y lamenté cuando sentí poco a poco mis mejillas comenzar a calentarse. - Gané, engendro gótico.

Quién diría que yo era la desvergonzada. Sigo siéndolo, pero a Reyna a veces se le suelta la lengua, sobretodo par avergonzarme.

Lost at sea: CollapseWhere stories live. Discover now