26. Mejores Amigos

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KILIAN POV

—Es hora de irnos, mamá—digo mientras me levanto y miro a los pequeños dormidos en el sofá.

—¿Tan rápido?

—Son las diez, Havzel tiene que llegar a casa, los pequeños dormir y yo darme una ducha.

—Prometeme que llevarás a los pequeños a pedir dulces.

—Lo prometo mamá.

—Está bien, Kilian, cuidate, cuida a mis bebés—sonríe.

—Adiós señora McQuaid—dice Hav con una sonrisa.

—Adiós, Havzel, cuida de mis bebés, en especial del mayor, sé que él te cuidará también.

Ay...

Havzel asiente.

Tomo en cada brazo a los gemelos, ellos recargan sus cabezas en mis hombros y se acurrucan. La castaña toma las pertenencias que traían los pequeños, básicamente juguetes en sus mochilas.

—Diviértase mañana—dice mamá.

—Lo prometemos—digo.

Ella sonríe, y me alegra que sea una sonrisa lo último que veo antes de cerrar la puerta, y así quiero que sea siempre, nunca sé cuando será la última vez que la veré.

Entramos al ascensor, Havzel presiona el botón de primera planta y las puertas se cierran.

La miró de reojo, está recargada en una de las paredes, mirando al piso con una ligera sonrisa y mejillas enrojecidas. Está recordando. Lo sé.

—¿Recordando?—le pregunto.

Me mira y niega.

—¿Enserio?—vuelvo a preguntar.

—Tú también lo estás haciendo, ya no molestes apellido raro—dice sin mirarme.

Sonrío con satisfacción.

Es que ese beso es inolvidable.

—Sí, así es, yo no te lo voy a negar, dolor de cabeza.

—Ya no hables o te haré cantar otra vez esa canción de Barbie.

—La cantaré cada vez que quieras sí me recompensas como hoy.

—Basta, vas a despertar a los gemelos.

Sonrió mientras la miro. Ahí, parada con los brazos cruzados, recargada en una esquina del ascensor, sus mejillas rojas, ligera sonrisa, ojos brillantes, probablemente aún recordando el beso. Es tan...

Las puertas del ascensor se abren, haciendo que ella camine fuera y yo deje de admirarla.

Salgo del ascensor caminando detrás de ella. Con su ayuda me quita el gafete y los de los gemelos, para poder entregarlos.

Salimos del hospital y nos dirigimos al auto. Havzel me abre la puerta y acomodo a los pequeños en sus sillas. Entro al asiento de piloto y Hav lo hace del lado de copiloto.

Le doy el celular y coloca música tranquila para no despertar a los pequeños. Ella tararea la canción mientras comienzo el camino. Trato de no interrumpir su tranquilidad, ella también debe estar cansada de algo, aunque siempre está dispuesta para salvarme, ella igual debe tener algo que le cause conflicto, por más pequeño que sea, hasta una simple tarea, o su disfraz para la fiesta, pero estos minutos en el auto serán de ella.

—¿De qué te vas a disfrazar?—pregunta.

Bueno, traté de darle paz, pero... ¿qué puedo esperar de una parlanchina?

El Día Que Te Amé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora