39. Simples amantes

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- Link, es mejor centrarnos a lo que vine. – dijo Sheik, nerviosa debido a las palabras de la Twili.

- Sí, tienes razón. Imagino a lo que has venido.

- Antes que nada, quiero felicitarte, pues has pasado todos los retos que se te han dado a lo largo de tu periplo de manera exitosa. Tu valor y fortaleza son los únicos que te han traído hasta aquí, donde se encuentra la última llama sagrada que te ayudará a imbuir tu espada. – dijo Sheik con profunda admiración.

- Solo he cumplido con mi deber. Haré lo que sea por proteger estar tierras de las garras de Ganondorf. – contestó el príncipe con seriedad.

- Al igual que las veces anteriores, debes despertar la Llama Sagrada de Lanayru entonando la canción que logrará devolverla a la vida. He aquí, héroe elegido, el cántico sagrado. Sabiduría de Nayru.

El héroe y la sheikah sacaron sus preciados instrumentos para entonar el sagrado cantar, y una vez que las notas se enlazaron para formar la dulce melodía, zarcos destellos se desprendieron en el aire, estremeciendo los corazones de los presentes.

Dejándose llevar por la curiosidad, Sheik abrió los ojos y comenzó a analizar al héroe, quien estaba sumido en el encantamiento de la armonía. En ese momento no existió el ser de las sombras, solo una princesa maravillada observando a su amado tocando una hermosa canción junto a ella.

Cuando finalizaron su armonioso acto, Sheik tomó la palabra.

- Has aprendido correctamente el último cántico sagrado. Cada vez estás más cerca de conseguir la victoria y derrocar a Ganondorf.

- Gracias por toda tu ayuda. – dijo Link.

- Te deseo mucha suerte. Me retiro.

Sheik se había dado la vuelta para desaparecer de la vista de todos, pero las palabras de Link lo detuvieron.

- ¡Espera, Sheik! ¿Nos volveremos a ver?

El silencio se hizo presente unos segundos, causando que el sheikah no sepa qué responder en esos momentos. ¿Cuándo volvería a ver al héroe? ¿Usando su misteriosa identidad o como la princesa Zelda, una esposa y mujer?

Sin darse la vuelta para no poner en evidencia la expresión de su mirada, respondió.

- Dejemos que las Diosas decidan nuestro destino. Si ellas designan que nos reencontremos, así será.

- Espero que así sea. Te agradezco por todo el apoyo que me has dado. – contestó Link, sonriendo.

- No tienes que agradecer. He cumplido con mi...

- ¿Es que no has entendido mis palabras? Gracias a tu ayuda he podido fortalecer mi espada, el arma que me permitirá vencer a Ganondorf y salvar estas tierras... la que me permitirá rescatar a una persona muy importante para mí, mi esposa. – contestó el joven con vehemencia.

Sintió que su corazón se le saldría del pecho al escuchar semejantes palabras, pero no omitió comentario.

- Ella es la mujer que amo, por ella estoy dispuesto a derramar toda mi sangre con tal de verla sana y salva. Lucharé incansablemente para salir con mi vida de este periplo y poder estar a su lado. Quiero que ella se sienta orgullosa de mí.

- ¡Ella está orgullosa de ti! – exclamó Sheik con devoción.

- ¿Ah?

- Quiero decir, que estoy seguro de que ella está muy orgullosa de ti, de eso no tengas dudas. – contestó, acomodando la imprudencia que estuvo a punto de cometer.

- Cuando me reúna con ella lo primero que haré será hablarle de ti y de cómo me ayudaste. Lástima que no pudiste conocerla, te hubiera caído muy bien, pues es muy agradable. Al igual que tú, es una hechicera.

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