02. El nuevo miembro

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A la mañana siguiente, la recién nombrada Ocho ya llevaba varias horas con sus maletas hechas, antes de que llegara el extraño... digo excéntrico, señor Hargreeves. 

Sus maletas consistían en libros, un cepillo del pelo, el neceser de higiene, y más libros.

—Ya es la hora. 

La chica dio un respingo de emoción. Antes de que pudiera salir del cuarto, Reginald le lanzó unas prendas a la cara. 

—Vístete antes de salir. Quiero que estés presentable —habló con algo de frialdad.

La muchacha no pudo articular palabra, sino que se limitó asentir y cambiase rápidamente de ropa. Sustituyendo su vestido aburrido por un uniforme al que le costó un poco acostumbrarse. La chaqueta era rígida y la blusa muy ceñida. 

Se peinó con las manos de nuevo el cabello. Tenía la manía de hacer eso. 

—Ya estoy. —Alzó la voz con algo de temor, agarrando sus maletas otra vez. Por alguna razón ayer se había sentido más valiente hablando con Reginald y ahora le veía más intimidante.

Reginald abrió la puerta con una mueca neutra en su rostro. Ocho frunció levemente el ceño. 

—Vámonos, entonces —dijo el viejo, ya caminando.

La joven le persiguió por algunos pasillos hasta salir al exterior del enorme orfanato. Abrió sus ojos con exaltación. Una corriente de brisa fría hizo que se encogiera. Estaban en invierno y era lógico que hiciera mucho frío.

Aún así, Ocho miraba a su alrededor como si quisiera asegurarse de que el exterior era real. El vaho salió de su boca por el suspiro de asombramiento que soltó, y ella retrocedió sin saber que había hecho. Miró extrañada el vaho que salía de la boca de Reginald, y comprendió que había sido obra suya. 

Volvió a respirar profundamente y a soltar el aire poco a poco, formando una suave nube de vaho que se disipaba casi al instante. Sonrió y lo hizo algunas veces más. Reginald la miró con ojos en blanco.

—No tenemos todo el día, Número Ocho.

El viejo le abrió la puerta de la limusina negra que les esperaba, como instándola a entrar.

—Entra, vamos.

La chica sonrió amargamente y corrió a dentro del vehículo, no sin antes agradecer infinitamente al hombre.

El viaje fue de unas dos horas y media. La peli__ estuvo pegada durante todo el trayecto a la ventana de la derecha de la limusina, observando el paisaje pasar ante sus ojos con detenimiento, como si quisiera absorber todo lo que veía sin perderse ningún detalle.

Al ver el brillo de ilusión en los ojos de la menor, el conductor de la limusina sonrió a un lado con ternura, aminoró un poco la velocidad para que la pequeña pudiera ver mejor todo, ganándose un resoplido de Reginald. Aún así, viajaron a esa velocidad todo el rato.

Número Ocho. || [ᴄɪɴᴄᴏ ʏ ᴛᴜ́] ♥︎Where stories live. Discover now