10. EL ASTUTO ZASTEO

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 10. EL ASTUTO ZASTEO

 Perlin, Gallendia, 30 de payares del 525 p.F.

 Selendia no había llegado a ser jefa del Gremio de Ladrones confiando en la gente. El trato con Terg olía mal a kilómetros. Los miembros conocían bien al demonio y a su cachorro. En una ocasión un par de novatos parecieron olvidarlo, o tal vez lo desconocían desde un inicio y trataron de birlarle la bolsa al muchacho. Lo abordaron en plena calle y trataron de intimidarlo por la fuerza. Para cuando Terg llegó los rateros yacían en el suelo entre quejidos, mientras Árzak se sacudía el polvo, lanzando miradas compasivas a sus atacantes; sabía bien que aquella paliza no sería suficiente castigo a ojos del demonio.

 Meses después, Zas le contó lo que consideraba la hilarante historia de cómo dos novatos atravesaron las ventanas del comedor principal del gremio, aterrizando de pleno sobre Harri “el si me tocas te mato”. Árzak nunca sabría si Terg había planeado ese final para aquellos tipos o si simplemente la mala fortuna se había cebado con ellos. Fuese cual fuese el caso, el mensaje fue recibido.

 ¿Y de pronto quería que el gremio eliminase al mocoso? Selendia conocía lo suficiente de Terg para saber que era un manipulador nato. Como jefa del Gremio ella tenía acceso a los archivos secretos: una organización tan veterana como aquella disponía de siglos de información clasificada. Años atrás, ojeando los viejos tomos de contabilidad había encontrado varios tratos con un individuo llamado Tergnómidon; hacía más de trescientos años. Y pronto descubrió que no era la única transacción detallada con aquel individuo. A lo largo de unos cuatrocientos años, el Gremio había trabajado para aquel tipo hasta en un total de catorce ocasiones. Catorce tratos de cifras suculentas pero todos ellos marcados con la cruz roja que indicaba que el trabajo no fue bien y se habían producido bajas. Con todo lo que sabía, era muy difícil confiar.

 Y precisamente porque no confiaba, la que oteaba por la mirilla del rifle de francotirador, oculta en el primer piso de una casa derruida de Perlin, era ella. No perdía de vista la plaza ni la estatua que resplandecía con las últimas luces del día, a escasos cien metros de su posición. No llevaba ni veinte minutos esperando cuando se puso en tensión al detectar movimiento. Una persona corría por la explanada, de un lado a otro, parándose unos segundos y cambiando de dirección después. Parecía buscar algo en los edificios de los alrededores, por cómo estiraba el cuello y oteaba la distancia.

 Selendia puso un dedo en el gatillo y pegó el ojo al visor, pero se contuvo hasta estar segura de que tenía un tiro claro. Desde que quinientos años antes las fábricas de armas dejasen de funcionar, la producción de munición se había convertido en un proceso caro y artesanal. Al gremio no le sobraba el dinero, o no tanto como para malgastar los más de quinientos drekegs que podía costar una sola bala; con esa cantidad una persona podría vivir holgadamente durante varios meses o como alguien pudiente durante una semana. Era tal su valor que en ciertas ocasiones se empleaba como moneda de curso.

 Y aquella mujer no se había privado de nada en su vida, precisamente porque la mayoría de sus balas se cobraban una vida.

 Esperó sin ponerse nerviosa, hasta que el blanco se puso justo donde ella quería: el tiro era seguro. Aguantó la respiración… y con un suspiro de decepción bajó el arma. El que caminaba por la plaza era Zasteo.

 Bajó de su atalaya por una pared derruida que daba a un callejón y se dirigió a la plaza caminando agachada y sin despegarse de las paredes ruinosas, siempre de una cobertura a otra. Aunque el lugar estaba lleno de escombro y basura, alcanzó la explanada sin producir el más nimio crujido; “despacio pero seguro” era su lema. Desde la esquina del último edificio asomó el rifle y empezó a moverlo en zigzag tratando de reflejar el sol en el cristal de la mira. Zas vio los destellos, y reconociendo la señal se dirigió hacia ella..

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora