25. "EL ENGRANAJE"

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25. "EL ENGRANAJE"

Seberan, Al-Saha, 18 de avientu del 525 p.F.


La cubierta de madera crujía bajo los pasos de la liviana Arlia, que iba de un lado a otro mirándolo todo con curiosidad. Mientras tanto, Alerón le daba los últimos retoques al barco antes del viaje: martilleaba aquí, para de pronto levantarse y atravesar corriendo la nave y apretar un tornillo con su llave, luego a la otra punta a levantar una tapa, martillear y cerrar..., Ya no fumaba, y eso se notaba en la velocidad en la que se movía y a la que hablaba: mucho más fluido que hacía un rato. Eso sí, pese a que la pipa ya no humeaba, aún colgaba de sus labios y de vez en cuando le daba chupadas nerviosas para reprimir el ansia de prenderla.


-¿Tiene nombre? -preguntó Arlia, con la mirada perdida en el castillo de proa y la consola de mandos, llena de palancas y botones.

-¿Nombre? -el nerb levantó la cabeza de su tarea, extrañado-. Soy Alerón.

-¡Tu no! -rió Arlia-. Al barco. ¿No le has puesto un nombre?

-Un nombre..., -murmuró el nerb, deteniendo su tarea acariciándose la barbilla. Lentamente, empezó a asentir-. Si... Podría estar bien... ¿Pero cual? Estas cosas no se me dan bien. -Cogió distraído una llave fija de su cinturón y, chupando su pipa, apretó la tuerca de un mecanismo oculto bajo unas tablas. De pronto, gritó-: ¡Engranaje!

-¿Perdón? -preguntó Arlia, que creía acabada la conversación.

-El barco -respondió el nerb, con los brazos extendidos-. Se llamará, "El Engranaje".

-Se te da fatal poner nombres -volvió a reírse Arlia, contagiando con ello al ingeniero que lanzó una carcajada involuntaria: se rascó la cabeza confundido antes de encararse con la mave.

-Qué sabrá una mave de nombres. Seguramente tendrás uno larguiiiiiisimo. -Se levantó fue hasta la batayola, y manipuló algo al otro lado..

-Arlia Buenabruma.

-Damelo por escrito, o no seré capaz de recordarlo -comentó Alerón apartándose de la barandilla: se acercó a la escalera que daba acceso al castillo de proa, abrió una portilla que había en el lateral y empezó a hacer ajustes.

-Puedes dejarlo en Arlia -dijo la mave observando lo que hacía: pronto perdió interés y se acerco a la barandilla. Al fijarse en los motores, chilló aterrada-. ¡Oye, a estos motores les faltan las hélices! -No es que fuese una experta en barcos, pero si había visto los suficientes como para echar de menos la parte más ruidosa y llamativa. El nerb corrió junto a ella y asomó medio cuerpo para comprobar lo que decía.

-No les falta nada -objetó el nerb, tras chasquear la lengua y darse un golpe en la frente. Mientras se dirigía hacia popa con el martillo en la mano, le explicó-: Eso no son motores; no necesitan hélices. Son turbinas.

-¿Turbinas? Nunca había visto algo así. ¿Cómo funciona?

-Casi nadie las ha visto nunca -contestó Alerón, agachándose para martillear unas tablas sueltas-. Es un invento de la era pasada, imposible de fabricar con los medios actuales. Ya solo repararla, me costó un enorme trabajo. -Guardó el martillo en su cinto, y empezó a deambular, haciendo comprobaciones: un vistazo aquí, un tirón allá o un golpecito en alguno de los ingenios mecánicos que ocupaban el centro de la cubierta-. Es difícil de explicar cómo funciona. Para resumir, por arriba entra aire frío, dentro se calienta y sale proyectado por abajo, ardiendo y produciendo con ello un empuje vertical, que permite que el barco se mantenga en el aire. Otras cuatro turbinas situadas en la popa proporcionan el empuje horizontal; el timón las orienta para los giros, pero solo permite avanzar en una dirección. Había unas cuantas más en la proa, más pequeñas y sofisticadas. Presumo que servían para maniobrar la nave, pero no pude hacer nada con ellas. Nos tendremos que conformar en volar hacia delante, sin ninguna filigrana.

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora