4. UNA MISION POSTUMA, 2

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4. UNA MISIÓN PÓSTUMA: 2ª PARTE

 Cordillera del Firmamento, Estoria, 10 de xunetu del 520 p.F.

El Vestigio; la energía mística presente a lo largo y ancho del planeta y que alimenta las capacidades sobrehumanas de muchos pobladores de Devafonte. Según se cree, fueron las deidades de antaño quienes la crearon. Otras fuentes sostienen que los propios dioses eran esa energía. Aunque al fin y al cabo estas opiniones resultaban poco relevantes, pues no era necesario saber su origen para utilizarla. Los que podían sentirla eran capaces de manipularla para ejecutar lo que se conocía como técnicas vestigiales. Magos, druidas, sacerdotes, guerreros...; todos ellos hacían uso de esta fuerza de la naturaleza.

A pesar de ser hijo de uno de los más poderosos guerreros vestigiales del mundo, Árzak no había sido capaz aún de despertar sus habilidades. El chico desde luego era genéticamente compatible, pero ni Mientel ni Sallen lograron instruirlo en su uso, pese a intentarlo con denuedo.

 Lo que preocupaba al sajano era la conveniencia de que ese despertar se produjese a una edad temprana. Los niños, cuyas mentes aún estaban en desarrollo, tenían más facilidad para reestructurar las conexiones sinápticas del cerebro añadiendo nuevas redes de información que les permitiese controlar esa fuerza. Algunos lo explicarían como el equivalente a injertar un tercer brazo a alguien. El cerebro humano no dispone de instrucciones para controlar el nuevo órgano, así que debería reconfigurarse, buscar un lugar en el que ubicar los nuevos datos; una mente en plena formación, lo tendrá más fácil. Los casos en los que dicha habilidad despierta en la edad adulta suelen tener consecuencias imprevisibles y en ocasiones terribles.

 Mientel le daba vueltas a esto cuando le planteó a su compañero el destino del viaje que acababan de emprender.

 —¿Tergnómidon? —Leth escupía las palabras—. No me gustan los demonios.

 —Son las ordenes de Sallen —dijo Mientel—. La última misión que nos encomendó. No hubo mucho tiempo para explicaciones.

 Ambos habían dejado solo a Árzak en la hondonada con la excusa de recoger agua y, tras llenar las cantimploras, se sentaron a discutir el rumbo.

 —¿Y no podrías enseñarle tú? —Leth se resistía a entregar al muchacho a un demonio.

 —No he sido capaz de hacerlo... —dijo Mientel, jugueteando distraído con el odre—. Míralo así: Sallen no enviaría a su único hijo a un demonio si no creyese que sería positivo.

 —Sallen ya no está y...

 —Déjalo, Leth —le interrumpió Mientel, poniéndose de pie. Antes de regresar con el muchacho, añadió—: No tiene sentido discutir esto ahora. Cuando crucemos la frontera, decidiremos qué hacer.

 El cazador se quedó sentado un rato, pensando. No solía poner quejas; estaba habituado a seguir a quien quisiese erigirse en líder, ya fuese a su hermano o a Sallen y Mientel, a cualquier lugar sin preocuparse tan siquiera del destino. «Y hasta ahora no me ha ido mal,... Al menos sigo vivo». Sacudió la cabeza para deshacerse de estos pensamientos, y fue a comprobar si sus trampas habían funcionado.

  ***

  —Por última vez, Leth —decía Mientel visiblemente molesto, pero preocupándose de no alzar la voz—. No vas a prender una hoguera para cocinar ese conejo. Ya lo cocinarás cuando crucemos la frontera.

 Pese al bufido de disgusto, el cazador guardó las presas y dirigió su mirada hacia las cumbres que sobresalían por encima de las copas de los árboles. Y más arriba, sobre los picos grises, ya era visible Kenda en un cielo totalmente despejado.

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora