22. EL PARAISO DE LA FUNGO

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22. EL PARAISO DE LA FUNGO

Seberan, Al-Saha, 17 de avientu del 525 p.F.

Al cruzar el umbral de la posada, se accedía a una pequeña estancia con cuatro mesas y una docena de sillas, dispuestas alrededor de una chimenea circular. Una puerta al otro lado de la entrada daba, presumiblemente, a la cocina: de allí provenían los ruidos de los empleados preparando la cena de sus seis únicos clientes. A través de una escalera de mano se accedía a la única habitación de la que disponía el establecimiento, un cuarto con diez catres, atravesado por el tuvo metálico de la chimenea en su centro. Después de dejar sus enseres en ella, el grupo bajo a la sala comunal y esperaban en una mesa, bebiendo cerveza y charlando.

-...y desde luego -decía Nerede, tras posar su jarra en la mesa con un golpe seco-, si están buscando un grupo acompañado por un trasgo, deberíais estar un poco más alerta, por si los guardias. Cualquiera hubiera dicho que estabais haciendo turismo.

-Tienes razón... -reconoció Árzak-. Fuimos muy descuidados.

-Puedes jurarlo. Y seguro que esas armas que lleváis, sirvan para poco más que adornar.

-Señora, con todo el respeto -intervino Aubert, tras posar su jarra en la mesa con brusquedad-, no nos subestime. Se está dirigiendo a uno de los mejores guerreros que he conocido. Le he visto matar a un dragón casi sin mover un músculo.

-¿En serio? -preguntó la marinera, mirando a Árzak con los párpados entrecerrados-. ¿Un dragón? Eso es impresionante para alguien tan joven.

-Bueno..., en realidad..., -balbuceó Árzak, enrojeciendo hasta las orejas-, solo era un cuélebre joven. Ni siquiera uno de los grandes..., ya sabes, alas, fuego y todo eso.

-Mmm. Y además eres modesto... Me intriga -La mujer apoyó la cabeza en sus manos y observó al joven-. Tienes que enseñarme un día lo que sabes hacer... Y con la espada también.

-¡Oiga! -protestó Arlia, golpeando la mesa con el puño. Árzak entre tanto se hundía en su silla, cada vez más colorado-. Ese comentario estaba fuera de lugar...

-Valla, -Nerede se encogió de hombros-, parece que me he metido en medio de una pareja.

-¡No somos pareja!

-Entonces, ¿por qué te pones así?

-Yo..., -comenzó Arlia-. Es solo..., que le estás incomodando. -Señaló a Árzak con la mano-. ¿No ves qué está muerto de vergüenza?

-Chiquilla, no es malo sentir atracción por alguien. A mi no me tienes que convencer de nada. -Nerede volvió a recostarse en el sitio-. Tu te has delatado solita.

-Yo..., -Arlia superó con creces el rubor de Árzak en solo unos segundos: sus mejillas parecían dos soles dibujados en su cara.

-Ya te digo -Zas interrumpió a la mave, cuyo rostro al completo enrojeció.

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora