21. NEREDE ALETT

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21. NEREDE ALETT

Desierto de Saha, Al-Saha, 17 de avientu de 525 p.F.

—Señor Árzak —La voz, y el zarandeo que le acompañaba, sirvieron para despertarlo. Al abrir los ojos vio a un afable niño behit arrodillado a su lado—. Es hora de irse, señor.

—Bien —dijo el joven, mientras se incorporaba sobre el camastro—. Puedes decirle a Enir que ahora mismo vamos.

Cuando el niño abandonó la tienda, Árzak se levantó y se acercó muy despacio al lugar en el que dormía Arlia y le tocó con suavidad el hombro.

—Hay que levantarse —susurró cuando ella abrió los ojos.

—De acuerdo —la mave se desperezó y se incorporo.

—Voy a recoger mis cosas. ¿Te importa despertar a los otros?

—Sera un placer —respondió Arlia alegremente mientras daba un golpe para despertar a Ximak—. ¡Arriba dormilones!

Árzak se resistió a abandonar la cercanía de la mujer, y más después de ver como se estiraba, pero se obligó a moverse, y empezó a empaquetar sus cosas. Arlia, al comprobar que Aubert y Zasteo no parecían despertar, se levantó, se acercó a sus camas de puntillas y le propinó una patada en un costado al joven noble.

—¡He dicho que arriba! —gritó mientras se colocaba junto a Zas, y se preparaba a para golpearle.

—¡Estoy despierto! —la interrumpió Zas, levantándose a toda velocidad—. Estoy despierto.

—¡Bravo! —aplaudió Arlia, saltando en el sitio.

—¿Por qué estas tan contenta por la mañana? Aunque decir mañana es generoso —el ladrón fue hasta la puerta y miro fuera—. Pero si aun no ha amanecido: están las dos lunas y las estrellas allí arriba.

—Somos invitados, Zas —le reprendió Árzak, asomándose por encima de su hombro—. Tenemos que ayudarles a recoger.

—¿Alguna orden mas de nuestro egregio líder? —preguntó Aubert: recuperado ya del golpe guardaba su manta en la mochila.

—Au...,

—Déjalo. Si me necesitáis estaré ayudando a nuestros “anfitriones” —zanjó saliendo de la tienda, tras apartar a Zasteo con un empujón.

—Iré a hablar con él —dijo Árzak, saliendo tras él.

—Bueno, encanto —comentó Zas con aire casual, mientras se estiraba—. ¿Qué hay para desayunar?

Un bollo de pan le golpeó en la cara, y consiguió cogerlo antes de que cayese al suelo.

—No te atiborres —respondió Arlia sonriente, dirigiendose a la salida y justo antes de salir, añadió—. Y por cierto, es la segunda vez que me llamas encanto. Si hay una tercera, haré que una planta carnívora gigante te devore.

—¿Puede hacer eso? —dijo Zas, una vez que la mave abandonó la tienda.

—Ñia —asintió Ximak, muy serio.

Fuera, Árzak corrió tras Aubert y lo agarró por el brazo para detenerlo.

DEVAFONTE: LOS DIARIOS DEL FALSO DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora