17. Nissa II: El Hada Maravilla

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NISSA II: El Hada Maravilla

"Hoy Kra Dereth me ha llevado a conocer la Ciudad del Caos. No sabía que existía un lugar así. La gente allí estaba loca, parecían gólems sin voluntad propia y por algún extraño motivo nos perseguían, ataviados con sus trajes ridículos. Nunca pensé que iba a desear aferrarme a ese elfo maldito para sentirme protegida, pero no tuve más remedio. Allí me enfrente a Baghrá. Es difícil de explicar con palabras lo que sentí dejándome llevar por el arte, por la necesidad de salvarlos a todos. Mejor haré un dibujo para ello.

Dereth ha conseguido que me olvidara de nuestras diferencias por un momento y fue una sensación extraña, pero me sentí bien, mejor que nunca. ¿Estaré aprendiendo a amar de verdad? Me siento tan confusa... Sé que debe de estar jugando conmigo solamente. Es la única explicación a su revelación final: Baghrá es la diosa del amor y del caos. Absurdo, ¿verdad?"

Diario de Ellette


PALACIO DE LOS ESPEJOS. JARDINES. 23:15       

El tapiz silvestre en el que se había convertido el Jardín Real crujía en silencio. Toda esa falsa tranquilidad molestaba a Gelsey, pues sabía que algo peor se cernía sobre ellos, pero no se le ocurría de qué podía tratarse y cómo podría evitarlo.

La misteriosa mujer susurraba palabras incomprensibles al Capitán Elijah que se fundían con el viento, y vertía sobre sus labios las gotas de sangre del corte de muñeca que se había hecho. Elijah pareció volver en sí, aunque muy aturdido. La mujer intercambió una mirada de triunfo con el silfo.

—No sé de dónde has salido, pero supongo que me alegro de tenerte cerca en estos momentos —le dijo Gelsey.

—¿Qué quieres que haga con él?

—Supongo que todo esto tiene un precio, ¿verdad?

—Sólo quiero saber la verdad, quién soy.

—Hoy en día la verdad sale demasiado cara. ¿Y si no puedo pagarlo?

Elijah gimió entre los brazos inquebrantables de la híbrida.

—No me mates la esperanza, Gelsey. He venido desde muy lejos, dejando atrás todo, para ahora llevarme esta decepción. No, no puedo aceptarlo, no lo soportaría.          

Elijah permanecía en el suelo, con las fuerzas extintas y un lacerante dolor recorriéndole todo el cuerpo, como un hielo negro expandiéndose dentro de sus venas. Los fríos dedos de la mujer vampira, de orejas afiladas y ojos como estrellas púrpura, palpaban su piel. La expresión ceñuda de su rostro de luna blanca no le reconfortaba en absoluto. Debía de estar pensando en el mal aspecto que tenía. Gelsey esperaba, algo más alejado, a que la mujer diese su veredicto y mientras tanto, quién sabía lo que podía haber sido de Rosalie. Tenía que informar lo que sabía acerca de los rebeldes, aunque fuese a Gelsey, daría su vida si con ello podía ponerla a salvo.

Trató de incorporarse, forzó los músculos de la espalda y los brazos, hundió las uñas en la tierra con la desesperación de poder darse impulso.

—Estate quieto, más vale que no te muevas —le advirtió la mujer, manteniéndolo presionado contra el suelo.

—¿Ya está lúcido? —preguntó el rey silfo, aproximándose a ellos.

—Eso parece..., pero no tiene buen aspecto en absoluto. Gelsey, nunca había visto nada semejante...

—La Familia Real está en peligro... —consiguió decir sin que su voz sonase a un gruñido salvaje.

—Bueno, es más que obvio que la vida del Príncipe ha estado en peligro por vuestra culpa, capitán. Esperaba que me contase algo menos obvio —se burló Gelsey.

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora