16.Grisel II: Tuli

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GRISEL II: Tuli

Ayer cometí un pequeño descuido, pero en el fondo creo que me ha venido bien. Tendría que haber tenido más cuidado al bañarme en el río, mi belleza feérica destaca demasiado por aquí, tengo que llevar oculta mi melena la mayor parte del tiempo, ¿sabes? Y aun así un humano me ha visto en el río, de noche, atraído por mi  voz mientras cantaba distraídamente. Killian parece buen chico y es bastante atractivo, pero me temo que ha quedado fascinado sin querer por mi encanto. Aun así, me ha prometido ayudarme en mi camino para acabar con Kra Dereth, ya no estaré sola. Al fin.”

Diario de Ellette



PALACIO DE LOS ESPEJOS. EN ALGÚN PASILLO. 23:00

GRISEL

Vamos, pasa adentro, ¿a qué estás esperando, pequeña gatita?”, me había dicho Flopi, clavando su intensa mirada en mis pupilas.

Sus ojos enigmáticos y magnéticos chispeaban bajo la tenue luz de una antorcha. Las llamas dibujaban mosaicos de sombras bailarinas, sugestivas, sobre su tez aterciopelada.

Sabía que si tocaba esa piel, su calor me hechizaría. Si sondeaba la profundidad de sus ojos, vería el reflejo de mis pasiones ocultas haciéndose realidad. Me forcé a mí misma a reprimir los impulsos que sentía de golpearlo fuertemente, tenía otros objetivos más importantes que no iba a echar a perder por culpa de un guardia de Helena más, así que le di la espalda y me interné en el palacio, resoplando y blasfemando en silencio para mí misma.

Pánico y confusión, eso fue lo que me encontré cuando finalmente alcancé el salón principal. Mis rebeldes habían empezado la operación sin mi señal, pero ya nada me sorprendía de esos ingratos idiotas. Sin su líder no serían nada. Yo les había dado una causa por la que luchar y había vuelto realidad sus sueños. La libertad y el poder estaban al alcance de nuestra mano y todo gracias a mis diversos esfuerzos.

La gente y los guardias se habían concentrado en el centro de la pista de baile, donde parecía que se encontraban Gelsey y esa maldita arpía usurpadora, quiero decir, Su Gran Majestad la reina Helena. Para variar reconocí a Adrián, Maddie y el otro traidor de Joshua; tampoco me sorprendía que ellos tuvieran que ver con el alboroto. Decidí que podrían apañárselas sin mí un rato más, por lo que me dirigí hacia las escaleras, ahora que estaban despejadas era mi oportunidad.

La armadura que había robado me estaba resultando muy útil, pues nadie salió a interceptarme el paso, aunque me estaba asfixiando en su interior; el cuero estaba sudado y apestaba y cada paso que daba las placas de metal resonaban estrepitosamente. Recorrer así los pasillos se me hizo más largo de lo estimado.

Avanzaba por los corredores, abriendo puertas, cerrándolas tras no encontrar lo que buscaba. El camino de moqueta azul cobalto nunca se terminaba, a cada curva más puertas aparecían ante mí.

«Normalmente no tengo problemas en encontrar las habitaciones», pensé preocupada.

El esplendor y la opulencia intentaban tentarme, pero no había luchado por llegar hasta allí para conformarme con riquezas materiales, gajes de ser una mujer ambiciosa. Más  puertas, más cerraduras que forzar. Gotas de sudor saladas zigzagueaban por mi cuerpo. Los candelabros, las velas que colgaban sobre los tentáculos de las lámparas de cristal y plata comenzaron a titilar. Mi sudor se volvió gélido, mi mal humor e inquietud aumentaron. Media docena de guardias me habían rodeado por las tres intersecciones. Me miraban amenazantes con sus espadas y alabardas que arrojaban destellos acerados, provocativos.

Suspiré al mismo tiempo que comencé a recitar rápidamente una letanía de palabras que calentaban mi aliento y me quemaban los labios según las entonaba. La magia se estaba concentrando en las yemas de mis dedos. Los sentía arder, así como mi pecho se había inflamado. 

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora