8.Elijah I: Huida magnabulosa

12.5K 424 79
                                    

------Aunque mi mente se negaba a aceptarlo, muy dentro de mí estaba comenzando a comprender que ya nada iba a ser como antes. Ni el viento que soplaba de este a oeste, ni el concepto de imposible ni yo mismo. Todo estaba cambiando, lentamente, pero sin remedio. Una voz en mi interior me advertía de que me preparase para la noche más larga de mi vida, una noche en la que iba a tener que soportar al pesado de Idril más de lo que me hubiese gustado, ¡qué digo! Infinitamente más. Pero no voy a precipitarme porque antes de eso sucedió una gran lista de sucesos escabrosos que lamentablemente no puedo saltarme ni borrarlos de mi traumatizada memoria como si jamás hubiesen sucedido ya que sino fuera por todos ellos, nada habría resultado igual.

Se suponía que éste era el momento de la historia en que aparecían los héroes y salvaban el día. Se suponía también, que yo era un guerrero tan honorable como temido, y en lugar de ello, me encontraba tirado en el suelo, respirando con dificultad y luchando por no caer inconsciente tras haber peleado contra un caballo extraño de negro y húmedo pelaje y ojos que emanaban una inquietante luz roja.

Los refuerzos no prometían nada muy esperanzador: reconocí al íncubo que se había vuelto más homosexual desde la última vez que lo había visto, llevando una horrible cazadora fucsia, y su excéntrico compañero, un chaval de llamativo pelo azul, no parecía mucho más impresionante. La voz femenina efectivamente pertenecía a Stephany, quien estaba muy malherida, pero al menos continuaba con vida. Los recién llegados debían de haberla salvado a tiempo y de cierta forma se lo agradecí mentalmente, porque eso quería decir que no eran tan malvados, al menos no tanto como nuestro terrible enemigo.

El Amo del Bosque los observaba con los ojos entornados y las mandíbulas férreamente apretadas. Nunca había visto a nadie rechinar los dientes de aquella manera tan intensa, como si estuviera masticando un pedazo de roca.

—Bienvenidos a mi humilde morada. Veo que esa perra traidora os ha guiado hasta aquí —reverberó su cavernosa voz.

Traté de incorporarme y pelear, abalanzándome una vez más sobre el repugnante ser. Caímos al suelo. Al golpearse el cráneo contra la dura roca, una grieta sanguínea comenzó a brotar de su ajada frente.

El Floriberus, fiel a su amo, también había reaccionado, dirigiendo sus largos tentáculos hacia Stephany quien, en un acto reflejo, se cubrió el rostro con las manos y apretó el frasco de ambientador que llevaba con ella para soportar el mal olor de su ex. El fragante chorro roció los tentáculos del monstruo como si se tratara de lluvia de fuego, alargadas llamas se extendieron por su cuerpo. Las tres cabezas rugieron de dolor, un lamento terrible que podía hacer perder el juicio. Tuve que cubrirme los oídos con mis manos para soportarlo. El chico de pelo azul aprovechó para atacarlo, desenvainando su espada de acero negro. Un centello rojizo cortó el aire, como un eclipse de luna roja. Las runas grabadas en la  hoja brillaban con luz propia. ¿De dónde había conseguido semejante espada?

—Deja en paz la putita —le encaró el íncubo—. ¿No tienes suficiente con haber secuestrado a Maddie? Mira que ella está muy loca…

—¡Ey! —protestó la humana.

El íncubo le dirigió una mirada silenciosa y afirmaría que sonrió al ver que se encontraba bien.

Logré recuperarme del alarido ensordecedor. El Amo del Bosque seguía retorciéndose bajo el peso de mi cuerpo, tenía la impresión de que me encontraba sobre un nido de serpientes y gusanos. Lo que fuera que tuviese bajo sus ropajes oscuros se removían emitiendo siniestros ruidos. Mis uñas se transformaron en garras y traspasé la podrida carne. Las entrañas de este ser estaban muy frías, nunca un frío así me había acechado; se extendía desde la punta de mi garra más afilada hasta las venas de mi brazo. Ningún ruido brotó de su garganta, sólo un último estertor.

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora