15.Idril III: El salto del elfo

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Sigo en la playa latigueando surfistas. Mil gracias por seguir leyendo, votando y comentando esta loca historia *O*

La dedicatoria de este capi va por supuesto para Mysagy, le pregunté a Idril  quien se lo dedicaba y lo respondió sin pensarselo ;P

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IDRIL III: El salto del elfo

"Hoy definitivamente me ha salido el acosador más feo de mi vida. No lo voy a negar, estaba despechada y había discutido tanto con Dereth como con Killian, así que me fui yo sola al bosque. Ahí conocí a ese tal  Endovelicus que me da muy mala espina..."

Diario de Ellette


PALACIO DE LOS ESPEJOS. ALCOBA REAL. ALA ESTE. 23:45

IDRIL

Verde. Como las esmeraldas de uno de mis trajes preferidos, como el fondo de aquel estanque en el que le robé sus primeros besos a una tímida ninfa, como los embaucadores ojos de Grisel.

Azul. Como los ojos de mi madre, como la Estrella Azul que a veces puede divisarse en el cielo primaveral desde mi balcón de Llyr, como el zafiro que pendía del ombligo de aquella actriz cuyos labios sabían a fruta de la pasión.

La luz que salió del cuerpo de Rosalie y del mío era tan brillante, que su destello se quedó grabado en mis pupilas aun cuando caí inconsciente. Seguramente habéis estado enfermos varias veces y habéis tenido sueños extraños producto de la fiebre. Yo no enfermaba nunca, así que no había tenido sueños de ese tipo, por lo que cuando perdí la consciencia, quedé atrapado en ese extraño limbo entre la realidad lejana, los recuerdos y los sueños sin sentido, sin saber muy bien si todo lo que estaba viendo era real. Y me di cuenta de lo mucho que extrañaba a mi madre. Siempre la he echado de menos, pero me esforzaba por ser fuerte y dejar esas cosas a un lado para seguir adelante. Al descontrolarse mi poder, se habían roto muchas cosas dentro de mí, entre ellas, la barrera con la que había cercado esos recuerdos que me provocaban una honda tristeza.

Cuando desperté no sabía dónde estaba. Levanté mis párpados lentamente y dejé que la dorada luz de mi habitación terminara de despabilarme. Me hallaba en mi cama, casi recuperado de mis heridas y alguien me había puesto una bata de seda azul oscura y desenredado mis cabellos. El cuello lo tenía cubierto de vendas y sentía un ungüento en la mordedura de la princesa vampira. Una venda rodeaba el muslo de la pierna en que me había herido ese licántropo loco y rabioso. Miedo me daba mirar lo que había debajo de ella, de momento no sentía nada.

Al principio estaba desorientado, retazos de la pelea contra el Capitán sacudían mi mente como un yunque entremezclándose con los sueños. Entonces oí una dulce voz y por un momento me sentí bien, pero en cuanto descubrí que se trataba de Rosalie me sobresalté, aunque apenas se me notó. No me gustaba que una niña llorona tuviese que cuidar de mí y menos que me viera llorando por recordar cosas dolorosas del pasado.

—¿Rose...? —inquirí. Al principio mis cuerdas vocales se resintieron un poco, pero me sentí muy aliviado al descubrir que no había perdido la voz—. ¿Qué ha pasado exactamente? ¿No habrás sido tú la que me ha cambiado de ropa, verdad? —le pregunté arqueando las cejas acentuadamente. Ante todo, debía mantener mi actitud de siempre, o Rosalie se contagiaría de mis preocupaciones.

Sus mejillas se oscurecieron disimuladamente, lo cual fue bueno porque la Princesa se encontraba más lívida y tensa que un espectro. Sin embargo, su incoloro rostro permaneció inmutable; debía de estar pensando que incluso convaleciente era idiota.

Las aterradoras imágenes de mi poder descontrolándose me producían escalofríos y tenía la esperanza de que no hubiese sido más que una pesadilla más. El dolor que sentía por todo el cuerpo pellizcando mis músculos, sin embargo me decía que todo había pasado realmente.

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora