Operación Desembarco: 2ª parte

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  • Dedicado a Adriana Ramirez
                                    

ORILLA OESTE DEL TÁ SÚIL. ESCONDIDOS AÚN EN EL TEJADO. 12:15 PM.

 —¿La has visto? —reía Maddie sujetándose el estómago.

—Claro que la he visto, entre las damas de compañía de la Princesa, cargando con su equipaje. Sólo por eso ha merecido la pena todo el viaje hasta aquí. Pero entonces, ¿eso es todo lo que vamos a hacer hoy? Necesito matar unos cuantos nobles.

—¡Ah, claro! Se me olvidaba que tú no viniste con nosotros en el carro de los pepinos.

—No, yo vine en el de las sandías con los demás.

—Pues por el camino los tres lo planeamos todo. Escucha con atención, pequeño aprendiz…

RUTA COMERCIAL. EN EL INTERIOR DE UN CARRO 7 HORAS ATRÁS.

 El odio que sentían Madelaine y Adrián por la monarquía venía de mucho atrás. Los dos se conocían desde hacía bastante tiempo, desde que la humana le había rescatado a él un día de haber estado a punto de ser devorado por un dinosaurio rosa.

Adrián era en verdad un príncipe íncubo, la especie menos habitual de todas, quizás porque no tenían en sí un reino o una gran comunidad, vivían más bien cada uno por su lado, infiltrándose entre los demás intentando no llamar la atención demasiado. Mientras fuesen discretos, nadie pondría pegas por su sistema alimenticio. Con todo, sí que poseían una jerarquía como los demás y Adrián era hijo de los reyes. No hace falta explicar que en realidad Adrián nunca estuvo interesado en la política, que los aborrecía a todos con su doble moral y corrupción, por eso hacía demasiado tiempo que se había desentendido de los asuntos de la Corte, convirtiéndose en un renegado.

Los primeros sorprendidos por su amistad eran ellos mismos. Los dos poseían personalidades demasiado dispares, aunque habían sufrido de forma parecida y quizás eso les unía. Compañeros de penurias, aquello les volvía inseparables.

El caso era que necesitaban infiltrarse en el palacio de los Feéricos de Luz, pero éste estaba protegido por un bosque mágico habitado por todo tipo de criaturas peligrosas. Ni siquiera con el don especial de Madelaine podrían internarse en el bosque y salir vivos de él. Su suerte mejoró algo cuando conocieron a la bruja que pasaría a convertirse en la Líder de los Rebeldes.

Ella era amiga de la princesa Rosalie y podía adentrarse en la Corte haciéndose pasar por una sirvienta de la Princesa. Gracias a eso, ella les hacía de espía y así al menos podían mantenerles vigilados, pero esto sólo resultaba posible las temporadas en que Helena iba a visitar a Gelsey o viceversa, porque era cuando Rosalie estaba con los feéricos. Ya habían intentado también acercarse al palacio de las Brujas sin mejores resultados, ya que estaba protegido por una barrera muy poderosa que la propia Reina se encargaba de mantener en pie. Con el tiempo fueron conociendo a más gente como Joshua que se les unió a su causa, formando un grupo de lo más variopinto, pero con el sentimiento común de aversión hacia ambas Familias Reales.

La gran oportunidad les llegó cuando se enteraron de que Gelsey había mandado restaurar las ruinas del palacio de la orilla oeste del Tá Súil para instalarse allí a pasar el verano junto a su novia, y que sus hijos también les acompañarían. En aquel lugar también habría vigilancia pero no tanta, además de que los dos herederos saldrían más por los alrededores y por ende, estarían más desprotegidos, se darían más fiestas en las que los invitados entrarían y saldrían y Gelsey y Helena querrían intimidad como para estar rodeados por una treintena de guardias.

La noticia de que la salida se había adelantado se la dio Pantera Furiosa esa misma mañana, cuando llegó toda agitada y soltando más improperios incluso de lo que era habitual en ella. Ya tenían dónde pasar las vacaciones y asentar su nueva base de los rebeldes, pero debían de viajar desde Llyr, la capital de los Feéricos de Luz, hasta el Puerto Nácar, al otro lado del continente.

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora