Estábamos todos en el mismo barco

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Cuando el resto llegan al templo, ambas están sentadas en las escaleras de la entrada del mismo, con la boca manchada de chocolate y, cuando todos van a entrar para irse a sus respectivas habitaciones, Nekoel les para por un momento:

- Antes de que se vayan ¿puedo ver sus objetos? Hay algo que necesito mirar y que llevamos unos días pensando... es extraño que solo hayáis recuperado parcialmente la memoria.

Los tres, Arius, Yin y Saerys, extraen sus respectivas gemas, ahora convertidas en variopintos objetos, con intención de entregárselos a Nekoel, pero esta cambia de parecer en el último momento y niega con la cabeza, diciéndoles que los junten entre ellos.

La espada de Saerys, el báculo de Yin y el grimorio de Arius empiezan a vibrar entre sus manos. Cuando los acercan empiezan a brillar justo igual que la otra vez, pero ahora la luz se intensifica hasta tal punto que aun con los ojos cerrados sabéis a ciencia cierta que los instrumentos siguen brillando.

Poco a poco los recuerdos van volviendo a ellos, como si la bruma que enturbiaba su memoria se estuviese deshaciendo y asegurarían que no falta nada, aunque claro, no recordarían si hay algo más que han olvidado. Aun así, su último recuerdo es similar. Se ven a sí mismos subiendo la pasarela del barco. Allí están todos los que han ido conociendo en la isla, está Ayaki, la galleta, Hoshi, Aloa... y todos aquellos que todavía residen en templo sumidos en en un profundo sueño. Y junto a ellos hay otra figura, pero no ven su rostro, ni escuchan su voz, por mucho que os intentan centrar en ella. Un recuerdo más atraviesa sus mentes con la velocidad del relámpago. Esta vez los ojos están fijos en esa figura, y aunque no escuchan su voz, saben que no entendían nada de lo que decía mientras mantenía las manos en alto y una luz dorada surgía de ellas.... De pronto, la nada... no hay más recuerdos, como si se hubiese cerrado el telón de una función y terminase toda la historia, no hay epílogo, no más allá de los recuerdos que han ido creando junto con vuestro nuevo yo en esta isla.

Abren los ojos, sabedores de quienes son y sobre todo, de qué hacen en la isla.

Yin recuerda a su familia, o lo que queda de ella. Sus hermanos, enviados lejos de él cuando sus padres murieron, su viaje en busca de poder para ser capaz de protegerlos y la alegría del momento en que descubrió entre los libros donde estudiaba las indicaciones para llegar a Adalari.

Algo similar ocurrió con Arius, un esclavo cuya vida cambió cuando un viejo grimorio cayó en sus manos y, del mismo modo que su compañero humano, encontró la forma de llegar a Adalari en busca de un lugar seguro donde mejorar su magia.

Los recuerdos de Saerys, en cambio, no son tan alegres. Ahora ya sabe que todo aquello que Meena le recriminó es cierto. Sus manos están manchadas de sangre de seres como ella, pero lo que le atormentaba era hacerlo por placer, algo que ahora recuerda que no es así. Había un motivo, la vida de otros para proteger a los suyos, a los tieflings a su cuidado, los pocos que todavía vivían en la ciudad y que no podían escapar del reino.

Nekoel los mira cuando el brillo desaparece. Parecen haberse quedado mudos, con la mirada perdida mirando a ninguna parte. Anne y Meena no parecen enterarse de lo que ocurre, pues están inmersas en una conversación telepática sobre el viaje de Anne.

- Me pregunto quién será esa persona – comenta en voz alta Yin, cortando el silencio tras un par de minutos, haciendo referencia a la figura misteriosa de sus recuerdos.

Nekoel le mira, confundida y sin saber a qué se refiere.

- ¿Persona?

- Sí, me ha parecido recordar una persona más en el barco, pero no sé quién era.

- Es verdad, yo también le recuerdo – le secunda Arius.

Saerys retrocede un par de pasos, todavía inmerso en sus propios pensamientos, dirigiendo la mirada hacia su espada, ausente de todo lo demás.

- ¿Estás bien, muchacho? – pregunta Nekoel mirando a Saerys, ligeramente preocupada.

- ¿Eh? Yo también tuve ese recuerdo. Nos vi a todos nosotros... estábamos todos en el mismo barco

- Parece que sea quien sea se ha tomado muchas molestias para que no le reconozcamos – comenta Yin.

- Así es, lo más seguro es que se trate del mismo ser que os borró la memoria, aunque son solo conjeturas. Ahora bien... queda una gran pregunta – dice Nekoel poniéndose seria – ahora que sabéis quienes sois ¿qué vais a hacer?

Yin parece no tener que pensárselo mucho y, encogiéndose de hombros es el primero en responder.

- Me gustaría mejorar mi magia y explorar la isla, eso fue el motivo que me trajo aquí y por supuesto, me gustaría encontrar al culpable de nuestra gran pérdida de memoria.

- Yo vine por lo mismo, tampoco hay nada que me espere fuera como para desear irme – secunda Arius.

Saerys frunce el ceño, viendo las evidentes diferencias entre él y el resto, recordando que él vino aquí con una única misión.

- La llama eterna – dice al fin – vine aquí para encontrar la llama eterna y entregarla a mi rey.

Las palabras se cuelan por los oídos de Meena, hasta el momento ajena a la conversación e, incapaz de evitarlo, echa un vistazo al interior de la mente de Saerys, algo de lo que rápidamente se arrepiente. Una sucesión de muertes, cacerías y desgracias ocupan gran parte de la memoria del tiefling y la pequeña elemental apenas puede ocultar sus ganas de gritar, con lo que corta rápidamente toda conexión. Pero eso no quita lo que ya ha visto, ahora ya sabe por qué llegó un brujo a Adalari... a matar a un elemental de fuego.

Nekoel, al escuchar las palabras de Saerys, busca con la mirada a Meena, quien se mantiene quieta, completamente petrificada ante lo que acaba de ver.

- Meena... - murmura Nekoel, preocupada ante su reacción.

El escuchar su propio nombre parece hacerla salir de ese trance, con lo que la pequeña se levanta y, sin acercarse demasiado sonríe con tristeza a los humanos.

- Supongo que me alegro de que hayáis recuperado vuestros recuerdos – se gira mirando a Saerys y nota como es incapaz de mantener la sonrisa, que se borra de su rostro – ojalá tu no lo hubieras hecho – murmura en voz baja antes de dar media vuelta y correr hacia el interior del templo, sabiendo que no puede ir con Rilmak, pues correría peligro al no ser humano, e ir con Erik sería entregarle la llama eterna en bandeja.

Todos parecen quedarse mudos ante la pequeña escena de Meena.

- Nekoel... no tengo un hogar al que volver y viniendo aquí, creando nuevos recuerdos, conociéndoos a todos, me doy cuenta que tampoco quiero seguir con la misión que me trajo a la isla pero...de alguna forma, necesito saber quién fue esa persona.

- Entiendo, si así lo deseáis, podéis quedaros todos aquí... resolveremos esto – asiente Nekoel sonriéndoles a todos – Ahora si me disculpáis – dice mientras empieza a caminar siguiendo los pasos de Meena.

Saerys suspira, llevándose una mano a la cabeza

- Tengo que... tengo que hablar con ella – murmura viendo marchar a Nekoel y piensa que quizás sea mejor esperar a que ellas dos hablen. 

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now