Ataca primero, pregunta después

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No tardan en llegar a la entrada de la cueva, profunda, oscura y completamente en silencio. Falto de fuerza y con la presión de tres pares de ojos mirándole, apenas es capaz de generar una pequeña llama que flota ante ellos, pero apenas es capaz de generar más de medio metro de diámetro de luz.

Se miran entre ellos por un momento antes de entrar a la gran cueva. En el interior no parece haber animales, o al menos ninguno que pueda suponer una amenaza, con lo que Meena repliega su mente, intentando entrar en un pequeño trance para recuperarse un poco de la tensión que lleva desde el día anterior, implorando internamente por que no se metan en líos mientras ella está medianamente ausente.

En algún punto del camino, entran en lo que en otro tiempo fue una casa donde Saerys descubre un pequeño frasco lleno de un líquido brillante, Yin unas cuantas monedas y Dragón una pared, contra la que se da de bruces.

- Me pido beberme el frasco, a ver si me cura las heridas – comenta Dragón mientras se recompone, haciendo como si no hubiese pasado nada.

- ¿Y si es un veneno? – pregunta Arius, no muy seguro sobre lo que hay en el interior de la botella.

- Quizás en el templo sepan lo que es, hasta entonces mejor no arriesgarse – finaliza Saerys la conversación, guardando el frasco en uno de los compartimentos de su cinturón.

- ¿Cuántas cosas guardas aquí, Saerys? – murmura Meena, molesta por haber sido interrumpida debido al movimiento en el cinturón.

- Cuando ya no me quede espacio, irás fuera, te lo advierto - le dice sonriendo – sigamos caminando, la brújula indica hacia allí.

Cada vez la brújula les hace internarse más en la cueva, hasta que en un momento impreciso, los cuatro empiezan a escuchar ruidos extraños que producen ecos al chocarse contra las paredes de la cueva.

Yin es el primero en frenarse, a lo que le sigue el resto. Cada uno echa la mano sobre sus respectivas armas.

- Parece que no estamos solos – comenta Yin.

Los pasos van acercándose poco a poco, hasta que frente a ellos, iluminado durante un segundo, aparece el fiero rostro de un oso, más grande que cualquiera de los que hubiesen visto nunca.

Gritos y gruñidos empiezan a sacar a una aturdida Meena del trance. Son gritos mentales inconexos, lo que le hace saber que no se trata de uno de los del grupo, sino algún animal, pero lo reconoce. Sabe que es Ted, el oso que vive en esta montaña. Intentando no hacerle daño o asustarle, intenta entrar en su mente para comprender qué ocurre entre la cacofonía de gruñidos procedentes del oso, pero apenas es capaz de distinguir nada que no sea "Dolor" "sangre" "intrusos".

Mientras esto ocurre, Dragón invoca una espada y Saerys desenfunda la suya a la vez.

- Pue...puedo intentar paralizarlo – comenta Yin, incapaz de ver nada pues la pequeña llama que les acompañaba se ha deshecho en cuanto Dragón ha generado su espada.

- Siempre y cuando no nos paralices a nosotros, Yin, haz lo que quieras - grita Saerys, haciendo que los cuatro se junten, espalda con espalda.

Yin intenta concentrarse y de sus manos empieza a surgir un tenue resplandor pero que, en la profunda oscuridad en la que se encuentran, ilumina bastante hasta que un rayo surge de ellas, impactando al oso.

Meena, asustada ante la intensidad de los pensamientos de Ted, es incapaz de contactar mentalmente con el grupo, pero en el momento en que el ataque de Yin impacta, la mente de Ted se apaga, como si le hubiesen quitado el volumen y un grito desesperado surge de la mente y garganta de la elemental , quien salta hacia el exterior del frasco en dirección al oso mientras con la otra mano genera una serie de burbujas en cuyo interior aprisiona a los aventureros, de manera individual.

Ellos ven, con los ojos como platos, como una serie de olas surgen de la elemental y les rodean formando jaulas de agua, llenas hasta la altura de la cintura y que, pese a todo, les permite ver lo que ocurre a su alrededor, viendo al resto del grupo en sus mismas circunstancias y a la pequeña, quien se ha lanzado a abrazar el cuello de Ted, completamente paralizado.

- ¿Qué haces? – gritan al mismo tiempo Yin y Arius, enfadados.

- ¿Meena? – dice Saerys sorprendido

- Cuidado Meena, no sabemos cuánto puede durar el hechizo – le grita Dragón, intentando avisarle.

- ¡Cuánto menos dure mejor! – les grita en respuesta, posicionándose entre el grupo y el oso, interponiendo su cuerpo entre ambos, como si ellos fuesen el enemigo.

- ¿A qué viene eso, Meena? – pregunta Dragón sin entender qué ocurre.

- ¿Qué ocurre, conoces al oso? – pregunta Arius intentando entender la situación.

- Meena... - vuelve a murmurar Saerys mientras entorna los ojos hacia ella.

- Nadie va a hacerle más daño – afirma con ira, viendo ahora la multitud de lanzas y armas que muerden la carne de Ted – mucho menos vosotros si yo puedo impedirlo.

- Intentábamos defendernos ¿cómo esperas que sepamos que todo lo que viene es inofensivo? – intenta hacerla recapacitar Saerys.

- ¡Claro! Es mucho mejor atacar y matar a todo lo que se te pone por delante ¿verdad? – entorna los ojos en respuesta a Saerys, recordando que hasta no hace mucho, ese era el oficio del tiefling. 

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now