La necesidad de sanar las heridas

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Dicho esto ambos se miran por un instante antes de echar a correr tras el múrloc. No les cuesta mucho alcanzarle y al hacerlo Saerys aprovecha el impulso de la carrera para dar un salto con el que ensartar a la criatura quien, asustada intenta apartarse pero sin suerte, con lo que la espada del tiefling atraviesa la escamosa piel del anfibio provocándole una gran herida. Herido y furioso, el múrloc salta hacia la mano de Saerys, quien, incapaz de predecir el movimiento, nota cómo unos afilados dientes se clavan en su brazo.

Con un golpe, lo empuja, soltando al múrloc de su hombro, y aprovechando el momento lanza una segunda estocada en el abdomen, terminando con el ser, quien se desploma en el suelo, dejando caer de entre sus manos la bolsa robada.

Saerys se queda mirando por un momento a la criatura, cuando un pequeño pinchazo en el brazo le frena.

- Saerys, ¿estás bien? - pregunta Meena preocupada, quien apenas ha llegado al lugar, siendo más lenta que el múrloc y Saerys.

- Ah... - por un momento mira su brazo, con las profundas marcas de los dientes del anfibio, para acto seguido mirar, preocupado a la pequeña, por un momento se había olvidado de ella - ¿Tú estás bien?

- Sí... espera... ¿te ha mordido? Déjame ver eso – dice Meena preocupada, abriendo los ojos al ver la mordedura en el hombro del tiefling.

- No, está bien, no es nada – le responde este, suprimiendo una mueca de dolor al encogerse de hombros.

- Anda, deja de hacerte el hombretón y déjame ver eso... los múrlocs suelen tener toxinas

Poco convencido, este se arrodilla ante la pequeña.

- ¿Qué harás? – le pregunta al ver cómo ella extiende las manos hacia la zona herida.

- ¿Confías en mí? – le pregunta sonriendo, pero al ver la falta de convicción en Saerys explica – solo voy a asegurarme de que esté limpia.

- Confío en ti Meena.

De las alas de la elemental surgen dos masas de agua que rodean por completo el hombro del herido, rozando las heridas levemente, causando una sensación de frescura en estas. Al girar la cabeza para ver, Saerys comprueba que las transparentes aguas que habían al principio empiezan a adquirir un color anaranjado. Meena, viendo su sorpresa, murmura:

- Ves, eso son las toxinas...

El agua continúa rodeando completamente el hombro del tiflin hasta adquirir un fuerte color naranja, mientras él es capaz de notar cómo se deseentumece su brazo, aunque siga herido. Hecho esto, la masa de agua se aleja de Saerys, quedando frente a Meena por un momento, hasta que esta la envía al suelo con un rápido movimiento de su mano.

- Increíble – murmura Saerys, observando el lugar donde el agua ha impactado contra el suelo.

- Ya está – Meena se sacude las manos sonriendo - ¿No fue para tanto, verdad?

- Gracias Meena – le agradece sonriente

- Ahora falta vendar y cicatrizar, pero yo ya no sé hacer eso, aunque sí puedo hacer esto – dice mientras desgarra parte del bajo de su falda, y la utiliza para vendar la herida – no es mucho, pero es algo.

- Una chica con recursos por lo que veo – agradece Saerys, levantándose con cuidado y observando detenidamente el vendaje.

Todo queda en silencio por un momento, hasta que escuchan unos pasos apresurados acercarse. Al notar eso, un instinto protector empuja a Saerys a colocar a la pequeña tras su espalda. Por suerte para ellos, es Nekoel quien , cargada con bolsas corre apresurada hacia ellos.

- Ví que corrían mientras compraba algunas cosas y me preocupé... les perdí la pista hace un momento y hasta ahora consigo encontrarles... - les mira de arriba abajo hasta que sus ojos se detienen sobre las vendas, tejido que reconoce perfectamente - ¿Qué te ha pasado?

- Múrloc, herida, espada – explica lMeena con pocas palabras, señalando a cada cosa conforme las nombra.

- Múrloc – dice mirando al cuerpo – vaya... parece que se llevan todo lo que brilla, todo lo que les llame la atención irán tras ello...

- Puede que tenga más cosas robadas, quizás sea lo mejor echarle un vistazo y devolvérselas a sus dueños – comenta Saerys acercándose.

Se agacha junto al cuerpo del múrloc y, con el brazo sano remueve el cuerpo del mismo, con lo que caen varios objetos. Algunas monedas, un par de pulseras, collares, anillos y una esférica joya que brilla ligeramente.

- ¿Algo de aquí es vuestro? – pregunta medio en broma al tiempo en que agarra esa pequeña esfera brillante para inspeccionarla.

En el momento que roza su piel, un intenso flash le obliga a cerrar los ojos y al abrirlos, ya no está con Nekoel y Meena, sino que esta corriendo, vestido con ropas viejas y gastadas, mientras tras él se escuchan voces de hombres al grito de "vuelve aquí maldito mocoso" , "alimaña" y despectivos similares, hasta que logra despistarlo por entre los callejones. Una vez a salvo, extrae lo que le ha costado tanto conseguir, un pequeño mendrugo de pan y aunque no sabe con quién, tiene claro que lo compartió, no con poca gente y que fue la única comida que "llenó" su estómago por un tiempo. Pestañea, volviendo a la realidad, a la isla, donde Meena y Nekoel le miran. 

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now