Volveré a buscarte

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Arius y Yin enfundan sus armas, intentando demostrar con su gesto que no tienen intención de atacar, más por miedo a Meena que a lo que pueda hacer un oso.

- ¿Después de lo de ayer qué esperabas? – pregunta Dragón, molesto.

- Él sabe bien por qué lo digo – sisea la elemental.

- Sabes que nuestra intención no es esa, Meena – responde Saerys frunciendo el ceño – y mientras menos confrontamientos tengamos, mejor para nosotros.

- ¿Puedes decirnos ya a que viene esto, Meena? – pregunta Dragón, harto de la situación

- Esto viene... a que no vais a matar a un ser que no os ha hecho nada – poco a poco su tono va aumentando con cada palabra, hasta prácticamente gritar la última y, acompañando este ascenso, el nivel del agua del interior de las burbujas se eleva, llegando hasta la altura de los hombros de los prisioneros.

- Quizás nunca confiaste en mí, después de todo – suspira Saerys.

Un ligero toque en la conciencia de Meena le hace dudar, al mismo tiempo que nota como la mente de Ted vuelve a funcionar correctamente.

- Meena, déjalo estar... - murmura el oso, quien ha sido capaz de ver toda la escena, sin ser partícipe.

Tras esto, las burbujas explotan, liberando a los que se encontraban en el interior y el agua vuelve a su lugar original, el cuerpo de la elemental, quien intenta evitar que se note un pequeño tambaleo debido a la debilidad.

- Como queráis, seguid buscando la gema, yo me quedaré aquí - Dicho esto empieza a trepar por el oso, quedando sobre su lomo, del que empieza a quitar las lanzas que se incrustan en su pelaje. – Podéis iros, ya os alcanzaré en algún momento

El silencio inunda la habitación, ninguno de ellos se había dado cuenta de que el oso estaba herido. Quizás era por eso los rugidos y los sonidos inidentificables. Saerys dirige una mirada al resto, esperando alguna palabra que rompa el silencio mientras Meena les obvia, completamente pendiente de aliviar el dolor de Ted.

- Vayamos – dice Saerys, quien empieza a caminar siguiendo la pista de la gema.

El resto le sigue y, cuando todos van en la dirección correcta, el tiefling se detiene a unos metros lejos del oso y de Meena y afirma

- Si no vuelves, vendré yo a buscarte ¿lo sabes, verdad?

- Ahora falta saber si me encontrarás – responde esta con un amago de sonrisa, que en cuanto aparece quita de su rostro, él intentó atacar a Ted, no merece cariño, no es tan fácil arreglarlo todo.

Saerys, viendo la respuesta de Meena, sonríe ligeramente y continúa caminando, entrando todavía más en la cueva, ahora iluminada por varias llamas flotantes creadas por Dragón.

- Procurad no separaros demasiado y esta vez no ataqueis a menos que sea verdaderamente necesario.

- De acuerdo, esperaré a que me arranquen un brazo – responde Dragón sarcástico a las advertencias de Saerys.

- Entonces trata de esquivar bien – le responde este alzando una ceja.

Dicho esto se para a observar la brújula, creyendo no entender bien lo que ocurre.

- Esperad – dice mientras observa como la aguja apunta hacia el camino por el que provienen, justo donde acaban de dejar a Meena ocupándose del oso.

- ¿Pasa algo? – pregunta Yin.

Saerys observa la brújula, caminando hacia ambos lados para asegurarse del lugar al que señala al artefacto. Se gira hacia los demás y murmura:

- Atrás...

- ¿Dónde el oso? – exclama Arius ojiplático a lo que Saerys le muestra la brújula.

- No me jodas – maldice Dragón

- Vaya, parece que alguien lo va a pasar mal – comenta Yin

- ¿Estais seguros de querer volver? – pregunta Saerys sacudiéndose la cabeza.

- ¿Estás seguro tú? – le responde Yin con la misma pregunta, a lo que Saerys desvía sus ojos hacia el suelo

- A ver quien se lo dice a Meena, yo no que me mata – se excusa Drragón

- A mi no me miréis – exclaman a la vez Arius y Yin.

Saerys resopla fastidiado y comienza a caminar hacia la dirección en que marca la brújula.

- Por lo visto tenemos voluntario – comenta Yin, aliviado de no ser él.

- Nosotros mejor nos quedamos aquí, por si hay que dar testimonio de lo que ocurre – dice Dragón, no muy seguro de que el tiefling sobreviva.

- Será mejor que recéis para que no sea lo que estamos pensando – murmura Saerys antes de girar el último recodo, volviendo a la zona donde el oso sigue tumbado.

- Pues me da a mi que los rezos no van a servir de mucho – comenta Dragón.

- Suerte – le desea Yin mientras se asoma lo justo como para poder ver lo que ocurre, manteniéndose a salvo.

La pequeña elemental se mantiene callada, sumida en sus pensamientos y los de Ted, extrayendo una espada de las que el animal tiene clavadas en el lomo mientras mantiene la concentración para evitar que el rojo líquido de la vida se escurra por cualquiera de las heridas, ahora abiertas y se lamenta, por segunda vez en poco tiempo, de no comprender los hechizos. Con ellos sería capaz de sanar a quien lo necesita, como hacen Reki y Anne.

Saerys disminuye el paso cuando ve cómo Meena extrae el arma y la lanza al aire sin mirar, con lo que describe una curva y termina cayendo en una pila, bastante grande, llena de lanzas y espadas manchadas con la sangre del oso. Lanza un suspiro antes de seguir caminando, lo suficiente como para estar al lado del animal y se queda mirando la tarea de la pequeña en silencio.

A Meena no le cuesta detectarle, pero ello no hace que pare en sus tareas, aunque sus ojos intentan desviarse para observar la figura de Saerys.

- ¿Qué haces tan pronto aquí, Saerys? – le pregunta sin mirarle.

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now