Lamerse las heridas

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Ante el alarido de dolor del puma, cuya herida parece humear, Dragón aprovecha para, rápidamente, rematarlo pero el animal, herido y todo consigue apartarse, al tiempo que lanza un zarpazo a la pierna de su atacante, quien cae de rodillas con expresión de dolor en el rostro.

- Dragón – vocifera Saerys saliendo de su estupor por el ataque anterior.

- Aléjate Saerys, esto lo acabo yo – grita Dragón reincorporándose para plantarle cara al felino – ven aquí minino de mierda.

Acompaña sus palabras con un ataque desesperado hacia el puma, quien muere bajo el acero de la espada de Dragón, tras lo que este respira profundamente para coger aire y cae al suelo, incapaz de mantenerse en pie con el pulsante dolor en la pierna.

Saerys se acerca a Dragón y se arrodilla a su lado

- No debiste sobre-esforzaste, que tontería -dice, frunciendo el ceño, sin saber bien qué hacer.

Dicho esto enfunda su espada y presiona ambas manos sobre la herida del pecho de Dragón, intentando detener el sangrado, quien emite un pequeño gemido de dolor.

- Preocúpate antes de tus heridas – dice Dragón

- Olvídalo, necesitas más esto que yo – responde el tiefling mientras niega con la cabeza.

Mientras tanto, la conciencia de Meena emite la estampa de los dos felinos muertos al resto de cachorros de la camada, consiguiendo evitar que se acerquen, marcando a sus dos acompañantes como seres peligrosos a ojos de los pumas, quienes se alejan lastimosamente en busca de otra presa a la que hincarle el diente.

Exhausta, devuelve su propia conciencia a su cuerpo en el frasco, que continúa en el cinto de Saerys para suspirar al ver el estado en que se encuentran sus dos acompañantes. De ella empiezan a surgir hilos de agua que rodean todas las heridas, limpiándolas en profundidad, evitando cualquier infección, atrapándola en su agua, que pasa de ser pura y cristalina a adquirir una tonalidad ligeramente opaca. Del mismo modo, tanto Saerys como Dragón sienten cómo se atenúa el dolor y una sensación de frescor llena la zona que ha sido herida. Además en el caso de las heridas sangrantes, el cálido líquido deja de escaparse de sus cuerpos, manteniéndose en el interior como si hubiese algo, o alguien, tapándolo, pese a que se ve con facilidad que las heridas están completamente abiertas.

- No se os puede dejar solos – murmura Meena en la mente de ambos, agotada.

- Gracias Meena – murmura Saerys en respuesta, bajando la mirada al frasco que la porta

- Gracias Meena – agradece Dragón desde el suelo – ¿Y si pasamos la noche en mi casa? Está cerca y no correremos peligro. Podremos descansar

- No hay de qué, siento no poder hacer más, Reki suele encargarse de las sanaciones, pero ahora está lejos – murmura pensando en cuándo volverá la neo de su viaje – Por mí no hay problema, ambos necesitáis descansar.

Dragón, al ver que caminar no es una opción viable y ausente de dolor para él, eleva el vuelo, manteniéndose a un par de metros del suelo.

- ¿Puedes andar, Saerys?

- Puedo – responde el aludido – cuando no puedas más, yo podría cargarte en mi espalda.

- Te gusta cargar a la gente, ¿eh? Primero Reki, luego yo y ahora te ofreces a llevar a Dragón. Al final tendrás más de mula que de demonio – comenta Meena burlona, pero no tiene el efecto deseado, pues Saerys ni sonríe y se limita a seguirle el paso a Dragón.

El camino ocurre en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos y, en el caso de la pequeña elemental, alerta por si cualquier ser intenta atacarles de nuevo, moviéndose a través de las mentes de todos los animales de la zona, evitando tocar la de Dragón y Saerys para mantener su intimidad. Un trabajo agotador que la mantiene completamente concentrada y que, junto con estar manteniendo la sangre de ambos en el interior de sus respectivos cuerpos pese a los movimientos, empieza a drenar cada vez más la energía de Meena.

Dragón les guía hasta su casa. En un pequeño claro del bosque se ve un árbol que se eleva un poco más de los demás. En su copa, una casa de madera parece coronarlo. El dueño sube volando, para desde arriba lanzar una escalera plegable que Saerys no tarda en escalar.

- Esta es mi casa, hogar dulce hogar, podéis poneros donde queráis. Si me lo permitís, iré a buscar unas vendas – dice mientras sale de la habitación principal hacia una habitación del piso superior.

- Saerys perdona...no pensaba que te molestaría hablar de lo que eres, hay veces que me cuesta acostumbrarme al cambio en tan pocos días – murmura Meena en la mente del tiefling, temerosa de ser la causante del silencio de este – lo siento.

- Aquí traigo vendas. Meena, si nos haces el favor, si no te molesta – pregunta Dragón mirando al pequeño frasco.

- Claro – responde esta.

Conforme el agua sale del frasco va adquiriendo poco a poco su forma bípeda, y , cuando ya está completa agarra las vendas de entre las manos de Dragón y empieza con la tarea, intentando recordar todas las cosas que le enseñó Reki, pues era habitual que Anne se hiriese de alguna manera cuando jugaban, siempre fue un poco patosa.

- Tú seguro tienes más habilidad que yo en estos temas – le sonríe Dragón, sacándola de sus pensamientos, mientras hace leves muecas de dolor al notar el tejido entrar en contacto con la piel, todavía abierta y sensible que rodea las heridas.

- No tienes por qué disculparte, Meena – le sonríe Saerys tras un minuto, como si hubiese estado demasiado inmerso en sus pensamientos como para que le hubiera llegado antes la disculpa de la elemental.

- Claro... no tengo por qué... como tú digas Saerys – responde mirándole a los ojos antes de bajar la cabeza y centrarse en vendar las heridas de este – No es una cura inmediata como las cosas de magia, pero mañana las más pequeñas empezarán a cerrarse y las grandes en un par de días más. Si se complica, siempre puedo ir a uscar algo para hacer cataplasmas – sonríe maternalmente al ver cómo Dragón intenta evitar que se le cierren los ojos – ahora la mejor cura es un buen descanso.

- Y que lo digas – bosteza Dragón antes de salir de la habitación, directo a su cama, donde cae frito nada más tocar el colchón.

Meena se sienta en el suelo frente a Saerys, quien se ha sentado en la primera silla que ha visto, rendido y con puro cansancio en su cuerpo.

- Tú también deberías descansar ¿no crees, Saerys? – dice sin mirarle, con la cabeza gacha.

- Lo de antes, fue una de mis habilidades como brujo ¿no es así? – pregunta, aunque por su mirada al vacío parece hablar más consigo mismo que con la joven que tiene enfrente – no recordaba haber sentido algo parecido antes de ese momento. Fue como si tuviera el control de todo mi cuerpo y se sintió tan familiar – sus ojos parecen enfocarse en Meena y sacude la cabeza – Tienes razón, tengo que descansar.

- Lo era. Supongo que despertó en ti como algo instintivo. Puede que llevase todo este tiempo dormido en tu interior – "quién sabe qué más guardas dentro de ti" piensa Meena sin decirlo – quizás la espada y la batalla solo fueran los detonantes.

- Debes sentirte asqueada... - murmura Saerys con una media sonrisa en el rostro.

- Siento muchas cosas, pero no son asco – dice negando con la cabeza. "Es más miedo que asco, miedo de perderte ahora que apareciste, a que en realidad no seas como eres ahora, que tu pasado sea tan fuerte como para redefinirte, que te dejes llevar con él" – todo es muy confuso contigo – termina intentando imitar la media sonrisa de él.

- Lamento si esto sea un motivo para recordar cosas malas sobre tu pasado – dice, refiriéndose a la espada.

- No es tanto el pasado como el futuro lo que me preocupa. Y hablando del futuro más cercano, deberías dormir.

El aludido asiente, dejándose caer en el único sofá de la habitación, para cerrar los ojos y dejarse llevar entre los brazos de Morfeo

Meena le observa un momento, evitando volverse a hacer preguntas sobre el futuro y al poco tiempo se introduce en el pequeño frasco, pues no le parece haber visto agua por el camino y Dragón no tiene una piscina en la que deshacerse y dormir. 

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now