Dolorosos recuerdos

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Instantáneamente suelta la esfera y se echa hacia atrás, respirando de manera agitada mientras sus ojos desorbitados se quedan observando algún punto de la nada:

- ¿Qué... ha sido eso?

Ante la insólita reacción, ambas se sorprenden, pero Meena reacciona con la rapidez suficiente como para recogerla al vuelo, para mirar a Saerys preocupada por un momento antes de hablarle a Nekoel

- Reki...puede que... Parece como la joya de Yin – dice dándosela a la neko.

Una vez segura de que Nekoel sostiene la joya se acerca hasta el tiefling.

- Saerys ¿estás bien? – pregunta tocándole el brazo.

Ante el contacto, el aludido se asusta, apartándose de forma brusca, hasta que sus ojos recaen en la pequeña elemental y cierra sus ojos para intentar calmarse.

- Saerys, no pasa nada, estás a salvo, lo que has visto es el pasado – dice en voz baja Meena intentando tranquilizarle, sabedora de qué ha visto exactamente.

No esperaba algo distinto, era mucho pedir que la sociedad hubiese cambiado en poco más de un siglo. Alarga su mano intentando volver a tocar al tiefling para mostrarle su apoyo pero, recordando la manera en que ha reaccionado un momento antes, se arrepiente y la deja un par de segundos en el aire antes de volver a bajarla.

- Pero no lo entiendes ¿Eso fue un recuerdo? ¿y por qué yo...? – se detiene a mitad de frase e intenta relajarse respirando profundamente, con lo que las facciones de su cara se relajan e intenta sonreír – Estoy a salvo ¿cierto? Entonces supongo que está bien.

- Estás bien, ahora estás a salvo – repite Nekoel como si de un mantra se tratase mientras deposita la pequeña esfera brillante en la palma de Saerys – ahora esto va a ponerse interesante... pero necesito que estés tranquilo.

Ante el contacto con su dueño, la esfera empieza a brillar y deormarse, alargándose cada vez más al mismo tiempo que aumenta su fulgor, hasta que los tres deben apartar la mirada del brillante objeto. Una vez se vuelven, la luz ha desaparecido junto a la canica y en su lugar Saerys sostiene una espada de plata que, pese a no recordar le parece familiar, aunque el repentino peso de la misma hace que casi caiga de su mano, consiguiendo evitarlo en el último momento.

Meena en cambio, sí reconoce ese tipo de espada, cuyo filo todavía recorre sus pesadillas. Abre los ojos mientras un ligero temblor recorre su cuerpo y poco a poco, empieza a alejarse de Saerys sin apartar la vista de la espada al tiempo que murmura:

- No...no...tú no... no... - incapaz de crear una frase coherente por un instante.

- Meeena... - murmura Nekoel al comprender mirando el brillo del arma, abrazando a la elemental – Tranquila pequeña...no pasará nada

- ¿De qué hablas, Meena? ¿Qué le pasa Nekoel? – pregunta un confundido Saerys

La pequeña parece no responder, es posible que ni siquiera les haya escuchado, pues en su cabeza únicamente resuenan los gritos de sus padres, acompañados por el frío brillo de las espadas de plata, manchadas de su sangre.

Viendo que Meena no contesta, Saerys suelta la espada, que cae al suelo produciendo un ruido sordo.

- Meena – murmura al tiempo que intenta tomarla de los hombros - ¿Qué te sucede?

Al notar el contacto, la elemental parece volver de su infierno personal, liberándose de entre los brazos de Nekoel de un salto, alejándose de ambos.

- Ni se te ocurra tocarme, brujo – sisea con la rabia guardada de más de medio siglo.

El aludido retrocede unos pasos, sorprendido. No lo entiende, hace nada era ella quien se acercaba para ver qué le ocurría, pero ahora tanto su voz como sus ojos destellan un odio que hace unos momentos le hubiese parecido imposible que estuviera dirigido a él.

- Meena.... Por favor, tranquilizate – intenta calmarla Nekoel, sabiendo que lo más probable es que sus palabras caigan en saco roto.

- Uf si, muy tranquila voy a estar con un brujo enfrente mía – le responde cortante antes de girarse hacia Saerys – Tú... por culpa de los tuyos estoy aquí, tú eres la causa y yo... yo empezaba a confiar en ti....yo...

Su voz va apagándose lentamente, antes de echar a correr por el camino, ayudándose de sus pequeñas alas y, cuando ve que aun así es demasiado lenta, deshace el cuerpo bípedo para convertirse en una pequeña corriente de agua que surca el bosque hasta llegar al mar, no sin antes hablar en la mente de Nekoel para decirle "Necesito...pensar"

Nekoel suspira apenada, sabiendo el cúmulo de sensaciones que debe estar sintiendo la pequeña, pues aunque Meena sea mayor, para ella es como una segunda hija.

Saerys en cambio, no entiende nada, con lo que frunce el ceño confundido mientras se agacha para recoger su espada.

- Voy a volver al templo. Hablaré con ella...cuando tenga la cabeza fría.

Mientras habla observa su hombro, todavía vendado con la tela de la elemental, antes de empezar a caminar hacia el templo.

- Saerys ... - le llama Nekoe, a lo que este se detiene, sin volverse – déjala un tiempo...es mejor dejarla sola por ahora y cuando estés más tranquilo, me gustaría hablar contigo. Hay algo que debo contarte...quizás así todo sea más fácil de entender, quizás así puedas comprenderla, aunque sea un poco.

- Hecho – responde secamente mirando a Nekoel por encima del arco de su hombro – tú dirás cuando ella se calme.

Dicho esto, Saerys fuerza una sonrisa antes de volverse y empezar su camino, a paso ligero de vuelta a lo que por ahora está siendo casa, hogar y refugio. Tiene mucho sobre lo que pensar.

Nekoel suspira viéndole marcharse, siguiéndole con la mirada hasta que desaparece tras un recodo del camino, momento en que se da cuenta de su entorno.

- Rayos... tenía la esperanza de que me ayudaran – maldice mirando los montones de bolsas con la compra a sus pies y el múrloc muerto en medio del camino. 

Lo que encierra AdalariWhere stories live. Discover now