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Sherin Mönch se acercó al micrófono y lo tomó firmemente, no sabía cómo comenzar a hablar, no sabía qué debía decir si quiera. Pasó toda la noche y parte del día llorando sin poder aceptar que su hijo menor había muerto.

¿Qué haría ahora? ¿Qué se supone que las madres deben hacer cuando su hijo muere?

Los días en el hospital se acabarían y no volvería a ver a su hijo, sus ojos, su sonrisa, su rostro...no podría volver a tocarlo, no podría volver a hablarle. Ya todo había acabado y ella no podía aceptarlo, ella no quería aceptarlo.

¿Por qué Dios había sido tan malo como para llevarse a su pequeño?

Duncan era su ángel y sin él la vida parecía un infierno.

A nadie le gustan los funerales, menos si era el funeral de un hijo. Pero Sherin debía mantenerse fuerte, por su esposo, por su hija, por los amigos de su hijo y por cada una de las personas que había asistido a ese lugar.

—Muchas gracias todos por venir—comenzó a hablar—, agradecemos el apoyo que nos están dando con nuestra pérdida—suspiró y vio a las personas que tenía al frente.

Quizás todo sería más fácil si alguien nos enseñara qué hacer cuando un ser querido nos deja, quizás las cosas serían diferentes si tan sólo le hubiesen dado el momento de despedirse de él.

—Mi hijo, fue un gran chico. Tenía tantos sueños y deseó siempre cumplirlos, él estaba seguro de eso; incluso cuando tuvo que abandonar su sueño de ser jugador de fútbol, Duncan se creó una nueva meta, entraría a la universidad y estudiaría pero todo se vino abajo cuando empeoró. Casi lo logra, pero su condición pudo más, y no es débil por eso. Sólo que en algunas ocasiones, no se podrá ganar.

Sherin volteó a ver a su esposo y notó cómo él intentaba contenerse para no llorar, sabía que su relación con Duncan era demasiado cercana a pesar de no poder estar siempre en casa, ella sabía que él en ese momento se estaba culpando a sí mismo por no estar todo el tiempo, pero él no tenía la culpa, nadie la tenía realmente.

Se fijó en su hija, tenía la mano de David apretada y llevaba a su nieta en los brazos, su rostro estaba neutro, pero sabía que también se culpaba por no estar, por haberse ido y perder contacto con él. También miró a Charlie y a Selene, Charlie tenía los ojos aguados mientras sollozaba, una chica lo tenía agarrado del brazo y le decía cosas al oído para calmarlo; Selene también se encontraba mal, tenía la nariz un tanto roja y sus mejillas podían verse mojadas, Matías estaba a su lado justo cómo Duncan se lo había pedido.

—Duncan siempre ha sido un chico para sentirse orgullosa, sus sueños eran más grandes que sus miedos. Desde pequeño fue un chico tranquilo, no se metía con nadie y hacía sus deberes en el momento justo, no tenía más que pedir; mi hijo era el chico que toda madre desea y no podía amarlo de otra manera. Conocí lo que era enamorarse por tercera vez al verlo, lo hice una vez por mi esposo, luego con mi hija mayor y luego con él y no cabe duda que fui la mujer más feliz al verlo por primera vez, al sentirlo en mis brazos. Duncan, quiero que sepas, que estés en donde estés, tu mamá te ama y siempre te va a amar.

Ella dio un suspiro y se despidió para bajar del altar de la iglesia, el Sacerdote le dio una palmada de ánimo y fue a terminar de realizar la misa de despedida. Su esposo la recibió con un abrazo y ella no aguantó más. Las lágrimas salían sin más, todo había sido tan rápido que todavía no podía aceptarlo.

Su hijo había muerto y ella no podía hacer nada para acomodarlo..

~•~

En el cementerio, luego de dejar el cuerpo de Duncan, Charlie se acercó a Selene y la abrazó entrando en llanto. Él había perdido a su mejor amigo y ella al chico que quería.

—Él te amaba—le dijo Charlie y suspiró—. ¿Cómo te encuentras?

—Lo extraño—confesó—. Quiero volver a verlo una vez más.

—Yo también, no sé qué haré sin él. Es mi mejor amigo—le dijo—. Era el único que me entendía. Incluso me ayudó a hablar con Natalie a pesar de no hacerlo de forma directa. Él quería conocerla, así que la traje para que de una u otra manera lo hiciera, ¿es tonto pensar eso? Que a pesar de que no esté aquí con nosotros en físico, su alma nos acompañará siempre.

—No es tonto, yo pienso de la misma forma. Siento que él está aquí a pesar de que no podamos verlo—suspiró.

—Eso espero, aunque le dije que no lloraría cuando muriera a pesar de que casi creo otro Río Nilo—Selene rió suavemente, Charlie sacó del bolsillo de su chaqueta un sobre blanco y se lo entregó—. Él quería que tuvieras esto.

Selene vio la carta y dudó en abrirla frente a él.

—Es mejor que me vaya, sé que deseas saber que dice—le dijo—. Cuídate Selene—la abrazó y se marchó.

Ella aprovechó a sentarse en una de las bancas del cementerio y abrió el sobre para sacar la carta que estaba adentro. Nunca había visto la letra de Duncan pero sabía que era la suya, había algo que le decía que lo era.

«Querida Selene, le pedí a Charlie que te entregara esto, sé que cuando la leas no estaré a tu lado pero quiero que sepas que no ha sido mi intención irme. Intenté mejorar por los dos y quizás ese fue mi error. Lo intenté.»

Selene suspiró y temía continuar leyendo porque sabía que lo que habría allí dentro la haría llorar como nunca lo había hecho. Lo extrañaba mucho a pesar de que sólo había pasado día y medio de su partida, era como cuando se iba y esperaba el día siguiente para verlo pero sabiendo que ya no podía verlo. Ya no entraría a su habitación, ni le daría los buenos días, ni lo llevaría a ningún lado del Hospital para mostrarle los lugares más bonitos y divertidos que éste tenía.

Ya no podía ayudarlo y eso era lo que más le dolía.

Selene continuó leyendo la carta y sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, estaba leyendo las últimas palabras de Duncan, estaba leyendo lo que él pensaba de ella y le dolía, le dolía no poder escucharlas algún día de su boca. Leyó la carta dos veces más y tres veces cuando llegó a su casa, fueron tantas las veces que la leía que logró aprendérsela de memoria; ella no olvidaría nunca a Duncan. Podrían pasar años y ella estaría ahí, recordándolo en cada buena acción que hacía.

Lo recordó en sus años de carrera y en la primera vez que le tocó un paciente, lo recordó cuando se casó y cuando le dio su nombre a su primer hijo, Duncan había marcado un antes y un después en ella.

Regresó a los meses con Matías, él se había propuesto estar con ella siempre, después de todo ese era el deseo de Duncan; pasó mucho tiempo con Charlie y se hicieron muy buenos amigos, ambos acordaban verse cada cierto tiempo para visitar a Duncan. Era una forma de decirle «aquí estoy y de aquí no me voy».

Todo fue diferente después de él, pero ellos pudieron seguir con eso.

En el mundo hay dos clases de personas, los que creen que son una causa perdida y los que consideran que pueden llegar a salvarlas. Duncan era una causa perdida y Selene logró salvarlo.

Fin

Positivamente NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora