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Selene llegó de la mano de Duncan a la heladería que le había mencionado, lo llevó hasta una de las mesas y se quitó el suéter que llevaba puesto para quedar en una franela que le mostraba los hombros.

—Quédate aquí, iré a comprarnos un helado—le dijo, Duncan la sostuvo de la mano antes de que se alejara y negó.

—Yo quiero pagar por los helados—le dijo—, quiero invitarte algo una vez. Siempre eres tú la que lo hace y eso me hace sentir mal porque me gustaría hacerlo yo también, mostrarte mi agradecimiento e interés—deseó decir— hacia ti.

Selene sonrió y pensó que eso había sido muy tierno de su parte por lo que no quiso llevarle la contraria a lo que le estaba pidiendo. Se sentó en la silla y colocó sus manos sobre la mesa para darle una pequeña mirada cómplice al chico.

—Sólo por esta vez dejaré que eso suceda—mencionó—. Me gusta el helado de limón, ¿y a ti?—él asintió.

—Pediré uno grande de limón entonces—sonrió y caminó hacia la caja. La chica quedó sola y se concentró en mirar su teléfono, se dio cuenta de que había una conversación pendiente con Matías, el chico que le gustaba y sintió cómo su corazón daba saltos al leer lo que él le había escrito.

Matías y ella se habían conocido en una fiesta de un amigo en común, se llevaban dos años pero Selene sabía que era una mínima diferencia que no le importaba en realidad; él le gustaba por quién era. Llevaban un tiempo hablando pero a veces sentía que no avanzaban como ella quería, quizás porque Matías no era de la clase de persona que era tan directo con una chica o quizás porque no le interesaba del todo ella, o eso sucedía en ese momento.

Duncan regresó a la mesa con una taza grande de helado y se sentó frente a ella para entregarle una cuchara y así empezar ambos a comer.

—Nunca había probado este sabor—le dijo el castaño, Selene se llevó una cucharada a la boca.

—Duncan, mi vida, no sabes de lo que te estabas perdiendo—respondió y volvió a comer del helado—. Esto es uno de los mejores placeres de la vida.

—Es realmente bueno—confesó—. Menos mal que lo probé antes de morir.

—No pienses en eso—dijo Selene con el ceño un tanto fruncido, no quería que Duncan regresara a cómo lo había conocido.

—Pero ¿cómo no pensar en la muerte si es lo único seguro que tengo?—Selene suspiró, él tenía razón pero se le hacía tan difícil el hecho de no poder ayudarlo a sacar esa idea de su mente, que no sabía con exactitud qué responder.

—Sé positivo, la vida es una sola. No debes estar pasándote todo el rato pensando en que vas a morir pronto.

—No quiero morir—confesó y bajó la mirada, Selene tomó su mano y la apretó fuerte.

—Entonces deja de pensar que sí lo harás porque atraes siempre lo que piensas. La mente, Duncan, es algo muy increíble y tiene demasiado poder sobre ti. Ella rige tu vida.

El castaño la miró y por su mente sólo pasaba el hecho que deseaba besarla pero sabía que eso no era lo correcto, no al menos en ese momento. 

Así que sólo permaneció observándola, su mirada tranquilizante, sus labios que tanto lo llamaban, esa sonrisa tan bonita y no sabía por qué se sentía tan bien en ese momento. Él estaba dándose cuenta de que había caído rápido en el hoyo del amor; y ya sabes que dicen de ello, salir no es algo fácil y más si de una chica como lo era Selene se trataba.

Ella dijo algo pero él no supo qué, estaba concentrado observándola que no le prestó atención al resto.

 —Rocas y minerales — dijo y se sintió estúpido por hacerlo, ni siquiera estaba consciente de eso, no sabía por qué lo había dicho.

  — ¿Qué? — preguntó ella intentando no reír— . ¿Qué tienen que ver las rocas y los minerales con que el helado está muy rico?

—Ehh—divagó—. Bueno, el helado es nutritivo como un mineral y cuando se congela se vuelve roca—dijo y se insultó mentalmente por ello. Selene le regaló una sonrisa burlona y sólo asintió.

—Muy interesante tu descubrimiento Cristobal Colón—expresó y el castaño se sonrojó. Se sentía torpe pero intentó ignorar los últimos dos minutos de su vida y seguir como si eso no había sucedido.

—Gracias por traerme aquí, Selene. En serio, lo agradezco mucho—le sonrió a la chica. Ella le devolvió el gesto y tomó su mano para acariciarla.

—Duncan, no debes porqué agradecer. Estas cosas las hago sólo para verte sonreír .






Positivamente NoWhere stories live. Discover now