16. Que comience el juego

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Primero que nada, feliz noche de gays con nutella.

Es momento de un poquito de salseo antes de un pequeño salto en el tiempo.

¿Qué tipo de postre les gusta? Yo amo las fresas con crema 🍓.

Sin más, les dejo a solas con nuestro enanito de confianza...

Sin más, les dejo a solas con nuestro enanito de confianza

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꒷🌹꒷

Capítulo 16

"Que comience el juego"

SAMAEL

—Haz otra pregunta y me iré —amenazó con desgana a su amigo. Lo cumplió poco después.

Gideon sentía curiosidad sobre lo que había pasado con Izan.

Durante el fin de semana evadió a Gideon y al resto del mundo. No encontró a nadie en su casa el viernes por la tarde, se había escapado del colegio antes de que la hora de salida llegara.

Preferible era el silencio y la soledad de la casa de sus padres. Aunque al final no era solo él, Dante se acercó con el singular movimiento de la cola de un lado al otro.

Levantó a la bola de pelos del suelo, el gato se removió hasta que él acomodó los brazos de la manera que le gustaba. Pasó sus dedos sobre la cabeza negra, el pelaje suave y oscuro tranquilizó la estrepites con la que palpitaba su corazón.

—Qué patético fui, ¿no crees? —preguntó a la criatura que cerraba los ojos bajo la caricia constante de sus dedos.

Subió las escaleras y entró directamente a su habitación. El silencio y la oscuridad en el interior de la casa agudizaban la sensación de frialdad a su alrededor. Era como si tuviera el cuerpo entumecido, salvo por el agarre que mantenía en Dante, no era consciente de nada más que de ese suave pelaje oscuro.

Se quedó dormido con el uniforme y los zapatos puestos. En algún momento el gato escapó de sus brazos y él se ocultó entre las sábanas de su cama. Lo despertó el sonido de la lluvia azotando la ventana y los relámpagos que traspasaban las cortinas celestes del dormitorio.

No volvió a llorar desde que salió del salón de artes, pero la necesidad de hacerlo permaneció en él; el nudo en la garganta y el ardor en los ojos. Solo no lo hacía porque era demasiado orgulloso como para aceptar que un estúpido como Izan Zebell podía afectarlo.

Si se presentaba a clases el lunes demostraría dos cosas; la primera, que era tan patético como para caer rendido en menos de dos meses ante alguien que no identificaba el sarcasmo en una oración por más que éste estuviera resaltado; la segunda, que le daba exactamente igual lo que los demás pensaran.

Iría porque no tenía razones para detener su vida por alguien que lo juzgaba por una conversación sobre algo que pasó mucho antes de que se conocieran.

Sangre puraWhere stories live. Discover now