14. Enfermero de ojos azules

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Feliz martes de gays en salsa verde. 

Prepárense para leer a un cachorrito avergonzado, pero dispuesto a aprender, y a un enano quisquilloso muy mentiroso.

¿Cuáles son sus flores favoritas? Las mías, alcatraces 👀👉🏻.

Ahora sí, les dejo a solas con nuestro príncipe rebelde de confianza.

Ahora sí, les dejo a solas con nuestro príncipe rebelde de confianza

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꒷🌹꒷

Capítulo 14

"Enfermero de ojos azules"

SAMAEL

Era uno de esos días en los que por más horas que había dormido no podía dejar la cama. Su mejilla izquierda estaba demasiado cómoda sobre la almohada que prefirió saltarse las dos primeras clases antes que quitarse las sábanas de encima.

A mediodía, con un dolor de cabeza insoportable, terminó por salir de su habitación para ir a la enfermería por una pastilla.

La enfermería era un sitio al que no quería regresar después de su visita anterior. Se detuvo frente a la puerta blanca, incapaz de completar la simple acción de levantar el brazo y girar la manija.

El dolor de cabeza y la pesadez en el cuerpo se intensificaron cuando cruzó el umbral, una vez consiguió abrir la puerta. Las paredes blancas, los ventanales de suelo a techo, sumado al olor a alcohol y medicamentos le revolvieron el estómago. Odiaba los hospitales, a los médicos y, por encima de todo, odiaba enfermarse; no lo deprimía, lo ponía de malas.

Antes de verlo, escuchó las pisadas en la sala contigua, el médico asomó primero la cabeza y luego entró para reunirse con él. La persona de bata blanca se detuvo cerca de la silla detrás del escritorio y tomó asiento.

Sin esperar la invitación a hacer lo mismo, dejó caer su cuerpo en otra silla, con toda la naturalidad que pudo. Como si no sintiera que todo a su alrededor daba vueltas.

—Blackhill —dijo el hombre, demasiado joven para tratarse de un médico—. ¿Volviste a tener molestias con la herida en tu brazo?

Antes de responder, se permitió evaluar a la otra persona, el cabello negro azabache perfectamente liso, los pómulos no tan pronunciados, los bordes definidos de la mandíbula y ojos grandes almendrados.

—Eso fue hace un mes —espetó—. Es obvio que he venido por otra cosa.

—¿Por qué, exactamente? —preguntó el médico.

—No a saludar, eso seguro —dijo Samael, irritado—. Tengo dolor de cabeza y escalofríos.

El médico asintió, se puso de pie y rodeó la mesa para ir a sentarse a la silla junto a la de Samael.

—¿Malestar en la garganta?

Él negó con la cabeza.

—¿Qué edad tienes? —La pregunta salió naturalmente se su boca, ni siquiera sabía que tenía curiosidad por la edad del médico del colegio, pero al parecer así era.

Sangre puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora