EXTRA II | Obsessed

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II | OBSESSED

BLAISE INCANTI

Dio por sentado que Gideon siempre estaría para él.

Él se dio cuenta de sus sentimientos mucho después de que comenzaran a salir. Al principio pensó en esa relación como algo pasajero. Era joven e inmaduro. No se tomaba nada en serio en esos días.

Con el tiempo se acostumbró a que Gideon lo siguiera a todas partes, sin importar cómo él lo tratara. Podía ser un idiota, desaparecer y no comunicarse, Gideon esperaría por él. Y lo recibiría con los brazos abiertos.

Tal vez aún confiaba en que esa no sería diferente a otras veces. Que regresaría y todo volvería a la normalidad.

Pero conforme pasaron los días y él y su padre visitaban a la familia en el norte del país, y no sintió la necesidad de responder ninguna de las llamadas y mensajes de Gideon, terminó por convencerse de que la separación era definitiva.

Y, aunque durante el día estaba ocupado y rodeado de otras personas, cuando llegaba el momento de subir a su habitación, la inquietud se apoderaba de él. No lograba concentrarse en la televisión y no le quedaba más que salir para ignorar el hecho de que estaba más afectado de lo que pensaba.

La misma noche en que Gideon explotó, tras escuchar su conversación con el chico nuevo y Samael, él regresó a casa y su padre le dijo que tenían que salir de la ciudad. El viaje no pudo llegar en mejor momento.

Se iría un tiempo, dejaría que las cosas se calmaran y regresaría para estar con Gideon, como siempre. Porque no podía ser de otra manera.

Ya no quería una vida en la que el chico rubio que amaba el color rojo no estuviera a su lado.

Gideon era suyo.

Y él también le pertenecía.

Aunque, por muchos años alimentó su ego con las atenciones de Gideon hacia él; era más sencillo dejarse amar y darle a Gideon lo mínimo. Porque con eso se había conformado.

Una de las noches en las que su estado ansioso y el sentimiento de culpa estaban por volverlo loco, lo único en lo que podía pensar era en que Gideon no lo perdonaría, que no esperaría por él y lo olvidaría.

Corrió a su habitación e hizo lo más estúpido que se podía esperar de él. Porque ya no quería pensar, ni recordar a Gideon y el daño que le hizo. Pensamientos similares a esos, pero maximizados, no dejaban de darle vueltas en la cabeza.

Más adelante se dio cuenta de que solo necesitaba hablar, responder las llamadas de Gideon o enviarle un mensaje; las cosas habrían sido diferentes.

Si desde el principio hubiera aclarado a sus amigos que por quién siempre tuvo sentimientos románticos era Gideon y no Samael. Si en su estúpido narcisismo no hubiera jugado con Gideon para desarrollarle una dependencia por él.

Sangre puraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora