Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

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BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs

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By aoi_sky

Aisa

Me doy media vuelta en la cama; aferro una almohada a mi cuerpo y hago presión en mi vientre. Gimo por el dolor y muerdo mis labios para tratar de apaciguarlo un poco. Gretel, que se encuentra sentada a los pies de la cama, me mira atenta. Marc entra a la habitación con una taza de té en sus manos y me sonríe de lado. Deja la taza en la mesa de noche, y, sin decir nada, sale de la habitación.

—¿Sigues triste por la muerte de Amanda? —pregunta Gretel.

—Por supuesto. —Me reclino y tomo la taza de té.

—Dominik matará a quien la asesinó. —Sonrío ante su seguridad y le doy un sorbo a mi té, que me quema levemente la lengua—. ¿Te duele mucho la pancita? —pregunta con una mueca.

—Sí. —Doy otro trago pequeño a mi té antes de devolverlo a la mesita y acostarme.

Ayer tuve otra plática con Marc. Él está empeñado en que traicione a As. Trata de hacerme entender que estar con él no me hace bien, y lo sé, sé que su compañía es dañina, pero no estoy buscando en él una salvación.

Estoy demasiado agotada. No he dormido bien, pues pasé toda la noche despierta pensando en todo lo que ha sucedido y en lo que pasará de ahora en adelante. No veo una salida clara a mi situación. Solo veo un pozo cada vez más profundo y claro... yo estoy hasta el fondo. No siento el deseo de salir, sino que quiero escarbar en el fango y cubrirme con él.

Mi encuentro con Jared me ha dejado mal. Me hizo darme cuenta de lo egoísta que he sido todo este tiempo, mientras arrastraba a todos a mi alrededor y sin detenerme a pensar en lo mal que ellos lo están pasando. Amanda parecía estar triste aquella tarde que me dijo de su sospecha y yo no le presté la suficiente atención. Solo me concentré en mis propios problemas. Y en mi cabeza todos mis problemas se resumen a uno solo: As. Le prometí que cuidaría de Gretel, pero no estoy segura de poder hacerlo. Su mentalidad logra asustarme, a pesar de ser solo una niña. As confía en mí y ella también, por eso estoy dispuesta a mantenerla junto a mí a pesar de que Marc trata de persuadirme para abandonarla en un orfanato; pero yo jamás haría algo así con Gretel. Por otra parte, el hecho de que As está muy dispuesto a morir sin importarle su propia hermana es algo que me hace enojar. No sé por qué lo desea. No le encuentro sentido a sus actos y solo me confundo y aflijo.

—Aisa...

—¿Qué pasa?

—¿Cuándo me llevarás a ver a Dominik?

—No lo sé.

—¿Estás enojada con él?

—No...

—Ayer te escuché hablando con Marc. Él quiere que mates a mi hermano. ¿Por qué? —La miradita que Gretel me da hace se me encoja el corazón.

—No lo tomes personal: es una afición entre esos dos. Ambos quieren matarse.

—¿Y tú? ¿Odias a mi hermano? ¿Quieres matarlo?

—No, Gretel... yo no odio a tu hermano y tampoco quiero matarlo. —Bueno, solo a veces.

—Pero escuché que dijiste que mi hermano es un idiota.

—Bueno, es la verdad. Tu hermano es un idiota, pero eso no significa que lo odie.

—¿Por qué no podemos irnos a vivir con él?

—Ya sabes que está ocupado. Tiene cosas que hacer.

—Yo solo quiero estar con él. Lo extraño mucho. —Los ojos de Gretel se cristalizan. Gatea sobre la cama hasta llegar a mi lado—. Ya no quiero estar lejos de mi hermano.

—Cuando lo veas tienes que decirle eso —le digo acariciando su cabello—. Tienes que hacerle saber lo mucho que lo quieres y le necesitas. Tal vez así lo convenzas de que se quede a tu lado.

—¿Cuándo podré verlo?

—Mañana te llevaré.

—¡Sí! —Gretel sonríe con emoción y deja de lado su tristeza—. Aisa, yo voy a convencer a mi hermano para que me deje quedar a vivir a su lado, pero tú tienes que enamorarlo—. No puedo evitar sonreír ante sus palabras.

—Gretel...

—¡Por favor, Aisa! —Se avienta sobre mí y rodea mi cuello con sus brazos—. ¡Yo quiero que tú y Dominik se hagan novios y se casen!

—Gretel, eso nunca va a pasar.

—¿Por qué no?

—Dominik y yo solo somos... ¿amigos? —La verdad no sé muy bien qué somos.

—Pero a ti te gusta y tú le gustas a él.

—No es así.

—¡Que sí! —Gretel empuña sus manos y me mira con el ceño fruncido.

—¿Cómo puedes saber tú eso? Solo eres una niña.

—Pero no soy tonta y conozco a mi hermano... ¡Tú le gustas!

—Bueno, tal vez sí le gusto —digo, recordando que el mismo As me lo dijo—, pero eso no significa que me quiera como su novia y mucho menos que nos casemos.

—¡Tienes que ponerte muy hermosa para hacer que se enamore de ti!

—Ay, no sé, dudo que eso pase.

La mini-As se cruza de brazos y se muestra molesta conmigo. Río por la miradita asesina que me echa, pero por más que ella desee que yo me quede con su hermano eso no es posible. Él está empeñado en morir y parece que no hay forma en que yo le pueda convencer de que no lo haga. Si su hermana no le basta para seguir viviendo, ¿qué me hace pensar qué lo hará por mí? Esa última idea me hace sentir tan miserable.

—Aisa... —Miro hacia la puerta cuando esta se abre y Marc se asoma—. Zac está aquí.

—Dile que pase. —Me reincorporo para recargarme en el respaldo.

—No te ves muy bien —dice Zac cuando entra. Después se sienta a la orilla de la cama.

—No me siento bien —digo, incómoda. Algo ha cambiado entre nosotros. La manera en que lo veo ahora no es la misma desde aquella vez que le vi salir del instituto. No quería enfrentarlo, porque tengo miedo de la verdad, pero es algo que tengo que hacer.

—¡Zac! —Gretel se avienta a sus brazos, pero después se aleja y le dedica una mirada recelosa.

—¿Qué pasa? —pregunta Zac, confundido. Ni yo entiendo por qué la mira así.

—Zac, tú me caes bien, pero ya no quiero que seas novio de Aisa, porque ella es de mi hermano. —Mi boca se abre ante las palabras de Gretel y Zac eleva la ceja, la mini-As olvida que Zac no sabe de quién es hermana.

—No entiendo. —Zac me mira y busca explicaciones.

—Gretel, ¿puedes dejarnos un momento a solas?

—¡No! —grita y se cruza de brazos.

—Por favor —pido.

—No, porque se van a besar y no quiero que se besen.

—No nos vamos a besar —digo, y Zac suspira con pesar.

—Ella es de mi hermano, Zac, no la beses —dice mientras camina hacia la puerta, y antes de salir le dedica una última mirada amenazadora.

Cuando la puerta se cierra, un silencio muy incómodo nos rodea a Zac y a mí. Observo mis uñas y él mueve sus pies, ambos también de manera incómoda. Se acerca más a mí, y después con algo de inseguridad toma mis manos entre las suyas. Nos miramos y mis ojos se cristalizan. De inmediato me abraza. A pesar de mis sospechas hacia él, siento cierto grado de tranquilidad. Es como un sexto sentido que me dice que no debo temer de él. ¡Es Zac! Y en estos momentos solo estamos compartiendo el dolor de una pérdida. Solo necesito su consuelo, que el peso de mi corazón disminuya y sus brazos ayudan mucho.

—No sabía que Gretel tuviera un hermano —dice, después de un rato.

—Pues lo tiene.

—No es hija de Marc, ¿cierto?

—No.

—¿Puedo saber quién es su hermano?

—No lo sé.

—Aisa...

—Zac, necesito que hablemos sobre nosotros —digo y al instante se pone tenso.

—Vas a pedirme que terminemos —afirma en vez de preguntar—. Sé que llevas días queriendo terminar conmigo y también sé que es por Dominik.

—No es por él. —Me alejo de sus brazos.

—¿No? —Levanta la ceja en señal de incredulidad—. Aisa, no soy tonto ni ciego. Puedo ver cómo te brillan los ojos y la forma en que sonríes cada vez que lo ves. Con tan solo hablar de él, tu cara se ilumina. —No sé qué decirle—. Yo no quiero que terminemos, Aisa, pero tampoco te voy a obligar a estar a mi lado si tú no me quieres...

—¡Sí te quiero! —me apresuro a decir—, pero...

—Solo como a un amigo. Sí, ya me sé ese cuento.

—Zac...

—Aisa. —Toma mi barbilla y la levanta—. El día que nos hicimos novios te prometí que te protegería. No lo he hecho muy bien hasta ahora, pero no por eso voy a dejar que te destruyas. Si quieres terminar conmigo porque no te gusto o porque no me quieres, está bien, lo acepto. Pero no puedo hacerlo si lo haces para irte con ese chico, porque él no es bueno y solo te perjudicará si continúas a su lado.

—¿Cómo has llegado a esa conclusión? No lo conoces.

—Sé lo suficiente.

—No sabes nada, él no...

—Aisa, no tienes argumentos válidos para defenderlo, y yo tengo muchos para demostrar lo mala persona que es.

—¿De qué estás hablando? —Entorno los ojos.

—Tú sabes perfectamente de qué hablo, Aisa.

—No lo sé.

—Que quieras evadir el asunto es solo problema tuyo.

—¿Qué es lo que sabes de As?

—No tanto como tú, te lo aseguro. —Nos callamos durante una pausa. Su mirada está oscurecida, y sus ojos muestran ojeras y mucho cansancio acumulado.

—Zac, necesito que me des respuestas.

—¿A qué preguntas?

—¿A dónde fueron Amanda y América ese día que las atacó el asesino?

—Salieron al cine, pero se les hizo tarde. El asesino las atacó en una calle solitaria.

—Si América no ha despertado, ¿cómo sabes eso?

—Ella... ha despertado un par de veces. —Peina su cabello de manera nerviosa.

—¿Por qué no me habías dicho?

—Porque no te había visto.

—Zac, quiero la verdad.

—Esa es la verdad.

—¿Puedes decir qué hacías en el instituto la noche que murieron aquellas chicas? Porque eras tú y no puedes negarlo.

—Sí era yo, pero... —Respira profundamente, y después me mira con miedo y preocupación.

—¿Pero?

—Si estás insinuando que yo las maté estás equivocada, y déjame decirte que más que ofenderme me duele, y en gran manera, que puedas pensar eso de mí.

—Estabas en el instituto casi a medianoche, saliste corriendo y dentro estaban los cuerpos de dos chicas asesinadas. ¿Qué debo pensar?

—Sí, las cosas no suenan muy bien, pero yo no las maté. Ese día salí, tuve que salir a atender un asunto. Regresé tarde, vi las puertas del instituto abiertas y ya conoces el dicho de «la curiosidad mató al gato», pues a mí me ganó la curiosidad, así que entré, pero me arrepentí y salí corriendo. —Sus pupilas tiemblan mientras habla. Está muy nervioso.

—¿Viste al asesino?

—Sí... —Mi corazón se desboca por dicha confesión.

—¿¡Viste su cara!?

—S-sí...

—¡Dime quién es! —Zac comienza a temblar y sus ojos se vuelven rojos.

—N-no puedo decirte...

—¡Zac!

—No puedo, Aisa. ¡Lo lamento! —Trata de ponerse de pie, pero se lo impido al sujetarme con fuerza de su brazo.

—¡Tienes que decirme! —exijo—. ¿Quién mató a Amanda y a mi familia? —Las lágrimas ruedan por mis mejillas. Zac me mira con tristeza y las limpia con su pulgar.

—El momento de la verdad llegará pronto, Aisa. Pero por ahora tienes que esperar.

—¿Esperar qué? ¿Volverme loca por completo?

—Sé que no es fácil, pero solo dame un poco más de tiempo.

—Zac, por favor... no me hagas esto. ¡Tú, no, por favor! Tienes que decirme.

—Tú familia está muerta. ¡Amanda está muerta! No quiero ser el siguiente. Que te diga las cosas ahora no cambiará nada, solo las complicará.

—¿¡Cómo puedes decir eso!? —Le jalo del brazo, y después lo tomo de su playera acercándolo a mí—. Él casi mató a tu prima, arruinó mi vida y la de muchos más... ¡Tiene que pagar!

—¿Así como tu amigo está pagando? —Le suelto enseguida. La sorpresa queda evidente en mi rostro. Su expresión se vuelve más oscura, y se muestra molesto a un nivel que nunca vi en él.

—¿De qué estás hablando?

—De que, si realmente quieres hacer justicia por todas las muertes ocurridas, entonces deberías entregar a tu amigo a la policía. —Lo miro con sorpresa y terror ante la idea de que él sepa la verdad sobre As.

—No sé de qué hablas.

—Entonces yo tampoco sé quién es el asesino —dice, y siento que me desmorono. Se pone de pie y camina hacia la puerta—. Si quieres que terminemos está bien. Desde que regresó tu amigo has dejado de verme como tu novio. Yo te quiero, me preocupo por ti y seguiré cuidándote. Pero también tengo orgullo y amor propio. No te voy a rogar y mucho menos voy a mendigar un amor que no es para mí.

—Zac... —Su nombre escapa en medio de un sollozo de mis labios. Él también se ve deshecho: sus ojos rojos dejan escapar algunas lágrimas.

—Perdóname por no haber podido protegerte como te lo prometí —dice antes de salir de mi habitación.

Los calambres en mi estomago parecen triplicarse. Todo me da vueltas, mi cabeza es una nube de confusión, y al sentir que ya no puedo más, suelto el llanto. La tristeza y la ira luchan para romperme la cabeza, el cuerpo, el alma. La desesperación me alcanza, y es como si el mundo comenzara a compactarse a mi alrededor y me asfixiara. ¿Qué es lo que pasa? Primero As y ahora Zac. ¿Por qué? ¿Por qué no quieren decirme la verdad?

«El asesino es una chica...»

«No sé qué tan bueno sea decirte eso...»

«Tal vez no te gustará saberlo...»

Sobrepaso el límite y grito entre llantos desesperanzados. Hundo las uñas en mi carne, y tiro con fuerza como garras dispuestas a desprender el cuerpo del alma. Siento dolor, dolor en todas partes, pero no es suficiente y quiero más, mucho más. Quiero sacar eso que habita en mí, lo que me controla, lo que me consume. ¿Pero cómo vencer algo que es más fuerte que yo?

Mis gritos atraen a Marc, que entra corriendo y se abalanza sobre mí. Inmoviliza mis manos para que deje de rasgar mi piel. La sangre queda en mis uñas, y al verla enloquezco un poco más.

Déjala que fluya, deja que siga saliendo,

porque estoy llena de dolor y solo

quiero llegar a ser un recipiente vacío.

«Parece un simple despojo, pero es la ofrenda perfecta. Cuando la copa esté llena podrás beber de ella».

As

Miro mi reflejo en la filosa hoja de mi cuchillo. Han pasado dos días desde que la pequeña idiota estuvo aquí, y no he hecho nada más que esperar a que vuelva con Gretel.

Suspiro con fastidio y me echo sobre la cama. Mi mente ha estado consumida por todos los sucesos ocurridos en las últimas semanas. La muerte de Amanda me tomó por sorpresa. Fue un movimiento inesperado, aunque cumple con su objetivo.

Hacer sufrir a esa pequeña idiota.

Alzo mi brazo derecho con el cuchillo en mi mano. Lo empuño con fuerza y después encajo la punta en la palma de mi mano izquierda. No hago muecas ni signos de dolor y solo observo cómo el espeso líquido sale y se desliza por mi brazo hasta manchar mi sudadera. Algunas gotitas más caen sobre la sábana. Cierro y abro la mano para que salga más sangre, y el dolor se esparce, saciando al mínimo el asesino que llevo dentro.

Cierro los ojos para dejar que el ardor me relaje, pero eso hace que la imagen de mi familia aparezca de forma repentina en mi mente. Siempre evado esos recuerdos, pues me hacen sentir vulnerable; pero incluso siendo como soy, a veces extraño pelear con mis hermanos, jugar con Gretel, platicar con papá y acompañar en la cocina a mamá; creo que gracias a ella sé cortar tan bien. Supongo que éramos una familia muy peculiar; nuestras charlas no giraban en torno a la educación o el futuro, mis padres eran muy liberales y siempre decían que hay que vivir al día, sin arrepentirnos y disfrutando al máximo. Así lo hacíamos mis hermanos y yo. Muchas ocasiones llegué a decirle a papá que mataría a sus socios porque me caían mal y él solo reía y me daba consejos para no dejarme atrapar. Supongo que él pensaba que bromeaba, y bueno, sí, en ese entonces quizá sí lo hacía, pero tal vez el hecho de que él nunca reprimiera mis pensamientos homicidas ayudó a desarrollar mi mente asesina. A mi hermano Jonathan y a mí nos decía que debíamos ser líderes; siempre estar por encima de los demás y jamás dejarnos rebajar por nadie, e incluso decía que las mujeres debían siempre respetarnos y obedecernos, e irónicamente a Lidia y Gretel les decía que nunca debían dejarse someter por ningún hombre, que debían ser fuertes y libres. Así que los cuatro crecimos con esta actitud de arrogancia y superioridad sobre todos. Definitivamente mi familia no era una familia modelo, pero los amaba y no me quería dar el tiempo a pensar en ellos. No quería hacerlo porque es inútil y no sirve de nada, pero ahora estoy aquí, sumergido patéticamente en recuerdos inservibles.

Esa pequeña idiota tiene la culpa; es tan sentimental que me lo contagia. A estas alturas no puedo negar lo mucho que me gusta. Estoy tan consciente de todo lo que me hace sentir y no ignoro el hecho de que, si quisiera, podría llegar a enamorarme de ella. Esa pequeña es como la mujer perfecta para mí: es inocente y atrevida al mismo tiempo; es decidida y testaruda, pero también es sumisa, y eso es lo que más me gusta; que, aunque trata de rebelarse contra mí, simplemente no puede. Además, está el extra de que es una gran masoquista, porque ni yo mismo entiendo cómo me ha aguantado.

Esa necesidad de destruirse cada vez un poco más, esa fascinación que tiene hacia el dolor, la hace tan idónea para mí.

No he podido sacarme de la cabeza su mirada llena de decepción y reproche por haberme negado a revelarle quién es el asesino. No entiende por qué le oculto la información, pero no puedo decirle mis motivos. No puedo admitir que estoy tratando de una manera patética alargar nuestro tiempo juntos; en el momento en que la identidad del impostor se revele, todo terminará. Así que estoy aquí, añadiéndole tiempo a mi estancia junto a ella. Es tan ridículo reconocerlo para mí mismo, que jamás lo haría frente a ella. Estar consciente de todo lo que ella provoca en mí, me ayuda a ser realista con ella y conmigo mismo. Tengo otras cosas en mente y soy demasiado egoísta como para ponerme a disfrutar de estúpidos y ridículos sentimientos como el amor. No... el amor no va conmigo, ni siquiera estoy seguro de saber qué es exactamente eso y no quiero saberlo.

Tomo el cuchillo y hago presión sobre la herida, que vuelve a abrirse; la sangre sale de nuevo, pero con menos intensidad. Entonces escucho que llaman a la puerta, me levanto y voy a abrir. No es necesario que pregunte quién es; la entusiasmada voz de Gretel puede escucharse con claridad. Sonrío sin poder evitarlo y abro la puerta.

—¡Dominik! —Mi pequeña hermana se echa a mis brazos. La levanto y la abrazo con fuerza.

—Hola, princesa.

—¡Tenía muchas ganas de verte! —dice muy sonriente hasta que se da cuenta de la sangre que sale de la palma de mi mano—. ¿Qué te ha pasado?

—Me corté.

—Sí, eso es obvio. —Rueda los ojos y sonrío... ella es tan igual a mí—. ¿Cómo y por qué te cortaste?

—Me corté con el cuchillo y porque quise —digo poniéndola en el suelo y se cruza de brazos mientras sacude la cabeza.

—Y yo que pensaba que la masoquista era Aisa —dice, y suelto una carcajada.

—¿Y dónde está la pequeña idiota? —pregunto al no verla, Gretel mira hacia fuera y suspira.

—No sé dónde está.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Aisa me trajo —responde antes de correr y aventarse al sillón.

—¿Dónde está?

—No lo sé... búscala. —Me sonríe con inocencia, pero yo no creo en esa miradita de niña buena; conozco muy bien a mi pequeña hermana.

—No quemes la casa —digo antes de salir y solo escucho su risa infantil.

A medio kilómetro de la casa hay un árbol enorme y muy frondoso que da una buena sombra. Bajo ese árbol hay una gran roca y sobre esa gran roca se encuentra sentada la pequeña idiota. Está cruzada de rodillas y con la cabeza entre sus brazos. Camino hacia allá con calma. Sé que ella sigue confundida por la muerte de Amanda. Nada de esto debe ser fácil, pero mientras más rápido acepte las cosas, más rápido las superará. Algo que me molesta mucho de ella es que es poco realista y desea encontrarle algo bueno a todo. Eso no está bien, pues siempre hay que ver las cosas tal y como son en vez de engañarse con cuentos de fantasía.

—Hey, pequeña idiota, ¿qué haces acá? —Me detengo al pie de la roca.

—Hola —dice con una mueca que supongo es un intento de sonrisa. Ella realmente se ve fatal, y su mirada no solo muestra cansancio o tristeza, sino que hay una clara muestra de resignación, como si hubiera echado su alma al viento, para dejarse arrastrar por la voluntad de este.

—¿Qué haces aquí?

—Es un lindo lugar —dice con simpleza—. Es tranquilo, me gusta.

Me trepo a la roca. Al estar más cerca puedo notar rasguños en su cuello, y aunque lleva una blusa de manga larga que no me permite ver la piel de sus brazos, puedo adivinar el estado de estos. No cuestiono nada al respecto. Solo me recuesto con los brazos detrás de la nuca, para después mirar las ramas mecerse por el aire.

—¿Qué le pasó a tu mano? —pregunta, algo preocupada.

—Me corté.

—¿Qué estabas haciendo?

—Jugando —digo, y también rueda los ojos.

—¿A qué?

—A cortarme.

—Estás demente.

—Sí, pero es divertido.

—¿Por qué tu definición de diversión siempre incluye sangre?

—Porque soy un sádico asesino.

—Claro, debí pensarlo antes.

La pequeña se acerca más a mí y me hace una señal para que le pase mi mano. Sin saber qué trama, lo hago. Ella la toma entre las suyas y extiende con cuidado mi palma, como si temiera lastimarme. Observa la herida: de esta sale más sangre cuando la piel se estira. Me sorprendo cuando alza mi mano un poco, a la vez que ella se reclina. Una corriente eléctrica me recorre cuando su pequeña lengua traza la herida. Sus ojos se clavan en los míos, mientras continúa lamiendo de forma lenta pero firme, que logra provocarme de muchas maneras. Lame todo rastro de sangre y después chupa sus labios. Deja mi mano sobre mi abdomen y me sonríe de lado. Tomo un mechón de su cabello y la halo hacia mí con algo de brusquedad. Jadea y suelta un gemido de dolor, pero mi acción la obliga a quedar con los brazos cruzados por encima de mi cuerpo tendido. Enredo mi mano y tiro con fuerza para reclinar su cabeza. Capturo sus labios de forma posesiva, chupo, muerdo y succiono, a lo que se queja un poco.

Nuestras bocas se mueven con la fiereza de siempre. En nuestros besos no existe un ritmo lento y suave, pues siempre hay rudeza, desenfreno y mucha pasión. Con mi mano libre alzo su blusa y hago intromisión para acariciar su piel, que reacciona a mi tacto y se eriza. Gimotea cuando aprieto uno de sus senos y se aleja de mí.

—¡As!

—¿Qué?

—¡No hagas eso! —Saca mi mano de debajo de su blusa.

—Sé que te gusta, no te hagas.

—Sí me gusta —dice y sonrío—, pero no lo hagas de esa forma tan descarada.

—¿Y de qué otra forma podría hacerlo? —La levanto para que quede sobre mí.

—¿Qué haces ahora?

—Ayudándote a estar cómoda.

—Ya estaba cómoda. —Vuelvo a jalar de su cabello. Se queja, pero de igual forma termina tendida sobre mí—. ¡Estamos en la calle, As!

—No pasa gente muy seguido por aquí, y los vecinos más cercanos están a un kilómetro. Además, no estamos haciendo nada.

La pequeña dobla sus manos sobre mi pecho y apoya su mentón sobre ellas. Yo vuelvo a colocar mis brazos detrás de mi nuca y nos quedamos en completo silencio, acariciados por el suave viento. Hacía ya mucho tiempo que no disfrutaba de la tranquilidad. Un rato después le observo y sonrío al ver que poco a poco va cerrando los ojos. Abro mis piernas y la hago quedar en medio, luego la aprisiono con ellas. Abre un ojo para mirarme, y hace un extraño ruidito con su boca antes de volver a cerrarlo.

—Hey, pequeña niña.

—Qué...

—Quiero llevar a Gretel a un lugar.

—¿A dónde?

—A un lugar muy especial para ella.

—¿Cuándo?

—Mañana. Quiero estar toda esta semana con ella.

—Me parece muy buena idea. Se pondrá muy feliz de que pasen tiempo juntos.

—Sí, quiero verla feliz y que disfrute antes de que nos separemos para siempre. —Apenas digo esto, su cuerpo se tensa, sus puños se cierran tirando de mi playera.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que quiero disfrutar con mi hermana antes de morir.

—As... ¿sabes el daño que le causarás? —No, no es un daño. Es lo mejor para ella.

—Según tú, pero no según Gretel.

—Bueno, yo soy el hermano mayor y sé lo que más le conviene. Iremos a ese lugar, y una vez que estemos de regreso, no habrá más excusas. —Un suspiro de frustración se escucha por parte de ella, pero ya no dice nada más. El silencio nos vuelve a rodear.

—Deberíamos ir a ver a Gretel —dice después de una larga pausa.

—Sí. —Trata de reclinarse, pero se lo impido y me mira atenta—. Mañana las quiero a las dos aquí temprano. Empaquen ropa para una semana —digo y me mira con sorpresa.

—¿Yo también?

—Por supuesto, ¿piensas que me voy a ir sin mi juguete favorito? —sonrío burlonamente y pone los ojos en blanco.

—Pero... ¿cómo vamos a irnos solo así? Las cosas están demasiado tensas, no sé si sea buena idea irme.

—Quiero despedirme de mi hermana, pasar con ella un buen momento y dejar que me recuerde con alegría. No me niegues este deseo.

—Puedes irte con ella, no necesitas de mí.

—También quiero despedirme de ti, como es debido. Quiero asegurarme de que no me olvides en mucho tiempo.

—Bien, pero iré solo por Gretel, no por ti.

—Gretel no es quien te hará gritar de placer.

—¡As!

—Es la verdad.

—¡Tú tampoco, porque no voy a dejar que me toques!

—No empecemos de nuevo —advierto. Me mira de manera misteriosa y sonríe.

—Esta vez seré yo quien te haga morir de placer. —Asegura con gran determinación, por lo cual lo único que puedo hacer es sonreír.

—Será un placer morir en tus manos.

—¡No me refiero a eso!

—Yo sí. —Esta vez le miro con extrema seriedad, y hago que el poco brillo que hay en su mirada se desvanezca.

—As...

Quiero morir en tus manos.

—Eso no pasará.

—¿Dejarás que alguien más me mate? Hicimos un pacto.

—Lo sé, pero... no puedo, no puedo matarte.

—¿Por qué?

—No debes morir.

—¿No te quedaron claros mis motivos?

—No, y yo no quiero que mueras. —Elevo la ceja y la observo con detenimiento.

—¿Por qué no? ¿En qué te afecta a ti si vivo o muero? —Relame sus labios. No quiere admitir lo que siente, más porque ni ella misma lo entiende.

—Solo no quiero que mueras. Ya te dije... Gretel sufrirá.

—Ella estará bien, te tiene a ti.

—¡Pero yo no! —Se deja en evidencia, entonces la ira y el miedo se apoderan de ella—. Yo no estaré bien si tú mueres...

Su expresión muestra más de lo que me gustaría saber. Me observa como si temiera mi reacción, pero no reacciono ni para bien ni para mal. Mantengo, pues, mi rostro neutral.

—Necesito de ti —admite.

—¿Por qué necesitarías de mí?

—N-no lo sé... yo...

—Sé que será imposible encontrar a alguien que te dé tanto placer como yo —suelto con arrogancia—, pero es algo con lo que puedes vivir.

—Pero no puedo vivir sin ti...

El silencio le sigue a sus palabras. El ambiente se pone incómodo. Eso se escuchó demasiado comprometedor, y a ninguno de los dos nos gusta. Sabe que se ha expuesto mucho, y para mí es solo algo problemático.

—Pues tendrás que aprender a hacerlo —digo sin más—, porque este viaje será el último momento que compartiremos juntos. 

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