Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

9.5M 653K 789K

BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ

219K 11.9K 22.4K
By aoi_sky

As

Debido a la desesperación y toda la frustración acumulada, decido salir por la mañana a correr y así sacar toda la energía negativa que me consume. En los últimos días mi vida se ha vuelto rutinaria y aburrida; hay muchas cosas que aún debo hacer, pero sigo alargando mi vida y ni siquiera sé por qué.

Salgo del baño con la toalla envuelta en mi cintura y me siento en el sillón mientras seco mi cabello con mis manos. Me pongo alerta cuando escucho el sonido de pisadas; alguien se acerca muy rápido. Me levanto para ir a tomar mi cuchillo, y entonces llaman a la puerta.

—¡As, abre, abre! —La ruidosa voz de la pequeña llega a mí. Sonrío y camino directo a la puerta para abrirle.

—¿Qué haces aquí, pequeña idiota? —Me hago a un lado para que entre. Se recarga en sus rodillas y se dedica a recuperar el aliento.

—Tengo una buena condición física, pero correr hasta aquí cansa... ¿tienes agua?

—Sí, tómala tú. No esperes que te la sirva.

—Eres un mal anfitrión —se queja y me saca la lengua antes de ir a tomar agua.

—¿Feliz de que tus amigas estén con vida?

—Sí... ¡Muy feliz! —Toma agua como si no hubiera un mañana y después se avienta a la cama—. ¿Por qué no fuiste a buscarme? Tenemos mucho de qué hablar.

—Sabía que tarde o temprano vendrías.

—Parece que lo sucedido no te afecta.

—Nadie cercano a mí murió. ¿Qué debería afectarme?

—Si te dignaras a ir tras ese maldito o al menos decirme quién es, nada de esto hubiera ocurrido.

—¿Ahora resulta que es mi culpa?

—De alguna forma lo es. Quiero saber por qué juega de esta manera conmigo. ¡Explícame! Eres un asesino; debes saber cómo piensan los asesinos.

—No todos los asesinos somos iguales. Yo tengo mis motivos, y este otro tiene los suyos.

—Estoy harta de él, por su culpa mis seres queridos están en peligro.

—Tú eres la que está en peligro.

—No me importaría morir si eso significa que los dejará en paz, pero sé que no quiere matarme, porque ya lo habría hecho. Simplemente... no sé qué quiere. —Yo sé lo que desea, pero, necesito un poco más de tiempo antes de confesarle todo a ella—. Otra vez estoy con Marc —dice con una mueca—. No me lo puedo sacar de encima.

—¿Y cómo es que estás aquí?

—Salió y me aproveché. Algo me dice que se va a tardar en regresar. Solo vine por mis cosas.

—¿Volverás con él?

—Sí, tengo que hacerlo.

—¿Por qué? Puedes quedarte aquí.

—No, no quiero más problemas, y necesito estar en constante contacto con Zac, América y Amanda. Además, por ahora no quiero darle más motivos a Marc para que se enoje y desconfíe de mí. Si todo sale como planeo, pronto sabremos dónde está Gretel.

—¿Cómo?

—Marc prometió llevarme a verla.

—¿Cuándo?

—No me dijo cuándo, pero espero que sea pronto. Si tienes cuidado puedes seguirnos y así saber dónde está.

—Pero ¿cómo voy a saber cuándo irán?

—Ese es el problema. No tienes celular, ¿cierto?

—No.

—¿Por qué?

—No tengo a nadie a quién llamar.

—Ahora lo tienes... ¡Yo! Así que cómprate uno para poder comunicarnos.

—No me des órdenes...

—Solo es una sugerencia; si no quieres no. —La pequeña se pone de pie y se dirige al baño—. Ahora, si no te molesta, me voy a bañar.

—Siempre te estás bañando... —observo.

—Venía corriendo y estoy toda sudada.

—Bien, haz lo que quieras.

—No tardo, que debo irme rápido —dice antes de cerrar la puerta tras de sí.

Sonrío para mí mismo: está equivocada si piensa que esta noche la dejaré ir; he estado esperando y aguantando mucho como para dejar que se vaya. Esta vez partiré en dos su maldito aparatito si vuelve a sonar cuando no debe. Retiro la toalla de mi cintura, me pongo el bóxer y me quedo acostado sobre la cama esperando a que la pequeña salga.

Pienso en los sucesos de hace una semana y la verdad no les encuentro sentido. No sé qué pretende el asesino haciendo esas cosas. Cada vez se aleja más del concepto que tiene la gente del Asesino de la Luna. Lo que hace y la forma en que comete sus asesinatos no tiene nada que ver con mi forma de asesinar. Es como si ahora quisiera que todos notaran que no soy yo, que es otro asesino... quiere que crean que me ha superado.

No debería preocuparme del todo. Quiero seguir creyendo que puedo usarlo a mi favor, pero ya no estoy tan seguro.

Fijo mi vista en la puerta del baño cuando se abre. La pequeña aparece metida en un albornoz morado, me sonríe y se da unas vueltitas para presumírmelo.

—¿No es lindo? Lo compré el otro día.

—¿Dónde estaba? No lo había visto.

—Lo guardé en la cajonera. ¿Dónde está mi ropa? Necesito cambiarme e irme.

—Lo siento —digo reclinándome y me mira sin entender.

—¿Qué cosa?

—No vas a irte.

—As, tengo que irme. —Comienza a buscar su ropa en el ropero.

—No voy a dejarte.

—¿Ahora qué quieres?

—Tenemos que entrenar.

—Es de noche y no podemos hacerlo ahora. Además, ¿no quieres recuperar a Gretel?

—Por supuesto.

—¿Entonces?

Me levanto, camino hasta ella, que en estos momentos me da la espalda, y con mis brazos rodeo su cintura para tomarla por sorpresa. Suelta lo que trae en las manos, incluso su ropa interior, lo que significa que debajo de esa bata lleva... nada.

—¿As?

—Esta noche vas a ser mía —susurro a su oído y se estremece.

—A-as... no empieces por favor, n-necesito irme...

—Y yo necesito clavarme profundamente en ti. —Suelta un largo suspiro y se remueve.

—¿Es que no puedes pensar en otra cosa que no sea eso?

—No cuando te tengo frente a mí con solo una bata.

La tomo con firmeza y le doy media vuelta sobre su propio eje dejándola frente a mí. Como lo supuse, su rostro está rojo. Bajo la mirada a donde sus manos se posan sobre mis brazos, apretando la piel. Da pequeños pasos hacia atrás y yo hacia delante. Mis manos viajan de su cintura al cordón que mantiene la bata cerrada en torno a su cuerpo. Cuando tomo el nudo, tiro de él con toda la lentitud que me doy el lujo de utilizar, entonces su respiración se acelera.

—A-As, no podemos hacer esto.

—Dame una razón válida.

—Tengo prisa. Si Marc no me encuentra cuando llegue no me llevará a ver a Gretel.

—Sé que encontrarás una manera de convencerlo... eres inteligente.

—¿No vas a detenerte ni por Gretel?

—No puedo detenerme. Te necesito, pequeña... te necesito con urgencia. —Su cuerpo se estremece una vez más con mis palabras. Tiro más del cinturón para desatarlo, pero ella lo impide con las manos sobre las mías.

—¡Espera, espera!

—¡Qué!

—Recuerda que no debes... tengo novio.

—Me importa una mierda tu novio. Ya no hay nada que me haga detenerme de poseerte.

Tratando de salir de mi alcance, me da un pequeño empujón y se escabulle por debajo de mis brazos. Antes de que se aleje demasiado la alcanzo a sujetar. Tiro de ella y su cuerpo se estampa en una de las sillas del comedor.

—¡As, quieto! —Pone sus manos como escudo—. Me asustas. Pareciera que quieres devorarme.

—No solo lo parece, deseo devorarte completa, y más con esa mirada que pones, me excito más... mucho más.

—Pareces un lobo hambriento.

—Así me siento... ¿sabes cuánto llevo sin tener sexo?

—No, pero pensé que te había quedado claro que no soy un juguete que puedas utilizar para saciar tus deseos sexuales.

—Sé que dije que me buscaría otro juguete, pero como tú ninguno. —Sonrío con cinismo ante su expresión llena de reproche.

—¡No vas a tocarme!

—Sé que lo deseas... ¿Por qué te haces tanto la del rogar?

—Sí, tienes razón —dice con firmeza—: sí lo deseo, pero mis motivos son diferentes a los tuyos. Odio que me veas solo como un objeto que puedas usar a tu conveniencia.

—Tú también sales beneficiada...

—¡No, As! ¡Aléjate! —Echa el abrazo hacia atrás para buscar algo con que golpearme, y me divierto al ver lo que sus manos sostienen—. Si me tocas ya verás lo que te hago.

—¿Qué me harás? —Con un rápido movimiento levanta su brazo y extiende el contenedor en su mano, pero al apachurrarlo hace que su contenido salga disparado directo a mi rostro. Se detiene y me mira. Saco la lengua y la paso por mis labios para limpiar el chocolate que escurre por estos.

—¿Chocolate líquido? —Observa con confusión el pote en sus manos.

—¿Por qué desperdicias mi chocolate? —Finjo molestia, pero me toma por sorpresa cuando estalla en carcajadas—. ¿Qué pasa contigo?

—¡Tienes chocolate en toda la cara!

—¿Es gracioso?

—¡Mucho!

—¡Ahora tengo que bañarme de nuevo! —digo cuando el chocolate me escurre hasta embarrarse en mi pecho, que sigue desnudo. Tomo una servilleta de papel de la mesa y limpio mi cara, aunque sigue quedando rastro del chocolate.

—No te preocupes, As, no te deshaces con el agua.

—Ese no es el punto.

—Bueno, mientras tú te bañas yo me cambiaré y me marcharé.

—¡No te vas a librar! —Arrebato el pote de chocolate de sus manos, lo tomo con fuerza y lo apachurro de la misma manera llenando todo su rostro, cuello y parte de la bata.

—¡As!

—Ya estamos a mano.

—¿Por qué justo ahora se te da por ser infantil?

—Voy a demostrarte qué tan infantil soy... pequeña. —Sujeto su cintura, le doy la vuelta y la empujo, haciéndola retroceder. Suelta un gritito cuando cae sobre la cama. Se sienta y se pega a la pared, con una mezcla de miedo, emoción y deseo en los ojos. Subo a la cama y comienzo a moverme hacia ella.

—A-as... detente. —Es muy satisfactorio ver cómo el deseo que refleja su mirada contradice sus palabras. Incluso su respiración se ha acelerado considerablemente.

—Deja de resistirte, sabes que es inútil.

—¡No quiero seguir siendo tratada por ti como un objeto!

—No te trato como un objeto.

—Sí lo haces; solo me ves como un juguete sexual.

—No es así.

—Ah, ¿no? ¿Entonces por qué te empeñas en tener sexo conmigo?

—Creo que es obvio.

—No para mí. Explícamelo, por favor.

—Te he dejado estar a mi lado, te he dado un poco de mi confianza y no he tenido sexo con nadie desde la última vez que estuve contigo, por el simple hecho de que eres la única a la que deseo. Me gustas, pequeña idiota... ¿no es claro para ti? —Llego hasta la pequeña. Ella se ha quedado en blanco por mis palabras.

Sonrío por su estúpida reacción; solo le dije que me gusta, no que estoy enamorado o algo así. Miro cómo las gotitas de chocolate se deslizan por su cuello y cómo su escote se pierde en el valle de sus senos, que es lo más que su bata me deja ver. Ya no aguanto para quitársela y dejarla desnuda debajo de mí.

—As... ¿hablas en serio? —habla finalmente.

—Sabes que siempre hablo en serio.

—Pero... pero...

Tomo sus mejillas y la halo hacia mí. Sus palabras mueren antes de salir, porque pongo mis labios sobre los de ella y los muevo en un beso desesperado y necesitado. Ansiaba demasiado poder besarla desde la última vez que lo hice.

Su cuerpo, que en un principio estaba rígido, ahora está relajado y se entrega por completo a las exquisitas sensaciones. Sin perder el tiempo, nuestras lenguas comienzan a una batalla feroz, y le dan a nuestro beso toda la intensidad posible. El sabor dulce del chocolate pronto inunda nuestros paladares. Prefiero los besos que saben a sangre, pero tampoco me quejo mucho de este.

Me posiciono entre sus piernas y meto mis manos por debajo de la bata. La acaricio y jadea cuando rozo su intimidad. Gimo por la sensación tan exquisita. Ella está tan húmeda, lista para mí. Sin dejar de besarla me voy recostando, llevándola conmigo. Mientras la tengo bajo la hipnosis que mis besos le provocan, se sube a horacadas sobre mí por ella misma.

Nuestro beso continúa; feroz, exigente y apasionado hasta dejarnos agitados. Entones se sienta sobre mí y me mira sonrojada. Sus labios están rojos e hinchados y me provocan para volver a tomar posesión de ellos. Deslizo mis manos con suavidad. Subo por sus piernas, y en segundos su piel responde a mi tacto. Llego al cinturón de su bata, tiro de él para terminar de deshacerlo, con la misma parsimonia de hace un momento, y mientras lo hago me concentro en sus ojos, los cuales están puestos en los movimientos de mis manos.

Su labio inferior está entre sus dientes. Abro la bata, despacio, y me permito contemplar su cuerpo desnudo. Qué dicha tenerla así, para contemplarla con un voraz deseo.

—Quítate la bata —ordeno. Ella duda un segundo, pero después dobla sus brazos junto con las mangas de la bata—. Hazlo lento —instruyo.

Lamo mis labios mientras observo cómo la bata va descubriendo de a poco a poco su piel. Percibo pequeños temblores de su parte, sus mejillas siguen rojas y su respiración acelerada. La humedad de su intimidad aumenta mi propia excitación. Amo esa forma en que en que siempre está preparada para mí. Finalmente, la bata cae por completo de su cuerpo. La tomo y la aviento fuera de su alcance.

Ahora la tengo desnuda sobre mí, y mi miembro comienza a luchar por salir de su prisión. La acaricio con la mirada, y es que no puedo dejar de deleitarme con ella: su pequeño cuerpo se ve perfecto sobre mí; una parte de su larga melena cae detrás de su espalda y la otra por delante de uno de sus hombros, que, a su vez, cubre así uno de sus pechos. Sus brazos los tiene ligeramente cruzados. Sus manos están juntas y las coloca sobre mi pecho, tapándome así la vista de su parte más íntima. Muerde su labio mientras me da una hermosa vista de su perfil, pues mira a otra parte para ocultar su rubor.

Con la yema de mis dedos acaricio toda la piel a mi alcance. Lo hago de manera lenta y tortuosa. Cierra los ojos y su respiración se vuelve más profunda. Acaricio su pezón izquierdo y suelta un delicioso gemido. Quito un poco de chocolate y lo llevo hasta mi boca. Me mira y se sonroja todavía más. Apenas puedo creer que eso sea posible. Vuelvo a limpiar un poco más de chocolate y esta vez estiro mi mano hasta su boca. Pongo mi dedo sobre sus labios, y con la pura mirada le instruyo qué hacer. Sus labios se abren de manera lenta y atrapa mi dedo con firmeza, lo chupa y quita por completo el rastro de chocolate. Sonrío complacido.

Su caliente lengua envuelve mi dedo y me hace gemir. Lo muerde y me mira de forma traviesa. Saco el dedo de su boca y con un rápido movimiento nos doy la vuelta para que termine por debajo de mí. Sus manos toman mis brazos y clavan sus uñas en mi piel. Echo su cabello hacia un lado y comienzo a besar sus mejillas con la intención de quitarle el rastro del chocolate. Paso mi lengua de forma erótica por donde está esparcido el dulce. Llego a sus labios y me hago de ellos; la beso con fuerza y apaciguo todo el deseo acumulado en los últimos meses.

Sus manos se enredan en mi cabello, tiran de él y me atraen más hacia ella. Nuestros pechos chocan, y es una pegajosa sensación por el dulce en nuestra piel. Sus senos se aplastan contra mi abdomen y me gusta cómo se siente. Ahogo sus gemidos en mi boca y eso me enloquece.

Abro sus piernas con las mías y me posiciono entre ellas. Me muevo contra su intimidad y nos estremecemos de placer. El calor que desprende por su humedad hace que me eleve de una manera inimaginable. Dejo sus labios y comienzo a besar su cuello. Bajo hasta su clavícula y hago la misma acción. Después me deslizo por su pecho, siguiendo el rastro del chocolate. Lo limpio con la lengua y llego hasta sus senos. Tomo uno de sus pezones y lo introduzco en mi boca. Juego con él, envolviéndolo con la lengua, y la llevo así al límite del placer. Su cuerpo tiembla y se agita debajo de mí.

Estando en su burbuja de placer no se da cuenta de cuándo escabullo mi mano debajo de la almohada sacando mi cuchillo. Admito que el chocolate sabe bien en su cuerpo, pero no hay nada que me guste más que el sabor de su sangre. Hago una fisura en su cuello y chupo con fuerza. Gimotea con dolor y encaja sus uñas en mi espalda para poder rasguñarme. El ardor recorre mi piel e intensifica mi deleite. La sangre combinada con el sabor del chocolate no tiene comparación.

Me separo de ella y tomo una de sus manos, hace una mueca cuando la corto sobre la palma. La sangre comienza a salir y se desliza por su brazo. Succiono un poco de esta y la vuelvo a besar, mezclando así el delirante sabor de su sangre y su boca con la mía.

Sin inmutarse ni negarse, ella toma su propia sangre, y su lengua recorre mi boca igual que la mía a la suya. Me separo nuevamente de ella y paso mi lengua por mis labios.

—¿Ahora soy una vampiresa? —pregunta y le miro sin entender.

—¿Qué?

—Ahora que he probado la sangre... ¿soy vampiro? —Río por su tonto comentario.

—No soy un vampiro, pequeña idiota.

—¿Estás seguro? Si yo fuera tú, revisaría mi árbol genealógico. Tal vez y des con el Conde Drácula.

—No lo creo.

—Puede que Alucard sea tu tío.

—¿Quién? —Alucard, mi vampiro favorito —explica, y no me queda más que reír. Tal vez su estúpida inocencia es lo que hace que su sangre sea tan dulce.

Miro sus manos, que acarician mi abdomen y dejan el rastro de sangre sobre mi piel, las tomo y las muevo para que se acaricie a sí misma, y su cuerpo, al igual que el mío, termina con una ligera capa de sangre.

—Tócate —ordeno y se sonroja.

—N-no sé cómo —confiesa y sonrío. ¿Qué tan inocente es esta niña?

—¿Nunca te has tocado? —pregunto, y niega con la cabeza.

—Antes de que llegaras a mi vida con tus juegos, mis hormonas vivían aplacadas.

—Así que yo soy el culpable de que hayan despertado.

—Sí, es toda tu culpa. —Vuelvo a reír. Sujeto sus muñecas y tiro de ellas para que se siente, y pronto dobla sus piernas.

—Quiero ver cómo te tocas.

—Ya te dije que...

—Tócate como deseas que te toque.

Con las mejillas rojas y algo insegura, mueve sus manos y las desliza primero por sus piernas de forma lenta y con algo de delicadeza, producto de su timidez. Comienza a subir, acaricia su estómago, llega a sus pechos y los masajea. Cierra los ojos, muerde sus labios y gime cuando roza sus pezones erectos.

Sin tocarla, solo con verla, estoy a punto de explotar y no puedo aguantar más. Tomo sus manos y acto seguido abre sus ojos para mirarme con expectativa. Llevo su mano que tiene la cortada y lamo la herida. Sus ojos se entrecierran; parece haber una neblina sobre ellos.

—¿Cómo haces para que esto se sienta tan bien?

—No lo hago yo, lo haces tú; eres la única dueña de cada una de mis oscuras y perversas manías.

Cierra los ojos por completo. Parece querer perderse en el deseo que recorre su cuerpo. Yo también estoy ansioso por devorarla, hacerme de su deseo, penetrar hasta sus entrañas y ser el dueño de cada uno de sus pensamientos.

—Pequeña...

—¿Sí? —Vuelve a mirarme.

—Hoy voy a hacer que pierdas toda tu inocencia —digo, sonriendo con arrogancia y ella alza una ceja.

—¿No la he perdido ya?

—No... te mostraré muchas otras cosas aún nuevas para ti.

—Estoy ansiosa —dice son falsa emoción. Rio, divertido, y bajo su mirada me deshago de la única prenda que me cubre, quedando ambos desnudos.

Sus ojos caen sobre mi erección y se sonroja. La muevo de lugar y me pongo frente a ella y me recargo en el respaldo de la cama llevando mis manos detrás de mi nuca. Se muestra expectante y evita mirar mi cuerpo por completo... su inocencia me causa gracia.

—¿Se supone que deba hacer algo? —pregunta cuando solo me dedico a observarla.

—Sí.

—¿Qué cosa?

—¿En verdad no sabes? —Alzo la ceja. Le dedico una mirada sugestiva y se pone tan roja que pareciera que va a explotar.

—¡No lo haré! —Lleva sus manos detrás de su espalda.

—Sí lo harás.

—¡As, es vergonzoso!

—Por eso dije que te haría perder la inocencia.

—Creo que prefiero conservarla.

—Vamos, pequeña, no quiero tener que obligarte.

—¡Me da vergüenza!

—Creo entre nosotros ya no debe de haber nada que te avergüence.

—Mmh...

—¿Por qué no me dices eso cuando yo te toco a ti?

—Eso es diferente —dice, y mira hacia otro lado.

—No lo es para mí.

—Bien, pero hagamos un trato.

—No me gustan las condiciones.

—¡Pues si quieres que lo haga aceptarás mis términos!

—Aún puedo hacerlo a mi manera y obligarte.

—Puedo hacerlo por mi propia voluntad si aceptas... ¡hazlo, te conviene!

—¿De qué se trata?

—Prométeme que no matarás a Marc —dice, y mi ceño se frunce.

—¡El maldito tiene que pagar!

—No sé qué hizo, pero estoy de acuerdo con eso; sin embargo, no quiero que lo mates. Si me das la información necesaria podemos meterlo a la cárcel de por vida. ¿No es mejor eso? Si muere se salvará del tormento de pagar por lo que hizo, mientras que si lo encierran sufrirá todo lo que le resta de vida.

—¿Y en qué sentido me conviene eso?

—Si me prometes que no lo vas a matar yo lo convenceré de que deje libre a Gretel, y entonces yo podré cuidarla como tú me has pedido.

—¿Y cómo sé que él cumplirá?

—Te prometo que lo hará. Yo me encargaré de que lo haga, pero primero asegúrame de que no vas a matarlo.

Lo pienso por un momento. Yo deseo que Marc page lo que hizo, pero mientras tenga a Gretel en sus manos no podré hacer nada. Aunque, una vez que esté a salvo podré ir por el otro asesino, sin problemas, y entonces esto terminará.

—Está bien.

—¿Trato hecho? —pregunta estirando su mano hacia mí.

—Trato hecho —digo correspondiendo—. Ahora a hacer lo tuyo, pequeña —digo con una gran sonrisa y se sonroja una vez más.

Aisa

Mis mejillas arden hasta más no poder. Miro a As, y esa enorme sonrisa en su rostro hace que me ponga más nerviosa de lo que ya estoy.

—¿Q-qué quieres que haga? —pregunto nerviosa.

—Haz lo que desees. —Se acomoda y coloca las manos detrás de su nuca, dejando todo su cuerpo a mi disposición.

«Vamos, Aisa ¡lo tienes en tus manos! ¡Devóralo como deseas y cumple todas tus fantasías!».

«Calla, no me dejas concéntrame».

—Uf, bien... aquí vamos. —Muevo las manos con nerviosismo y As ríe divertido.

«Vamos, Aisa, tú puedes».

Dejo escapar un gran suspiro. Me muevo más cerca del cuerpo de As y me siento sobre mis rodillas. Levanto mis manos y las pongo sobre su pecho. Empiezo a acariciar, todavía insegura. No ayuda en nada su mirada fija que me pone más nerviosa. Deslizo mis manos por todo su pecho y estómago, delineo sus abdominales y vuelvo a subir. Rozo sus pezones y gime; eso me emociona, y de pronto quiero saber más y explorar a plenitud su cuerpo. Quiero saber si yo soy capaz de darle placer de la forma en que él lo hace conmigo.

Tomo una gran bocanada de aire y me armo por completo de valor. Me reclino sobre su cuerpo y bajo hasta dejar besos en su piel. Sé muy bien que él no es de tratos delicados y caricias suaves, así que me tomo el atrevimiento de morderlo y un gruñido de placer por su parte me motiva a continuar. Chupo y succiono de su piel con fuerza, provocando que se enrojezca y quede marcada. Subo con lentitud. Me sonrojo cuando paso la lengua sobre uno de sus pezones, vuelve a gemir y me eso me motiva en gran manera.

Continúo mi camino hasta llegar a su cuello y repito las mismas acciones. Su cuerpo se tensa y estremece debajo de mí, y eleva mi curiosidad, mi emoción y mi excitación. Por el rabillo del ojo veo su cuchillo, y entonces se me viene una idea. En un rápido movimiento lo tomo en mi mano. As me mira con la ceja alzada.

—No te voy a matar, no te preocupes —digo, sonriendo con inocencia.

Mis manos tiemblan con el cuchillo de As entre ellas. Me cuesta mucho decidirme, pero al fin lo hago y encajo la punta en su cuello. Hago una fisura pequeñísima. Apenas si se ve. La sangre solo sale en una mísera gotita. As ríe divertido.

—No sirves para asesina.

—Es un alivio, créeme.

Dejo el cuchillo sintiendo escalofríos solo de pensar cuántas vidas ha arrebatado. Pongo mis manos en su pecho y bajo hasta su cuello. Lamo la pequeña herida e hinco mis dientes con tantas fuerzas que le saco un gemido bastante fuerte. Sonrío con satisfacción por el hecho de que no solo escuché placer, sino dolor también; al menos sé que le duele como a mí. Vuelvo a succionar y hago una mueca debido al sabor de su sangre. A pesar de estar acostumbrada a la mía, esta tiene un sabor distinto, y la verdad es que la sangre no está en el menú de mis platillos favoritos.

Dejo el cuello de As. Sus ojos están cerrados y muerde con fuerza sus labios. Sin poder resistirlo lo tomo de las mejillas, sus ojos se abren, pero se vuelven a cerrar cuando uno nuestras bocas. Le beso de la forma en que lo hace él: con desenfreno, con rudeza, con pasión. Me rodea con sus brazos, acaricia mi espalda y aprieta mi cadera cuando muerdo con algo de fuerza su labio inferior.

Rompo el beso, me da una mirada de satisfacción y me siento orgullosa. Motivada, me escabullo de sus brazos. Bajo por su abdomen y lo acaricio en el camino, hasta llegar a su miembro. Trago saliva y lo miro sin parpadear, pero el calor llega a mis mejillas, por más que quiero, no lo puedo evitar. Envuelvo mis manos alrededor de su miembro. Su cuerpo se tensa y jadea, ansioso.

No estoy muy segura de cómo hacerlo, pero recuerdo la vez que él marcó un ritmo, así que hago lo mismo en esta ocasión. Subo y bajo mis manos en un lento vaivén, y le escucho soltar gemidos uno tras otro. Me deleito con su expresión llena de placer. Decido subir al siguiente escalón. Me preparo y tomo otra fuerte bocanada de aire. Me coloco entre sus piernas y tomo con firmeza su miembro desde el tallo. Me agacho y noto sus ojos fijos en mí, con una expresión complacida. Se reclina un poco y estira su mano para colocar detrás de mi oreja el cabello que cae por mi frente.

Mi corazón bombea tan rápido que lo escucho en mis oídos. Cierro los ojos y saco la lengua. La deslizo por la punta hinchada de su miembro, y otro suave gemido escapa de él. Cuando compruebo que la textura y el sabor no son tan desagradables, agarro más confianza. Muevo la lengua por toda la punta y paso repetidas veces sobre la pequeña fisura al darme cuenta de que es cuando más gime.

Comienzo a lamer toda su extensión y después abro la boca, metiendo en ella todo lo que cabe. Me concentro para poder respirar y continuar, es extraño, muy extraño, y debo admitir que no está tan mal. No es algo que entre en mi lista de cosas favoritas, pero los gemidos de As hacen que valga la pena. Succiono con cuidado y me gano sonoros gemidos de parte de mi asesino favorito.

Uso mi lengua para dar pequeños masajes y chupo la punta. Incremento el vaivén de mi boca en gran manera. Sus manos se enredan en mi cabello y me hala. En el momento en el que sale de mi boca se viene. Miro embelesada su rostro en el momento de su orgasmo y lo encuentro fascinante. Me siento a su lado observando cómo su pecho sube y baja con rapidez. Me mira y sonríe de lado.

—¿No estuvo mal? —Hago una mueca—. Es la primera vez que lo hago.

—Para ser la primera vez estuvo bien.

—¿En serio?

—Lo dije, ¿no?

—Bueno, es un alivio.

—Con la práctica mejorarás.

—Con la... ¿con la qué? —Abro mis ojos a tope y As ríe—. ¡Oh, no! No pienso volver a hacerlo.

—Ya lo veremos. Ahora me toca a mí —dice, mientras me toma del cabello y me hala hacia él.

Comienza a devorarme, en cuestión de segundos me deja viendo lucecitas blancas. Se mueve de mi boca y recorre todo mi cuerpo. No puedo hacer nada que no sea retorcerme de placer. Lleva sus besos hasta mi vientre y después hunde su cabeza en mi entrepierna. Boqueo cuando devora con ímpetu mi feminidad. Me eleva a mi punto máximo y se detiene. Apenas estoy por reprochar cuando me levanta de las caderas y me hace sentarme a horcajadas sobre él.

—Colócalo —dice dejando un pequeño sobre en mis manos. Lo miro y luego a él—. Sí sabes qué es, ¿verdad?

—¡Por supuesto que sé! 

Lo abro con cuidado y de la misma manera lo deslizo por su hinchado y palpitante miembro. Una vez que termino de colocarlo, me vuelve a levantar y me quedo sin aliento cuando se introduce en mí en un solo y rápido movimiento. Clavo mis uñas en sus brazos y muerdo mis labios. El placer recorre cada centímetro de mi cuerpo.

—Es mi turno para hacerte sentir bien —dice en mi oído antes de morder mi cuello. Me envuelve de la cintura y se hinca. Coloco mis piernas a su alrededor y me sujeto de sus brazos cuando se inclina hacia delante, dejándome debajo de sí. Entonces comienza a embestirme con fuerza.

Mi cabeza se echa hacia atrás y él aprovecha para morder la piel de mi cuello. Masajea mis pechos y pellizca mis pezones mientras sigue saliendo y entrando de mí de manera firme y profunda. Nuestros gemidos resuenan en las cuatro paredes de la pequeña casa. El gozo es tanto que mi mente se nubla y no puedo pensar en otra cosa que no sea la placentera sensación de As entrando en mí.

—No tienes idea de cuánto deseaba estar dentro de ti —dice, antes de besarme con desesperación.

Cuando deja mis labios suelta en mi oído un sinfín de cosas sucias que solo hacen que mi excitación aumente. Toma mis piernas y las coloca sobre sus muslos para que lo sienta entrar con más profundidad. Continúa embistiendo de manera fuerte y salvaje. Sus manos envuelven mis pechos y las mías se aferran a sus rodillas. Finalmente llego a mi liberación y suelto un fuerte gemido antes de dejar caer mi cuerpo convertido en gelatina.

As sale de mí y no me deja descansar; me hace ponerme boca abajo. Todavía estoy intentando recuperar el oxígeno cuando vuelve a embestirme. Siento que moriré ya sea por el placer o por la falta de oxígeno. Me toma del cabello una vez más, enreda un mechón en su mano y sin salir de mí me hala hacia atrás. Me reincorporo y quedo sentada sobre él. Su pecho está bastante apretado contra mi espalda. Besa mi cuello y masajea mis pechos. Por la posición me veo obligada a impulsarme a mí misma. Enredo mis manos en su cabello, tiro de él y de nuevo estoy por llegar a mi orgasmo, y ni siquiera tuve oportunidad de recuperarme del anterior.

Cuando mis paredes se cierran en torno al miembro de As, él me toma de las caderas y aumenta el ritmo con el que subo y bajo sobre él. Y, al final, ambos llegamos al clímax al mismo tiempo. Dejo descansar mi cabeza en su hombro. Nuestros pechos suben y bajan rápidamente por la desesperante necesidad de aire. As muerde mi cuello y debajo de mi oreja... ¿Cómo puede continuar? Yo siento que desfallezco.

—Eres increíble, pequeña —susurra a mi oído, y mi corazón salta dentro de mi pecho con fuerza. Sonrío como boba y agradezco que esté de espaldas a As, para que no vea mi expresión de tonta que tengo en estos momentos.

Cuando mi respiración tiene un ritmo más controlado, As me alza y ambos jadeamos, pues aún estamos unidos. Sale de mí y me deja a un lado. Desecha el condón y saca uno nuevo mientras me sonríe con picardía. Le miro y sonrío algo tímida; no importa cuántas veces haga esto con As, nunca dejaré de sentirme cohibida. Quita los cabellos que se han pegado en mi frente por el sudor y los echa hacia atrás. Se acerca a mí y coloca una de sus piernas en medio de una de las mías, ya que ambos estamos sentados sobre nuestras rodillas.

Mira todo mi cuerpo con una expresión tan extasiada que me hace temblar. Mi corazón late con fuerza, pero por otros motivos y bajo otro ritmo. Con ambas manos As toma mis mejillas y me acerca a él hasta que vuelve a tomar posesión de mis labios. Muerde mi labio inferior y mete su lengua en mi boca para explorarla, llegando casi hasta mi garganta. Los besos de As siempre son exigentes. Nunca ni una sola vez me ha besado con suavidad o ternura, y sé que nunca va a pasar.

Sus manos van y vienen por todo mi cuerpo, y su roce hace que la llama en mi interior se vuelva a encender. Ahora, por iniciativa propia, llevo mis manos hasta su miembro y lo tomo entre ellas. As se regocija sobre mis labios.

—Ya vas aprendiendo —dice, y sonrío. Me encanta la forma en que su miembro crece y se endurece en mi mano.

Saber que yo ayudo a provocar eso me hace sentir de alguna manera poderosa, más si recuerdo las veces que As ha dicho que soy la única capaz de darle placer.

Cuando su miembro está completamente erecto, me hace repetir el mismo ritual de momentos atrás. Después me toma de las caderas y me levanta. Estira sus piernas y me sienta sobre él. Coloco mis manos en sus hombros y nos miramos fijamente. Comienza a bajarme, y gimo cuando siento la punta de su miembro en mi entrada.

—No vayas a cerrar los ojos —me ordena y asiento levemente—. Quiero ver tu rostro mientras te penetro. —Sus palabras me hacen sonrojar y él se divierte como diciendo que no tengo remedio.

Muerdo mis labios cuando poco a poco comienza a bajarme, introduciéndose en mí de manera lenta y dolorosa. Ninguno de los dos es capaz de pestañear, y ese vínculo es simplemente asombroso. Las yemas de mis dedos aprietan su piel por la forma tan placentera en que entra en mí, milímetro por milímetro. Cuando estamos completamente unidos, ambos gemimos.

—Muévete —ordena y obedezco.

Empieza a deslizarme arriba y abajo. Sin poder evitarlo, cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás. As también impulsa sus caderas por lo que estas encuentran las mías, lo que hace más placentero el acto. Me sostiene con una mano y con la otra toma uno de mis pechos, para apretarlo con algo de fuerza. Juega con mi pezón y después su boca lo cubre por completo; chupa, succiona de este y me llena por completo de placer. Mis piernas, que comienzan a temblar, las envuelvo por completo en su cintura. Me apoyo en sus hombros y pongo más fuerza en mis movimientos. Me alienta ver que lo disfrute.

—Eso es, pequeña —dice con voz cargada de placer—. ¡Hazlo así, eres genial! —Sus palabras no solo me motivan a continuar, sino que también hacen a mi corazón saltar.

Odio el hecho de que para mí hacer esto no es solo sexo por placer o diversión como lo es para As. Pero no pienso arruinar las cosas por estúpidos sentimientos. Minutos después de seguir con nuestros constantes movimientos, llego a mi orgasmo y me vuelvo gelatina en los brazos de As. Me toma de las caderas para que siga subiendo y bajando sobre él, hasta que llega a su liberación. Se va de espaldas, me lleva con él y me deja tendida sobre su pecho. Una de sus manos se queda en mi cadera y la otra retira el cabello de mi frente.

Cierro los ojos para descansar un poco, aunque por dentro no solo estoy satisfecha, sino que también hay una preocupante pero gratificante sensación encerrada muy profundo en mi corazón.

As

El pequeño cuerpo de la pequeña está hecho bolita sobre mi cama. Ella ahora duerme como una bebé. Quiero taparla con una manta, pues solo con verla los deseos de tomarla me inundan más veces. Sin embargo, al mismo tiempo quiero continuar contemplándola.

Me gusta cómo se ve con manchas de sangre. Aún le quedan rastros de chocolate encima; es como una pequeña y hermosa obra de arte. Siento que no he saciado mis deseos frustrados de todos estos meses. Quiero entrar en ella una y otra vez y hacerle un sinfín de cosas más, pero, el hecho de que quiera seguir tocándola para perderme en su cuerpo, y el placer que me proporciona, hacen que me enoje.

De alguna manera estoy siendo controlado por ella. Aunque es tan idiota que ni cuenta se da, pero yo sí, y el reconocerlo lo hace peor. Yo no debería tener este sentimiento de pertenencia que siento cuando estoy con ella. Jamás he sido posesivo ni celoso, pero últimamente tengo la urgente necesidad de saber que soy el único en su vida. Me gusta saber que solo yo puedo hacerla sentirse mujer, que puedo darle placer y que solo conmigo es capaz de desarrollarse en el ámbito sexual.

Eso es peligroso... eso no está bien... eso no me gusta.

Paso todo lo que resta de la noche despierto, pensando en todos los porqués de la peligrosidad de tener a esta niña tan cerca de mí. Tengo un solo objetivo desde el principio. Ahora con Gretel cambió un poco, pero el final es el mismo y no quiero que esta pequeña interfiera en ello.

«Si lo sabes, ¿por qué sigues manteniéndola a tu lado?».

Porque no quiero dejarla ir; porque no puedo saciarme de ella; porque no tengo suficiente. Nunca es suficiente.

La acomodo sobre la cama. Ella sigue bien dormida. Admiro su cuerpo, lo acaricio y hace leves muecas, pensando que lo que sucede es parte de su sueño. Por más que me esfuerzo no puedo resistirme. Odio lo que ella provoca en mí, pues eso me hace enojar, enojar de verdad. Estando enojado me lleno de energía negativa y necesito sacarla... ¿Qué mejor que hacerlo con ella?

Sin pensarlo mucho, abro sus piernas, me coloco entre ellas y la penetro con fuerza. Un jadeo sale de su boca y se despierta. Me muevo dentro de ella con fuerza. Aún más dormida que despierta me mira. Pequeños gemidos comienzan a salir de sus labios... ¡esos malditos labios que me vuelven loco! Tomo posesión de ellos, mientras apago toda la ira en mi interior... ira que ella misma provoca.

Esto nos destruirá a ambos... pero yo no puedo retroceder, no quiero hacerlo. Así que la arrastraré y destruiré junto conmigo.  

*****

Después de casi seis años me volví una escritora responsable de personajes IMAGINARIOS y le puse finalmente el bendito gorro al Dom, ya estaba cansada de "¿Y el gorrito?" Aquí no pasa nada que yo no quiera, así que, si yo no lo deseo no hay bendi, pero bueno, querían gorrito pues ahí está, aunque es fastidioso tener que escribir, que se lo ponen, que se lo quitan, que se lo cambian xd

No sé qué está pasando aquí, pero veo mucha polémica y solo quiero dejar claro el significado de la frase "hacerla sentir mujer". No tiene nada que ver con el género sino de madurez, eso de cuestionar si antes se sentía lavadora, pitufo, gato, etc. Es un poco tonto. Hablando del desarrollo y madurez sexual, una niña no es lo mismo que una mujer (aunque ambas sean hembras) Así que la frase solo hace alusión a su madurez sexual, es como cuando le dicen a una que deja de ser niña y se vuelve señorita después de cierta edad o después de la menstruación. Son etapas que todos vivimos. As fue quién despertó la vida sexual de Aisa y le gusta "hacerle sentir mujer" porque es él quién le enseña y la hace desarrollarse en el ámbito sexual, ella disfruta y agarra confianza en sí misma y sus habilidades sexuales. Es algo simple, pero a veces se complican demasiado sacando conclusiones equivocadas. Por otro lado, recuerden que no porque a veces lean palabras bonitas, significa que es una historia de amor. NO LO ES. Dejen de esperar buenos actos de As o de sorprenderse con los malos, ES UNA MALA PERSONA, punto, así de simple. No hay necesidad de buscar justificación o pasársela juzgando por todo y cuestionando lo que hace y por qué lo hace.  

Continue Reading

You'll Also Like

84 42 12
Una chica obsesionada con la muerte, creyendo que el destino de muchos desdichados están es sus manos. Dos chicos obsesionados con ella, un sociopata...
28.9K 2K 40
después de lo ocurrido en la mina MC , queda en shock respecto a lo que se entera por otro lado los chicos exigen muchas cosas a MC , pero una person...
7.4K 687 50
A medida que va creciendo, se va dando cuanta que nada es como lo imaginaba, los amigos, la familia, las risas y absolutamente nada es como la ima...
2.1K 396 50
Un rey decidido a oprimir toda la magia del mundo, dispuesto a ser el causante de un genocidio en contra de todo ser mágico y todo aquél que los prot...