Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

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BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs

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By aoi_sky

Aisa

As aparca la moto a unas cuadras del instituto, bajamos y nos escabullimos con cuidado entre las sombras. La puerta principal está abierta de par en par. As se pone frente a mí, y con señas me dice que le siga. En silencio y con mucho cuidado lo hago: entramos al plantel mientras miramos a todas partes y nos cuidamos de cualquier pequeño movimiento.

—¿Dónde está? —pregunta As.

—No lo sé. —Continuamos escabulléndonos hasta que As se detiene y me hace chocar con su espalda.

—Quédate aquí.

—Pero...

—Guarda silencio y quédate aquí. —Se escabulle y se pierde de mi vista en la oscuridad.

Me quedo quieta, entretanto observo a mi alrededor. Sí que las escuelas dan miedo de noche, igual que los hospitales. Me muevo, sintiéndome muy nerviosa y asustada. Brinco en mi sitio cuando escucho pisadas. Me escondo detrás de unos arbustos y me asomo; un chico corre por uno de los andadores principales.

Siento que el corazón se me va a salir por la boca cuando creo reconocerlo. No solo su complexión, sino por la chamarra que lleva puesta. Cierro los ojos y los abro con la idea de que solo son imaginaciones mías... O, ¿por qué Zac estaría aquí? Observo cómo él sale del plantel y se pierde en la calle. Saco mi celular y le marco, suena una y otra vez hasta que al fin escucho su agitada voz.

—Aisa, ¿qué pasa?

—¿Dónde estás?

—¿Eh?

—Dime dónde estás, Zac.

—Estoy en casa —contesta como si nada—. ¿Por qué?

—Hace un rato te estuve llamando y no me contestaste.

—Lo siento, me estaba bañando.

—¿Por qué no me regresaste la llamada?

—Porque mamá me habló para que bajara a cenar y lo olvidé.

—¿Por qué sonabas agitado cuando contestaste?

—Porque subí corriendo las escaleras, ¿puedes decirme por qué me interrogas?

—¿Has hablado con Amanda y América?

—Sí, hace un rato estaban conmigo. Se fueron a casa de América. Según ellas iban a hacer noche de chicas. Pensé que estarías con ellas.

—He llamado a Amanda y a América, y ninguna me contesta.

—Oh, es que sus celulares no sirven.

—¿Ninguno?

—No, es que por la tarde estaban ayudándome a pintar la casa y estábamos jugando, entonces empujé la mesa donde estaban los teléfonos y ambos cayeron a un bote de pintura.

—¿Es en serio? —Creo que, en caso de ser una excusa, es una muy mala.

—Sí, ahora tengo que comprarles celulares nuevos.

—Bueno, entonces llamaré a Ágata para que me pase a América.

—¡No lo hagas! —dice rápidamente.

—¿Por qué no?

—Mis tíos no están en casa... salieron a una cena o algo así.

—Bueno, pero si América está en su casa debe de contestar el teléfono, ¿no?

—Supongo...

—¿Con quién hablas? —La inesperada voz de As me sobresalta.

—¿Aisa, con quién estás?

—Tengo que colgar, Zac. —Cuelgo antes de que haga más preguntas—. ¿Qué descubriste?

—Tenemos que irnos ahora. —Me toma la muñeca y me jala tras él.

—¡Espera, dime qué pasó!

—Nada.

—¡As!

Cuando salimos de nuestro escondite y llegamos bajo la luz de las farolas, me percato de que As tiene manchas de sangre. Me quedo tiesa al instante y lo hago detenerse. Se gira y me mira sin expresión alguna.

—¿Qué fue lo que te pasó?

—No es sangre mía.

—¿De quién es?

—¿Puedes dejar de hacer preguntas? Debemos irnos antes de que la policía llegue.

—¡Dime qué fue lo que pasó! —Trato de soltarme de su agarre, pero no puedo.

—Es una trampa... no debimos venir.

—¿Dónde están América y Amanda?

—¡No lo sé!

—¡As, no me voy a ir hasta no saber nada de ellas! —Me zafo del agarre y corro en dirección contraria a él. Maldice y después escucho sus pasos detrás de mí.

Rodeo el módulo principal y llego al patio cívico. Las lámparas están encendidas. Dejo de correr poco a poco y me quedo parada en medio del patio, ante una grotesca imagen. Mis piernas comienzan a flaquear, y a punto estoy de caer, pero soy sostenida por los brazos de As. Alzo la cabeza para mirarlo; él también tiene los ojos puestos en la escena.

Mis labios tiemblan y las lágrimas se me escapan. Empiezo a pensar lo peor y rezo para que no sea eso que creo. A unos metros de donde estamos hay dos cuerpos, y por sus figuras es notorio que son dos chicas, dos chicas de la misma complexión y proporción que mis dos mejores amigas.

Con pasos muy lentos, salgo de los brazos de As. Conforme más me acerco, más rápido salen las lágrimas. Los cuerpos de las chicas están desnudos y llenos de sangre. Algunas de sus extremidades han sido cruelmente mutiladas. Suelto un sollozo al ver sus cuerpos llenos de cortes. Sus rostros están irreconocibles. Pareciera como si les hubieran pasado una lija gigante por la cara una y otra vez.

A simple vista no puedo decir que son América y Amanda, pero hay algo que me lo confirma: uno de los cuerpos trae puesta la pulsera de tela con el nombre de América. Son las pulseras que simbolizan nuestra amistad. Es la misma pulsera que encontré en la habitación de mis padres, y que después le devolví a América. La pulsera está otra vez en su muñeca, solo que ahora ella yace sin vida. Sobre el concreto hay palabras escritas con sangre: «¿Quién deseas que sea mi siguiente víctima?».

No puedo sostenerme más y caigo de rodillas para desahogar el llanto. Estoy por perder la poca cordura que me queda. Estiro mi mano para tocar los cuerpos de mis amigas, pero As me detiene antes de que pueda hacerlo.

—No debes tocarlas —dice, jalándome para hacerme poner de pie—, si dejas tus huellas serás culpada.

—As... mis amigas.

Lo miro: su figura se ve borrosa por toda la humedad que anega mis ojos, pero puedo percibir que su expresión no muestra nada. Doy los dos pasos que nos separan y lo abrazo haciendo más fuerte y profundo mi llanto. Sus brazos me rodean para abrazarme con fuerza, pero en cuestión de segundos me suelta dejando sus brazos a sus costados.

—Debemos irnos.

—¡Tenemos que llamar a la policía!

—No podemos quedarnos aquí. Yo no puedo.

Me separa de él y toma mi mano con la intención de llevarme a la salida. Cuando llegamos a la moto, me ayuda a subir y me aferro con todas mis fuerzas a su cuerpo, lo que provoca que me llene un poco de sangre que él lleva encima. Pone en marcha la moto y no sale en dirección a su casa si no que toma rumbo a la casa de América.

No puedo dejar de pensar en todo lo que ha ocurrido. América y Amanda han sido asesinadas, y Zac estaba huyendo de la escena del crimen. ¿Acaso él es el asesino? No, no puede ser, no tiene sentido. ¿Por qué Zac haría algo así? No puede matar a su propia prima. Mis padres y todas esas personas. No, él no...

Ahora no sé cómo voy a enfrentar a los padres de mis amigas. Ellos me han dado todo su apoyo, y por mi culpa ahora sus hijas están muertas... ¿Qué voy a hacer?

Llegamos a casa de América, bajo de la moto con la sensación de que voy a desmayarme. Todas las luces de su casa están encendidas y se escucha música proveniente de la planta de arriba. Subo al pórtico a toda velocidad y toco el timbre con insistencia. Giro el pomo de la puerta, pero este tiene el seguro puesto. Sigo tocando desesperada una y otra vez hasta que la puerta se abre.

—Aisa, ¿qué haces aquí? —Una confundida América me abre la puerta, y de inmediato me cuelgo de su cuello. Las dos vamos a dar al suelo.

No puedo creer que esté viva. No puedo ni hablar de lo conmocionada que me encuentro. Ahora comienzo a llorar con más fuerza, pero esta vez de alivio y felicidad. Amanda llega y nos mira sin entender la escenita. Tiro de ella y la hago caer para también abrazarla.

—Aisa, nos asfixias —dice Amanda, que quita mi brazo de su cuello—. ¿Qué sucede?

—¡Están vivas! —Dejo besos en sus mejillas y las abrazo con más efusividad.

—No lo estaremos pronto si sigues apretándonos de esa manera — se queja América.

—¡Es que estoy tan feliz de verlas! —Me alejo un poco de ellas para contemplarlas. Es tan hermoso tenerlas vivitas que vuelvo a comenzar a llorar—. ¡Las amo! ¿Les he dicho cuánto las amo? ¡En verdad las amo, son las mejores amigas del mundo! No... son más que eso... ¡Son mis hermanas!

—¡A ver, Aisa! —América me aleja de ella y me toma de los hombros—. ¿Vas a decirnos qué te ocurre?

—E-es que... As y yo estábamos, y el asesino llamó, y ustedes... ¡estaban muertas! Y la pulsera y me creí que...

—¡No se te entiende nada! —gritan las dos al unísono. Las contemplo, sintiendo mi corazón alborozarse de que estén vivas, y me echo sobre ellas una vez más.

—¡Estoy tan feliz de tenerlas!

—Dinos de una vez qué te sucede y... ¿por qué andas a estas horas en la calle?

—Entremos para que nos cuentes —dice Amanda, y las tres nos ponemos de pie.

Antes de que América cierre la puerta, salgo y busco a As, pero no hay rastro ni de él ni de su moto. Miro a todos lados, pero nada. Tal parece que se ha marchado al ver que América y Amanda están bien. ¿Debería decirle que vi a Zac? Pero ¿no dijo que ya sabía quién es el asesino? ¿No me habría dicho si fuera él? Muevo la cabeza para alejar los pensamientos. No puedo tener sospechas de Zac. No de él. Mi novio y amigo de toda la vida no puede ser un asesino. No tiene sentido, y no voy a creer ni suponer nada hasta que no tenga pruebas concretas.

Amanda, América y yo miramos las noticias con mucha atención. Después de la emoción de ver a mis amigas vivas, hice una llamada anónima para reportar el asesinato de esas desafortunadas chicas. Estoy feliz de que no hayan sido mis amigas, pero sigo sintiéndome culpable por la muerte de dos inocentes.

Tras explicarles todo, nos encerramos en la habitación de América. Ambas están más que asustadas y en un leve estado de shock. Saber que fueron amenazadas por el asesino las ha puesto mal.

—Esto supera cualquier película que hayamos visto —dice Amanda, apagando la TV.

—¡Tengo miedo! —exclama América, haciéndose bolita y escondiéndose en sus cobijas.

—¿Dónde está tu pulsera, América? —pregunto, ella observa su muñeca y después a mí.

—¡Volví a perderla! No sé en qué momento fue.

—¿Cómo fue que el asesino se apoderó de ella? —cuestiona Amanda, mirándonos con suspicacia.

—No lo sé.

—¡Eso significa que ha estado en mi casa antes! —grita América, horrorizada—. ¡Viene por mí!

—Tranquila, América.

—¡No quiero morir! —chilla—. ¡Menos de forma tan horrible!

—Dudo que haya una forma linda de morir —dice Amanda.

—El asesino está jugando contigo, Aisa... ¡debemos decirle a la policía!

—¡No!

—¿No? Él te llamó, la policía puede rastrear el número.

—Sí, pero... —¿Cómo decirles que no confío en la policía?—. No han logrado hacer nada hasta ahora, y no quiero tenerlos de nuevo sobre mí con sus preguntas.

—No puedes ocular esta clase de información, Aisa —dice Amanda con reproche. Sé que no entienden mi decisión, ni están de acuerdo con ella—. Debes decirles para que nos protejan.

—¿Crees que lo van a hacer? Ese asesino sigue haciendo de las suyas porque ellos no mueven ni un dedo.

—Con un poco de presión se verán obligados a actuar. No pueden estar sin hacer nada.

—Es lo que han estado haciendo todo este tiempo.

—Tenía la esperanza de que ese monstruo no estuviera más aquí. ¿Por qué no se larga? —exclama América, histérica.

—Porque aquí está lo que él desea.

—¿Tú? —En realidad, no sé si lo que quiere es a mí o a As.

—Necesito que se mantengan muy alerta. Lamento mucho haberlas arrastrado a esto, pero tienen razón: él asesino está jugando conmigo. Yo soy su objetivo y no estaremos a salvo hasta que esté muerto.

—¿Y eso cuándo será? —pregunta Amanda.

—Espero que pronto.

—Ajá, pero ¿quién lo va a atrapar? No quieres llamar a la policía y decir lo que sabes.

—Yo me encargaré de eso. Ustedes solo ocúpense de mantenerse a salvo.

—¿Cómo hacerlo? Él asesino ha entrado a casa, ¿lo olvidas? —Me duele ver a América tan asustada, pero la entiendo, y lo peor es que es verdad lo del asesino. No sé cuántas veces ha entrado, pero ¿cómo?

—Instalemos alarmas o algo. Pongamos tablas a las ventanas y electrifiquemos las puertas —sugiero, pero mis amigas me miran como si estuviera loca.

—Para hacer eso necesitamos decirles a nuestros padres, pero si lo hacemos llamarán a la policía.

—A mí no me agrada la idea de vivir escondida —se vuelve a quejar Amanda.

—Será solo hasta que lo atrapemos.

—¿Nosotras? ¡Estás loca!

—Sé que es difícil de aceptar, pero estamos solas en esto. Por alguna razón que no entiendo, las autoridades no están interesadas en ayudarnos.

—¿Qué es lo que quieren? ¿Que acabe con todo el vecindario?

—No lo sé, me gustaría saber por qué solo se dedican a observar.

—¿Tú que harás?

—Me alejaré de ustedes. Lejos de mí estarán a salvo.

—¡Sabes que no es así! —replica América—. Si el asesino desea matarnos lo hará sin importar dónde estés. Así que yo te sugiero que mejor regreses. Es mejor estar juntas que separadas.

—América tiene razón, Aisa. Hoy pensaste que estábamos muertas porque no hemos tenido buena comunicación. Es mejor estar juntas, así no nos atacará por separado y tendremos más oportunidades de sobrevivir.

—Sí, que mientras mata a una, las otras dos corramos —dice América, y Amanda y yo la miramos mal—. ¡¿Qué?! Más vale que muera una y no las tres.

—¡Ninguna va a morir!

—¿Te vas a quedar?

—Sí.

—Por cierto... ¿Dónde te estabas quedando? —inquiere Amanda—. Tengo entendido que no estás con tu tío.

—A-ah... no... yo... —Miro mi celular, y entonces recuerdo algo—. ¿Chicas, dónde están sus celulares?

—Han muerto —dice América con pena—. El tonto de tu novio los arrojó a un bote de pintura. —Después Amanda saca los aparatos del buró junto a la cama. Ambos celulares están bañados en pintura roja e inservibles.

—¿Qué sucedió?

—Fuimos a casa de Zac y ayudamos a pintar su casa. Te llamé y te mandé mensajes para que fueras con nosotros y nunca contestaste.

—¡Lo siento! He estado algo ocupada.

—Bueno, como sea. El punto es que comenzamos a jugar, y por accidente los celulares cayeron a la pintura.

—América, ¿tus papás dónde están?

—Salieron a cenar. Espero que lleguen pronto. —Suspiro con alivio al ver que Zac no me había mentido. Pero entonces... ¿Por qué salió corriendo del instituto? O tal vez no era él y me confundí. Después de todo estaba muy oscuro, sí... lo más seguro es que solo me haya confundido. Es imposible que Zac sea el asesino.

Cuando los padres de América llegan les contamos lo sucedido, pero ellos ya estaban enterados. Para estos momentos toda la ciudad lo sabe. El señor Carlos dice que me puedo quedar solo esta noche, que es mejor que me regrese con mi tío, pues él puede estar preocupado por mí. Por más que le digo que no me quiero ir, él insiste y me da la impresión de que lo que busca es tenerme lo más lejos de su familia.

Casi a las dos de la mañana nos vamos a dormir. A pesar de las emociones de las últimas horas me acuesto feliz en medio de mis dos amigas. Tenía mucho que no pasábamos tiempo las tres juntas, y estar así se siente muy bien. Desearía que las cosas volvieran a ser como antes, pero nada volverá a ser igual nunca más.

«As es el culpable. Él sabe quién es el asesino y no te quiere decir».

Después del almuerzo salgo de casa de América, resignada a volver con Marc. Él ya espera afuera, recargado en su auto. Cuando me ve me sonríe, pero yo pongo los ojos en blanco. No quiero estar con él.

—¿No se supone que deberíamos estar juntas? —pregunta América, tomándonos a Amanda y a mí por el brazo.

—Eso sería lo mejor para mantenernos a salvo —dice Amanda.

—Pero tus padres no piensan igual —digo con fastidio.

—Lo lamento, Aisa —dice el señor Carlos—. A mí me gusta tenerte aquí, pero creo que estás más segura con tu tío. —Sin decir nada solo asiento, y después de abrazar a mis amigas y a Ágata, bajo los escalones y me dirijo a donde está mi tío.

—Hola otra vez, Aisa —saluda muy sonriente. Subimos al auto y nos dirigimos al departamento. El camino lo hacemos en completo silencio. Espero que As esté bien. «Es un asesino, ¿de qué te preocupas?». —Espero que esta vez no huyas, Aisa —dice Marc mientras estaciona el auto.

—Lo haré si te me acercas mucho —advierto, y salgo del auto.

—¿Piensas que puedo hacerte daño? —Camina detrás de mí, manteniendo su voz baja cuando pasamos junto al guardia.

—Solo sé que no confío en ti. No sé cuáles son los motivos por los cuales As quiere matarte.

—¿As? —Entramos al elevador y me sitúo del otro lado lejos de Marc.

—Dominik. Algo debiste de haberle hecho, y tuvo que haber sido algo muy malo.

—Te recuerdo que el asesino es él.

—Como sea, no confío en ti.

—Yo solo quiero mantenerte a salvo... ¡Nunca te haría daño!

—La última vez te echaste sobre mí.

—Pero no pensaba lastimarte. Entiende, Aisa... solo veo por tu bienestar. —Salimos del elevador. Ahora lo sigo yo a él. Abre la puerta del departamento y entramos, entonces veo cómo cierra la puerta detrás de él con un montón de cerrojos y cerraduras.

—Si es así... quiero que me digas dónde tienes a Gretel —digo mientras me siento en el sillón.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Ya te lo dije: ella es mi seguro de vida. —Utilizas a una pequeña niña inocente, ¿así pretendes que confié en ti?

—Tú eres mi sobrina, mi sangre... Gretel es la hermana de un asesino.

—Pero ella no tiene nada que ver.

—Por favor, Aisa, no me vas a negar que la niña te daba miedo. Pude darme cuenta de cómo la veías.

—Bueno, es un poco extraña en comparación con otras niñas, pero la quiero de regreso.

—Ya te dije que no.

—¡Por favor!

—No.

—Le diré a As que me diga por qué quiere matarte. Si hiciste algo mal te acusaré con la policía —digo y me mira con gran sorpresa.

—¿En verdad lo harías?

—Sí.

—¡Hazlo y tu querido amigo caerá junto conmigo! Ni creas que dejaré que me jodan solo a mí.

—Dime dónde está Gretel o vas a pagar cualquier cosa que le hayas hecho a su familia.

—¡Ya te dije que no les hice nada! —grita, exasperado—. ¡No puedo creer que estés de parte de un asesino y no con tu propia familia!

—No estoy de parte de ningún asesino. Gretel no es asesina. —Espero.

—¡Pero su hermano lo es!

—No me interesa lo que sea su hermano... ¡quiero de regreso a Gretel! —Marc suspira con frustración y se sienta a mi lado.

—No puedo traerla de regreso porque sé que te la llevarás con Dominik y después él vendrá a matarme.

—Si As quisiera matarte ya lo habría hecho.

—¡No lo hace porque sabe que tengo a Gretel! Pero en cuanto pueda matarme lo hará.

—Yo le diré que no te mate, pero trae de regreso a Gretel.

—Él no te hará caso.

—¡Lo convenceré!

—¿Puedes hacer eso?

—Puedo intentarlo.

—Lo conozco; no te hará caso... ahora que lo pienso, ¿cómo es que son tan amigos?

—N-no... no somos amigos. —Pensándolo bien, ¿qué somos As y yo?

—Lo defiendes demasiado, como si lo conocieras bien.

—Le conozco lo suficiente.

—¿Y cómo se conocieron?

—Larga historia.

—¿No ha intentado matarte?

—Solo de forma indirecta —contesto al recordar todas las heridas que me ha hecho—, pero no tengo lo que él busca en sus víctimas. Ya me aseguró que no va a matarme.

—No deberías estar tan confiada; él es un enfermo, un demente y despiadado asesino. Puede cambiar de opinión de la noche a la mañana y matarte.

—No lo hará —digo con firmeza, y Marc me mira con los ojos entrecerrados.

—En verdad, Aisa, lo digo por tu propio bien... ¡no confíes en Dominik!

—Confío más en él que en ti.

—De verdad que lo demente se contagia.

—Sé que As es cruel y despiadado cuando lo desea, y definitivamente es peligroso, pero... sé que no me matará.

—Esto no es como en las novelas, Aisa, donde el malo se vuelve bueno porque se enamora de una buena chica como lo eres tú. Dominik no va a cambiar, así que espero que no estés pensando en cambiarlo. Tampoco te hagas falsas esperanzas. Un asesino como él solo puede terminar de dos formas: muerto o tras las rejas, y si sigues con él, puede que te pase lo mismo.

—Yo solo estoy con él porque me da su ayuda para atrapar al otro asesino.

—¿Cómo sabes que hay otro asesino? Puede ser un invento de Dominik.

—No, yo lo he visto y no es Dominik.

—¿¡Has visto al otro asesino!?

—Sí, me ha atacado tres veces.

—¡No puedo creer que sigas viva!

—¡Lamento la decepción!

—Quiero decir que estás en compañía de Dominik y aparte eres acechada por el otro asesino... ¡es un gran logro el seguir con vida!

—As me ha salvado algunas ocasiones, creo que... le debo la vida.

—Pues mira qué ironía.

—Marc... quiero decir, tío. Prometo quedarme desde ahora en adelante, aquí quietecita, si me traes a Gretel de vuelta.

—Ya te dije que no, pero... te llevaré a verla. ¿De acuerdo?

—¿En verdad?

—Sí. —Asiento y sonrío. Si logro ver a As antes de que mi tío me lleve con Gretel, puedo decirle que nos siga, y así él descubrirá dónde está su hermana.

—Tío...

—¿Sí?

—¿Me compras un celular? ¡Por favor!

—¿Qué pasó con el tuyo?

—Ya no sirve —miento.

—No puedo comprarte otro celular.

—¡Por favor!

—Alguien se llevó mi dinero, así que no tengo con qué. —Marc me mira de forma acusadora y sonrío nerviosa.

—Oh... que mal.

—¿Piensas que el dinero crece en los árboles?

—No, pero... nunca te he visto trabajar. ¿De dónde sacas dinero?

—Tengo negocios —contesta, y se levanta para encerrarse en su habitación.

—Sospechoso —digo, antes de hacer lo mismo y dirigirme a mi habitación, la cual encuentro patas para arriba—. ¿¡Qué pasó aquí!?

—¡Fue culpa de Dominik, reclámale a él! —responde a lo lejos.

Paso la tarde ordenando el desorden que As hizo, y cuando termino voy a darme un baño. Marc se mantiene en su habitación y no sale, lo cual trato de aprovechar. Después de arreglarme me escabullo despacio y con cuidado para salir del departamento, pero me encuentro la puerta cerrada con un montón de cosas. Resoplo molesta y comienzo a jalar las cadenas.

—¿A dónde pretendías ir? —pregunta Marc detrás de mí—. No me digas que vas con Dominik.

—No, iba a ver a Zac... déjame salir por favor.

—Acaba de ocurrir un asesinato doble y ese asesino anda detrás de ti... no te voy a dejar salir.

—¡Por favor!

—No.

—¡No me puedes mantener encerrada aquí por siempre!

—Sí puedo, pero no lo haré, no por siempre. Solo hasta que el asesino desaparezca.

—¡Tengo que ver a Zac!

—¿No puedes vivir ni un día sin tu noviecito ese?

—No.

—Entonces llámalo y dile que venga, pero tú no vas a salir.

A regañadientes le pido el celular y regreso a mi habitación, sintiéndome como Fiona custodiada por el dragón. Le mando un mensaje a Zac para que venga a verme y contesta que vendrá enseguida. Una media hora después ya lo tengo parado en el marco de la puerta de mi habitación.

—No hagan cosas indebidas, por favor —dice Marc, antes de volver a encerrarse en su habitación. Zac y yo reímos divertidos.

—¿Para qué me querías ver? —pregunta, cerrando la puerta tras de él y caminando hacia mí. Le hago espacio en la cama y se acuesta.

—¿Qué hiciste ayer?

—¿Por qué quieres saber?

—Eres mi novio... ¿no puedo saberlo?

—Primero dime con quién estabas anoche, cuando me llamaste.

—Con Dominik.

—¿¡Por qué estabas con él y a esas horas!?

—¿Supiste lo de las dos chicas asesinadas en el instituto?

—Por supuesto, todo el mundo lo sabe.

—Anoche estuve ahí. —Me mira con ojos muy abiertos.

—¿Estuviste en el instituto?

—Sí.

—¿Por qué?

—El asesino me llamó y me dijo que fuera.

—¡Y ahí vas a hacerle caso!

—Sí.

—¿¡Aisa, estás loca!?

—Me dijo que eran Amanda y América y le creí.

—¡No seas tan confiada, pudo haberte matado!

—Era una trampa, o solo está jugando conmigo y quería darme el susto de mi vida.

—¿Ese estúpido de Dominik te acompañó?

—Sí.

—¡Pero qué idiota! A él no le importas y por eso te expone de esa manera.

—Zac... cuando llegué al instituto vi a un chico salir corriendo de ahí.

—¿Quién era? —pregunta con nerviosismo.

—Eso quiero que me lo digas tú.

—¿Yo? ¿Yo por qué?

—Él chico tenía tu misma estatura, corría igual que tú y tenía puesta una chamarra... una igual a la que te regalé el año pasado.

—Qué coincidencia tan más extraña...

—¡Zac!

—Aisa, tengo que irme, me dio gusto verte. —Deja un beso rápido en mis labios y se pone de pie.

—¡No te vayas! ¡Tenemos mucho de qué hablar!

—¡Tengo prisa! —dice corriendo hacia la puerta—. Además, mis padres no quieren que ande mucho en la calle. Ya sabes, por los asesinatos.

—¡Zac, no huyas!

Me pongo de pie y corro tras él, pero corre más rápido y sale del departamento. Trato de alcanzarlo, pero antes de cruzar la puerta, mi brazo es sostenido. Levanto la cabeza solo para encontrarme con mi tío.

—No vas a salir, Aisa.

—¡Ah! ¡No soy una niña pequeña, deja de tratarme como si lo fuera!

—Entonces deja de comportarte como si lo fueras. Piensa en lo que haces.

—¡En cuanto tenga oportunidad me iré lejos de ti! —grito con fuerza—. ¡Desearía que no hubieras aparecido nunca!

Su mirada dolida hace que sienta un poco de culpa, más porque el hecho de que mis palabras son sinceras. Ojalá nunca hubiera regresado.

Molesta, vuelvo a mi habitación, donde paso lo que resta del día. No hago más que darle vueltas al asunto de Zac. Su comportamiento es sospechoso. Sé que algo trama, pero hay algo que me dice que él no es el asesino.

Durante la cena, Marc enciende la TV y sintoniza las noticias, pero solo hablan de lo mismo. La gente está enojada, impaciente por ver resultados, pero las autoridades no hacen más que dar excusas baratas.

—Tío, mañana necesito que me dejes salir —digo sin mirarlo, mientras muevo mi comida con la cuchara.

—No vas a salir, Aisa.

—¡Tengo que ir con As!

—Menos si es para ver a ese.

—¡Tío!

—No, Aisa... no es no.

—Tengo que ir por mis cosas y mi dinero... bueno, tu dinero.

—¿Todavía lo tienes?

—No todo, pero sí la mayor parte.

—Dime dónde vive Dominik y yo iré a recogerlo.

—¡No!

—No vas a salir de aquí, Aisa.

Bufando me levanto y voy a encerrarme a mi habitación. Cómo odio esto, ahora lo único que quiero es salir de aquí e ir con As... ¿Dónde estará? ¿Por qué no ha venido? Odio que me deje de lado siempre que se le da la gana.

Ruedo por toda la habitación en total desesperación. En toda la semana no pude convencer a Marc de que me dejara salir. Esta mañana, durante el desayuno, le estuve implorando e igual no lo permitió. Ya pasa del mediodía y yo sigo aquí prisionera, ya no lo soporto.

Miro por la ventana y busco una forma de escaparme, pero está demasiado alto. Si se me ocurre saltarme seguro termino cayendo y convirtiéndome en tortilla.

«Más bien sopecito. Con eso de que estás pequeña y...».

«¡Cállate!».

«¿Amanecimos de malas?».

«¡Voy a lanzarte por la ventana!».

«Me gustaría ver cómo haces eso».

Mi motivadora pelea conmigo misma se interrumpe cuando Marc entra en mi habitación.

—Voy a salir... ¿quieres algo?

—Ser libre.

—Aisa...

—Bueno, quiero chocolate.

—¿Del que sea?

—Chocolate blanco... amo el chocolate blanco.

—Bien.

—¡Tío! —lo llamo antes de que cierre la puerta.

—¿Sí?

—Está bien, te diré dónde vive Dominik. Quiero que me traigas mis cosas, además de que necesito el dinero para un celular nuevo.

—¡Ese dinero es mío!

—Bueno... —Pongo los ojos en blanco—. Puedes cobrártelo del dinero de mis padres, o me vas a negar que no haces uso de él.

—Pues sí lo niego. No he tomado ni un solo centavo de ese dinero. Ahora, dame la dirección de Dominik.

Me levanto de mi lugar y corro a revolver mis cosas. Saco un pequeño bloc de notas, apunto la dirección y se la doy a Marc. Una extraña sonrisa se pinta en su rostro antes de salir de la habitación. Me asomo por la ventana y espero hasta ver su silueta salir del edificio. Sube a su auto y se aleja. Yo hago lo mismo; me retiro de la ventana y voy hasta la cocina. En uno de los compartimientos hay una pequeña caja de herramientas. La saco y tomo el destornillador. Voy hasta la puerta y comienzo a sacar todos los cerrojos. Al último me doy cuenta de que hay unos que están soldados, así que con el destornillador no saldrán. Tomo un pequeño marro y comienzo a golpear la cerradura con fuerza. Me cuesta muchísimo, los brazos me duelen, pero esta al fin cede. Con una patada la puerta se abre y salgo corriendo rumbo a casa de As. 

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