Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

9.5M 653K 789K

BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ

169K 12.1K 21.7K
By aoi_sky

Aisa

«—¡Monstruo! ¡He venido a este sitio a ofrecerte mi sangre, a cambio de un poco de la tuya! Hagamos un trato justo, gota por gota, y verás que seremos felices los dos. No hubo respuesta, pero un aleteo se oyó por ahí entre la floresta. —¡No te haré daño! ¡Ni yo ni mi familia! La cosa es conmigo nada más.

—Vaya —dijo una voz grave detrás de ella. El sujeto, de larga capa y cabellera, acudió a su llamado, levitando, y se posó en la punta del risco sin que las fuertes ráfagas le afectasen—. ¿De dónde ha salido esta deliciosa criatura? —Su lengua se pasaba por sus labios una y otra vez, además de revelar un par de colmillos largos y curvos—. ¿Y cómo es que me ofrece tan apetitoso banquete?»

Paso a la siguiente página del libro, ansiosa por saber del nuevo personaje. Apenas aparece y ya lo estoy amando. La lectura ha sido tan adictiva que no me he movido de mi lugar en las últimas horas; me propuse no soltar el libro hasta terminarlo. A tientas llevo mi mano hasta la caja de madera situada junto a mí y que sirve de mesa, tomo mi botella de agua y bebo un poco. El líquido se derrama por mi barbilla y lo limpio con mi antebrazo. Continúo con mi lectura, pero el sonido y la vibración del móvil sobre la madera hacen que desvíe mi vista hacía allá.

Una llamada entrante.

Seguro que es Marc; ha estado llamando de manera insistente. Le dije que no se preocupara, pero sigue molestando. Cuando el aparato deja de moverse pienso regresar a mi lectura, pero vuelve a sonar a los cuantos segundos. Lo tomo con la intención de apagarlo, pero me intriga que el número de quien llama no se muestra. La palabra «privado» aparece en la pantalla. Eso descarta la idea de que sea Marc, Zac o alguna de las chicas.

As...

No. Definitivamente no pude ser él. No lo he visto con teléfono. No se sabe mi número y dudo que haya ido a pedirlo. La pantalla vuelve a oscurecerse, pero segundos después vuelve a encenderse. Esta vez decido responder por pura curiosidad.

—Tal vez deberías ir a buscarlo... a menos que desees que muera. — Mi piel se eriza ante la distorsionada voz. No necesito preguntar para saber de quién se trata.

—¿A-a quién? —Carraspeo, aclarando mi garganta; los nervios no me dejan hablar bien.

Peccatum —dice antes de terminar la llamada. Me quedo helada por varios segundos viendo a la nada. ¿Peccatum? ¿Qué significa eso? Me pongo de pie y me muevo en círculos; no hay mucho espacio por dónde caminar.

En la última semana he estado escondida en nuestro cuartel, una pequeña casa de madera que papá nos construyó a América, Amanda y a mí cuando éramos pequeñas. Está bien protegido y se encuentra oculto entre los árboles y la maleza que hay en los alrededores de nuestro patio trasero. Tiene una pequeña cama y cosas de niñas. A veces hacíamos pijamadas en ese lugar, pero, al ir creciendo, el espacio se redujo, y de pronto dejamos en abandono el lugar; sin embargo, en estos días me ha servido muy bien como escondite. Como está cerca de casa, me escabullo con cuidado para comer y satisfacer cualquier otra necesidad. Sabía que As jamás me encontraría ahí así que era el escondite perfecto, pero ahora estoy a punto de dejarme expuesta.

Sin pensar más, me pongo un suéter y salgo a prisa. El asesino no me dio mucha información, pero creo entender la situación: si no me apresuro, alguien cercano a mí morirá. Aún no olvido su carta y su amenaza. La sola idea hace que la sangre en mis venas se sienta como hielo. Aunque tampoco he descartado la idea de que sea solo una trampa, tal vez es As quien intenta castigarme en una extraña manera. Pero sea como sea, no me voy a arriesgar a dejar que alguien muera por mi culpa.

Corro por las calles solitarias, todo lo que puedo escuchar son los latidos de mi corazón y no dejo de repetirme la palabra peccatum. En toda la ciudad solo hay un lugar donde he visto tal palabra y quiero creer que es ahí a donde tengo que ir. Solo espero no equivocarme.

Termino sudada y con la respiración más que acelerada. Cuando llego al lugar indicado, miro el letrero de tamaño considerable y en medio la palabra «PECCATUM», que parpadea bajo una roja luz neón. Es un club nocturno; mujeres de la noche y algunos borrachos se ven en la entrada. Me miran con curiosidad, y algo asustada me muevo. ¿Tengo que entrar? No, dudo mucho que el asesino se haya montado un espectáculo dentro del lugar. Así que me pongo a caminar alrededor.

En cada segundo que pasa aumenta mi sentido de urgencia. Si me tardo más de lo debido, puede resultar algo fatal.

Doy vuelta en una solitaria callejuela, y al avanzar logro visualizar dos cuerpos en el suelo. Me apresuro y observo al primero; es un hombre ensangrentado, tiene una gran herida en el cuello y él... está muerto. Asustada, me alejo del cuerpo. Mis rodillas tiemblan y hacen que caminar se vuelva un poco difícil. Como puedo me acerco al otro cuerpo, y cuando le miro la sangre se va hasta mis pies.

El estúpido de As está tendido sobre el suelo. Hay mucha sangre. Tal parece que le han disparado. Me hinco a su lado y compruebo su pulso. Suspiro con alivio al ver que aún vive; pero está frío, su piel luce más pálida de lo normal y sus labios se ven blancos y resecos.

—¡Tengo que llamar una ambulancia! ¡Tengo que llamar una ambulancia! —repito, mientras intento de manera torpe marcar el número de emergencias en mi celular, pero este desaparece de mi mano de forma inesperada.

—N-no lo hagas. —Una ensangrentada mano roba mi celular y un par de ojos moribundos me miran.

—¡As!

—¿Q-que haces aquí, pequeña idiota?

—¿¡Qué haces tú aquí!? ¡Estás herido de gravedad!

—N-no grites. —Su respiración es demasiado pesada y su voz suena débil. Tengo que hacer algo rápido.

—Debo llamar una ambulancia, de lo contrario morirás.

—No la llamarás. Tú vas a ayudarme.

—Yo no puedo hacer nada; son heridas de bala. ¡Debes ir a un hospital!

—¡No puedo ir a un hospital! ¿No entiendes eso?

—¿Entonces qué debo hacer?

—Quítate el suéter, hazlo tiras y afirma las ataduras que hice antes.

—Mi.... suéter... —Sin más, hago lo que me dice. Aprieto con fuerza los pedazos de tela alrededor de las heridas. Le escucho sisear y mascullar varias maldiciones.

Lo admito, lo disfruto.

—Ayúdame a levantarme. Tenemos que salir de aquí antes de que alguien más venga.

—No creo que apoyarte en tu pierna sea bueno.

—Solo hazme caso.

Como puedo me pongo de pie junto con As y lo sostengo, pasándome uno de sus brazos por detrás de mis hombros, pero su cuerpo es demasiado alto y pesado para alguien tan pequeña como yo. Estamos por caer, pero él mismo se apoya y consigue darnos un poco más de estabilidad, aunque dicha acción hace que suelte un gruñido a causa del dolor.

—¡As!

—N-no hables, solo... continuemos.

A duras penas logramos alejarnos del lugar, y de milagro llegamos a casa de As. Busco entre su ropa y saco las llaves para abrir la puerta. Las dejo pegadas a la cerradura mientras entramos, enciendo la luz lo ayudo a sentarse en la cama. Regreso a la puerta, quito las llaves y cierro bien detrás de mí.

Camino hacia el baño, busco el botiquín de primeros auxilios y una vez que lo tengo regreso a la cama. Bajo sus instrucciones le ayudo a quitarse la ropa, lo cual se vuelve un poco difícil. Después lavo y desinfecto un cuchillo, y alisto gasas, vendas, unas pequeñas pinzas y un traste con agua. Después de mentalizarme, me hinco entre sus piernas. Mis manos tiemblan y hay una ligera capa de sudor en mi frente.

—Creo que la bala atravesó mi pierna.

Limpio toda la sangre de alrededor de la herida y después reviso la zona dañada. Tiene razón: hay orificio de entrada y salida. Aunque se ve muy mal, parece que no se ha dañado el hueso, ningún bazo o tendón.

—Tuviste suerte de que la bala atravesara limpiamente.

—No fue suerte. Él sabía lo que hacía.

—Tendré que suturar la herida.

—Hay material en el botiquín, de cuando curaba tus heridas.

En silencio me pongo a limpiar, desinfectar y suturar la herida. Mis manos tiemblan un poco, pero hago un trabajo decente y me siento satisfecha con el resultado final.

—A-ahora tienes que sacar la bala de mi brazo —dice con voz jadeante.

—Pero... no sé cómo hacerlo.

—Yo te guiaré, confío en ti.

—B-bien...

—Relájate...

—No es fácil hacerlo.

—Solo tienes que hacer un corte a cada lado de la herida. Con las pinzas separa la carne, mete la punta del cuchillo y empuja la bala hacia afuera.

—¿Y si solo consigo que te desangres más?

—Bueno, en caso de que muera estará bien. Será en tus manos, tal como deseabas... —Le reprocho con la mirada.

—Tus palabras no me ayudan.

—Solo relájate, pequeña idiota, lo harás bien. Mejor disfrútalo, porque no volverás a tener una oportunidad como esta.

—Sí, esa idea me motiva —digo, y suelta una ligera carcajada.

Tomo un profundo respiro e intento calmar mis nervios. Tras mentalizarme comienzo con el trabajo. No resulta fácil, nada fácil, pero logro extraer la bala sin ocasionar más daño, lo cual me alivia en gran manera. Deposito la bala en el trasto y miro a As, que tiene los ojos entrecerrados. Pareciera que está a punto de desmayarse.

—Sinceramente no sé cómo sigues vivo.

—¿Tanto así te decepciona la idea?

—No es eso, pero es casi un milagro que resistieras tanto.

—No moriré en manos de ese imbécil.

—¿Estás seguro? Porque si no llego, ya estarías muerto.

—Solo termina de una vez.

Termino de limpiar, secar y vendar su brazo. Después lo tumbo sobre la cama, pero con el movimiento le hago daño. Se queja con fuerza, y aunque no lo hice con intención, sus aullidos de dolor me divierten.

—Te quitaré esa sonrisa cuando sea mi turno de castigarte... —susurra, estando apenas consiente.

—Solo agradece que te estoy salvando —gruñe, y masculla algo más, pero no le entiendo y pierde la conciencia mientras sigo limpiando la herida.

Me quedo observando su rostro, que en estos momentos se ve demasiado apacible. Me gustaría que fuera así, que fuera un chico común... tal vez de esa forma nuestra extraña relación podría ser más sencilla.

«Si fuera un chico común, nunca lo hubieras conocido y no te gustaría de la forma en que lo hace».

Esta vez concuerdo con mi voz interior. Creo que la «anormalidad» de As es lo que hace que me sienta tan atraída hacia él; ese sentimiento de adrenalina que tengo cada vez que estoy a su alrededor es algo que solo siento con él.

Lo acomodo en la cama, colocando su brazo y pierna sobre cojines para elevarlos un poco. Tapo bien su cuerpo con una manta y me deshago de todo lo que he usado para su curación. Después salgo en busca de analgésicos y demás cosas que necesitaré para estar limpiando las heridas.

Me pregunto qué pasará cuando descubran el otro cuerpo. Se darán cuenta de que había alguien más y me preocupa el hecho de que hayan quedado rastros de la sangre de As. No entiendo por qué no se preocupa por esos detalles.

Después de comprar las cosas y salir de la farmacia, choco de lleno con un joven. Las cosas se me caen y me arrodillo con rapidez para levantarlas. Él hace lo mismo. Al alzar la vita me llevo una impresión al encontrarme un rostro conocido.

—Lo lamento —dice con voz suave—, no te vi. —Nuestros ojos se encuentran y hace una expresión de sorpresa—. ¡Aisa!

—Jared...

—¡Qué sorpresa! ¿Qué haces por aquí tan tarde?

—Yo... vine a comprar algunas cosas que necesitaba.

—¿Está todo bien? —inquiere al ver las cosas que llevo.

—Sí, todo bien. Creí que te habías ido de la ciudad.

—Sí... —dice, mostrándose un poco nervioso—, pero ya volví.

—Amanda estará muy feliz. —Asiente y sonríe de esa manera en que sus ojos se vuelven más pequeños.

—Tengo que irme. Espero vernos pronto. —Nos ponemos de pie y sonríe una vez más antes de marcharse.

Cuando vuelvo ya casi está amaneciendo. As sigue en la misma posición en que lo dejé. Me siento junto a él, y me tomo el atrevimiento de recostar su cabeza sobre mis piernas. Entierro mis dedos en su cabello y lo acaricio con mucho cuidado. Termino embelesándome con su hermoso rostro.

Continúo con las caricias, pero pronto comienzo a sentir sueño, así que cierro los ojos. Los movimientos de mis manos se hacen más lentos y se detienen por completo cuando una mano me impide seguir. Abro los ojos solo para encontrarme con los de As; estos están apagados y tiene ojeras muy marcadas.

—Por fin despiertas —digo con frialdad, pero él se mantiene en silencio. Su mano aprieta la mía y vuelve a cerrar los ojos—. ¡Oh no, no te duermas! —Levanto la rodilla haciendo rebotar su cabeza. Abre los ojos nuevamente y me mira molesto—. ¡Deja de mirarme así y párate a tomar esto! —digo, mostrándole la botella de suero.

—Guarda silencio —murmura, antes de volver a cerrar los ojos.

—¡Bien, como quieras! No te voy a rogar.

Me levanto y camino hasta el sillón, donde me dejo caer y me hago bolita. Me tapo con la manta que usó Gretel cuando nos quedamos. Suspiro al darme cuenta de lo mucho que he llegado a querer a esa pequeña niña diabólica en tan poco tiempo, y ahora hasta la extraño y solo quiero que esté bien.

Hundo mi cabeza entre mis brazos, cierro los ojos y pronto me quedo profundamente dormida.

Despierto con dolor de cuello, al abrir los ojos me desoriento al instante, al no recordar dónde me encuentro. Me siento y miro a mi alrededor: encuentro a As, acurrucado entre las cobijas, y es cuando todos los recuerdos vienen a mí. Me estiro y voy a revisarlo; sus heridas sangran otra vez, así que vuelvo a limpiarlas.

Pasa todo el día dormido. Me preocupa demasiado, pero no puedo llevarlo a un hospital, así que hago todo lo posible por mantenerlo bien. Lo despierto para darle tragos de suero. No es lo mismo que por vía intravenosa, pero de algo debe servir. Cuando se queja mucho por el dolor, le doy los analgésicos y reviso sus heridas de manera constante, cerciorándome de que no sangren mucho.

Al llegar la noche, me debato entre irme o quedarme. Aún estoy algo resentida con él y creo que ya hice mi parte, pero no soy capaz de abandonarlo en ese estado, de modo que decido quedarme y cuidarlo hasta que esté mejor. Cuando me da hambre asalto su nevera. Como lo que encuentro y después me hinco en el suelo, justo a su lado, y toco su frente. No hay fiebre, eso es bueno. Con la yema del dedo delineo sus facciones, acaricio sus labios y juego con su cabello. Sonrío ante la situación; me recuerda a la primera vez que lo tuve a mi merced.

—Da gracias que ya no quiero matarte.

Me dedico a contemplarlo. Verlo de esa manera, tan apagado y vulnerable, es extraño, también duele. Duele de muchas maneras, y la principal causa es que me voy dando cuenta de lo que significa su presencia en mi vida. Siento paz y angustia... sí, las dos al mismo tiempo.

—Cuando me dejaste, sentí que moría —digo mientras acaricio su cabello—, te odiaba en la misma medida que sentía necesitarte. Maldecía tu nombre mientras lloraba deseando que volvieras. Me sentía tan perdida, como si mi camino hubiera sido borrado y ya no tuviera a dónde ir. Era como si la única razón para vivir se hubiera esfumado...

Duele darme cuenta de que la principal razón por la que quiero seguir viviendo sea él, y no por amor, sino porque es la mejor manera de pagar mi condena, porque en realidad no lo sufro, sino que he llegado al punto de disfrutarlo.

Sin darme cuenta, me duermo junto a él y despierto al percibir que se mueve. Noto que ya ha amanecido, por lo que me levanto y me dirijo al baño para lavarme la cara. Cuando salgo encuentro a As sentado en el borde de la cama, con la mirada hacia un punto de la habitación.

Me muevo silenciosa, pero de todas formas nota mi presencia. Nos quedamos observando el uno al otro por varios segundos. Suspiro con pesar y paso a su lado para marcharme. Creo que ya no tengo más que hacer aquí. Meto mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón, y con la vista al frente paso por su lado, pero un jalón me hace perder el equilibrio y, antes de darme cuenta ya estoy sobre la cama con la mitad del cuerpo de As sobre mí.

Mi corazón late como loco cuando entierra su rostro en mi cuello. Su respiración se acelera y deja salir varios gruñidos, lo que significa que le está doliendo, y mucho.

—No debes moverte tanto. Tus heridas se abrirán de nuevo. —Me felicito por el tono frío y desinteresado de mi voz.

—Creo que ya se abrieron —dice con voz ronca, tan cerca de mi oído que provoca la revolución de sensaciones en mi interior.

—¡Ya no voy a curarte! —reniego, poniendo mis manos en sus hombros para empujarlo fuera de mí. No se mueve, pero vuelve a gruñir—. ¡Déjame ir, As!

—Shh... eres muy ruidosa. —Acomoda su cuerpo para quedar tendido sobre mí, pero de una manera que no me sofoca.

—As, tengo que irme.

—No, no tienes que...

—¡Sí, debo hacerlo! ¡Déjame pararme!

—Dijiste que no debo moverme.

—Ahora sí.

—Ahora no...

—¡As!

—No grites y haz lo que hacías ayer.

—¿Qué cosa?

—Con tu mano en mi cabello.

—¿Quieres que te acaricie?

—Sí.

—¿Por qué?

—Me ayuda a relajarme.

—As... yo solo quiero irme.

—No, quédate.

—¡No voy a hacerlo solo porque tú lo digas!

—Te doy la opción de que te quedes por decisión propia, pero si no lo haces te obligaré a hacerlo.

—¿Cómo? Estás herido.

—Aún sin una mano, puedo someterte fácilmente.

—¡No te creas tanto!

—Solo guarda silencio, que me duele la cabeza, y quédate.

—¿Por qué tengo que quedarme?

—Porque quiero que lo hagas... necesito que estés aquí. —Siento algo revolverse en mi interior a causa de sus palabras, pero lo ignoro.

Decido no decir más. Me relajo y comienzo a acariciar su cabello. La verdad a mí también me gusta hacerlo, por eso no me quejo. Sus brazos se amoldan alrededor de mi pequeño cuerpo y me aprisiona contra él lo más posible. Su piel caliente quema incluso por encima de mi ropa, pero se siente bien y odio eso.

Pasa casi una hora donde ni As ni yo hablamos. Solo nos mantenemos cerca el uno del otro, abrazados. Esto es demasiado raro, y creo que actúa así porque aún está confundido debido a toda la sangre perdida.

Sé que está despierto, porque de vez en cuando deja pequeños besos en mi cuello que hacen que las corrientes eléctricas viajen por todo mi cuerpo. Mis manos, que no pueden estarse quietas, han comenzado a acariciar su espalda, y de vez en cuando tiro de las puntas de su cabello para hacerlo gemir un poco.

—As... —Al final, decido romper el agradable silencio.

—Mmh.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Me topé con el asesino...

—Ya lo noté, pero creí que tenías que matarlo tú a él, no él a ti.

—Un error de cálculo...

—Ese error casi te mata.

—Pero no me mató.

—¿Qué es ese juego que se traen? —pregunto, cabizbaja.

Cada vez que recuerdo que tiene información sobre el asesino, pero que decide callar solo por diversión pese a mi dolor, me hace querer enterrar mis manos en su pecho y con ellas arrancar su corazón. Y no lo digo como metáfora romántica. En verdad logra despertar mis instintos asesinos.

Se aleja un poco de mí, echa su peso sobre el hombro bueno, pero aun así hace una mueca debido al dolor y retiene el aliento, en tanto trata de suprimirlo un poco. Tenerle tan cerca hace mis mejillas enrojecer, y esto provoca que aparte la mirada.

—Espera solo un poco más. Pronto lo sabrás.

—¿Por qué no ahora?

—No me conviene. Además, primero debo saber que Gretel está bien.

—Marc dijo que lo está.

—Pero debo encontrarla. Pequeña... debes prometerme algo.

—¿Qué cosa? —pregunto, curiosa.

—Prométeme que cuidarás de Gretel. Ella no tiene la culpa de todo lo que yo he hecho. Sé que cuando muera, Marc se deshará de ella, y solo sufrirá. Gretel no es alguien que pueda estar con cualquier persona... solo confío en ti para que la cuides.

—Lo haré, pero no por ti. Yo quiero a Gretel y por eso cuidaré de ella, pero... ¿Por qué dices que vas a morir? Vivirás y tú podrás cuidar de ella.

—No... no será así.

—As...

—Shh. —Pone un dedo en mis labios para que deje de hablar y me sonríe de lado—. Solo promete que cuidarás de ella.

—Lo prometo. —Mi boca roza sus dedos, y con estos él comienza a delinear mis labios.

—¿Dónde estuviste toda la semana?

—En un lugar donde sabía que no me encontrarías.

—Pequeña idiota.

—Sí, soy idiota por salir a buscarte. Por tu culpa tuve que dejar mi libro a medias.

—¿Qué leías?

—¡Una historia de vampiros! Y ya no supe qué pasó con Victoria.

—¿Es en serio? —inquiere incrédulo.

—Sí, y tan interesante que se estaba poniendo.

—No entiendo cómo puedes perder tu tiempo con esas historias sosas, pero ya entiendo tu obsesión con convertirme en vampiro.

—¡No es una historia sosa! Y por creerte la diana de tiro del impostor ya no podré saber qué sucede.

—Después podrás seguir leyendo, no te quejes tanto. Ahora quiero saber cómo hiciste para encontrarme.

—El asesino me llamó. Y creo que lo hizo antes de encontrarse contigo, como para asegurarse de que no murieras. No lo entiendo, ya van dos veces que te tiene en sus manos, pero no te mata.

—En realidad, han sido más de dos veces. Pero no quiere matarme, quiere hacerme sufrir, y ya sabes; la muerte es más descanso que castigo.

—Sí, pero... ¿por qué quiere hacerte sufrir?

—No le agrado mucho. ¿Dónde tienes tu katana?

—Con Marc.

—Debemos ir por ella.

—¿Volverás a entrenarme?

—Sí.

—No es necesario. Lo haré yo por mi propia cuenta.

—No podrás hacerlo sola.

—¡Sí podré!

—Dije que no. Ahora que sabes que Marc no es de confianza te quedarás aquí.

—¿Qué? ¿Solo así porque tú lo dices y ya?

—Sí.

—¡No, As! Además, tú tampoco eres de confianza.

—¡Pequeña malcriada! —As mete su mano por debajo de mi blusa y la desliza hasta cubrir con su palma uno de mis senos, jadeo levemente—. Estás muy rebelde.

—¡No me toques así! —exclamo, removiéndome debajo de él.

—Sé que te gusta.

—¿No que no ibas a tocarme?

—¿Te das cuenta de que casi muero? No dejaré ir oportunidades así.

—Eres tan cínico. Pero si quieres que me quede debes mantenerte quieto.

—No me pongas condiciones. Te quedarás porque lo digo y ya.

—¡No soy tu títere y no voy a hacer lo que desees!

—Sí lo harás y punto. Me debes muchas cosas.

—¿Yo a ti? —Alzo una ceja

—Sí; pasé más de tres meses sin ti, y ahora que te tengo ni creas que te voy a dejar ir.

—¿Eh? —Medito en sus palabras—. ¿A qué te refieres? —A modo de respuesta recibo una sonrisa pícara—. ¿No has tenido sexo en todo este tiempo? —pregunto sorprendida.

—No, soy un asesino, no un gigoló.

—Sí, pero...

—¡No lo tuve y punto! Estaba demasiado ocupado para eso, pero ahora tengo tiempo de sobra. —Sus palabras disipan cierto motivo de amargura. Y es incluso más satisfactorio que lo haya hecho sin siquiera darse cuenta.

—Pues tendrás que consolarte solito e ir al baño a jalártela, porque conmigo no cuentas. —Una sonora carcajada sale de la garganta de As y casi me hace reír a mí también.

—Nunca he necesitado jalármela. Siempre tengo quien lo haga por mí.

—Pues mira qué bien. Puedes llamar a alguna de todas esas chicas que están a tus pies... ¿Qué tal América?

—Pequeña idiota... ¿estás celosa de tu amiga?

—No. —Ya no.

—Admítelo...

—¡No es así!

—De todas formas, no necesito a América ni a nadie porque estás tú aquí. Ya te dije que no te voy a dejar ir y voy a hacer contigo tantas cosas que deseo. Me he estado conteniendo demasiado y no te dejaré descansar hasta que logre saciarme... pondremos a trabajar esas manitas tuyas y también tu boquita.

—Dije que no —digo con determinación, haciendo a un lado el temblor que sus anteriores palabras han ocasionado.

—Y yo ya te dije que sí y cuando me propongo algo siempre se cumple.

—Dime, As... ¿Por qué yo?

—Porque eres la única capaz de proporcionarme todo el placer.

Por una estúpida, estúpida, estúpida razón, esas palabras hacen que sienta una pizca de alegría, pero es una alegría que se mezcla con amargura.

—As...

—¿Mmh?

—Tengo hambre. No he comido nada decente en varios días.

—Yo también, hazme algo de almorzar.

—¡Oye!

—No, mejor no. Lo hago yo. Tú no sabes cocinar.

—Sí sé.

—Solo ensaladas y no quiero ensaladas.

—¡No puedes cocinar en tu estado!

—Tú me ayudarás.

—¡Debes guardar reposo!

—Ya me entumí de solo estar echado.

—¡Te dispararon! ¡No puedes andar como si nada!

—Ya verás que sí.

Se quita de encima, y ambos nos ponemos de pie. Ruedo los ojos cuando le veo sacudir las llaves en su mano. Ni me había dado cuenta de cuándo las sacó de mis pantalones. Camina como puede a la puerta y tras cerrarla se guarda las llaves.

—Esta vez no podrás escaparte por la ventana. La arreglé para que no haya forma de que pases.

—Está bien, no iré a ningún lado —Lo veo sonreír con satisfacción—, pero ni creas que vas a tocarme.

—Oh, créeme que lo voy a hacer.

—Te meto el dedo en la herida si lo intentas —digo y suelta otra de sus carcajadas.

—No importa; yo te meteré el dedo en otras partes —dice con picardía, y hace que mis mejillas se tiñan de rojo.

—¡Sucio, pervertido!

—Sí, sí, soy eso y más. Ahora ven y ayúdame.

Lo ayudo a vestirse después de curar las heridas. No sé qué tan buena idea es que se mueva tanto, pero él se niega a mantenerse quieto. En silencio y de manera tranquila nos hacemos de almorzar. Está demasiado pensativo y puedo jurar que algo le preocupa.

Por primera vez desde que lo conozco, paso una tarde en su compañía con tranquilidad. Él deja de molestar y se mantiene en sus pensamientos. Yo me quedo sentada en el sillón, cabeceando por el sueño. Durante todo el día, nos mantenemos separados en la pequeña habitación, metidos cada uno en su propio mundo.

Dentro de mí pienso en su amenaza, advertencia o aviso. No sé qué sea eso de que va a hacer conmigo todo lo que desea. Mentiría si digo que no me siento ansiosa por descubrirlo. Sus simples palabras logran encender el fuego en mi interior, pero esta vez estoy decidida a no ceder con facilidad, y si es verdad que quiere tenerme... le va a costar.

—¿As?

—¿Qué quieres, pequeña idiota?

—¿Puedo tomar un baño?

—Sí.

—Pero no tengo ropa, ¿puedo ir a traer algo...? —Antes de poder terminar de hablar, ya tengo una playera pegada a mi cara.

—No vas a salir sola de aquí, y ahora no puedo acompañarte así que usa esa playera.

—¡Pero necesito ropa interior!

—No la necesitas. Pensaba quitártela de todas formas.

—¡As!

—Ya deja de ser tan molesta.

—Si me voy a bañar no puedo ponerme la misma ropa interior. — Una nueva prenda aterriza en mi cara, la tomo en mis manos y veo que es un bóxer.

—Ponte ese.

—Me va a quedar grande.

—¿Por qué siempre te estás quejando? Solo báñate y quédate desnuda. Yo no diré nada.

—Sí, tú... ya quisieras.

—De todas formas, te voy a tener desnuda debajo de mí, así que deja de preocuparte por eso.

—¡Ya te dije que eso no va a pasar!

—Ya lo veremos.

Pongo los ojos en blanco ante su mirada llena de arrogancia y cinismo. Me encamino al baño y me encierro en él. Me desvisto y entro a la tina.

Amo bañarme de esta manera, ya que es la mejor forma de relajarme. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos. La deliciosa agua tibia le cae de maravilla a mi piel y me relaja a tal grado que pronto me quedo dormida. Pensando que me encuentro bajo las calientitas sábanas de mi cama, me remuevo, pero lo único que hago es tragar agua. Despabilo enseguida, mientras comienzo a toser. Me doy cuenta de que sigo en la bañera, y por mi piel, que se encuentra tan arrugada como una pasa, sé que ha pasado mucho tiempo.

—Hey, pequeña idiota, no te has ido por el caño, ¿o sí? —Escucho la voz de As del otro lado de la puerta.

—¡Déjame en paz!

—Llevas ahí casi tres horas, ¿cuándo piensas salir?

—¿¡Tres horas!?

Con cuidado me pongo de pie, me envuelvo en la toalla y salgo de la bañera. Me miro al espejo: estoy toda blanca y mi cuerpo todo arrugado.

Seco mi cabello y después me pongo la playera y el bóxer de As. Me veo graciosa, pero de eso a nada es mejor esto. Como la playera es blanca y mis senos se traslucen, muerdo mis labios al no querer salir así. No importa cuántas veces me haya visto desnuda, sigue dándome vergüenza.

Suspiro y me siento en la taza del baño, recargo mi mentón en las palmas de mis manos y me pongo a pensar en una forma de hacer pagar a As por cada cosa que me ha hecho, pero no hay nada con lo que yo pueda humillarlo. Siempre que lo intento, termina riendo, y tampoco quiero hacerlo enojar, o la única perdedora seré yo.

—¡Pequeña, quiero usar el baño! ¡Apúrate! —exclama, e intenta abrir la puerta.

—Ah... ya voy. —Me pongo de pie y salgo apresurada, tratando de esconderme a su vista, y solo ríe antes meterse al baño.

Me pregunto cómo se las arreglará él solo ahí dentro. Miro a todo mi alrededor mientras muerdo el interior de mis labios debido a los nervios. Veo un periódico, lo tomo y me siento en el sillón, envuelta en la sábana. Me pongo a leer, aunque no hay nada interesante. No pasa mucho tiempo cuando la puerta del baño se abre y la cabeza de As aparece. Lo miro, y por su expresión fastidiada sé lo que quiere. Lo disimulo, pero por dentro sonrío.

—¿Qué sucede? —inquiero.

—Necesito que vengas y me ayudes.

—¿A qué?

—No te hagas, sé que lo estás disfrutando, pequeña idiota.

—¡Deja de acusarme sin fundamentos! —Intento no reír, pero una suave risa se me escapa.

—Ya llegará mi momento de disfrutar, tenlo por seguro.

Vuelvo a reír y me pongo de pie para ir a donde él. Al entrar al baño reprimo una carcajada. Tiene la ropa a medio salir, debido a que no puede doblar bien el brazo ni la pierna.

—Te ríes y juro que te haré tantas cosas, que no podrás sentarte en varios días. —Abro la boca con impresión; no sé qué clase de amenaza fue esa.

En silencio le ayudo a quitarse la ropa. También me desnudo para entrar a la ducha. El ambiente se siente tenso, muy tenso. Me esfuerzo por solo mirar las zonas necesarias, no quiero ver ni tocar cosas que me hagan caer en tentación.

—¿Por qué parece que estás sufriendo? —pregunta con burla.

—¡Porque estoy sufriendo!

—Pues yo lo estoy disfrutando, aunque es una oportunidad desperdiciada. Tendrás que compensarme.

—¿Ah?

Cuando está listo, le paso su toalla, me enredo yo en una, tomo la ropa y salgo como si huyera. Necesito calmarme o el corazón perforará mi pecho. Me apresuro a secarme y cambiarme. Después tomo mi lugar en el sillón y hago como que leo el periódico. Minutos después sale del baño. No lo miro, pero escucho cómo se mueve por el lugar. Trato de concentrarme en algún párrafo del periódico, pero de la nada este vuela de mis manos.

—¡Oye, estaba leyendo eso! —reclamo, levantando la mirada.

Muerdo mis labios al verlo. Su cabello mojado se ve más negro de lo habitual y se pega a su frente, a la vez que pequeñas gotas de agua caen por su rostro. Sus labios se ven rojo sangre; son como una invitación a pecar. Su pecho está al descubierto y solo una toalla le cubre la parte de abajo.

—Ayúdame. —Me toma de la mano y me obliga a pararme para que vayamos hasta la cama.

—¿Ahora a qué te ayudo?

—A hacer las curaciones.

—Bien... —En silencio vuelvo a poner el medicamento y las gasas en las heridas de As. Jadeo cuando uno de sus dedos acaricia mi pezón por encima de la playera. Lo miro con los ojos entornados y sonríe.

—No pude evitarlo —dice con inocencia—, y no... no lo lamento.

—Déjame en paz. —Le doy un manotazo en la mano y él solo ríe. Odio que, con ese pequeñísimo roce, todo mi cuerpo haya despertado, y As lo sabe, por eso sonríe como lo hace. Aun así, ni crea que se lo voy a poner fácil—. Ya está. —Doy un pequeño aplauso—. Me pongo de pie y me dirijo de nuevo al sillón, bajo la mirada de As. Me siento con las piernas cruzadas y echo la cabeza hacia atrás con la idea de contemplar el techo.

—Es hora de dormir. —Se acurruca entre las cobijas.

—Que descanses —digo, sin mirarlo. Unos segundos pasan y ya lo tengo frente a mí—, ¿se te ofrece algo?

—Sí.

—¿Qué?

—Que vengas a mi cama.

—No, gracias —digo, pero sin previo aviso ni permiso alguno, me toma en sus brazos.

—¡Vas a lastimarte!

—No importa, te quiero en mi cama —dice, y me avienta a esta. Reboto y mi cabello se pega a mi cara. Lo quito para mirarle con recelo.

—¡No quiero tener sexo contigo! —digo con decisión, esperando que me tome en serio.

—Sé que sí quieres. —Se mete a la cama—. Pero no te preocupes, solo vamos a dormir.

—¿Cómo sé que es verdad?

—Me duele la pierna y no puedo moverme mucho. Así que no puedo hacértelo tan salvaje como deseo. —Arrugo la nariz ante sus palabras y me sonríe de lado—. Solo acuéstate.

—¿Por qué quieres que duerma aquí? Puedo hacerlo en el sillón.

—¡Que no! —Toma de mi mano y me hala hasta caer a un lado de él.

Pega mi espalda a su pecho y enreda sus piernas con las mías para inmovilizarme. Uno de sus brazos se enrolla en mi cintura manteniéndome de manera firme cerca de él, y el otro se escabulle dentro de mi playera apretando uno de mis pechos.

—Buenas noches, pequeña idiota —dice a mi oído antes de morderme el lóbulo.

—B-buenas noches —digo, y muerdo mis labios cuando comienza a jugar con mi pezón. Pongo una de mis manos sobre la de él y la dejo ahí hasta que me duermo.

Camino de un lado a otro y después salto a la cama. Estoy algo preocupada; As se fue antes de que despertara y no tengo idea de dónde pueda estar.

A pesar de que en esta última semana sus heridas han mejorado bastante, no me gusta que abuse y camine mucho. Cree estar listo para comenzar la acción, y por más que trato de mantenerlo quieto me resulta imposible.

A pesar de que es evidente que le sigue doliendo, se hace el fuerte y actúa como si ya estuviera perfecto. No sé con quién pretende quedar bien haciéndose el fuerte.

—No entiende... es tan pretencioso.

Suspiro.

Aunque no me dejó encerrada, he decidido no irme hasta que regrese, pero no pretendo quedarme una noche más. Aún estoy resentida por la manera en que me dejó, y aunque estoy feliz de que esté de vuelta y no pueda evitar preocuparme por él, no lo dejaré pasar tan fácil. Tiene que pagar de una u otra forma.

¿Qué puedo hacer para hacerle sufrir?

Me abrazo a una almohada y cierro los ojos. Me siento muy agotada, así que intento dormir un poco, pero mi cometido es interrumpido cuando tocan a la puerta. Sé que no es As, pues él no tocaría. Con cuidado me pongo de pie y me asomo por la mirilla. Mis ojos se abren con sorpresa al ver a América. Se mueve de manera incómoda y muerde sus labios, dejando ver lo nerviosa que se encuentra.

No sé si sea buena idea que me encuentre aquí, pero mientras discuto con mi mente, mis manos ya abrieron la puerta.

—Dom... —Se queda callada al verme. Muy al contrario de lo que pensé, no se enoja al verme, sino que se me echa encima para abrazarme. Su acto inesperado me deja muy desconcertada—. ¡Aisa!

—América... ¿Qué haces aquí?

—¡Estaba preocupada por ti! Quería saber si Dominik no tenía noticias tuyas. Tu tío dijo que habías ido a donde Gretel, pero sentí que mentía. ¿Dónde estabas? ¿Por qué estás aquí?

—Larga historia.

—¿Está Dominik?

—No, pasa. —América entra, y tras cerrar la puerta nos sentamos en la cama una frente a la otra.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¡Estábamos muy preocupados!

—Lo lamento, necesitaba estar sola.

—¡No vuelvas a hacer algo así! Estábamos comenzando a creer lo peor.

—Prometo no volver a desaparecer sin avisarles.

—Lo mejor es que no vuelvas a desaparecer.

—Lo intentaré.

—¿Querías estar sola por lo que pasó con Dominik?

—Ah, bueno... algo así.

—Me asusté un poco ese día, nunca lo había visto enojado y no supe qué hacer. No quería dejarte sola, pero tú parecías estar bien. La verdad es que me confundí mucho. Después Dominik fue a buscarte, así que me preocupé todavía más.

—Discutimos, pero no pasó nada. Lamento haberte puesto en esa situación.

—Fui yo la que provocó los problemas. No debí dormir aquí.

—Y yo no debí reaccionar de la manera en que lo hice, es solo que me tomaste por sorpresa.

—Me sentí como si me hubiera robado al esposo de alguien —dice, y ambas soltamos una risa boba.

—Supongo que exageré, ambos son libres de estar con quien deseen.

—No soy yo con quien Dominik desea estar; me lo dejó muy claro. —Hace una sonrisa débil que muestra tristeza y resignación—. La verdad es que... Dominik y yo no hemos estado juntos. Te mentí. Él me rechazó; sin embargo, a ti te dijo que sí había pasado algo y yo le seguí el juego.

—Pero... te quedaste a dormir con él.

—Sí; lo seguí y estuve fastidiándolo. Le dije que no iba a irme hasta que me aceptara y él solo dijo que hiciera lo que quisiera. Como se hizo tarde le mandé un mensaje a mamá diciéndole que estaba con Amanda, y me quedé. Pero no pasó nada entre nosotros... dormí en el sillón. —De pronto me siento mal por ella. Si tan solo no se hubiera fijado en As.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque no quiero perderte. Eres mi hermana, y he estado actuando como tonta al alejarme de ti por culpa de un chico. No volveré a insistirle, pero contigo sí, porque quiero recuperar tu amistad.

—Nunca la perdiste. —Sonrío—. América... ¿puedo quedarme en tu casa unos días? Tengo algunos problemas con Marc y no quiero volver con él.

—Sí, está bien. ¡A mis padres les dará mucho gusto tenerte de vuelta!

—¡Perfecto, gracias!

—Bueno, pero antes... quiero preguntarte algo y espero que seas honesta conmigo.

—¿Qué es?

—¿Por qué reaccionaste de esa manera al verme con Dominik? Parecía como si él hubiera cometido un acto imperdonable a tus ojos.

—Bueno, la verdad es que le pedí que se alejara de ti y Amanda, así que, al verlos juntos, me enojé mucho.

—¿Por qué le pediste algo así? ¿Estabas celosa?

—¡No! No es eso. Yo sabía que él no buscaba nada serio, así que temía que resultaras herida.

—¿En verdad es eso?

—Sí, y me alegra que hayas decidido no ir más tras él. Es lo mejor para ti. —América analiza mis palabras y desvía la mirada mostrando preocupación.

—He estado pensando y la verdad es que ahora creo que Dominik parece un poco... peligroso.

—Bueno... —¿Cómo negar una verdad como esa?—. Es algo temperamental...

—¿Alguna vez te ha hecho daño?

—¡No! —Es imposible decirle la verdad—. Es un idiota, pero no me ha hecho daño.

El daño me lo hago yo.

—¿Qué es lo que hay entre ustedes dos?

—No hay nada...

—Pero... no me vas a negar que él te gusta, ¿verdad?

—América...

—Vamos, dímelo, así será más fácil para mí.

—Sí, sí me gusta, aunque no tenemos nada.

—¿Y el hecho de que uses su playera y su ropa interior no significa nada...?

—¿Eh? Ah, bueno... es que no tenía más ropa que ponerme.

—Claro...

—¡Es verdad!

—Está bien, te creo. Entonces... ¿vas a dejar a Zac?

—N-no lo sé. Ya te dije que entre Dominik y yo no pasa nada.

—En realidad, pasan más cosas de las que puedes aceptar. Es tan obvio. —Agacho la mirada y ella toma mi mano. —Te pido que hables con Zac, porque esto no es justo para él. Estés o no con Dominik, es a él a quien quieres, y no puedes seguir alimentando en Zac un amor que no correspondes.

—Tienes razón... hablaré con él.

—Lamento mucho el haberte forzado a estar con mi primo. Creí que eso te haría bien, pero me equivoqué.

—Tú no me forzaste a nada, América. Yo tomé mi decisión, también creí que me haría bien estar con Zac y creo que así fue. Pero...

—Pero no lo amas.

—No, pero lo intenté, créeme.

—Supongo que los sentimientos no se pueden forzar, ¿qué se le va a hacer? —Sonríe, y siento como si hubiera sido liberada de una pesada carga. Hasta respirar se ha vuelto más sencillo.

—¡Me vestiré para que podamos irnos!

—Bien.

Me apresuro a cambiarme, y cuando salgo del baño me encuentro con As recargado en el marco de la puerta. Tiene una sonrisa ladina que me deja saber que hoy no me iré.

—¿A dónde con tanta prisa, pequeña idiota?

—A dar una vuelta con América —digo con inocencia. América asiente colocándose a mi lado, entonces noto que sobre la cama están algunas mochilas y mi katana—. ¿Fuiste con Marc?

—Sí, fui a traerte tus cosas. —Parpadeo un par de veces. No sé si enojarme, asustarme o emocionarme.

—Gracias, pero me voy a ir con América.

—¿Y quién te dio autorización?

—No la necesito. Puedo hacer lo que se me venga en gana —digo, esperando alguna replica de su parte, pero solo hace una mueca de dolor—. ¿Te duelen las heridas?

—Sí...

—¡Te dije que necesitas guardar reposo!

—¡Sabes que no puedo estar quieto!

—¿Quieres que se te caiga la pierna?

—¿Cuándo dejarás de ser tan exagerada?

—¡Como sea! Siéntate para revisarte.

Se sienta sobre la cama y se quita su playera para que la herida quede al descubierto. Acerco las cosas necesarias para la limpieza y me dispongo a hacer lo mío. América se mantiene a distancia y observa cómo As y yo actuamos como si nada.

—¿Qué fue lo que sucedió? —pregunta al ver las heridas.

—Tuve un pequeño accidente —responde él con una sonrisa fingida.

—Han cerrado bien. Creo que ya se pueden remover los puntos.

—Perfecto, hazlo.

—Pero deja de andar por aquí y por allá o volverán a abrirse.

—Aisa, ya me voy. Les dije a mis padres que no me tardaría. Les informaré que al rato llegas.

—¡No! Me quiero ir contigo, espera un poco.

—América, puedes irte ya —dice As—. No les digas nada a tus papás, porque esta pequeña no se va de aquí.

—¡As! —Tenemos que hablar de cosas importantes —dice, y me mira con la advertencia de que no siga insistiendo. Entonces me resigno.

«¿No es lo que haces siempre?».

América se marcha y yo comienzo a retirar los puntos. Me mantengo en silencio mientras él enreda sus dedos en mi cabello y hace pequeños rulos.

Le miro de reojo y me sonrojo al ver que está atento a mí, con una expresión tan apacible que resulta creer que es un sádico y loco asesino. Termino con la herida del brazo y continúo con su pierna.

Cuando termino me retiro un poco, pero me quedo quieta una vez que su mano acaricia mi mejilla. Después me toma de la barbilla y levanta mi rostro. Nuestras miradas se conectan y mi corazón enloquece cuando acorta lentamente la distancia entre nosotros. Su rostro se acerca tanto, que su respiración choca en mi boca. Sus ojos están fijos en mis labios. Por inercia paso mi lengua sobre ellos, y antes de que pueda desvanecer por completo la distancia me alejo.

—No puedes besarme —digo con una sonrisa burlona y alza la ceja.

—¿Vas a perder tu oportunidad de ser besada por mí? —pregunta con toda esa arrogancia típica de él.

—Uhm... sí. —Me pongo de pie y me alejo, le escucho soltar una carcajada.

—Vas a caer, pequeña —dice con total seguridad—. Verás cómo caes ante mí.

—Si quieres que así sea vas a tener que esforzarte mucho... guapo. — Le giño un ojo a la vez que le mando un beso. Entonces ríe una vez más.

—Acabas de retarme. Espero no te arrepientas, pequeña idiota, porque te aseguro que no voy a perder. —Su voz y su mirada hacen que un fuego abrasador recorra mi cuerpo de pies a cabeza. Esto será interesante.

Continue Reading

You'll Also Like

28.2K 2K 40
después de lo ocurrido en la mina MC , queda en shock respecto a lo que se entera por otro lado los chicos exigen muchas cosas a MC , pero una person...
48.9K 2.5K 44
Sasuke Uchiha estaba en la academia como siempre, en un año se graduarian y serían Gennin, en el trascurso del tiempo Sasuke conoce a una chica que l...
3.3K 120 14
El dolor puede cambiar a las personas. Ella sigue aferrada a ese dolor, a esa angustia, a toda esa tristeza. Ella estaba rindiéndose ante la vida sin...
16.1K 879 39
𝘜𝘯𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘹 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘷𝘦𝘯𝘶𝘴 𝘹 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘮á𝘴 𝘵ó𝘹𝘪𝘤𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘥...