Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

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BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ

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By aoi_sky

Aisa

Una oleada de escalofríos recorre mi cuerpo. Me remuevo sobre el colchón y abro los ojos con algo de dificultad. De pronto, caigo en cuenta de dónde estoy. Me reclino enseguida y jalo la manta debajo de mí al recordar que estoy desnuda. Miro a mi alrededor y me descubro sola en aquella habitación.

Sonrío; me siento estúpida por pensar que As estaría a mi lado al despertar. Me tomo mi tiempo para suspirar y después me pongo de pie. Mi cuerpo está muy adolorido, como si una docena de caballos me hubiera pasado encima.

El sol ha salido por completo y seguro que los demás se han dado cuenta de que no estoy. ¡Maldito, As! ¿Tanto le costaba despertarme? ¿Ahora cómo explicaré mi ausencia? Con prisa me visto y sin mirarme a mí misma salgo hacia las cabañas, esperando que los míos no estén muy preocupados o enojados. Solo pienso en la excusa que les daré y no me percato de la pinta que me cargo.

Sonrío de forma involuntaria al pensar en la noche que pasé con As. Solo de recordar sus manos sobre mi piel hace que lo anhele una vez más. Cuando salí para encontrarme con el otro asesino, nunca imaginé que las cosas terminarían así; pero no me arrepiento de nada, porque las ansias por volver a ver a As ya están comiéndome viva.

Perdida en una burbuja de ensoñación, camino por el bosque, sonriendo todavía una como tonta, mientras pienso en la salvaje noche que pasé. Pero mi burbuja me explota en la cara y me trae a la realidad cuando un pálido Zac se cruza en mi camino; nuestras miradas se encuentran y lo miro confundida, pues él parece haber visto un fantasma.

—¡Aisa! —Corre hacia mí y me estrecha tan fuerte en sus brazos que me cuesta respirar—. ¿Qué te ha pasado, Aisa? —Su voz es desesperada, pues casi pareciera que está por romper en llanto.

—Tranquilo, Zac. —Intento sacármelo de encima, pero me aprieta con mucha más fuerza.

—¡Dime qué te ha pasado! ¿Quién te ha hecho eso? —Proceso sus palabras, me revuelvo en sus brazos con fuerza, hasta que consigo zafarme, y me miro a mí misma sin dejar de sentirme estúpida.

Mi pijama tiene pequeñas manchas de sangre. La playera, que está en mis manos, también está bañada en la sangre de As. ¿Por qué no la tiré por ahí en vez de traerla conmigo? Pero no solo eso; debí de haberme echado un vistazo en el espejo del baño y haber aprovechado para darme una ducha. Todo mi cuerpo está cubierto por una ligera capa de sangre, resultado de las manías sádicas de As. ¿Ahora qué explicación voy a dar?

—¡Aisa, contéstame! ¿Quién te ha hecho eso? —Miro los cristalizados ojos de Zac y me siento muy, muy culpable. Me quedo callada sin responderle, es decir, ¿qué debo decirle? «¿Anoche te puse el cuerno con un asesino, el cual me drenó la sangre mientras teníamos sexo?». No, definitivamente no.

Zac me abraza una vez más, y me mantiene cerca de su cuerpo mientras comenzamos a caminar hacia las cabañas. Amanda, América y sus padres logran divisarnos y abren los ojos con horror cuando me ven. Todos corren hacia mí. Mis amigas me abrazan y lloran asustadas por lo que pudo haberme pasado. Si estuviera bajo otras circunstancias, las hubiera arrastrado a otro lugar para contarles todo lo que me pasó por la noche, pero eso es algo que se quedará por siempre solo en mis recuerdos y en los de As.

Los padres de América me asaltan con preguntas, pero no contesto a ninguna porque no sé qué decirles. Ellos toman mi silencio como un signo de encontrarme en shock. Antes de darme cuenta, la policía ya está alrededor de nosotros. ¿Por qué tengo que ser tan estúpida? Acabo de tener la mejor noche de mi vida, y ahora tengo a la policía encima, investigando qué fue lo que hice esa noche. ¡Qué vergüenza!

Es obvio: los padres de América toman la decisión de que volvamos a casa. El detective y el par de policías que "investigan" mi caso llegan poco después, terminan deduciendo que el asesino ha regresado por mí, y una vez más les sorprende que siga viva, ¿es que tanto quieren verme muerta? Pero no se equivocan. El asesino vino por mí... ambos asesinos.

El detective Días me somete a otro de sus interrogatorios, pero por un largo rato me quedo en silencio total, hecho que le molesta. Así que les dice a los padres de Amanda que sufrí una experiencia tan traumática, que estoy en shock. Entonces recomienda que me lleven con un especialista, para que me hagan una revisión profunda, tanto física como psicológica y es entonces cuando abro la boca.

—¡Estoy bien! —exclamo, y me mira con gran atención. Se ve más molesto que sorprendido—. No me pasó nada. El asesino no me hizo nada.

—Estaba llena de sangre, tiene heridas visibles; no puede decir que no le hizo nada.

—Bueno, sí me lastimó, pero no de gravedad como pueden ver.

—¿Dónde la tenía? ¿Cómo logró escapar?

—Yo... desperté en alguna parte del bosque, me dejó tirada entre algunos matorrales, por eso tengo muchos arañazos.

—¿Y cómo fue que la secuestró?

—Él... ingresó a la cabaña mientras dormía, me sacó bajo amenaza y me llevó al bosque, donde se divirtió hiriéndome y burlándose de mí.

—¿Solo eso? ¿Cuál fue su objetivo? —¿Cómo que solo eso?

—Creo que quería demostrar que, con autoridades como ustedes, puede ir y venir a su santa voluntad. —Ambos policías achican los ojos ante mi reproche, pero a ninguno parece pesarle dicha verdad—. Y está de más decir que es obvio que le complace mi desgracia.

—Es la segunda vez que la secuestra. —Habla el detective que se muestra imperturbable—. Debe de haber algo que pueda señalar como una pista para dar con él.

—No; de ser así lo habría dicho ya. —Parecen estudiar mi respuesta.

—Dudo que se hayan quedado en silencio todo el tiempo. Tiene que haber escuchado su voz por lo menos.

—Usa algo para distorsionar su voz, así que me es imposible reconocerla.

—¿Y de qué hablaron?

—Le pregunté por qué mató a mi familia, pero no quiso decirme. Dice tener un objetivo, pero no sé cuál. —Quiero desviar la información hacia el impostor, pero no sé cómo hacerlo sin que As quede implicado—. Me usa para comprobar algo...

—¿Comprobar qué?

—No lo sé, cuando le pregunto decide guardar silencio.

—¿Has visto su figura para poder hacer una descripción?

—No es muy alto —respondo al recordar que es mucho más bajo que As—, y es delgado, pero no mucho. Siempre se mantiene a mis espaldas, así que no he logrado verlo con más detalle. —Tras mi respuesta, el detective mira a sus compañeros y asienten entre ellos, como si se comunicaran por telepatía. Entonces ambos policías se ponen de pie y se alejan.

—Hay algo que me causa mucha curiosidad.

—¿Qué es?

—Parecía demasiado tranquila cuando la encontraron; no estaba asustada, llorando ni pidiendo ayuda. ¿Puedo saber por qué? —Sus preguntas inquisitivas provocan que mis manos comiencen a temblar.

—Estaba aturdida, confundida... —respondo, tratando de que no se note lo nerviosa que estoy, pero sus escrutadores ojos me intimidan demasiado y hasta creo que se me baja la presión.

—Hay algo en usted que la hace especial para él. Quiero saber qué es, porque el que la haya secuestrado dos veces y no la mate, dice mucho.

—Sí, que ustedes no saben hacer su trabajo. —Me atrevo a responder.

Su mirada se vuelve más afilada y me entra miedo. Y, es que tengo el presentimiento de que, si se entera de mi relación con As, pasaré de ser una víctima a un objetivo. Porque queda claro que hay algo raro en él. Su manera de mirar, e incluso de hablar, me pone muy incómoda. Gracias a As, sé que sabe más de lo que aparenta, y que solo trata de averiguar qué tanto sé yo.

—Es... una pena que piense así de nosotros. Me esforzaré más para descubrir la verdad. —Hace tanto énfasis en la última palabra que, me cuestiono de cuál verdad estará hablando.

—Espero que así sea.

—Estaremos al pendiente. Llámenos si recuerda algo que pueda ser de ayuda. Todo detalle por mínimo que sea puede ayudar para hacer justicia por la muerte de su familia.

—Sí... claro. —Hay una clara desconfianza mutua aquí.

—Estaremos vigilando de cerca. Pero, aun así, lo mejor será que no vuelvan a alejarse tanto. Evite estar sola y no salga después del anochecer. Aunque el asesino no quiera matarla por ahora, no sabemos en qué momento cambiará de parecer.

—Seré más precavida.

Después de que se van, la familia de América también intenta interrogarme, pero me excuso y digo que estoy cansada. Subo a la habitación, con Zac siguiéndome de cerca. Entro y me dejo caer a la cama. Él se acuesta junto a mí y me atrae hacia sí, envolviéndome en sus fuertes brazos.

—Lo siento mucho —dice con pesar.

—¿Por qué?

—No pude protegerte, aun cuando estábamos en la misma habitación. Prometí que lo haría y te fallé, ¿podrás perdonarme algún día?

—No tengo nada que perdonarte, Zac, no fue tu culpa.

—¡No puedo creer que haya permitido que te hicieran daño!

—No te mortifiques con eso. No me hizo daño.

—¡Estabas llena de sangre!

—Solo fue una pequeña herida. En verdad, Zac... estoy bien. —Me mira como si buscara algo más detrás de mis palabras, lo cual me pone nerviosa, pero termina soltando un fuerte suspiro lleno de pesar.

Me acaricia la espalda y después levanta mi mentón para poder besarme, y le correspondo con algo de duda. No dejo de sentirme como basura por lo que le he hecho. Él solo está preocupado por mí y yo pasé toda la noche siéndole infiel... ¡soy despreciable! Y lo soy aún más al darme cuenta de que mientras lo beso a él, me encuentro pensando en As.

Rompo el beso y me escondo en su pecho. Aunque es agradable estar con Zac, no se compara con lo que As me hace experimentar con su sola presencia. Me pregunto cuándo volveré a verle.

—Zac, Aisa —se escucha la voz de América del otro lado de la puerta.

—¿Qué pasa?

—Un chico está abajo buscando a Aisa.

—¿¡Qué!? —Me reincorporo al instante y Zac frunce el ceño.

—¿Qué chico? —pregunta.

—Dice que su nombre es Dominik. —Mi corazón bombea sangre con ritmo acelerado, y salto de la cama a toda prisa, atropellando a América en el camino. Bajo las escaleras, con el riesgo de caerme en el trayecto.

«¡Ole! Tu asesino ha venido a verte».

As

La noche anterior fue intensa en diversos aspectos; por fin logré saciar mi deseo de poseer a la pequeña idiota. La hice mía, en todo el sentido de la palabra. Ante tan dichoso recuerdo, sonrío a mi reflejo a través del espejo. Después de un mes de no tenerla cerca y de mantenerme a distancia, observando, el reencuentro ocurrió. No fue planeado, pero sorpresivo tampoco. Desde mi encuentro con el impostor y después de sus amenazas sobre la pequeña, había estado vigilando de lejos, porque tenía la duda sobre si aparecería en ese lugar o si se escondería. Yo no planeaba dejarme ver por la pequeña, pero después de verle ir directo a la trampa, tuve que hacerlo. Él hizo su movida, decidió aparecer e hice lo que esperaba que hiciese, pero no fui yo quien cayó en su juego.

Desde mi perspectiva ha sido él; ahora sé dónde buscar. Sí, fue una noche realmente provechosa. No solo tengo una pista concreta, sino que pude al fin hacerme de ella, de esa pequeña. No había caído en cuenta de cuánto la deseaba hasta que no la tuve de nuevo frente a mí. No pude controlarme. No quise detenerme. Deseaba hacerla mía y sabía que ella me deseaba igual, así que solo nos di el placer a ambos. Fue mejor de lo que imaginé.

Al final, ella quedó rendida. Permanecí despierto a su lado, observándola dormir; su pequeño pero perfecto cuerpo desnudo, cubierto por una ligera capa de sangre, me hacía desear tomarla una vez más, y otra vez, y otra vez. Odio el hecho de que no pueda sentirme satisfecho de ella. Deseo tocarla en todo momento, hacerla mía a todas horas, drenar su sangre todo el día.

«Estás obsesionado con la pequeña».

Sí, odio admitirlo, pero es así; esa maldita chiquilla me tiene jodidamente obsesionado y no logro sacarla de mi cabeza. Eso solo me pone de mal humor. Yo no soy de los que se pasan el día pensando en chicas y sexo. ¡Además, soy un asesino! Para mí no debe haber mayor placer que atravesar el pecho de mis víctimas con mi bello cuchillo. Pero cuando estoy con ella no encuentro mayor placer que molestarla, probar su piel, su sangre, deseo tocarla y hacerla mía... ¡maldición!

Me encanta ver mi propio reflejo en sus ojos azules. Me encanta tocar la suavidad de su piel y ver cómo se eriza bajo mi tacto. Me encanta ver mis marcas en su cuerpo; que sus pequeñas manos me toquen, que se enreden en mi cabello. Me encanta escucharla llamarme entre gemidos, y lo que es peor... he descubierto que me encanta besarla. ¿Qué demonios está pasando?

«Ten cuidado —me advierte la voz en mi cabeza—: si terminas enamorado será tu perdición».

Rio a carcajadas ante la idea, ¿enamorado? Eso es ridículo. Yo no puedo ni quiero enamorarme. No llegaré a amar a nadie en lo absoluto, porque no quiero, y la idea es más que repugnante. No siento amor más que por mí mismo y mi trabajo; solo importo yo y mis propias ambiciones, y aunque ella sea parte de mis planes futuros, no significa que tenga una importancia real en mi vida. Sí, admito que tengo una obsesión peligrosa por ella, pero no es amor y nunca lo será... jamás la amaría.

«¿Y ella a ti? ¿Puede ella amarte?».

—Ella sabe qué clase de persona soy. Sabe que soy un asesino, que puedo ser cruel y despiadado. Espero que lo tenga bien presente y que jamás olvide que de mí no obtendrá nada.

«Lo sabe, ¿no es eso divertido? Su alma es igual o incluso más pútrida que la tuya. ¿No es por eso por lo que te encanta tanto?».

—Sí, definitivamente hay algo muy malo en esa cabecita.

«¿No sería perfecta para ti si te pudieras dar esa libertad?».

—Lo sería, pero no lo es, solo hace que me distraiga de mi objetivo principal.

«Si no quieres más distracciones... solo mátala».

—No puedo matarla. —Observo con suma atención mis ojos, del otro lado del espejo. Siento que el otro yo se burla de mí. «Un asesino que no puede matar»—. Tal vez sea bueno hacerle una visita y cerciorarme de que no diga nada.

«Deja de pensar en ella. Concéntrate en tu deber. Ese asesino sigue rondando, y además espera una respuesta».

—Ya se la he dado. No hay nada que pensar. Él tampoco obtendrá nada de mí.

«Es peligroso».

—Lo sé, pero yo lo soy más.

Quiero visitar a la pequeña porque tengo que comprobar mis sospechas, demás hay algunas cosas que debo hablar con la pequeña sobre el asesino impostor. Ayer no tuve tiempo de hacerlo debido a que me pareció más importante saciar mis propios deseos, pero hoy no puedo dejarlo pasar, así que iré a verla.

Me regocijo ante la idea de volver a probar su sangre. Casi puedo escucharla. Amo tanto sus muecas de dolor y sus gemidos mezclados con placer. Resulta deliciosamente excitante.

«¡Debes matarla! ¡Mátala o nos destruirá!».

—¡Cállate, joder! —Aprieto con fuerza mi cabeza deseando que esa molesta voz se desvanezca, pero permanece ahí, burlándose de mí.

«¡Mátala! ¡Mátala! Rasga su piel, apuñala su pecho, saca su corazón... ¡debes matarla! ¡Mátala!».

Sí, deseo matarla... pero no puedo hacerlo.

«¿Qué clase de asesino eres si no puedes matarla? ¡Eres un mediocre! ¡Eres débil y patético!».

—¡No lo soy! —grito, estrellando mi puño derecho contra el espejo del baño.

La sangre comienza a salir de mis nudillos y eso logra tranquilizarme un poco. Por supuesto que no dejaré que esa pequeña me controle. Debo sacarla de mi mente y concentrarme en lo que sí es importante. Pero aun así no puedo dejar de desearla... ¡Quiero escuchar sus exquisitos gemidos! ¡Quiero hacerla sufrir! ¡Quiero hacerla gozar! ¡Quiero hacerla llorar! ¡Quiero que grite de dolor! ¡Quiero que se estremezca de placer!

Sonrío con demencia solo de imaginar su afligida mirada, su adorable voz que pide que me detenga mientras desea que no lo haga; sus ojos nublados por ese placentero dolor a la que la someto, dolor que la doblega de una manera que ni ella misma entiende.

¡Necesito hacerla mía, ya!

Me doy una ducha rápida y enredo una venda alrededor de mis nudillos. Salgo de la casa en la cual me he estado quedando desde que dejé el hospital y me dirijo al lugar donde vive mi pequeña... mi pequeña diversión. Eso es lo único que ella es para mí... un juguete que me da diversión. Solo eso... no significa nada más.

Cuando llego a casa de su amiga toco la puerta, segundos después se abre y me deja ver a una chica castaña que no oculta su sorpresa al verme. Quiero sonreír ante mi suerte, pero prefiero no hacerlo ella abre su boca como si deseara decirme algo, pero al final decide no hacerlo. Me sostiene la mirada con una infalible seguridad, y se planta ante mí con tanta firmeza que me es imposible pasarlo por alto.

—¿Quién eres? —decide al fin hablar—, y ¿a quién buscas?

—Soy Dominik —me presento sin apartar la mirada; ella sigue impasible—, vengo a ver a tu amiga la pequeñita. —La hago a un lado y entro sin esperar a que me invite.

—¿Quién eres tú? —me pregunta la señora de la casa. Respiro con mucha calma y sonrío lo más amable que puedo.

—Me llamo Dominik, y soy amigo de... de la pequeña —Ella eleva una ceja.

—¿Cuál pequeña?

—La pequeñita que tiene ojos azules. —¿Por qué demonios no puedo solo decir su nombre?

—¿Aisa?

—Sí, de ella. ¿Puede llamarla, por favor? —La señora me mira con desconfianza y comienza a agotar mi paciencia.

—Enseguida le llamo —dice la cuarta presente que sube con prisa las escaleras.

—¿De dónde conoces a Aisa? —Me pregunta la señora. Estoy por contestar, pero el sonido de pasos acelerados me distrae.

Miro a las escaleras, y pronto la pequeña hace su aparición. Se detiene al pie de las escaleras y me mira incapaz de creer que este ahí. Sonrío de manera socarrona ante su mueca de boba. El idiota de su novio llega tras ella, acompañado de la otra chica.

—¿As? —pregunta aún confundida. Pongo los ojos en blanco, ¿no pude conseguirme un juguete menos idiota?

—Hola, pequeña —saludo con mi sonrisa de siempre. Sus ojos se abren y ese brillo que tanto me gusta ver aparece en ellos.

—¡As! —Salta a mis brazos tal y como pensé que haría. La atrapo con facilidad y la aprieto contra mí solo para ver el semblante molesto de su estúpido novio—. ¡No puedo creer que estés aquí! —chilla con emoción, y reprimo la risa boba que lucha por salir.

—Escuché lo que te pasó y me preocupé, quería saber si estabas bien. —Mi cínica sonrisa hace que se sonroje al grado de parecer un tomatito. Es obvio que está pensando en nuestra salvaje noche de sexo.

—Ella está bien —dice de pronto su novio, mientras la sujeta de un brazo y la separa de mi regazo.

Nos fulminamos con la mirada y enarco una ceja cuando él la toma de la cintura acercándola a él. Le planta un beso en los labios y después me mira como si quisiera advertirme que ella es suya. Suelto una carcajada sin poder evitarlo. Me encantaría ver qué cara pone si se entera de lo que su bonita y pequeña novia estuvo haciendo la noche anterior, de cómo se retorcía de placer, de cómo se movía sobre mí, de cómo gemía entre mis brazos. ¡Solo de recordarlo hace que me prenda!

—Hey, pequeña, ¿dónde está tu habitación? —pregunto, y todos me miran confundidos.

—Allá arriba —contesta, igual de confundida. La tomo de la mano y la jalo hacia las escaleras, pero su novio no la suelta.

—¿A dónde la llevas? —pregunta, molesto.

—A su habitación.

—¿Para qué?

—Necesito platicar con ella... a solas. —Le sonrío a la pequeña y esta se sonroja aún más.

—¡No voy a dejar que te encierres a solas con mi novia!

—Tranquilo, no me la voy a comer. —Tal vez drene un poco su sangre, pero nada más.

—¡Dije que no! —exclama, mientras tira de la pequeña hacia sí. Este chico me subestima en gran manera. Sonrío con arrogancia y clavo mi grisácea mirada en la de la pequeña.

—¿Vamos? —Estiro mi mano hacia ella. Nuestras miradas se mantienen conectadas con fuerza. Mi sonrisa no se desvanece y paso mi lengua entre mis labios.

—Sí. —Ella toma mi mano bajo la sorprendida mirada de su novio—. Zac, tenemos algunas cosas importantes de las que hablar. No te preocupes, enseguida bajo.

—¡Pero, Aisa!

—¡Voy a estar bien! ¡No te preocupes! As no me hará nada.

«Oh, pequeña no estés tan segura de eso».

Le dedico una mirada llena de arrogancia y superioridad al tal Zac y este me mira con odio. Aprieto la mano de su novia y subo las escaleras con ella detrás de mí. Cuando llegamos al segundo piso, dejo que me conduzca hasta su habitación. Entramos y cierro la puerta detrás de mí con seguro. La observo mientras se sienta en la orilla de la cama.

—¿Por qué estás aquí? Esta vez sí me has sorprendido.

—¿No puedo visitar a mi juguete favorito? —pregunto con fingida inocencia.

—¡As!

—No mentía cuando dije que me preocupé. Seguro te interrogaron.

—Lo hicieron, pero no dije nada.

—¿Estás segura?

—¡Por supuesto! Puedes estar tranquilo; jamás diré nada.

—Más te vale. Sabes de lo que soy capaz si llegas a decir algo.

—Lo sé, lo sé, muy bien, y ya te dije que no voy a decir nada. Pero no deberías andar por ahí tan tranquilo, el detective dijo que estaría vigilando de cerca.

—No vi a nadie sospechoso de camino, y si están vigilando, por mí mejor.

—¿Qué pasa si te ven?

—Buena pregunta, también quiero saberlo.

—¡Tómalo en serio!

—Eso hago.

—Hay algo que me preocupa.

—¿Qué cosa?

—El detective que siempre viene a interrogarme parece que sabe más de lo que yo misma sé; como si supiera que estuve contigo y no con el impostor.

—Tal vez es así. Te lo dije una vez: ellos saben y ocultan cosas.

—¡Tú también lo haces! —reprocha, harta de no saber lo que pasa.

—Sí, lo hago.

—Necesito que me digas qué sucede. No entiendo y sé que hay más detrás de todo esto. El motivo por el cual eres asesino. Una vez dijiste que sus mentiras te habían creado... o eso fue lo que entendí. Explícame bien a qué te refieres. Dime bien quiénes son ellos y de qué mentiras hablas. Por favor, dime qué es lo que está pasando contigo y con ellos. —Entiendo su necesidad de querer saber, pero no me siento seguro de decirle toda la verdad.

—Ya te dije una vez que hay cosas que no son de tu incumbencia.

—Me he quedado sin familia debido a todo esto del Asesino de la Luna, ¿cómo puedes decir que no es de mi incumbencia?

—No fue a causa del Asesino de la Luna, fue por culpa de ese estúpido impostor. Todo lo que tiene que ver conmigo; mis razones, motivaciones e incluso mi existencia no tiene nada que ver contigo en lo absoluto.

—¡Todo tiene que ver! No sé qué es lo que sucede contigo. No sé por qué ellos parecen conocerte y no sé por qué no quieren atraparte; pero debido a eso tampoco hacen nada por atrapar al impostor.

—No pueden atraparlo, porque si lo hacen y yo sigo asesinando, la gente se dará cuenta de que habría dos asesinos, o pensarán que solo fueron engañados, así que tal vez esperan a que lo atrape yo mismo.

—¿Y por qué no quieren atraparte a ti?

—Creo que me necesitan libre.

—¿Por qué?

—Dejemos de hablar de mí, concentrémonos en el otro asesino.

—¡Lo dejaste ir cuando lo tenías! —me recuerda.

—¡Estaba armado! Además...

—¿Además?

—Estabas tú ahí, ¿qué hubiera hecho si te dispara a ti?

—Entonces... ¿estabas preocupado por mí?

—Muerta no me sirves, pequeña idiota.

—¡No me digas así!

—Como sea, tenemos cosas importantes de que hablar —digo, tomando su atención por completo—. Gracias a todo lo que pasó ayer con el impostor, tengo una pista confiable.

—Yo... tengo miedo.

—¿De qué?

—Él sabe quién soy. Quiero decir: me conoce de cerca, conoce a mis amigos, conocía a mi familia. Creo que... —Juguetea con sus manos, mostrándose nerviosa.

—Crees que...

—Que es alguien de aquí cerca —dice, y entrecierro los ojos analizando sus palabras.

—¿Qué tan cerca?

—Tal vez un vecino, alguien con quien mi padre o mi madre solían frecuentarse.

—¿Qué pasa si lo es?

—No quiero que lo sea...

—Pero si resulta ser alguien cercano, ¿dudarás a la hora de matarlo?

—¡No lo haré!

—No quiero que te retractes en el último momento.

—Ya te dije que no lo haré.

—Es bastante hábil, pero prefiere jugar sucio. No quiere arriesgarse y cometer algún error, por eso siempre busca maneras de mantenerme al margen. La verdad, es que dudo que puedas terminar con él usando una katana, más con tu actual nivel.

—¡Entrenaré más!

—Creo que debes conseguir un arma de fuego. Ya lo sugerí una vez.

—No quiero un arma de fuego.

—¿Entiendes que te matará sin pensarlo una vez que se lo proponga?

—Ha tenido la oportunidad y no lo ha hecho. En las cabañas él me asaltó cuando estaba sola. Pudo haberme matado en ese instante y no lo hizo.

—Está jugando conmigo... —Me mira con los ojos entrecerrados, como si dudara y sospechara de mí.

—Ayer... hablaron como si ya se conocieran, ¿por qué? —Abro la boca con intención de contarle sobre nuestro encuentro y todo lo que hablamos, pero decido no hacerlo.

—Supongo que no somos completos desconocidos.

—¿Qué significa eso?

—No te lo explicaré.

—¡Pero no entiendo nada!

—Por eso eres una pequeña idiota.

—¡As! —Me burlo y camino hasta ella. Deja escapar un pequeño jadeo cuando la levanto de un rápido tirón—. ¿Qué le pasó a tu mano?

—Me lastimé un poco, nada importante.

Meto mis manos por debajo de su blusa, acariciando las cicatrices en su tibia piel. Su rostro se enrojece y su cuerpo se estremece bajo mis caricias. Sus reacciones son tan espontaneas y auténticas, por eso me encanta tanto tocarla.

—A-as no hagas eso aquí —pide, y gimotea cuando muerdo la piel de su cuello.

—¿Por qué no? —pregunto, sin dejar de morder.

—Alguien puede entrar. 

—Cerré la puerta con seguro.

—Eso será sospechoso y Zac se enojará.

—No me importa. 

La tomo de las nalgas con las palmas de las manos y la levanto para que me rodee la cintura con sus piernas. La pego contra la pared, me froto contra ella y me gano un exquisito gemido de su parte.

—As... tienes que detenerte.

—No quiero... ¿tú quieres que me detenga?

—No... sí... tienes que detenerte.

—No, no tengo que. Te he dicho que voy a tocarte y tomarte en el momento en que se me dé la gana y deseo hacerlo ahora.

—¡Es arriesgado!

—Eso lo vuelve más excitante. —Tomo mi cuchillo y rasgo su blusa para poder dejar al descubierto su pecho.

—¡As, has estropeado mi blusa!

—Tienes muchas más.

—A este paso ya no tendré ninguna. 

Entierro mi rostro en el valle de sus senos, chupo y muerdo la parte más sensible de su piel. Rujo como un animal cuando sus pequeñas manos se entierran en mi cabello y me hala con fuerza para dejar mi rostro frente al suyo.

—Guarda tus instintos vampíricos para otra ocasión, no podemos hacer esto aquí —dice con la respiración entre cortada. Aunque sus palabras dicen que no, su mirada oscurecida de deseo me grita que la haga mía en ese instante.

—No veo por qué no. —Vuelvo a atacar su cuello, se sigue quejando, pero aun así echa su cabeza hacia atrás para darme más acceso.

—¡Van a escucharnos! —dice con obviedad.

—No me importa.

—¡Pero a mí sí!

—No sabes cuánto deseo escuchar tus gemidos, tus gritos de dolor y placer... deseo rasgar tu piel, drenar tu sangre y hacerte gritar, mientras imploras que me detenga. —Digo con total cinismo, y la pequeña pone los ojos en blanco.

—Eres un sociópata con complejo de vampiro.

—Pero te gusto, ¿qué no? —Ahora me gano una sonrisa tímida.

—Por desgracia.

—Yo soy un sociópata, sádico y demente chico con complejo de vampiro. Pero tú eres la chica más masoquista que conozco... ¿Por qué no te asustas de mí?

—Sí me das miedo, pero por alguna razón que desconozco siento la necesidad de estar a tu lado.

—¿Por qué?

—Ya te dije que no lo sé, la verdad es que no lo entiendo.

—Tengo que hacerte mía... ahora, en este momento.

—¡No! —La pequeña se remueve para intentar zafarse de mí, pero pongo todo el peso de mi cuerpo contra ella—. ¡Es demasiado arriesgado!

—Soy un asesino, me gusta correr riesgos.

—A mí no.

—Oh, vamos pequeña, esa es la más grande mentira que has dicho. Puedo asegurar que tú eres más temeraria que yo.

—Pero, As... —Cansado de que siga quejándose, tomo posesión de sus labios y me corresponde con premura.

Sé muy bien lo mucho que le gusta besarme, así que es el arma perfecta para que deje de quejarse, además de que a mí también me encanta besar sus pequeños y jugosos labios.

Profundizo el beso hasta casi devorarla y robarme todo su oxígeno. Sus gemidos contra mi boca me vuelven loco, y muero por encajar mi cuchillo en su piel, pero con eso debo de tener más cuidado. No creo que me dejen salir de aquí si descubren a la pequeña con heridas por doquier y llena de sangre, y no creo que a ella le agrade si me deshago de su segunda familia por entrometida. ¡Cómo me jode esta situación! No puedo poseerla de la manera que deseo, y solo por eso me reprocho el haber permitido que se la llevaran de mi lado.

Una vez más tomo mi cuchillo y esta vez corto su sostén, sus manos van desesperadas hasta el dobladillo de mi playera. Levanto las manos para facilitarle el trabajo. Mi playera aterriza en alguna parte del suelo. Ambos gemimos cuando nuestros pechos se rozan. Dejo sus labios y bajo por su cuello. Paso mi lengua entre el valle de sus senos, donde mi cuchillo dejó una pequeña línea de sangre. Necesito con urgencia sacarla de aquí y llevarla a un lugar donde pueda escuchar sin temor alguno sus gritos de placer y dolor. No hay nada que me obsesione más que lastimarla y embriagarla de placer. Me gusta matar. Causar dolor me produce placer. Pero nada se compara con el que ella me produce, nunca había sentido tanto deseo de lastimar a alguien como el que siento hacia ella. ¡Quiero lastimarla, quiero hacerla gritar y llorar!

Con desesperación la bajo y me deshago de sus jeans. Ya no protesta. Siempre logro domarla aun cuando intenta revelarse ante mí. Simple y sencillamente no puede; su mente se nubla y su cuerpo se entrega al deseo carnal que la consume.

Vuelvo a levantarla. Ella besa y muerde la piel de mi cuello con salvajismo, aumentando más mi nivel de excitación.

—¿Aisa? —La voz de su estúpido novio llega a nosotros. De repente la pequeña intenta bajarse de mi regazo, pero se lo impido.

—Contesta —le ordeno en voz baja.

—¿Qué pasa, Zac? —pregunta, y hace un gran esfuerzo para que su voz no la delate.

—¿Está todo bien allá adentro?

—Está todo más que perfecto. 

El pomo de la puerta comienza a moverse. Puedo ver el terror en la expresión de la pequeña, y eso eleva mi excitación a un grado que ya no puedo contenerme.

—¡Abre la puerta, Aisa! —ordena el molesto chico desde el otro lado.

—Estamos platicando de cosas importantes y eres una molestia — digo, mientras desabotono mis pantalones.

—En un momento salgo —se apresura a decir la pequeña, removiéndose, pero no le dejo bajarse de mis brazos. Camino con ella hasta la puerta y recargo su espalda contra la madera con un poco de fuerza.

—¿¡Qué fue eso!? —pregunta el chico alarmado.

—Nada, lo siento Zac, bajo en un... —Su respiración se detiene por completo cuando la penetro con fuerza de una sola embestida. Sus uñas se encajan en la piel de mi espalda y la hacen arder. Muerde sus labios con fuerza para no soltar los gemidos que desean salir. Empiezo a moverme lento y sus ojos se cierran.

—Aisa, por favor, quiero entrar. —Sigue el molesto chico. Con que siga así saldré a cortarle la cabeza—. Quiero saber qué tanto tienes que platicar con ese tipo.

—Son cosas entre nosotros —digo con sorna. La pequeña está tan metida en su burbuja de placer que no puede ni hablar—. Nada que tenga que ver contigo.

—Bien. —Se da por vencido al fin. Aunque, se escucha demasiado molesto, cosa que lo vuelve mucho más divertido—. Estaré abajo con los demás. No tardes por favor.

Una vez que sus pasos se alejan por el pasillo, quito a la chiquilla de la puerta. Doy una vuelta por la habitación y la acorralo contra una pared mientras comienzo a embestirla con fuerza. Sus uñas se encajan hasta hacer sangrar mi piel. Sus labios están muy apretados, y en cuanto veo el hilillo rojo y espeso que se desliza por la comisura de su boca, tomo posesión de sus labios, probando el delirante sabor de su sangre.

«Tú obsesión por esta niña será tu perdición».

La voz en mi cabeza me molesta y pongo más fuerza en las embestidas. La espalda de la pequeña se en curva por el dolor que le causan los azotes contra la pared. No me importa; yo jamás soy delicado, ni con ella ni con nadie, y nunca lo seré.

No hay ternura, no hay sensibilidad, no hay delicadeza... no hay amor. Solo es una obsesión...

Mi obsesión.

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