Josefina jugaba con el cabello de su mejor amigo, lo peinaba de la mejor forma mientras le sacaba ropa de su armario y Eduardo tenía mucho hasta con la etiqueta.
—¿Por qué siempre usas lo mismo? Pareciera que tienes un solo jeans, en tu armario hay como treinta.
—Lo que uso me hace sentir cómodo, ¿Por qué debería usar algo más que no me gusta?
—Pues esta noche necesitas deslumbrar, es la noche de tu primer beso con Lautaro.
—Ni siquiera he pensado como le voy a decir las cosas, no sé qué hacer.
—Lo sabrás —Josefina le lanzó una chaqueta morada cortavientos y una remera negra —Ahora, ve a verte guapo, necesitamos encontrar tu look perfecto —Eduardo rodeó la mirada, tomó la ropa y entró al baño, se cambió una y otra vez hasta que Josefina se decidió por algo bastante simple, una remera naranja manga corta que resaltaba el tono de piel claro del pelinegro, un jeans con las rodillas tan rotas que parecía como si Eduardo se hubiera lanzando en bicicleta desde el Monte Everest y caído a mitad de camino, un reloj plateado adornaba la muñeca de su mano derecha mientras que en la izquierda Josefina le puso unas pulseras negras.
Edu dejó a su amiga en casa cuando salió en su vehículo, nervioso sostuvo su mochila y tomó asiento en la banca que estaba frente al muelle, llevaba ambas jirafas guardadas allí, él se quedaría con la de Lautaro mientras que el rubio se llevaría la otra con la "E" en su cartelito.
Eran las siete con quince y Eduardo notó que Lautaro estaba llegando tarde, intranquilo tomó su móvil y estuvo por marcarle al rubio cuando apareció en el camino.
"Vale, se fuerte, lo difícil es ahora, lo que viene es pan comido" dijo Eduardo, Lautaro lo vio sentado allí a tres metros de él y sus piernas comenzaron a temblar mientras sonreía de los puros nervios.
—Hola —le saludó el rubio, sentándose a su lado y mirando las rodillas de Eduardo —Me gusta tu pantalón.
—...Gracias —dijo Eduardo algo confundido, mientras no encontraba la forma de comenzar a hablar.
—Escucha...
—Escucha... —dijeron ambos al mismo tiempo, rieron por cinco segundos y Lautaro dejó a Eduardo hablar primero —En realidad... es bastante simple lo que quiero decirte, pero antes... ¿Ayer hablaste de decirme algo? ¿Qué cosa? —Eduardo se puso nervioso y entendió que no podía hablar, estaba muy tenso, quizás hacer charla un momento le ayudaría.
—Ya, vale... es muy difícil lo que tengo que decir —el rubio sacudió sus palmas y soltó una respiración alterada —Pero, desde la primera vez que yo... en año nuevo, cuando te vi... yo cuando... en realidad yo... —Lautaro se enredaba con las palabras, Eduardo entendió todo y llegó a la conclusión que todo estaría bien, que era real, ambos necesitaban decírselo el uno al otro.
—Yo ya... sé que quieres decirme —dijo Edu con una voz profunda.
—No, por supuesto que no, en realidad yo...
—Lautaro, me dijiste algo la otra noche en... la fiesta que fuimos juntos, ¿Recuerdas?
—¿De qué hablas?
—Claro, no lo recuerdas, yo estaba en la casa del árbol con Omar, él me dijo unas cosas y... yo le dije que estaba equivocado con todo lo que él sentía, porque no era mutuo, y... salí a buscarte, ibas muy enojado y me dijiste que yo... bueno... ¿Aún no lo recuerdas? —La mente de Lautaro explotó tres veces.
—Me gustas, puta mierda me gustas... mucho ¿Okay? ¡Y sé que te gusta Omar! Siempre te ha gustado, ¿Vale? Los vi y me destruye, me arde por dentro que lo quieras a él, pero es así... ¿Okay? Vete con él, pero... pero necesito alejarme de ti... porque... porque... ser tu amigo me destruye —"Oh mierda" pensó Lau cuando recordó absolutamente todo.
—¿Te quedaste callado? ¿No me dijiste nada? —preguntó Lau algo lastimado. —Pero... pero si comenzaste a vomitar y te llevé a mi casa, estabas muy mal, con suerte pude subirte a mi camioneta y...
—¿Eduardo has fingido que no dije nada todo este tiempo?
—Yo... si.
—Pero —Lautaro se puso de pie y lo miró indignado —¿No te das cuenta que me hace ver como un estúpido? Todo este tiempo queriéndote decir todo cuando ya lo sabías, y te hiciste el sordo.
—¿Sordo? Lautaro, ¿Cómo querías que te repitiera todo? ¿Me creerías a caso? Estabas borracho, pensé que quizás lo que dijiste fue solo el alcohol hablando y...
—Eduardo, esto es... me has visto la cara de tonto todo este tiempo.
—¿Por qué te enfadas? Yo también quería hablar contigo y decirte que...
—No quiero escucharte —dijo Lau enojado —Necesito... pensar.
—¿Pensar que cosa? —Lautaro se dio media vuelta y salió caminando apresurado, Eduardo no podía creer que había visto por primera vez a Lautaro enojado, que no había podido decirle todo lo que sentía porque el rubio no lo dejaba hablar, y que el chico se haya tomado tan mal lo de la otra noche que incluso se fue sin despedirse.
Edu se quedó a solas, cuando el sonido del muelle hacía eco en sus oídos, él tomó su bolso y regresó aún sintiéndose fuera de lugar, no dejó de conducir hasta que se detuvo frente a su casa, no tenía las fuerzas para bajarse ya que de todos los escenarios que había imaginado, este era uno que jamás pensó, Lautaro enojado y él con todas las palabras aún dentro de su corazón.
El pelinegro estuvo mucho tiempo en su camioneta con la ventana abierta, hasta que notó que sus vecinos hacían una parrillada y el humo comenzó a quitarle la respiración.
—Mierda —dijo Eduardo agotado, entrando a casa corriendo y perdiendo por completo el aire en sus pulmones por el asma. Los ataques de Edu no eran normales en esta fecha, para el verano las altas temperaturas y el poco aire le hacían perder el control y le provocaban ataques bastante agresivos, mientras que para el invierno durante la mañana por culpa de la siempre infaltable niebla él respiraba con dificultad, al punto de algunos días ser muy doloroso para su pecho, este ataque de ahora era un excepción, el humo no le hacía para nada bien.
Eduardo cerró la puerta de un golpe, dejó caer su bolso y Tadeo lo vio asfixiándose.
—¡¡Papá!! —gritó Tadeo, mientras ayudaba a su hermano a tomar asiento en el sofá, Jonathan salió de su estudio y entendió todo lo que sucedía, corrió rápido al baño y sacó un inhalador nuevo que había en el botiquín de primeros auxilios, volvió apresurado y ayudó a Eduardo a volver a recuperar la respiración. Poco a poco el rostro de Eduardo se pintó de color piel y su voz había vuelto.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó su Padre preocupado.
—Ha sido... el humo —dijo asustado —No me di cuenta que... estaban... me quedé afuera un rato y...
—Tranquilo, ya estás bien —su Padre la sacudió su cabello y le sonrió.
—Si —dijo Eduardo, fingiendo que no tenía el corazón roto en ese momento —necesito descansar un poco —Edu se puso de pie y tomó su bolso —Voy a ir a mi cuarto.
—Vamos a cenar en unos momentos.
—Bajaré, solo quiero recostarme un segundo —Edu comenzó a subir las escaleras al segundo piso y cerró la puerta de su cuarto con delicadeza, abrió su bolso y tomó las jirafas, ambas las lanzó contra la pared y con fuerza se tendió sobre su cama, abrazó su almohada y comenzó a llorar mientras recordaba todo lo sucedido con Lautaro, no sabía cómo acercarse ahora que Lau estaba enojado.
Tadeo abrió la puerta en silencio, vio como su hermano estaba tendido en su cama y entendió que el ataque de asma no había sido lo peor de la noche.
—¿Qué pasa? —preguntó el chico, tomando asiento al final de la cama y mirando a su hermano —¿A dónde has ido antes?
—No tiene importancia —Tadeo presionó sus labios sin saber cómo acercarse, entonces vio las jirafas en el suelo, levantó la que tenía la letra "L" y su mente se conectó un poco con el escenario.
—¿Has hablado algo con Lautaro?
—Quería decirle que me gusta, pero hubo un mal entendido y ahora está furioso conmigo, ¿Ya estás feliz? Lo sabes, ahora déjame solo.
—Vaya —Tadeo se tendió en la cama junto a su hermano, Eduardo se volteó y el mayor vio como los ojos del pelinegro estaban llenos de lágrimas.
—¿Por qué no te vas?
—No voy a dejarte solo, mucho menos con tu primer corazón roto.
—No me ayudas —Eduardo tomó la jirafa y la miró, intentó sentir algo más que no fuera tristeza, pero no puedo, Lautaro inundaba su corazón de llanto —¿Qué hago ahora?
—Pues... no entiendo mucho lo que sucede, solo sé que... en la vida te romperán el corazón muchas veces, más de las que tú quieres, pero míralo de esta forma, cada decepción es un escalón menos para terminar de subir esta escalera infernal y encontrar a esa persona especial.
—Ya, pero ni siquiera pude decirle a Lautaro lo que sentía, se enfadó antes...
—¿Y si me cuentas que pasó? —Eduardo rodeó la mirada, asintió y narró en parte todo lo sucedido en la fiesta y lo de hoy, Tadeo pensaba que Edu no tenía ganas de enamorarse, y ahora en menos de diez minutos descubre que a su hermano se le declararon dos chicos la misma noche —¿Omar también te gustaba?
—En el Colegio, pero lo superé, es Lautaro quien me gusta ahora, pero él con lo de hoy creo que pasa de mí.
—Quizás Lautaro se sintió un poco encerrado, no sabía cómo decirte todo lo que sentía y resulta que tú la yo sabías, entró en pánico, cuando yo lo hago se me baja la presión y no puedo hablar, cuando tú entras en pánico te da un ataque de asma tan fuerte que por poco te terminas la mitad de un inhalador, quizás... quizás cuando Lautaro entra en pánico se enfada y dice cosas que no piensa.
—Puede... que tengas razón, pero ¿Qué hago ahora? ¿Le mando un mensaje? ¿Le digo que lo siento?
—No, mil veces no, él se ha enfado, tu hermano mío siempre digno, eres lo suficientemente fuerte como para que andes humillándote por un hombre, que él venga y te pida disculpas.
—Claro, claro —rió Eduardo, Tadeo sonrió, Edu se levantó un poco de la cama y le abrazó a su hermano, Tadeo le regresó el abrazo algo sorprendido y ambos bajaron a cenar cuando Jonathan les llamó.
Mientras tanto al otro día, Marcos le insistía a Lautaro que fuera a una fiesta con él para pasar el mal rato, Lau no había dicho nada de lo sucedido, pero Marcos lo conocía y lo sentía raro.
—Claro —dijo Lautaro sintiéndose vacío —Pero invitaré a Mckay... y a Galia, hace bastante que no salgo con ella.
—¿Con tu ex novia? —dijo Marcos con una voz odiosa.
—Si, nos llevamos bien, le mandaré un mensaje —La chica aceptó de inmediato ya que desde hace mucho que no salía de fiesta con nadie, además Collin ya estaba recuperado de su resfriado y era muy bueno para quedarse con sus abuelos en las noches.
Mckay notó de inmediato las dobles intenciones del otro chico, por lo que aceptó ir a la fiesta solo para ver que tramaba. El moreno conocía a Galia desde el colegio, pasó la mayoría del tiempo en el bar con ella mientras que Marcos se encargaba de aislar a Lautaro de sus amigos y tenerlo solo para él.
—Entonces —le dijo Marcos a Lautaro —tengo una idea para ayudar a tu corazón roto.
—¿Quién dijo que yo...?
—LauLau, te conozco desde hace mucho, no puedes esconderme nada, así que dime... ¿Qué sucede? Libera todo conmigo esta noche —el chico le puso una cerveza frente a él y Lautaro terminó cayendo en la trampa.
—Lo odio —le dijo Galia a Mckay —Y no es que sea una ex novia celosa, quiero que Lautaro esté con alguien... pero ¿Marcos?
—Estoy de acuerdo —dijo Mckay —lleva dos días en la estación de policías y se la pasa pegado como goma de mascar del rubio, ¿Podrías decirme por qué Lau no se da cuenta?
—Es demasiado inocente, pero no dejaré que este ridículo sea el padrastro de mi hijo.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Tienes el número de Eduardo?
—¿Eduardo Bernasconi? Bueno, no, pero supongo que debe estar en los registros de año nuevo, lo llevaron porque su amiga estaba ebria en su camioneta.
—Búscalo, y me lo das, necesito hablar con ese chico.
El siguiente día era laboral, razón más que suficiente para que Lautaro y sus amigos regresaran temprano a sus casas, mientras Marcos caminaba con Lautaro, Eduardo tenía estacionado el Jeep negro de su hermano a cierta distancia de la casa de Lau, suponiendo que el rubio estaba allí.
El pelinegro permanecía en el lugar, esperando que el rubio de alguna forma apareciera, o que Eduardo se animara para bajarse del Jeep e ir a disculparse, cuando estaba por tomar la puerta y abrirla las palabras de Tadeo se escuchaban en su mente y se arrepentía de todo, él no tenía que disculparse, no era su culpa.
—Admite que la pasaste increíble esta noche —Marcos reía y eso llamó la atención de Eduardo.
—Supongo que sí —Edu se asustó y se escondió dentro del Jeep, pidiendo en silencio que Lautaro no lo descubriera mientras caminaba hacia su casa, de todos modos Edu había sido precavido y por eso tomó el Jeep de su hermano, para que Lautaro no reconociera su camioneta en caso de que Edu solo se quedara fuera de su casa viendo el horizonte de forma pensativa; Eduardo imaginó eso siempre creyendo que Lautaro estaría en su casa, no viniendo de algún lugar con un chico que él no conocía —Pero no hablé con Galia y Mckay en toda la noche.
—Pues hablaste conmigo, has sacado todo eso que tenías en tu interior y es lo mejor que podías hacer.
—Vale...
—Lautaro —dijo Marcos —En serio me gustaría volver a salir contigo, pero... solo los dos, sin más compañía —Eduardo acostado en el vehículo miraba confundido y no entendía nada.
—Pero... creí que tú...
—No creas nada, solo... salgamos, este fin de semana ¿Qué haces los viernes?
—Tienes clases conmigo, idiota —susurró Eduardo enojado mientras los chicos pasaban por fuera de su vehículo.
—Supongo que... no sé, nada quizás.
—Vale, veámonos a las nueve, yo te llamo —ambos siguieron caminando pero Eduardo no quiso escuchar nada más, esperó que ambos se alejaran para encender el vehículo para irse a casa, solo estaba perdiendo su tiempo intentando arreglar las cosas con el rubio.