CDU 2 - El legado de Faedra [...

By litmuss

1M 75.6K 6.9K

Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... More

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P1: Capítulo 8

22K 1.7K 112
By litmuss

Asentí con nerviosismo y vi como una de las chicas en el edificio traía una nueva camisa para el elfo, que, sin vergüenza alguna, se la colocó frente a nosotros y recibió también el látigo que esta le ofreció. Me sonrió como si se tratara de la mejor de las cosas que hubiera tenido el placer de ver y con un aplauso, todos volvieron sus miradas a sus respectivos lugares, olvidándose de nosotros.

Los nervios comenzaban a invadir mi cuerpo de forma frenética. No creía necesario entrenar de forma tan violenta. Mis pies quedarían destruidos y consideraba que estábamos llevando las cosas demasiado lejos.

Casi salí huyendo de la estancia, pero, cuando intenté hacerlo, junto al rey apareció Liatris. Su sonrisa fue un reto, desafiándome a escapar como la cobarde que era. Sus largas piernas marcaron, a propósito, el sonido de sus pasos, por lo que no pude evitar que mis manos se convirtieran en puños.

—¿Ha despertado la princesa? —cuestionó levantando sus delgadas cejas, antes de llevar sus manos tras su espalda y hacer una reverencia a su rey y a mí.

Pude haber jadeado por la sorpresa, pero mi orgullo me dijo que ella disfrutaría de mi atónita reacción, así que me contuve.

—Sí, y está aquí para recibir un entrenamiento especial —respondió Castiel, acercándose a mí.

—Espero que la pequeña no sufra lesiones permanentes, no somos suaves, ¿o sí Castiel? —retó y fue imposible que siguiera en silencio.

—Yo también espero no haberte hecho mucho daño en la mañana, ¿tendrá que ver mi acometida con tu ruidosa entrada? —repliqué y vi como Castiel tosía, para no reírse en la cara de la vidente.

Para mi sorpresa, la elfa asintió y, explicando al rey que iría a revisar si tendrían alguna visita, se retiró. Fruncí el ceño sin comprender. No era como si pudiera saber cuándo estaba dispuesta a refutar o solo resignarse, sin embargo, sí fui consciente de que "las visitas" a las que se refría no eran muy gratas.

—Princesa... —llamó mi atención una de las chicas que sostenía los arcos con anterioridad, y cuando mis ojos se encontraron con los suyos, continuó—. Te concederemos entrenar con lo que llevas puesto, pero cuando tu nivel mejore, entonces cambiarás de atuendo a uno que reforzara la agilidad y precisión. Castiel lo escogió para ti.

—¿Cuándo lo elegiste? —cuestioné volviendo mi mirada al elfo, que solo se encogió de hombros como si no tuviera importancia—. ¿Cómo siquiera sabías que aceptaría? —repetí, haciéndolo reír.

—Una chica menuda y pequeña, en apariencia débil, sin ningún motivo para aceptar algo tan absurdo como las pruebas de cada reino, que nunca dijo que no y que solo aceptó su destino como lo correcto, ¿habría dicho que no a otra forma de obtener lo que desea? —sonrió—. Eres extraña, Ilora de Normandia, pero cobarde no es la palabra que te definiría —. Me sonrojé casi de inmediato, recordando lo mucho que quise huir hacía unos minutos.

—Gracias por confiar en mí —agradecí, rompiendo el silencio y volviendo mi vista a la arquera que seguía la escena sin ninguna intención de interrumpirnos—. Supongo que si lo escogió Castiel, será hermoso.

—Me alegra ver que reconoces el buen gusto cuando lo ves.

—Castiel —llamó su atención el rey—. Luego juegas. Ahora, llévala al primer estadio. Mañana vendré por más informes.

—Sí, mi rey —finalizo Castiel al dedicarle una respetuosa reverencia y tomar mi mano con delicadeza para guiarme por la habitación.

Vi al rey ser escoltado por varios de los presentes y cómo toda la sala se inclinaba, mientras pasaban delante de él. Era como si su sola presencia les dijera que era momento de obedecer, por lo que no me sorprendió que todos continuaran sus silenciosos entrenamientos.

—Castiel, aún me siento cansada —me quejé, aunque el verdadero motivo no era ese, tenía más bien que ver con la posibilidad de ser azotada por esas agujas.

Tenía que reconocerlo, el elfo me tenía en un muy buen concepto, porque valiente no era palabra que yo usaría para definirme. Agradecí tener la camisa de Castiel para proteger mi cabello y quité los zapatos de mis pies, al ver que todos permanecían descalzos.

¿Y si cortaba mi cabello? ¿Qué probabilidades tenía de que Eu Sung no me matara o los elfos lo hicieran? Sí, porque había notado el que todos me miraban como si les encantara el hecho que estuviera tan largo. Incluso Cassie podría crucificarme. Bien, no era una opción por ahora, luego vería como solucionarlo.

Fui sacada de mis pensamientos en el momento en que frente a mí se mostró mi primer estadio. Tragué un nudo y puedo jurar que perdí el color de mi piel, aunque no creo que hiciera mucha diferencia. Sentí mis manos temblar, así que lo único que hice lo único inteligente que se me ocurrió, unirlas y tratar de que Castiel no notara mis nervios.

—No es fácil, el secreto es concentración y dominio total de tu cuerpo, ¿sabías que estando nerviosa tu cuerpo se vuelve más pesado? —su pregunta logró dejarme sin palabras, sin duda alguna, él era más consciente de su alrededor de lo que pensaba—. Presta mucha atención Ilora, esos tablones simulan un suelo normal, pero debajo de ellos hay diminutas agujas conectadas por pequeños hilos, un pequeño desnivel y el mecanismo se activará. Debes equilibrar el peso, eso te hará silenciosa en el exterior.

—¡Es imposible! —me quejé, sintiendo las agujas agujerar las plantas de mis pies, sin siquiera haber intentado subir a esa trampa mortal—. El peso del cuerpo hará que el tablón tenga un desnivel. Es casi una locura hacer algo como esto, ¿Quién su sano juicio se torturaría así? —cuestioné, sin percatarme que todos esos "locos" compartían habitación conmigo y parecían no arrepentirse de sus intenciones suicidas.

Podría jurar que vi sonreír a varios, pero que, tan rápido como permitieron una interrupción en su rutina, volvieron a sus trabajos sin omitir palabra alguna o refutar mi comentario.

—No hay imposibles, ¿eres consciente de ello, cierto? ¿Has olvidado que hace más de un mes estabas muerta y hoy no? —iba a replicar, pero su mano me detuvo antes de hacerlo—. Esta tarea no es difícil, solo es cuestión de obtener la ventaja sobre el terreno, Ilora. Te aseguro que Yamato puede hacerlo. Los samuráis y espadachines son entrenados de igual forma, ellos lo hicieron por estrategia, nosotros lo entrenamos por ligereza y silencio, los atributos principales de un elfo. Si quieres tener nuestro respeto, al menos no critiques nuestras técnicas.

—Lo siento —acepté, sabiendo que había sido irrespetuosa, y me permití acariciar el frío suelo, una última vez, con mis pies desnudos.

Avancé hasta la pequeña tarima y me detuve frente a las escaleras de madera oscura que conducían hacia un fino tablón, en donde podía apreciarse una separación de escasos centímetros con la línea de agujas. El instructor, un elfo de largos cabellos negros y ojos azules, me observaba como si quisiera explorar mi mente. Vestido con una túnica blanca, era apreciable la varilla con agujas que utilizaría para azotarme si fracasaba.

—Sube ya, Ilora —musitó Castiel en un tono bajo.

Empecé a resentir a los elfos. ¿Me mandarían allí sin entrenamiento previo? ¿Qué clase de maestros hacían eso? Era tan irreal que no era capaz de procesarlo todo. Era como si en la facultad me hubieran puesto a operar en la primera clase. Aunque podría que admitir, que si hicieran eso, nos evitaríamos muchos años y miles de deserciones luego de ver lo que en realidad era la carrera. Solté todo el aire que no sabía que había estado reteniendo y me obligué a seguir caminando.

Cada escalón que subía era como entregarme sin queja a la guillotina, donde el supervisor era mi ejecutor. Podía sentir el sudor frío recorriendo mi cien, brazos y piernas. ¿Qué diría Chaina si viera lo que estaba a punto de hacer? ¡Oh, Chaina! Tanto estrés y nuevas noticias me habían hecho olvidar a mi mejor amiga, ¿qué tan mal sonaba eso?

—Ilora, concéntrate, hiperventilando solo lograrás hacerlo mal —regañó un impaciente Castiel y abrí los ojos, que no sabía había cerrado, pidiéndole con la mirada un poco de comprensión—. ¿Así te pondrás cuando tengas que ver a tu hermana de nuevo? ¡¿Como una "merde" pálida?! Esa no es la Ilora que quiero proteger.

—Estoy haciendo el intento aquí, ¿sabes? No estoy jugando y esto no es fácil —repliqué cuando su tono de dictador empezaba a molestarme más que asustarme.

—¡Entonces hazlo y aprende! —sus gritos lograron que mis nervios aumentaran. Sabía que ahora no era el protector que había prometido que sería, sino un instructor más, pero ¿no tenía que ser un poco más considerado? Era mi primera vez—. Te llamaré "merde" hasta que lo logres.

—¿Qué es merde? —cuestioné un poco confundida, haciéndome un poco a la idea de a qué podía referirse.

—Lo sabrás con el pasar de los días aquí, ¡comienza!

Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza, ¿sabía mi padre que estaba a punto de sufrir horrores en un entrenamiento élfico? ¿Alhaster podría sentir lo que yo sentiría? Mis manos retiraron el exceso de sudor que bajaba por mi frente y mi mirada se enfocó en el tablón de madera.

Subí el último escalón, el que me separaba de las agujas, y con una gran bocanada de aire, puse mis pies en la pequeña plataforma previa al tablón. Mi corazón latía desbocado y la sensación de ser aporreada por esa vara solo incrementaba mis miedos, pero había dicho que me convertiría en la princesa y debía intentarlo si quería, en algún momento, demostrarle a Lía que no era una impostora. Esperaba que no tuviera que enfrentarla, pero algo me decía que ella no deseaba lo mismo.

Podía sentir la presión en las miradas de todos los presentes, por lo que solo me enfoqué en mirar dónde pisaría. Levanté otra vez mi pie derecho, esta vez sobre el tablón, e intenté escuchar algo al pisar, sin embargo, no sucedió nada. Sonreí al dar mi primer paso y apreté los labios cuando, confiada, llevé mi pie izquierdo adelante y se escuchó un fino pero ruidoso crujido. Similar al de un cabello siendo tensado. Había fallado.

—De ahora en adelante no hablarás más, Ilora —murmuró Castiel al bajar un poco la mirada y apartarla de mí vista, cuando mi rostro asustado le pidió que evitara que me golpearan.

No lo hizo, por supuesto, y vi como el instructor elevó la varilla para señalar mi pie izquierdo. Asentí con miedo y tragando un nudo, lo puse en punta para dejar expuesta la planta. No tuve tiempo a reaccionar, pues recibí sin piedad el primer azote.

Mordí mi labio, sintiendo el sabor metálico de la sangre. Las agujas ingresaban y salían por la planta de mi pies como enormes piquetes de abejas, pero era más doloroso. Fueron tres, tres fuertes golpes, por los que casi caigo al suelo, perdiendo el equilibrio. Llevé mis manos a mi boca y apreté los labios, evitando que mis gritos de dolor se dejaran escuchar. Había sido más fuerte de lo que creí. La sangre salía, humedeciendo mi piel, pero no me sentía en condiciones de volver a poner el pie en el suelo, como se supone que debía hacer.

—Continua —incitó Castiel en un tono serio, sin dirigirme la mirada.

Mis ojos amenazaban con permitir a las lágrimas escapar y sentía la planta del pie demasiada adolorida como para poder apoyarla.

—Avanza, no lo repetiré dos veces —amenazó una última vez y vi como el instructor movía su pie ansioso. Parecía deseoso de que cometiera un error y eso solo hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

Castiel pareció notarlo, pues con una sola indicación, el elfo se levantó y le cedió su lugar. ¿Se suponía que ahora él me golpearía? Era la situación más enferma que había visto, pues, por extraño que pareciera, prefería que él fuera quién me golpeara. Al menos él no lo disfrutaría. O eso era lo quería creer.

Tragando saliva, coloqué mi pie en su lugar y di otro paso con mi pie derecho, escuchando otra vez el sonido que tanto odiaría. Castiel volvió a brindarme azotes en la planta del pie, esta vez el izquierdo. La sangre salpicaba todos los alrededores y podía sentir como comenzaba a flaquear. Quería correr y escapar de ese lugar, refugiarme en las alas de Alhaster y sentir el consuelo por parte de Brennan. Que Cassie me dijera lo idiota que sonaba y que Haliee me diera alguno de sus brebajes. Quizás que papá me abrazara.

—Enfoca tu mente, no pienses en donde pisaras, piensa en el tu objetivo final —regañó Castiel al ver como daba otro paso y una vez más producía el sonido—. ¡Ilora, esfuérzate!

Los golpes venían paso tras paso y el tablón comenzaba a verse más rojo que caoba. Las agujas ingresaban y salían por los orificios ya producidos y mis lágrimas bajaban por mis mejillas en un silencioso llanto, ¿Cómo podría lograrlo si no era una elfa? Todo era erróneo y hasta la misma vara de agujas ahora dejaba ver cómo mi sangre bajaba en grandes cantidades.

—Castiel...detente —supliqué al quinceavo paso, no sentía los pies y mucho menos mi cuerpo—. Por favor.

—Continúa... te detendrás cuando yo lo diga.

Y sin piedad, seguí entrenando por horas con elasesino en el que Castiel se había convertido. Horas que me resultaron eternas,sin llorar a gritos y sin quejarme. Todos mis pasos seguían siendo erróneos ycastigados con azotes. Sentía lo mismo que sentiría si me hubiera cortadovarias veces con un afilado cuchillo, pero multiplicado por cinco, y esaestimación era apenas de mis primeras horas en aquel dantesco lugar...

Continue Reading

You'll Also Like

4.6K 366 16
Existen muchas historias de princesas. Muchas encerradas en torres, otras viviendo con su madrastra o algunas que tuvieron que huir al bosque a vivi...
1.7K 961 25
Audrey Green, chica londinense, con un futuro prometedor por delante en la universidad de sus sueños, pero que para poder lograrlo, necesita salir de...
1.5M 205K 82
«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes...
172K 23.1K 93
Un mundo fragmentado por una ancestral guerra. Un príncipe perdido. Y una huérfana que busca respuestas sobre su pasado. Mag Mell ha estado marcada d...