P1: Capítulo 18

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—Te digo que no, Cassie —susurré enojada, al escuchar la idea del hada acerca de visitar a Liatris.

Acabábamos de salir del bautizo de Madelen como hija de los reyes, un ritual que no era muy diferente a los que realizábamos en la tierra, pero sin duda alguna más hermoso y concurrido. Aunque lo último podría deberse a que no todos los días se recibía un nuevo miembro en la familia real.

El centro de la verdad era tan hermoso como lo había imaginado. Eran las instalaciones del obispado y demás entidades religiosas, dividido en dos grandes estructuras de color perla, cuyo alto competía con las montañas. La estructura este, utilizada para las ceremonias matrimoniales, bautizos y plegarías a Shara, estaba formada por enormes ventanales coloridos, pisos de piedra pulida y paredes talladas en su totalidad con imágenes religiosas. La estructura oeste, a pesar de mantener el exterior perlado y lleno de luz como la anterior, poseía un interior oscuro, pintado con matices verdosos y suelos de madera, que daba lugar a las sesiones espiritistas con la naturaleza. Los elfos videntes eran los moradores de la última estancia y solo me permitieron verlo porque la mismísima Yunna me guio en su interior.

—Yo creo que Cassie tiene la razón —comentó Haliee, al ver que no planeaba seguir la plática—. Y no es que confíe en ella, pero lo hago en la reina y el que sean hermanas cambia las cosas.

—No te cae bien Lía y yo sí —repliqué, mirando a ambas con incredulidad—. Miren, está bien que puede que no sea mala. Después de todo, fue buena con el rey e incluso, más que torturarme, me mostró algo que debía ver, pero ¿lo demás? ¿Cuántas veces me asustó? ¿Cuántas se burló de mí falta de capacidad?

—Hasta yo lo he hecho, Ilora —bufo Cassie.

—¡No es lo mismo! —repliqué.

Empezaban a molestarme. Ni siquiera sabía porque les conté todo. No me detuve a pensar si el rey quería que revelara sus secretos, pero lo importante era que las chicas lo estaban usando en mi contra.

—Sí lo es, pero eres tan terca que no puedes admitirlo —siseó Cassie y, antes de que pudiera detenerla, se fue.

—¿Por qué nos deja?

—No puedo imaginarlo, Ilora —ironizó Haliee y también se alejó.

¿Por qué solo no pueden entenderme? Volví mi mirada al cielo estrellado y sonreí para mí misma al notar que solo en Umbrarum había disfrutado de una vista como esa. En la tierra, siendo habitante de una ciudad, ese era un privilegio.

Caminé hasta una de las bancas de la plaza y tomé asiento, esperando que en algún momento Alhaster, Piwi, Brennan, Haru o mi padrino aparecieran, pero entonces recordé el banquete ofrecido en el palacio y tuve que olvidar mis esperanzas. Eso sin contar que los dragones parecían tener sus propios secretos y yo no parecía ser incluida en ellos.

Estuve a punto de irme a la posada sola, cuando vi que varios de los habitantes se reunían cerca de mí.

—El rey se aproxima —informó Alhaster, asustándome. Ni siquiera había sido consciente de su aparición.

—¿Has estado practicando en la estación del silencio a mis espaldas? —pregunté riendo, y acaricié su hocico cuando lo inclinó para rozar mi brazo izquierdo.

—O tal vez hemos estado mucho tiempo apartados y me has olvidado —era una broma, lo sabía, pero podía sentir algo de nostalgia en las palabras de Alhaster.

Era cierto, habíamos pasado los últimos días bastante lejos el uno al otro, pero aún era consciente de él y hasta de cómo su respiración se acompasaba a la mía.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora