P2: Capítulo 34

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La ventana de mi habitación lucía empañada, la neblina que se extendía por toda la tribu era atravesada por un débil sol mañanero. Era uno de esos días en que, a pesar de que el sol esté en lo alto del cielo, este no emite calor. Siempre me habían agradado esos días, cuando te ves obligado a vestirte de forma abrigada, pero aun así, el sol resplandece sobre ti.

Será un buen día, me dije, observando el exterior mediante una pequeña zona del vidrio que acababa de limpiar.

Sin perder más tiempo puse un pie en el suelo y bostecé, estirándome. Al dirigir mi mirada al suelo, un fugaz —y algo absurdo— pensamiento pasó por mi cabeza: Me levanté con el pie izquierdo. En efecto, mi pie izquierdo había tocado el suelo antes que el derecho, ¿pero por qué me fijaba? Nunca fui supersticiosa.

Olvidándolo, me levanté a darme un baño. Como siempre, el sentir el agua cayendo sobre mi cabeza me relajaba, y siempre había considerado los baños como una buena instancia para pensar. Esa vez pensé en Lu, en Faedra y en Alyos.

Lo curioso fue notar que todos ellos habían querido ayudarme de alguna manera. Por un lado, Lu fue severa, me humilló e intento tirar mi autoestima por el suelo, pero a fin de cuentas, ¿hubiera funcionado si ella no me hubiera humillado? A pesar de todo, entendía por qué lo había hecho.

Después estaban Faedra y Alyos, quienes de cierta forma eran mis "tutores" en el arte del manejo de hechizos, un arte que estaba lejos de aprender a manejar. Faedra era gentil, aunque honesta al informarme de mis errores e imprudencias. Pero Alyos, ¿qué podía decir de él? En su carta me demostró que la única razón que tuvo, para el envío de la misiva, fue que si yo moría, frustraría sus planes.

¿Él se preocupaba por mí? ¿O era un ególatra centrado en sus intereses personales? ¿Quién era en realidad el príncipe? ¿Con qué clase de persona me iba a casar?

Salí de la improvisada bañera sin encontrar respuesta a ninguna de esas preguntas. Al parecer, si no cometía ninguna otra estupidez en mis entrenamientos con magia, solo conocería a Alyos cuando estuviera caminando hacia el altar.

Estaba claro que, a pesar de estarme casando con otra persona, en ese momento estaría pensando en Alhaster. Recordé como el otro día le insinué que nos casaríamos, y él me trajo de vuelta a la realidad, diciéndome que mi boda sería con Alyos. Me dolió escucharlo.

De cierta forma, a pesar de ya tuviera claro cuál era mi destino en Umbrarum, mi voluntad de un destino junto a mi dragón permanecía intacta, a pesar de que Lordania se opusiera. Aunque le dije que no importaba nuestro final, en tanto viviéramos una bonita historia juntos, la verdad es siempre desearía vivir a su lado.

No quería casarme con el príncipe, y luego de las palabras que mi protector me había dicho durante la luna menguante, mis sentimientos se habían revuelto como llama frente al viento, avivándose. Había comenzado a darme cuenta de la irremediable verdad. Estaba enamorada de Alhaster.

Mientras salía del baño, ya vestida, la puerta de mi habitación se abrió. Dejé mis reflexiones amorosas a un lado apenas vi a Lu en el umbral. A pesar de que ya no me trataba de manera hostil, seguía teniéndole un receloso respeto.

—Buenos días, Lu —saludé, secando mi cabello con una toalla.

—Hola, Ilora —saludó en respuesta, aún no me acostumbraba a su trato gentil— Me alegro de que ya estés vestida, hoy entrenarás con nosotros.

—Bien. ¿Y qué voy a entrenar?

—En su mayoría, tácticas de lucha cuerpo a cuerpo. Tenemos puestos de arquería también, pero si no me equivoco los elfos ya te entrenaron en eso, ¿no?

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora