CDU 2 - El legado de Faedra [...

By litmuss

1M 75.6K 6.9K

Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... More

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 2
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P1: Capítulo 7

27K 1.8K 185
By litmuss

No sé cuántas veces quise despertarme y salir corriendo; el dolor que crecía en mi pecho era tan fuerte que aún —sumergida en lo más profundo del agotamiento físico y mental— podía sentir como miles de agujas me atravesaban el cuerpo. Muchas veces sentí como alguien me acogía contra su cálido cuerpo, y otras como el silencio se encargaba de llevarme consigo a través del viento. Sin embargo, no tenía las fuerzas para abrir los ojos y averiguar de quienes se trataba.

—¿Aún no despierta? —indagó una voz tan masculina que no pude reconocer. Sentía mi cuerpo pedir consuelo y mis pensamientos solo clamar un nombre: Alhaster.

Había sido muy real, en verdad creí que lo había dejado morir, pero solo era un juego. Liatris había probado que era débil, había visto, incluso antes de que yo lo reconociera, lo mucho que necesitaba al dragón y lo usó para hacerme daño. Era una maldita, solo esperaba que mi extraño despliegue de poder le hubiera hecho el daño suficiente.

—Va a anochecer, es mejor que duerma en una cama, Alhaster, entrégamela —intervino la voz de mi padre, ganándose un fuerte gruñido que me hizo estremecer, ¿era mi dragón? —. ¡Soy su padre! Maldita lagartija, tengo más autoridad que tú en todo esto. ¿Crees que eres el único que sufrió al ver todo? Estar de pie mirando a mi hija retorcerse del dolor sin tener idea de lo que le ocurre, no es algo grato.

—Yo la llevaré, Yamato —informó la primera voz, su tono me era familiar, ¿podría ser Castiel? Pero él jamás se había expresado con tanta seriedad—. Ustedes sigan discutiendo sobre la importancia de ser padre y protector —Y en ese momento me retracté, era el elfo sarcástico de siempre.

Quería despertar, deseaba gritar y soltar todo lo que estaba albergando, necesitaba encontrarme con Alhaster y comprobar por mí misma que estaba vivo, que todo era una ilusión. Sin embargo, mis fuerzas estaban ausentes y, a pesar de mis deseos de hablar y moverme, solo podía permanecer inmóvil, escuchando todo a mí alrededor

—Nadie se la llevará —gruñó Alhaster enojado—. ¿Y qué si eres el padre, Yamato? Sabes que protegerla también es mi trabajo, y es a mí a quien llamó cuando despertó.

Los sonidos volvieron a disiparse y fui atrapada en un oscuro abismo.

***

Una fuerte y helada brisa logró estremecer mi cuerpo, haciéndome abrir los ojos. Todo era oscuro, salvo por borrosos puntos blancos que tintineaban, mientras mi dolor de cabeza se acentuaba a medida que mis ojos intentaban abrirse.

—Alhaster —llamé con desesperación sin poder moverme. Mis ojos poco a poco comenzaban a definir las siluetas y pude apreciar el oscuro cielo negro con hermosas estrellas que tintineaban de forma armoniosa, ¿estaba durmiendo al aire libre? —. Alhaster, ¿dónde estás? Tengo que...

—Has despertado —casi pude sentir la felicidad en su tono, era como el viento más pacífico surcando los pinos de una montaña, ¿cómo negar cuánto amaba escuchar su voz? — ¿Cómo te sientes?

—¿Cómo debería sentirme después de eso? — rezongué en un tono bajo. Con esfuerzo logré girar mi cuerpo hacia la izquierda, descubriendo que me encontraba recostada sobre una de las patas de Alhaster, su enorme ala derecha cubría mi cuerpo y su cabeza estaba junto a la mía, observando mis ojos con detenimiento—. Estás vivo, Alhaster —sonreí aliviada, encogiéndome un poco más para estar más cerca de su cuerpo.

—La prueba fue horrenda, Ilora. Tuve que controlarme demasiado para no matar a esa estúpida manipuladora —aunque los dragones no tuvieran tantos movimientos faciales como los humanos, podía sentir su odio y molestia en cada palabra dicha—. Juré por mi vida protegerte... pero no pude hacerlo, otra vez. Perdóname, princesa.

—No podías, era una prueba... —dije mientras mi tono de voz se quebraba, pensando lo peor—. Espera, ¿cómo sabes que fue horrible? ¿No se supone que solo estuvo en mi mente?

—Claro que estuvo en tu mente, pero no es difícil adivinar lo horrible que fue cuando te vimos retorcerte de dolor en el suelo—aclaró con tristeza, haciéndome soltar un suspiro de alivio—. Tampoco me es difícil imaginar lo que viste, considerando que gritaste mi nombre y pareces feliz de verme con vida.

—Siento que hayan tenido que ver ese espectáculo —murmuré con tristeza, pensando en si debería compartir lo que había visto. Me di cuenta de que en realidad, aquella visión me había recordado que la vida era muy corta para evitar conversaciones tan importantes—. Yo... tuve que dejarte morir, Alhaster. Y aunque estés aquí no sabes cómo lo siento... quise morir contigo, pero sabía que no era lo correcto y yo...

—No tienes que explicar nada, sé que solo era un truco. Te entiendo.

—Sí, solo fue eso... —susurré, a la vez que los recuerdos de su muerte regresaban a mí, y trataba de abstenerme de pensar que, un día, esa situación podría no ser ficticia.

—No llores —pidió, sorprendiéndome. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando, por lo que solo limpié mis mejillas y sonreí para mostrarle que estaba bien. Que podía seguir, a pesar de todo el miedo que me consumía y la rabia y frustración que necesitaba liberar. ¿Cómo había sido capaz de dejarlo morir? Aun podía sentir en mi mano la sensación de dejarlo caer a su suerte—. No te sientas culpable por hacer lo correcto, ¿sí?

—¿Por qué se siente tan mal si es lo correcto? Me duele haberlo hecho... ¿Y me estás diciendo que de verdad no te molesta ni un poco que te haya dejado morir?

—No lo hiciste, y no, no me molesta nada. Tú elegiste la mejor opción y esa era salvarte, no podíamos morir juntos. Eso habría sido patético —bromeó, pero yo no reí.

—¿De haber sido al contrario me habrías soltado? —cuestioné en voz baja—. Si tú hubieras estado en mi lugar, ¿hubieras elegido salvarte?

—Te explicaré algo, Ilora. Los dragones somos protectores. Nosotros no elegimos serlo, nacemos siéndolo. Desconozco las razones por las que estamos ligados con los hechiceros, pero comprendo que de elegir una vida, siempre serán las suyas primero —iba a hablar, pero él continuó—. Somos entrenados para ello, para ser todo lo que nuestro protegido o protegida necesite. Si estuviera en tu situación te salvaría a costa de mi propia vida, por ello no me cuesta comprender el que eligieras vivir. Habría sido equivocado morir juntos, porque entonces significaría que yo no cumplí mi misión.

—Entonces solo soy tu deber —lo interpelé, apretando mis labios. Sus palabras habían sido sinceras, pero no era lo que yo quería escuchar.

—Sí, Ilora, eres mi deber —reconoció y sentí como si un balde de agua cayera de lleno sobre mi cabeza—. Pero debo reconocer que, en este momento, no estoy siguiendo ningún código. La única y verdadera razón por la que haría todo por ti, es porque así lo quiero, te seguiría a donde fueras sin dudarlo y nada tendría que ver con mi entrenamiento, porque ahora no estoy siguiendo a la razón, sino a mi corazón. Nada ni nadie nos separará, a menos que tú lo desees.

—¿Lo prometes? —cuestioné, sintiendo a mis ojos aguarse. Había sido lo más hermoso que me habían dicho en toda mi vida.

—Te juro, por el honor de los dragones, que así será. Al menos mientras tú quieras que así sea.

Ni siquiera respondí a eso, ya que sonaba imposible, así que solo rodeé mi cuerpo con mis brazos y me recosté más en su cuerpo. Por supuesto que no haría nada para alejarlo. Pareció entender mi silencio, pues elevando un poco su cabeza, juntó su hocico contra mis mejillas, haciéndome sonreír ante el gesto.

—Ilora... me preguntaba si... lo que me dijiste mientras dormía ¿Es cierto? —cuestionó cuando cerré mis ojos, permitiéndome un poco de paz.

—Pues...

Recordé cómo lo había dicho todo, mi corazón abriéndose de par en par ante la majestuosa bestia, que me brindaba consuelo con el roce de sus escamas contra mi piel.

—¿Será que tengo que estar en peligro de muerte para que me confieses todo lo que sientes? Ilora, que extrema eres —bromeó, haciéndome reír, pero me negué a hablar, así que él solo continuó—. Pensaba decírtelo en mi forma humana, mirándote a los ojos y tomando tus manos... pero creo que es mejor ahora para calmar tus dudas. Mis sentimientos por ti han cambiado, Ilora. Aún no sé cómo explicarlo, pero nunca sentí esto por nadie más, y es por eso que no permitiré que nadie nos separe.

Mis ojos se abrieron como platos ante su declaración. ¿Era correcto lo que había escuchado? Mi corazón latía desbocado por la cálida sensación de sentirme correspondida, mis manos se aferraron a mis costados, en un vano intento de controlar la emoción, y mis labios... ellos solo deseaban los de Alhaster. Estaba enloqueciendo. No había sido el mejor lugar ni la mejor forma, pero me sentí fuera de mí, queriendo lanzarme sobre él.

—Como desearía que fueras humano en este momento, Alhaster —confesé solo para él, ganándome una risita de su parte—. Estaba tan preocupada de que no sintieras lo mismo, y que solo fuera yo imaginando cosas... ¿Por qué no me lo dijiste?

—Es simple, quizás no sería correspondido o extrañabas a alguien de la Tierra y solo me vieses como a alguien que pudieses buscar cuando las cosas estuviesen mal —dijo con un toque de dolor en las últimas palabras—. Ilora, espera a que vuelva a ser humano y te lo diré de forma apropiada, ¿está bien?

—Eres un estúpido dragón sentimental, no importa si eres un humano o no, mis sentimientos por ti son los mismos. Aunque esto sea un poco raro, debo reconocerlo.

—Entonces lo repetiré...

—Ha despertado la llorona —interrumpió un alegre Castiel, que caminaba hacia nosotros desde la posada. ¿Cómo no me había dado cuenta de que estábamos ahí? Mis manos solo se deslizaron por mi cuerpo y cayeron sobre el pasto—. ¿Todo bien?

—Sí —acepté, sintiendo la sangre subir a mis mejillas. Esperaba que el elfo no hubiera escuchado nada. Aunque bueno, tampoco es que fuéramos muy buenos ocultándolo—. ¿Qué ocurre, Castiel?

—Pensaba que necesitarías despejar la mente después de todo lo sucedido —aclaró, acercándose más a nosotros—. Quiero mostrarte algo.

No lo había notado hasta ahora, pero bajo la luz de la luna sus hermosos cabellos relucían como piedras preciosas, resaltando sus delineados ojos y su piel perlada se veía todavía más pulcra. Vestía unos pantalones chocolate ajustados a sus esculpidas piernas y una camisa holgada blanca de mangas largas.

—Alhaster, la llevaré a ver los entrenamientos de los elfos... te la traeré con vida, si es lo que te preocupa —sonrió al caminar hacia mí y tender su mano para ayudarme a levantarme. Mi mirada se desvió a su rostro con cierto recelo—. Me las he lavado con todas las sales existentes en este reino, no tienen ni una sola pisca de suciedad, ¿quieres comprobar?

—No, no importa —sacudí mi cabeza y la tomé, sintiendo como me halaba con una fuerza moderada—. Alhaster, regreso en un momento.

—Más te vale cuidarla bien, elfo presumido —amenazó al elevar su enorme cuello. Estaba segura de que si las miradas mataran, Castiel ya estaría en el suelo—. Hazlo estallar al primer indicio de algo, Ilora.

—Está bien —asentí entre risas. No había nada mejor para animarse, que un dragón celoso.

Seguí al elfo en silencio, era extraño estar a solas con él, sin embargo, no era una situación molesta, sino más bien diferente. ¿Por qué querría pasear tan avanzada la noche? El frío perforaba mi piel y el aire parecía luchar con mi cabello. Era un cambio drástico de temperatura, que no había notado al estar en el ala de mi dragón, por lo que tuve que abrazarme a mí misma, ganándome un suspiro de su parte.

—Toma... —dijo al quitarse su camisa con ambas manos, dejando al descubierto lo que todos llamarían un cuerpo perfecto. Sus pectorales estaban bien definidos, podía hasta contar cada abdominal que se marcaba en ellos. No sabía si estaba babeando o no, pero mi pregunta seguía existiendo, ¿por qué eran tan guapos? —. Lamento no traerte algo más cálido, los elfos estamos acostumbrados a este clima —dijo, interrumpiendo mis pensamientos.

—Pu-pues...

—Ah —sonrió al detenerse en frente de mí, sus ojos mostraban un brillo tan suave que no pude evitar petrificarme ante ellos—. ¿Caíste bajo el encanto élfico? No te preocupes, princesa, yo seré tu fiel protector hoy.

—Solo sigamos caminando —murmuré al colocarme su camisa, dejando mi cabello dentro para que no me molestara el resto del camino. El aroma que despedía tan delicada prenda era suave, como la esencia de las gardenias en un día de campo. Castiel podía ser peor que Alhaster y Brennan si se lo propusiera.

Dirigí mí vista a los alrededores, buscando una señal que me dijera donde estábamos, sin embargo, no había nada. Empezaba a preocuparme que las tiendas, que antes había visto, ya no estaban en su lugar, o al menos no de la misma forma que en el día, por lo que tuve que preguntarle a mi compañero a donde nos dirigíamos.

—¿Te has preguntado por qué no podíamos sentir la presencia de los elfos caídos? O también, ¿por qué mis pasos no se escuchan? —Sus preguntas hicieron que prestara más atención, por lo que fruncí el ceño al notar que el único ruido presente eran mis pisadas sobre las pequeñas rocas del camino—. Los elfos entrenamos en las noches, en donde el silencio juega a favor de nosotros. Enfócate y verás que no se escucha ningún sonido en esta ciudad, ni el de los animales deambulando por las calles.

—¿Puedo saber por qué?

—Hacemos todo el ruido necesario durante el día, pero cuando el sol cae, somos un pueblo muerto. El silencio nos pertenece, es siempre una gran ventaja.

Costaba creerlo, pero era cierto. Aparte de mis pisadas, que ya me resultaban en extremo ruidosas —a pesar de hacer un esfuerzo por ser silenciosa—, el lugar parecía desierto. Solo panteras caminaban junto a guardias como fantasmas, los cuales noté gracias a que Castiel me los mostró. Las luces de hermosos faroles iluminaban el sendero que nos conducía a la cima de una montaña.

Decidí no volver a preguntar y solo concentré mi atención en mis pisadas y todo el ruido que generaban. Era complicado, pues con cada intento que hacía de ser más cautelosa, solo hacía más bullicio. Incluso perdí el equilibrio varias veces y Castiel casi tuvo que amenazarme con llevarme cargada para hacer menos escándalo. Era divertido hacerlo rabiar, pero fue mejor cuando tuve que huir para que no me presentara a sus amigos felinos.

—¿Le temes a unos tigres y no a un dragón de diez veces tu tamaño? —cuestionó al alcanzarme, enarcando una ceja.

—Los tigres no me hablan, el dragón sí —repliqué, caminando de espaldas para no dejar de mirarlo.

—¿Sabes que la voz no es la única forma de comunicarse, Ilora? —cuestionó, acercándose y, sosteniendo mis hombros, me giró hacía el otro lado, dándole la espalda—. Mira al frente, no quiero que te mueras antes de que veas lo que quiero enseñarte.

—¿Se supone que debo agradecerte? —me burlé y me adelanté un poco, liberándome de su agarre. Ya estábamos lejos del pueblo, así que esperaba que mis gritos no molestaran a nadie.

—Sí, deberías —reconoció y se colocó a mi lado—. A lo que iba es que los olores, las miradas, el gusto y el tacto —tomó mi mano, guiándome por un camino empedrado y bien definido—, también pueden decirte muchas cosas. Los animales expresan mejor su cariño que los humanos y son fieles, ¿no es eso el sueño de toda chica?

—No solo esperamos eso, también queremos que nos protejan, que nos recuerden lo que sienten, que nos den algo de pelea —reí—. No sé, Castiel. Tal vez tengas razón, quizás me gusten las mascotas, pero no sé si ellas deban implicar animales salvajes.

—Estás en una tierra salvaje, es hora de que aprendas a vivir con ello, ¿no crees? —se giró un poco y me ofreció una sonrisa, antes de señalar, tras él, un recinto cuya edificación me recordaba a los enormes museos de la Tierra.

—Es hermoso... —reconocí, soltando su mano y casi corriendo para apreciar mejor la estructura.

Todo era de mármol, reluciente bajo la luz de los postes. La cristalería de los ventanales se parecía a la de una iglesia, e ilustraba a elfos guerreros librando sangrientas batallas a través de intricados y elegantes vitrales. En definitiva, ellos se llevarían el premio de la vanidad, de haber uno.

—Es el centro de alto entrenamiento para los elfos —anunció al tomarme del brazo como una princesa y darme su engatusadora mirada—. Se dice que, una vez que entras, o sales victorioso o mueres en el intento. El rey está dentro, revisando los métodos de entrenamiento y me ha pedido que te lleve ante él.

—Entonces no querías pasear conmigo —musité decepcionada de que todo fuera solo un plan para citarme con su rey, por lo que me gané una sonrisa bromista de su parte.

—No te sientas menos importante, princesa —comentó al posar una mano en mi mentón, mirándome con atención—. Tu belleza cautivaría a cualquier elfo, es un honor pasear junto a ti, Ilora de Normandia.

—¿Le dices eso a todos o es una táctica al azar para ver si alguien cae?

Castiel rio fuerte y, girando sobre sus talones, me guio hasta la entrada, donde dos enormes elfos de tez aceitunada nos dieron la bienvenida. Empujaron las enormes puertas del recinto para nosotros, dejándonos ver una pequeña recepción en la que el lujo era casi enceguecedor. Las paredes y el suelo eran de madera, con hermosos jarrones adornados de hermosas flores silvestres. Atendiendo, estaba una hermosa elfa de tez perlada, que nos observó con una sonrisa suave. Sus hermosos ojos azules hacían juego con sus largos cabellos castaños y un hermoso vestido de seda blanco que rozaba sus tobillos.

—Vengo por el rey —habló Castiel, en un tono tan bajo que me resulto casi inaudible.

La chica solo asintió, sin musitar palabra, e indicó con su mano la puerta hacia su derecha. Quedé con el interrogante de si ella era muda, o había sido intencional el no proferir palabras.

Siendo guiada del brazo por Castiel, aquella puerta se abrió de par en par, como en la posada, ofreciéndome un silencio sepulcral. Era una habitación de forma hexagonal, un estadio por cada punta, comenzando por una pequeña tarima, de angostos tramos de madera, en donde los elfos caminaban con los ojos vendados.

—¿Qué ocurre si fallas? —susurré sin entender el objetivo de ese entrenamiento.

Al menos así fue, hasta que vi una pequeña niña —de unos once años— subir dos escalones, para comenzar a dar pasos precavidos. Su postura me recordaba a la de un felino acechando a su presa, lenta y sutil. Sin embargo, el sonido de un cabello, siendo tensado, logró hacerle palidecer y el instructor que la miraba se levantó de su taburete de madera, dándole una mirada severa.

La niña bajó la mirada y sus enormes orejas puntiagudas descendieron a los lados. Hasta ese momento me percaté que sus pies descalzos llevaban marcas y pequeños hilillos de sangre descendían de ellas. Temblaba como un papel y su entrenador, sin decirle una palabra, señaló el pie con el que había fallado. Ella solo asintió y recibió tres fuertes azotes.

Pensé que lloraría, pero la elfa soportó todo en silencio, mientras por sus piernas pequeños orificios dejaban escapar hilillos de sangre. La planta de sus pies estaba destrozada y aun así continuó su camino sin chistar. Estaba impactada, ¿qué clase de entrenador podría llegar a ser tan inhumano? Mi mirada se posó en Castiel, quien solo sonreía viendo mi estupefacta mirada.

—Esto es... —fui silenciada con su dedo índice en mis labios mientras su rostro se aceraba al mío.

—Luego llegaremos a un lugar en donde solo estaremos tú y yo, ahí me dirás lo que quieras, pero por ahora guarda silencio.

Avanzando, observé que, en el segundo estadio, dos elfos caminaban sobre enormes clavos conectados por hilos y el entrenador tenía en sus manos un látigo con espinas en vez de bastones, todo parecía indicar que empeoraba en cada fase.

—Mi rey —dijo Castiel al detenernos en el centro de aquella exótica habitación. El rey, como era de esperarse, vestía con una azulada túnica cargada en lujosas piedras preciosas—. Aquí le he traído a la princesa, recién despertó.

—Me alegro de verlos, los estaba esperando —anunció al tiempo que ambos realizábamos una reverencia de respeto—. No hagan formalidades en este momento. Ilora, ¿cómo te sientes?

—Bien —respondí con una falsa sonrisa, ¿cómo debería sentirme después de que me exhibiera frente a tantas personas? Ni siquiera me disculparía por destruir su pedestal—. Me han dicho que quería verme, ¿puedo tomarme el atrevimiento de preguntar la razón?

—Claro, has demostrado que puedes sacrificar lo que más amas por el éxito de tu futuro, Ilora. Mi reino está orgulloso de tenerte aquí con nosotros y por ello queremos hacerte un regalo —dicho eso, llevó su mano hacia el frente, observando como hermosas elfas se mantenían de pies con una flecha tendida en sus arcos, tenía que admitir que era una postura en extremo elegante—. ¿Te atrae la arquería?

—Yo...

Ni siquiera sabía que decir. Desde pequeña ansiaba ser una arquera, portar un elegante vestido y ser una heroína. Era un sueño que había tenido desde que había visto a Eu Sung usarlo en el jardín de la casa. Me había hecho prometer no decirle a papá, pero yo no quería olvidarlo y, al parecer, ella tampoco quiso que lo olvidara.

—Queremos aportar algo para la princesa, por lo que te entrenaremos como a un elfo, dominarás el silencio y la puntería, más no aseguro que esto sea fácil, siendo la futura reina de Normandia, te entrenaremos más fuerte. Además, por supuesto, que asumo que no tendremos más de una semana para hacerlo.

—Muchas gracias —contesté, sabiendo que no sería fácil, pero que era algo que no estaría de más.

—Castiel te ayudará también, recogerá excremento por las mañanas y será tu ayudante por las noches —declaró al dar una sola palmada, ganándose la atención de los practicantes junto con los supervisores y entrenadores—. La princesa Ilora de Normandia comenzará a entrenar desde este momento, es nuestra esperanza por lo que les pido pongan todo su empeño en ella, ¿entendieron?

Los demás respondieron con un simple sí al unísono y volvieron a su rutina normal. ¿De verdad debía entrenar de inmediato? Estaba segura de que ellos no conocían la importancia de un descanso. Castiel posó sus manos encima de mis hombros para brindarme ánimos y solo pude sonreír, tragando un nudo. Empezaba a arrepentirme.

—Yo te cuidaré, Ilora —susurró al acercar sus labios a mi oído derecho—. Sangrarás mucho, pero mientras no llores no sufrirás lo peor. Ilora, puede que sientas presión, pero con tal de que seas fuerte, yo me convertiré en tu peor pesadilla, ¿entiendes?

—Castiel...

—Esto es el comienzo Ilora, recuerda que "la severidad hace triunfadores; la piedad, perdedores". 

Continue Reading

You'll Also Like

4.5K 337 9
Ok, nose como será recibida esta historia pero solo quiero aclarar una cosa muy importante, esta historia originalmente no es mía le pertenece a Jazz...
4.8M 242K 40
14/2/21 Un nuevo verano ha comenzado, Clary Black una chica ordinaria de dieciocho años se decide a buscar un empleo. El trabajo perfecto llega a la...
30.9K 3.1K 31
[Terminada] (sin editar) Rebeca cree estar enamorada de Leo; Justo como creyó estar enamorada hace dos años, pero esta vez es diferente, o al menos e...
1.7K 961 25
Audrey Green, chica londinense, con un futuro prometedor por delante en la universidad de sus sueños, pero que para poder lograrlo, necesita salir de...