Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

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BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ

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By aoi_sky

Aisa

Ha pasado un mes desde la última vez que vi a As, y no estoy segura de cómo he sobrevivido. He tenido algunos ataques de ansiedad y he deseado escapar en más de una ocasión, pero cada que recuerdo a Ágata llorando por mí, me detengo.

Todas las noches dejo la ventana sin seguro esperando que As venga, pero esa no es la clase de cosas que él haría. Soy yo la que está desesperada por encontrar en él algo que me diga que le importo, aunque sea un poco.

Como han pasado varias semanas desde el ultimo asesinato, muchos especulan que finalmente ha abandonado la ciudad; eso me alegraría si fuera el caso del impostor, pero no si se trata de As. También he pensado que tal vez logró dar con él y lo mató, de ahí que no haya más asesinatos; eso también me gustaría, pero, en caso de ser así, As ya no tendría nada que hacer aquí. Si se ha marchado, la oportunidad de volver a vernos es nula.

He regresado al instituto.

No me gusta; todos me miran raro, ya que me creían muerta. Algunos más cuchichean cosas como que soy ave de mal agüero. Eso no solo me ofende, también duele.

El detective Días hizo un comunicado después de que varios vecinos fueran a hacer protesta fuera de su oficina. Dijo que estaban haciendo todo lo posible por encontrar al asesino, y pidieron a la comunidad mantenerse tranquilos, pero vigilantes ante cualquier situación. Creo que eso los alteró más; a nadie le gusta tener que cuidarse las espaldas en todo momento. Algunos querían implementar un toque de queda, pero la mayoría no estuvo a favor. Creo que muchos piensan que, si muero, todo esto terminará.

También me siento extraña cuando escucho comentarios sobre As. Ahora que no lo veo como el asesino de mis padres y que sé que ha sido el otro el que ha estado cometiendo todos esos asesinatos, me incomodan de alguna manera los comentarios horribles que hacen contra él, aunque sé que no debería ser así, pues como él mismo me dijo: aunque no haya asesinado a mi familia, sí ha asesinado a docenas de personas más. Y no es como que sea un tipo bueno, en realidad.

En las últimas semanas Zac ha estado muy atento conmigo, y he salido varias veces con él. Le dije que quería que siguiéramos siendo amigos por ahora, pero ese «por ahora» le dio esperanzas, así que ha estado haciendo cosas para ganar mi corazón.

—¿Lista para la fiesta del viernes? —pregunta Amanda, mientras se sienta a mi lado. Estamos en la hora del almuerzo.

—No quiero ir —me quejo y escondo mi rostro en los brazos.

—Anda, Aisa, no has salido mucho en estos días.

—Pero es que en verdad no tengo ganas de ir.

—Siento que estás más deprimida de lo normal, ¿hay algún motivo?

—As —susurro, pero ella logra escucharme.

—¿As?

—Nada, olvídalo.

—Dime que irás.

—No sé, tal vez —digo, Amanda pone los ojos en blanco y se limita a darle una mordida a su hamburguesa.

—Mmh, esto sabe muy bien —murmura con la boca llena.

América y Zac se unen a nosotros minutos después y por más que insisten en que los acompañe a la fiesta, nada más no logran convencerme, así que el viernes por la noche me quedo sola en casa de América, ya que sus padres también han salido a una cena de negocios del señor Carlos. Zac se ofrece a quedarse conmigo, pues le preocupa que me quede sola; pero después de prometerles que no saldré y que me encerraré muy bien terminan por irse, aunque no se veían muy convencidos.

Después de asegurarme de que todas las puertas tengan el cerrojo puesto, apago las luces de la planta baja, y subo a la habitación de América. Corro las cortinas antes de quitarme la ropa e ir a darme un buen chapuzón en la bañera. Enciendo mi celular, y con todo el sentimiento, me pongo a cantar Missing You de 2NE1. Cuando comienza Good to you pongo la voz a cuello.

Sigo cantando y al mismo tiempo me entretengo haciendo ruidos graciosos en la bañera, mientras tallo los dedos de mis pies contra esta. Me quedo quieta al escuchar un extraño ruido proveniente de la habitación, bajo el volumen del celular y aguzo los oídos para ver si vuelve a escucharse, pero no sucede. Pensando que fue algo que se cayó, vuelvo a subir el volumen y comienzo ahora a cantar como loca la siguiente canción.

Salgo de la bañera cuando la batería del celular se agota, me enredo en una toalla morada y me pongo una más chica en la cabeza, para envolver mi cabello. Cuando tomo el pomo de la puerta del baño siento un extraño escalofrío.

—Tranquilízate, Aisa, no tienes por qué estar asustada.

No sé por qué estoy tan nerviosa; no debería, sé que no hay nadie en la casa. As podría infiltrase sin problema, pero su presencia no me causa miedo ni nada parecido. Bueno... sí me da miedo, pero la clase de miedo que siento en estos momentos es como un presentimiento de que algo malo va a pasar.

Tomando una bocanada de aire, giro el pomo y abro la puerta lentamente. Los goznes rechinan de manera espeluznante, y aumentan así mi ritmo cardiaco. La habitación se encuentra a oscuras y no recuerdo haber apagado la luz. Sujeto con fuerza la toalla sobre mi pecho y voy a encender la luz, una vez que queda iluminada me tranquilizo un poco más. Miro a todo mi alrededor y no veo nada extraño. Decido ponerle el seguro a la puerta de la habitación, solo por si acaso, y me cercioro de que las ventanas también estén bien cerradas. Las dejaba abiertas por si As venía, pero a estas alturas es obvio que eso no sucederá.

Me apresuro a ponerme el pijama y me meto bajo las cobijas, pongo mi celular a cargar y después pongo música. Casi de inmediato, entra una llamada. El tono de timbre resuena en toda la habitación; la pantalla prende y apaga siguiendo su ritmo. Lo tomo con manos temblorosas y contesto.

—¿Hola? —Espero a escuchar respuesta, pero nada sucede—, ¿Amanda? ¿América? ¿Zac? —Espero que alguno de mis tontos amigos me esté haciendo una broma al reproducir una escena tan cliché, pero esta escena cliché logra ponerme los pelos de punta cuando del otro lado solo escucho una pesada respiración.

Corto de inmediato la llamada y veo el número que marca como privado. Me hago bolita debajo de las cobijas y me tapo hasta la cabeza, en tanto me cercioro de que ni un solo agujero quede sin cubrir. Es estúpido, pues de ninguna manera eso me ayuda, pero sí logra mantenerme más tranquila.

Los minutos pasan y yo mantengo mis ojos pelados como lechuza. Mis sentidos están pendientes de cada pequeño sonido, y hasta me asusto yo sola con mi propia respiración. Vuelvo a saltar cuando se escucha un pitido que proviene de mi celular. Miro la pantalla y compruebo que me ha llegado un mensaje de Zac.

Zac _ 11:30 pm ¿No has cambiado de opinión?

Puedo ir por ti ahora si deseas.

Aisa _ 11:30 pm ¡Estoy bien, gracias!

Además, ya es muy tarde.

Zac _ 11:31pm El ambiente apenas comienza a ponerse bueno.

Amanda y América también quieren que vengas.

Aisa _ 11:31 pm Estoy cansada y quiero dormir.

Zac _ 11:32 pm No es divertido si no estás acá con nosotros,

¿segura que no quieres venir?

Aisa _ 11:32 pm No, pero ustedes diviértanse.

Zac _ 11:33 pm Bueno, no dudes en llamar si necesitas algo ;)

Te quiero.

Aisa _ 11:33 pm :)

Ya un poco más tranquila, trato de dormir mientras sigo escuchando mi música. Canto en mi cabeza, mientras el sueño poco a poco comienza a apoderarse de mí. Un rato después, me remuevo con incomodidad sobre la cama al tener un extraño presentimiento. Abro los ojos, pesados todavía, y veo la hora en la pantalla de mi celular:

«00:45».

La música suena en la silenciosa habitación. Trato de mover mi mano para tomar el celular y apagarlo, pero me detengo, pues ni mis manos ni ninguna parte de mi cuerpo me responde. Tengo la sensación de estar siendo observada y se siente una presencia extraña en la habitación. Escucho el sonido de pasos justo a los pies de mi cama. Trago con dificultad antes de abrir la boca.

—¿A-América? —Mi voz apenas logra salir, y suena demasiado temblorosa—. ¿Has vuelto?

No obtengo respuesta, pero la respiración se me corta cuando la habitación se sumerge en una oscuridad abrumadora. No se ve siquiera el reflejo de las luces de las lámparas de afuera, es como si hubiera ocurrido un apagón. De pronto, la cobija que me cubre comienza a deslizarse sobre mi cuerpo desde la parte de mis pies, dándome un susto de muerte. Empiezo a temblar, y mi respiración es tan acelerada, que me cuesta respirar.

Me quedo inmóvil cuando mi cabeza queda al descubierto. Hay un bulto al pie de la cama, una figura humana que, aunque no puedo distinguirla, puedo sentir cómo me mira. Mi agitada respiración es lo único que logra escucharse en la habitación. Cuando mis ojos comienzan a acostumbrarse a la oscuridad, logro distinguir una máscara, una igual a la de As.

—As, ¿eres tú?

Con la espera de escuchar su sonrisa cínica y burlona, me quedo mirándole fijamente, pero la persona que está ahí no emite ningún sonido, y yo estoy segura de que no es As, porque él no actúa de esta manera. No logro ver sus ojos, pero puedo sentir su mirada, una sumamente hostil. Trato lo mejor que puedo de apreciarle mejor, pero no logro ver mucho, debido a que va todo de negro; sin embargo, logro darme cuenta de que esta persona es mucho más baja de estatura que As. Al darme cuenta de a quién pertenece esa figura ante mí, el miedo poco a poco comienza a disiparse y la ira lo sustituye.

—Eres el asesino... —digo con tono acusador, y una muy apenas perceptible risa se escucha.

Todo mi ser se siente perturbado, el miedo intenta inmovilizarme, pero tomo fuerzas y me reclino, solo para segundos después soltar un fuerte grito al ver cómo la figura se mueve a una velocidad increíble hacia mí.

Salto fuera de la cama y trato de alejarme, pero su mano se enreda en mi cabello y me hala hacia atrás. Caigo y me golpeo en la espalda baja con mucha fuerza. Un quejido de dolor se escucha en toda la habitación. Cierro los ojos ante el fuerte agarre que mantiene, obligándome a inclinar la cabeza hacia atrás. Intento tomar sus muñecas para aflojar el agarre. Clavo las uñas en su piel, pero parece no afectarle. Mi fuerte respiración me ensordece, pero trato de controlarme al ver que el asesino no se mueve.

—No vas a salirte con la tuya. Pagarás por todo lo que has hecho —digo con furia. Él sigue sin emitir palabra alguna. Me remuevo, tratando de liberarme, pero ejerce más presión sobre mi cabello. Me alerto cuando se escuchan voces y el sonido de pisadas que suben por las escaleras.

—¿Aisa? —la voz de Ágata se escucha. En un instante el asesino me suelta y brinca sobre mí para después dirigirse hacia la ventana.

Intento detenerlo, y hasta saco medio cuerpo por la ventana, pero no logro tocarle, pues él se desliza con increíble rapidez, para fundirse con la oscuridad de la noche. La luz vuelve y mis ojos se ciegan por unos segundos. La puerta de la habitación se abre y los padres de América aparecen, y se muestran sorprendidos al verme con medio cuerpo fuera de la ventana. Miro hacia el otro lado de la calle: no se distingue nada, solo sombras en la oscuridad; pero sé que continua ahí, observándome y burlándose.

—¿Qué estás haciendo? —cuestiona Ágata. Me reincorporo, cierro la ventana y pongo el seguro.

—Solo tomaba el fresco. —Ambos me miran extrañados, algo preocupados.

—¿Está todo bien? —pregunta el señor Carlos, y por largos segundos solo los miro. Sé que debo decirles lo que acaba de pasar, pero decido no hacerlo.

—Sí...

—No vuelvas a apagar todas las luces de la casa; nos asustamos al ver todo oscuro. Además, te escuchamos gritar y nos preocupamos, ¿qué fue lo que sucedió?

—Oh, me golpeé la cabeza al sacarla por la ventana —miento.

Tal vez estoy actuando como una estúpida, pero asustarlos no servirá de nada. Ahora la policía no me da confianza. Creo que incluso ellos están involucrados de manera extraña en el caso de As. No puedo decirles nada del asesino impostor o me someterán a otro interrogatorio sobre cómo llegué a dicha conclusión, y no quiero mover el asunto de manera que se incline hacia As, porque entonces mis posibilidades de verlo disminuyen.

—Ya veo. —Una sonrisa divertida se pinta en el rostro de ambos—. Debes tener más cuidado.

—Sí. —Nosotros nos iremos a dormir. Ya es tarde y venimos muy cansados. Tú deberías descansar también.

—Sí, buenas noches.

Con una sonrisa se despiden, y cuando la puerta se cierra me giro y miro hacia afuera a través de la ventana. Me llevo una gran sorpresa cuando veo la misma silueta que me ha atacado minutos atrás; está recargado sobre la pared al otro lado de la calle. Sigo sin poder ver su rostro, pero tengo la sensación de verle sonreír. Me hace una seña, como si me saludara, pero se burla de mí. Sigo sus movimientos hasta que desaparece de mi vista y se pierde en la oscuridad de la noche.

Estoy muy angustiada, no solo por el enojo o por el propio susto, sino por las cosas que he descubierto, como el hecho de que él supiera en qué momento llegar, lo que significa que me vigila, y eso me confirma que no eligió a mi familia al azar; él nos había estado acechando. Planeó con antelación su muerte; ¿también planeó el dejarme con vida?

Me alejo de la ventana, no sin antes cerciorarme de que esté bien cerrada. Todavía no entiendo cómo entró. Yo estaba segura de haber cerrado todo correctamente. Mis rodillas chocan entre ellas debido al temblor que invade mi cuerpo al darme cuenta de que él no entró por la ventana, sino por la puerta principal. ¿Habrá estado aquí antes? Me aterra darme cuenta de que puede hacerle daño a América y a su familia en el momento en que se lo proponga.

Queda claro que estamos a su merced, y aun no logro entender por qué no intentó matarme. La oportunidad la tuvo cuando estaba dormida, y aún después de estar despierta, siempre me tuvo en sus manos, ¿qué es lo que busca de mí? ¿qué es lo que espera?

Cuando lo identifiqué como el asesino de mi familia soltó una risa burlona. Es obvio que está jugando conmigo. Es como si me dijera que me puede hacer conmigo lo que le plazca y no puedo evitarlo ni hacer nada contra ello.

¿Será que he cometido un error al no decirles la verdad a los padres de América? Miro mis manos, y recuerdo que lo rasguñé, si en estos momentos fuera a la policía podrían dar con él. ¿Fue descuidado o sabía que no diría nada?

—¿Cómo podría saberlo? —Necesito ver a As. Debo comentarle lo sucedido; mis sospechas y todas las dudas que me han surgido.

—Qué bueno que no fuiste a la fiesta —me dice Amanda mientras se refriega los ojos; estamos en su habitación, pero ninguna de las tres tiene muchos ánimos para una buena plática. Ellas están desveladas y yo demasiado ansiosa por encontrarme con As.

—Fue horrible —se queja América hundiendo su rostro en sus brazos.

—¿Por qué?

—Estaba lleno de chicos —contesta Amanda—, parecía que todo el instituto estaba ahí. No se podía ni caminar bien.

—Algunos se pasaron de copas, terminaron vomitando y haciendo un batidero. —América arruga la nariz mientras habla—. Olía asqueroso.

—Terminamos perdiéndonos y estuvimos muy buen rato separados sin poder encontrarnos; de hecho, no pudimos encontrar a Zac. Hubo un momento en el que simplemente se esfumó y no supimos dónde quedó. Intenté llamarle, pero su celular mandaba a buzón.

—Suena terrible —digo sin verdadero interés—. ¿Y dónde está Zac ahora?

—No lo sé, ya no lo he visto desde ayer.

—Aunque de tanto desastre salió algo bueno. —América sonríe de manera insinuante a Amanda, quien suelta un soplido de fastidio.

—Ya deja eso, América, te dije que no tiene relevancia.

—Pues por lo que vi, diría que es todo lo contrario.

—Viste mal, ya te lo dije.

—¿Qué sucede? —pregunto curiosa.

—¡Amanda conoció a un chico! —responde América con exagerada alegría—, y es muy guapo. Hacen muy buena pareja.

—Oh, ¿en verdad? —miro a Amanda, asiente y sonríe por lo bajo. Puedo notar un leve rubor en sus mejillas, pero intenta ocultarlo.

—Solo platiqué con él por unos minutos. No fue para tanto.

—Pero te digo que se le notaba lo mucho que le gustas.

—Estás exagerando.

—¿Cómo se llama? —pregunto.

—No recuerdo. Realmente no tiene importancia, así que dejemos el tema.

—¡Eres tan aburrida, Amanda! —chilla América y comienzan a discutir sobre el tema, pero no les presto mucha atención. Toda mi mente está sumergida en los recuerdos del día de ayer. Necesito ver a As para decirle lo que ha sucedido.

Por la noche, después de cenar, les digo a América y a sus padres que estoy muy cansada y subo a la habitación a dejar todo listo para mi escape. América sube unos minutos después y me pregunta si estoy bien, le digo que sí, y después, con una gran sonrisa, comienza a bombardearme con preguntas sobre Zac. De todos creo que es ella quien más desea que su primo y yo estemos juntos.

—Ya te dije que ahora no quiero pensar en eso —le digo antes de apagar la luz y correr hacia mi cama.

—Pues deberías. —Se acomoda sobre su cama de manera que queda muy cerca de la mía y así poder platicar.

—Tengo muchas cosas mejores en las que pensar.

—¿Como hacer justicia por la muerte de tu familia?

—América, no empecemos.

—¿No crees que a ellos les gustaría verte feliz?

—Es difícil pensar en ser feliz cuando ellos no están aquí.

—Lo sé, créeme que te entiendo. Me sentiría igual si algo les pasara a mis padres, pero... también sé que ellos querrían que siguiera con mi vida. Ser infeliz no cambiará las cosas. Es hora de que dejes el pasado atrás, de que comiences a vivir tu presente y veas por un buen futuro.

Ni siquiera sé si quiero un futuro.

—Es lo que intento hacer, pero mientras el asesino esté suelto no podré pensar en un futuro.

—Solo ten paciencia, ya verás cómo van a atraparlo. —América suelta un bostezo y me sonríe antes de cerrar los ojos—. Buenas noches, Aisa.

—Buenas noches...

Cuando me aseguro de que está bien dormida, me levanto, me pongo los zapatos y tomo una pequeña mochila. Abro la ventana con mucho cuidado y me deslizo hasta el suelo. Sin perder más tiempo comienzo a correr en busca de As.

Jadeante y acalorada llego al hospital pasada la medianoche. Al observar el edificio me doy cuenta de que es un lugar en verdad escalofriante, hasta comienzo a cuestionarme como estuve viviendo aquí como si nada.

Saco la lámpara de mano que guardé, tomo aire y me interno en el edificio, de pronto comienzo a correr por los pasillos porque mi mente me juega malas bromas e imagino que monstruos y fantasmas me persiguen. Cuando veo la puerta de la habitación de As me abalanzo y entro haciendo un estrepitoso ruido.

—¡As!

Aluzo de rincón en rincón: todo está lleno de polvo y se ve tan abandonado como el resto del hospital. No hay señas de que alguien hubiera estado viviendo aquí. Me dirijo a la habitación contigua, y encuentro todas mis cosas sobre la cama. Camino hacia ella y tomo en mis manos la katana.

As se ha ido.

Se ha ido y ha dejado mis cosas, lo que significa que él se ha desprendido de mí por completo. Ahora las posibilidades de volver a verlo son mínimas. Algo dentro de mí duele ante tal idea.

—Serás idiota, Aisa —me regaño mientras me siento en la cama, toda polvorienta.

Con gran decepción tomo mis cosas y voy a casa de mis padres, las dejo en mi habitación y después vuelvo a casa de América. Trepo por las enredaderas y cuando cruzo la ventana reprimo un grito al encontrarme con un par de pantuflas de conejito. Trago en seco y subo la mirada para toparme con el semblante enojado de América.

—¿Dónde estabas? —pregunta muy molesta.

—A-América.

—¿Tienes idea de lo asustada que estaba cuando desperté para ir al baño y no te vi?

—¡Lo siento!

—¿A dónde fuiste en plena madrugada?

—Yo no podía dormir y fui a dar una vuelta.

—¿Es que te falta un tornillo? ¡Hay un maldito asesino allá afuera y tú sales sola a dar un paseo en plena madrugada!

—¡Ya, lo siento!

—Tienes suerte de que aún no les dijera a mis padres o ahora tendrían a la policía buscándote como idiotas por todos lados. —América inhala y exhala para calmarse, y después me mira con detenimiento—. Si solo fuiste a caminar, ¿para qué llevar una mochila? ¿Y de dónde sacaste esa espada?

—A-ah, es que fui a mi casa por ella. Mi padre me la regaló.

—¿No pudiste esperar a que amaneciera?

—No podía dormir y quise aprovechar.

—No vuelvas a hacerlo. —Un poco más tranquila, se mete de nuevo bajo las cobijas.

—Lo siento.

—Ven a dormir, y por favor, ya no hagas cosas que provoquen que casi me infarte.

Aunque intento dormir, me es imposible hacerlo, pues mi mente no deja de bombardearme con mil pensamientos. Quiero saber si As se ha ido de la ciudad; quiero saber si no dudó tan siquiera un poco al dejarme atrás; quiero saber si al menos una sola vez al día piensa en mí.

Sé que debo hacerme a la idea de que no está y no estará más. Sé muy bien que debo comenzar a ver por mí y las personas que me rodean, que debo retomar mi vida y seguir... Pero es difícil hacerlo mientras pienso que tengo algo que no merezco: la amabilidad de la familia de América y el cariño de mis amigos.

Estar con ellos me provoca una amarga felicidad. Mientras que la compañía de As era como una merecida condena; una dulce agonía que me acompañaba en mi descenso al más denso abismo mental. ¿Qué es lo que está tan mal conmigo? ¿Por qué no solo puedo continuar y ya?

La semana pasa sin ningún contratiempo, sigue sin haber nuevos casos y la gente comienza a celebrarlo. Yo sigo pensando en As, en el impostor y su visita. He tratado de pensar en un posible sospechoso, pero no viene a mi mente nadie que quisiera hacerle daño a mi familia o a mí.

El sábado por la mañana, tras despertar y bajar a la sala, me encuentro con América, sus papás, Zac y Amanda. Todos sonríen ampliamente como si quisieran decirme sin palabras que todo está bien porque ellos están aquí para mí.

—Hey, bella durmiente —me saluda Zac, mientras camina hasta mí para darme un beso en la mejilla.

—Hola, Zac.

—Cariño, ve a darte un baño, cámbiate y después baja a desayunar —dice Ágata, y sin decir nada le obedezco. Una vez que estoy más o menos presentable vuelvo a bajar. Todos me miran de manera extraña y me encuentro incómoda.

—¿Qué? —los miro, expectante.

—Te tenemos una sorpresa —dice Amanda con una gran sonrisa.

—¿Una sorpresa? ¿Qué es?

—Sabemos que estás teniendo días difíciles y que aún te cuesta mucho adaptarte a tu nueva vida —habla el señor Carlos—, así que deseamos que te distraigas un poco y te relajes estando alejada de todo el bullicio de la ciudad. —Los miro sin entender a dónde quieren llegar.

—¡Nos iremos de viaje! —exclama América.

—¿De viaje? —cuestiono—. ¿A dónde iremos?

—¿Recuerdas la reserva natural a la que siempre quisimos ir de pequeñas? —pregunta Amanda con gran emoción—. ¡Iremos ahí! Tienen cabañas cerca de un lago, hay muchas actividades al aire libre, y lo que es mejor es que toda la zona está vigilada, así que no tendremos que preocuparnos.

—Suena genial...

«¡Que no se note el desánimo!».

Un rato después todos subimos a la camioneta familiar y partimos a nuestra aventura lejos de la civilización.

Me pregunto dónde y qué estará haciendo As.

A pesar de que en todo el camino no hago más que quejarme para mis adentros, siendo un completo costal de amargura, me basta con solo mirar la reserva para que todo cambie. De inmediato mi semblante cambia, mis ánimos se elevan al ver la maravilla de lugar que nos rodea.

Está de más decir que hay miles y miles de árboles a nuestro alrededor. Se siente todo tan tranquilo y transmite una paz liberadora. El auto se detiene y salgo casi con urgencia. Miro a mi alrededor, después al cielo, y con los ojos cerrados, aspiro con ímpetu para llenar mis pulmones de aire fresco. Sí, tan liberador.

—¡Es realmente hermoso! —exclama América, que hace lo mismo que yo.

—Lo es.

El lugar está algo solitario por el hecho de que es temporada escolar y por eso no hay muchas familias, pero supongo que así es mejor; tendremos el lago para nosotros solos.

Las cabañas son pequeñas y solo hay dos camas en cada una de ellas, así que América y Zac dormirán en una, Amanda y yo en la otra, y los padres de América en una tercera. Nos instalamos, comemos y después damos un paseo al bosque. La verdad es que es tan imponente que es imposible no sentir cierto miedo; pero me recuerdo a mí misma que es un lugar vigilado y que no hay nada que temer.

Después de caminar casi por una hora llegamos a una especie de mirador, desde donde se puede apreciar un hermoso paisaje. Allí, las chicas me convencen para que salte de la tirolesa. Gritos y risas se me escapan mientras me deslizo por una cuerda sobre un gran vacío, con una altura de más de treinta metros. Por un momento me olvido de todo y me concentro solo en disfrutar de lo que me rodea, en pasarla bien con la gente que tengo, que me quiere y desea lo mejor para mí. Incluso llego a pensar en olvidarme de As, en hacer como si nunca lo hubiera conocido o como si solo hubiera sido parte de un extraño sueño. Después de un agotador día lleno de actividades, volvemos al campamento y cenamos al aire libre, alrededor de una fogata.

—Creo que es hora de ir a dormir —dice el señor Carlos poniéndose de pie y ayudando a su esposa a hacer lo mismo.

—Nosotros nos quedaremos un poco más —dice América.

—Solo un rato más; no quiero que estén afuera después de medianoche. —Los papás de América desaparecen dentro de su cabaña y Amanda le da una mirada cómplice a América.

—Quiero enseñarte algo —dice, poniéndose de pie— ven, vamos.

—Oh, claro. —Ambas se levantan y desaparecen en la cabaña que América comparte con Zac.

—Esas dos no saben disimular —digo con una sonrisa.

—Lo sé. —Un silencio agradable nos envuelve a Zac y mí. Me dejo caer sobre el pasto y clavo mis ojos sobre el hermoso e infinito universo; gracias a la oscuridad pueden apreciarse millones de estrellas. Es un espectáculo tan digno de ver.

—Es hermoso —le digo a Zac cuando se acuesta a mi lado.

—No más que tú.

Puedo sentir la intensidad con la que me mira, pero me esfuerzo por no mirarlo yo a él. No dice nada por unos cuantos minutos, pero después comienza a señalarme algunas constelaciones y a decirme de sus orígenes y significados.

—La constelación de Andrómeda es mi favorita. Según cuenta la leyenda, Andrómeda era la hija de Casiopea y Cefeo. Su madre estaba tan orgullosa de su belleza, que llegó a decir que era la más bella de todas las Nereidas. Ofendidas, estas se quejaron con el Dios Poseidón y él envió al monstruo Cetus para destruir el reino de Casiopea. Para salvar a su reino, el oráculo de Amón les mandó sacrificar a su hija Andrómeda para serenar al monstruo. Así que la ataron a una roca cerca del mar y fue ofrecida como tributo a Cetus. Pero entonces, Perseo apareció para destruir al monstruo y rescatarla. Después de eso, Perseo y Andrómeda se casaron y tuvieron nueve hijos. Cuando Andrómeda murió, la diosa Atenea la colocó en el cielo y la convirtió en una constelación.

—¡Qué historia tan increíble! Un poco perturbadora, pero increíble.

—Lo es.

—Hasta ahora, la única constelación que puedo ubicar con facilidad es la de Orión. Es muy llamativa y fácil de distinguir.

—Es verdad, por eso es la más conocida.

—No sabía que supieras tanto de estas cosas, me has sorprendido.

—Observar el cielo es de mis pasatiempos favoritos. Tengo un gran telescopio en mi habitación, así que cuando quieras puedes ir a mi casa a ver las estrellas.

—Me encantaría.

—Por cierto, Andrómeda significa mujer que lo puede todo. Me recuerda a ti.

—No creo que yo lo pueda todo...

—Eres fuerte y valiente. Sé que podrás y en caso de que no... yo te ayudaré. —Sonrío en agradecimiento.

—Ya pasa de la medianoche, ¿deberíamos ir a dormir?

—Sí, deberíamos. —Zac se pone de pie y me ayuda a hacer lo mismo.

Regresamos a las cabañas y descubro que Amanda aún no regresa. Sin tomarle importancia, me quito la ropa para ponerme mi pijama, pero cuando apenas lo voy a hacer, escucho que la puerta se abre con demasiada cautela.

—Amanda, aún estoy despierta.

Deslizo el short por mis piernas y enseguida libero un jadeo al sentir una gran mano sobre mi boca. Me remuevo, pero me quedo quieta al sentir la fría sensación del metal contra mi piel. Es una sensación tan conocida, que no tardo en darme cuenta de que sé que se trata de un cuchillo. Aún no me he puesto la parte de arriba del pijama, por lo que mi abdomen y pecho están desnudos. Una mano enfundada en un guante negro de piel me acaricia y traza las cicatrices.

—Hola otra vez —escucho su ronca voz, y todo dentro de mí se estremece.  

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