CDU 2 - El legado de Faedra [...

By litmuss

1M 75.6K 6.9K

Cuando los miedos superan las seguridades, el mayor refugio se halla en ti mismo. Luego de conocer la cruelda... More

El legado de Faedra ©
Probar suerte
Parte I
P1: Capítulo 1
P1: Capítulo 3
P1: Capítulo 4
P1: Capítulo 5
P1: Capítulo 6
P1: Capítulo 7
P1: Capítulo 8
P1: Capítulo 9
P1: Capítulo 10
P1: Capítulo 11
P1: Capítulo 12
P1: Capítulo 13
P1: Capítulo 14
P1: Capítulo 15
P1: Capítulo 16
P1: Capítulo 17
P1: Capítulo 18
Parte II
P2: Capítulo 19
P2: Capítulo 20
P2: Capítulo 21
P2: Capítulo 22
P2: Capítulo 23
P2: Capítulo 24
P2: Capítulo 25
P2: Capítulo 26
P2: Capítulo 27
P2: Capítulo 28
P2: Capítulo 29
P2: Capítulo 30
P2: Capítulo 31
P2: Capítulo 32
P2: Capítulo 33
P2: Capítulo 34
P2: Capítulo 35
P2: Capítulo 36
P2: Capítulo 37
P2: Capítulo 38
Epílogo: Por nosotros
¿Qué estamos haciendo las autoras?

P1: Capítulo 2

26.6K 1.9K 217
By litmuss

Desconocía el tiempo que había pasado, el calor quemaba mi piel llevándome a abrir los ojos con dolor. La luz que se filtraba por el espacio entre el ala y el suelo era demasiado fuerte y mi vista empezaba a nublarse. Sin embargo, y a pesar de lo normal de ese amanecer soleado que tanto caracterizaba a Umbrarum —al menos a la mayor parte que conocía—, nada había cambiado. No tenía un "buenos días princesa" ni alguna broma como: "me has babeado, Ilora". Me sentí culpable por extrañar la arrogancia de Alhaster de la que muchas veces me quejaba. Solo llevábamos un poco menos de dos meses conociéndonos, o más bien reencontrándonos, y me había acostumbrado a compartir mi vida con él. Era una persona con la cual disfrutaba estar, estaba cómoda a su lado, y no podía negar que mis sentimientos por él habían cambiado. No quería imaginar lo mucho que lo echaría de menos luego de que asumiera mi puesto en la realeza... y me casara.

—Alhaster... —susurré su nombre, saliendo de mi escondite, pero ya no había lágrimas. La frustración y la ira superaban al miedo y eso impedía que llorara—. Regresa, por favor...

—Solo digo que no podemos quedarnos más aquí —pronunció Castiel en tono autoritario—. O nos considerarán sospechosos.

—No podemos movernos, no con Ilora en ese estado y Alhaster débil —dijo mi padre en un tono suave.

—Que Ilora esté en sus momentos sensibles no quiere decir que deje su misión de lado —regañó el elfo—. ¡Ella es la futura reina y debe respetar las leyes de todas las especies!

—Que me cuelguen por esto, pero apoyaré al elfo, ¿acaso tú estás bien, Haru? ¿Le dijiste a tu hija que casi te arrancan un brazo y que en este momento hay una maldita venda en tu hombro? —mis ojos se abrieron de abrupto y giré mi vista hacia donde estaba papá, buscando sangre, pero no hallándola—. Ya no hay nada, Haliee lo curó, luego de pedirle que dejara de rogarte para que salieras del ala del dragón —dijo Cassie mirándome y tragué un nudo sin poder mediar palabra—. ¿Has visto a Brennan? —negué y empecé a tratar de localizar al lobo entre los demás, pero no estaba—. Bueno, él te cargó ayer, aun cuando sus patas fueron heridas durante su transformación, ¡¿Tienes una maldita idea de lo difícil que le fue volver a ser humano sin desangrarse?! ¡Pues no te haces una idea lo que es que casi te quiten un ala y que Piwi tuviera que intentar correr al nivel de un hada y un licántropo!

—Yo...

—¡No se te ocurra disculparte, eres una maldita princesa, sé caprichosa, pero al menos trata de hacernos creer que te importamos! Es eso lo que hacen los tuyos, después de todo —me dio un último vistazo y se sentó en el suelo devorando un enorme trozo de carne —. Y, antes de que lo preguntes, no te odio. Igual, de no ser por ti, estaría muerta —finalizó con unas sonrisa, entre un gran bocado de carne, y volvió su vista a su comida, dejándome perpleja.

Tenía razón, estaba siendo egoísta con todos, mi dolor por no tener a quien quería a mi lado estaba nublando la promesa que les había hecho. Me compuse, arreglando mi cabello como pude e irguiendo la espalda en señal de que me encontraba mejor. Basta de actuar como la princesa caprichosa que, en el fondo, sabía que todavía era.

—Bien, deberíamos ir al palacio pronto. Castiel tiene razón —acepté, sorprendiendo a papá y ganándome un asentimiento del hada, que no hablaba debido a la comida en su boca—. Y aunque Cassie no quiera oírlo... —la vi poner los ojos en blanco— De verdad lo siento. Creo que a veces olvido quién soy ahora, y sigo actuando como la niña consentida de Haru.

—No me digas —añadió Castiel con sarcasmo, recibiendo un codazo de mi padre.

Mientras me permitía reír un poco ante lo absurdo de la situación, de los cielos descendió Luigi. En sus ojos se notaba que le divertíamos.

—¿Es hora de entrar? —preguntó al agitar su cola. Mi mirada buscó al resto del grupo, Piwi acompañaba a Haliee al abrazarla, mientras descansaban contra uno de los postes de madera del puerto y Brennan una vez más discutía con Cassie, burlándose de su asquerosa forma de comer. Todo normal. Tan normal como solía—. Quiero ver a los idiotas... digo, a los elfos.

—Respeto, lagartija azul —insultó Castiel, al cruzar sus brazos por encima de su pecho, dando por comenzada una lucha de insultos estúpidos e insulsos.

—A mí también me divierten, par de descerebrados —los regañé para llamar su atención, una estrategia muy efectiva ya que todos me miraron de inmediato—. ¿Pero de verdad vamos a ignorar al elefante en la habitación? Y por elefante me refiero al dragón a mis espaldas que no parece querer despertar y me está volviendo loca en el proceso.

—¿Es que aún no abre los ojos? —preguntó Luigi, al proferirle un golpe a mi dragón en su lomo con su enorme cola, ocasionando que este soltara un alarido—. Despertó al amanecer con una cara espantosa y diciendo tu nombre, pero se desmayó de nuevo.

Miré a Alhaster una vez más, sorprendida y algo aliviada por la nueva información, solo para notar que, luego de la desconsiderada forma en que Luigi lo golpeó, abrió un poco los ojos.

—Maldito, ¿no te han enseñado que a los enfermos se les trata con amor? —se quejó mi dragón, quien abría sus ojos con suavidad y dejaba escapar una bocanada de aire—. Buenos días, Ilora.

Sus ojos estaban enfocados en mí, dejándome ver ese color verde que tanto amaba. Parpadeaba con lentitud y su respiración era regular. Pude volver a sentir nuestro vínculo, y noté como se alegraba por dentro, al mismo tiempo que sentía un poco de culpa por su estado. Mi corazón palpitaba de prisa al verlo arrastrar su cabeza sobre el suelo para verme con más precisión

Lo sé, hasta yo me quedo sin aliento al verme frente a un espejo —comentó, pero no le hice caso alguno, estaba corriendo hacia él en medio de risas—. Tonta, estas igual de débil que yo y...

Sus palabras fueron silenciadas cuando me lancé sobre su enorme cabeza, estaba despierto y era lo que me importaba. Mi frente estaba contra el puente de su enorme hocico y el tierno ronquido que emitió solo logró hacerme sonreír.

—Alhaster eres un tonto, ¿por qué no me despertaste? —reclamé al aferrarme con fuerza a su cabeza—. No tienes idea de lo asustada que estaba.

—Ilora, levántate... no puedo con tu peso en este momento —susurró, evitando mi pregunta y evidenciando lo débil que se hallaba. Me obligué a apartarme para darle el espacio que necesitaba, asustada ante la drástica disminución en su fuerza. Su enorme cuerpo se dejó recostar de lado y sus fosas nasales respiraban con dificultad—. No creo que pueda levantarme...

—No entiendo qué es lo que le pasa a tu dragón, por más que lo revise, no encuentro nada —comentó Haliee, llegando hasta donde yo estaba—. Es demasiado extraño.

Los ojos de Alhaster empezaban a cerrarse y solo pude escuchar como papá empezaba a discutir con Castiel acerca de nuestra llegada al reino élfico.

—No abandonaremos a Alhaster aquí, tu rey y reina esperarán un poco más. Al menos hasta que el dragón pueda recuperarse —declaró mi padre, mientras mis manos recorrían cada escama de la cabeza de mi adolorido dragón, quien luchaba contra sus parpados para verme con fijeza.

—Ilora, escúchame bien. Aunque vuelva a dormirme, estaré bien, ¿sí? Solo necesito descansar —susurró al cerrar los ojos—. Y no vayas a llorar... eres más bonita cuando sonríes.

—¿Podrías intentarlo, por favor? —murmuré mientras continuaba acariciando su hocico, pero no volvió a despertarse, de nuevo estaba dormitando sin mostrar muchos signos de vida. Dejé caer mis manos alrededor de mi cuerpo y traté de sonreír, antes de volver mi vista a una preocupada Haliee—. Tiene que haber algún remedio.

—Tú eres doctora, Ilora —me recordó algo molesta—. ¿Acaso quieres que le dé algo cuando no sé lo que tiene? Eso solo puede agravarlo...

Nadie parecía saber qué hacer para ayudarlo, y me contaba dentro de ese grupo ¿Pero qué podía hacer? Los médicos en mi mundo tenían todos los fármacos a la mano, acá todo eran plantas y cosas primitivas, y necesitaría la asistencia de alguien con grandes conocimientos. Fue entonces que volví a recordar el espejo y me di cuenta de que la ayuda que necesitaba estaba más cerca de lo que hubiera podido pensar.

—Papá —llamé a Haru, mientras me levantaba y observaba mis alrededores. Frente a nosotros estaba el puerto y por detrás enormes edificaciones llamativas en tonalidades perla, cobre y oro—. Daré un pequeño paseo, ¿sí?

—¿A dónde? —preguntó mi padre consternado—. No conoces estas tierras, recuerda la última vez —asentí, haciéndole saber que lo entendía, pero que en verdad lo necesitaba. Pareció entenderme, pues se dirigió hacia el elfo—. Castiel, ve con ella.

—¿Que yo qué? —preguntó sin comprender, y aproveché su desconcierto para tomar la decisión.

Tomé mi desgastado morral y me lo puse sobre los hombros, antes de asentir a todos, pidiéndoles de manera implícita que me dejaran ir sola.

—Solo un momento, les prometo que volveré pronto. Sino es así, pueden ir a buscarme —traté de tranquilizarlos, pero sabía que era una forma de darme paz a mí misma. Temía andar sola, pero tampoco podía mostrarles lo que haría.

Sin aprobación alguna comencé a correr hacia los alrededores del puerto, en donde los hermosos árboles abrían paso a un espeso bosque repleto de raíces y maleza crecida. Alhaster siempre había estado para mí y era mi turno de salvarlo, sin embargo, aún no era el momento de que todos supieran ese secreto. Corrí el tiempo suficiente para alejarme del grupo, y cuando solo la vegetación me acompañaba, me atreví a bajar el ritmo.

—Creo que aquí está bien —me dije a mí misma al detenerme frente a un enorme roble. Todo lo que me rodeaba eran enormes árboles que competían por ser el más alto y el silencio que perforaba mis tímpanos—. Faedra... Faedra, te necesito —rogué al sacar del morral el hermoso espejo mágico—. Faedra, aparece... por favor.

Pero nada sucedía, lo que me llevó a dejarme caer de rodillas y deslizar mis dedos sobre el hermoso espejo. Si ella no aparecía para ayudarme, no sabría qué hacer.

—¡Faedra! —grité con desesperación, observando cómo se iluminaba en un tono azulado, resplandeciendo de una forma irreal. Su hermoso rostro apareció con una sonrisa, llevándome a sentir la esperanza volver a mí y provocando que escupiera todo lo que sentía—. Faedra, mi dragón está herido después de un incidente de magia, no puede levantarse. Temo que esté muriendo y no sé qué hacer. No conozco nada de aquí. Me siento inútil y lamento pedirte algo como esto, pero ayúdame a salvarlo, por favor. Necesito a Alhaster.

—Calma —pidió luego de escuchar mis súplicas y asentir en medio de cada una de mis frases—. ¿Olvidas la fortaleza que hay en el corazón de un dragón? Ilora, Alhaster no morirá con facilidad, no está en su naturaleza.

—Es que no lo has visto. Respira de forma agónica, no puede mantenerse despierto y... —me quedé en silencio al ver como su expresión se volvía un poco fatigada por tanta información—. Solo ayúdame por favor, te lo ruego —mi fuerza acabó en ese momento y no pude contener las silenciosas lagrimas que brotaron de mis ojos, las cuales limpié con rapidez, obteniendo una sonrisa triste de su parte.

No la conocía bien, ni siquiera sabía si era real, pero estaba segura de que ella me estaba entendiendo y que, fuera cual fuera la razón, parecía dispuesta a ayudarme durante las penurias que acaecían en mi viaje. Ella se sentía como yo y, por primera vez, me sentí identificada con alguien de Umbrarum. Supe ese día que compartíamos más que una "mágica" relación.

—Sé lo que le pasa —explicó en tono imperativo, tratando de obtener una respuesta positiva de mi parte—. ¿Estás en el reino de los elfos, cierto? —preguntó en un tono analítico y asentí, mientras sus pequeños ojos se movían de un extremo a otro como si quisiera apreciar el entorno que me rodeaba—. Quiero que busques una flor de inaeternum y la mezcles con cuatro pétalos de fulgor azul, esta última solo se encuentra en este reino.

—¿Dónde las encuentro?

—El fulgor azul se ubica en las copas de estos árboles, pero la inaeternum, no es fácil de hallar. Es casi un milagro encontrar un bosque de ellas —mi semblante ha de haberle mostrado lo que sentía, porque negó con rapidez—. En tu grupo, pregúntales, alguno de ellos puede tener inaeternum. No veo otra opción, porque en todos mis años, los bosques han podido cambiar. Escúchame con atención, harás un té con esas dos plantas y se lo darás de beber... puede que se resista por su mal sabor, pero lo levantará de inmediato lleno de energía. Será como si nunca hubiera enfermado —aseguró y asentí con una sonrisa, pero me interrumpió antes de que pudiera decir una palabra—. Debo advertirte que tengas cuidado al recolectar el fulgor azul, ya que sus ramas tienen espinas, y si te pinchas con una de ellas podrías sufrir alucinaciones. Fuera de eso, la flor en sí es segura.

—De acuerdo, muchas gracias Faedra —finalicé con una amplia sonrisa, y ella desapareció del espejo guiñándome un ojo.

Volví corriendo junto al grupo, quienes se asustaron al ver mi respiración agitada. Antes de que me dijeran nada, me apresuré a hablar con Haliee, quien parecía ser la que más sabía respecto al tema.

—Hola a todos —saludé, recuperando el aliento antes de continuar—. Haliee, necesito hablar contigo.

—Te escucho —me contestó intrigada, ladeando la cabeza.

—Durante mi pequeño paseo, vi algunas plantas propias de Umbrarum, y me hizo preguntarme si es que existe alguna posibilidad de tratar a Alhaster con herbolaria —no podía solo admitir que una extraña en un espejo me había dado una receta mágica, debía hacer esto bien para que creyeran, al menos un poco, que había sido idea mía y de Haliee—. No sé qué tanto sabes del tema, pero... no lo sé, vi una flor que me llamó la atención en las copas de los árboles y solo se me ocurrió ¿Crees que podamos hacer algo?

Todos me miraron dubitativos durante algunos segundos, pero Haliee no tardó en contestarme con buenas noticias.

—Tienes suerte de que Beggie me haya enseñado un par de cosas —acotó con modestia, llevándose la mano al mentón mientras agregaba—. Creo que esa flor que viste nos podría servir...

—¿En serio? —fingí demencia.

—Sí, se llama fulgor azul. Los elfos la usan para recuperar las fuerzas en tiempos de guerra. Sin embargo, no sabría decirte si funciona para criaturas tan grandes como los dragones... quizá si lo mezcláramos con otra planta, para crear una infusión, podría tener los efectos que necesitamos —me miró, en busca de ayuda.

Era mi momento.

—Me encantaría poder ayudarte, pero mis conocimientos son casi nulos cuando se trata de herbolaria de Umbrarum... —o casi cualquier cosa de Umbrarum, pero no dije eso—. La única flor que conozco es la inaeternum, y solo porque Alhaster me la mostró —agregué, haciéndome la desentendida, con la vista en el piso mientras rogaba que Haliee mordiera el cebo.

Unos segundos de silencio bastaron para la que hechicera llegara a la misma conclusión de Faedra, solo que con menor seguridad.

—¡Ilora! Esa es de hecho una buena idea.

—¿Cuál idea?

—¡La inaeternum! tengo un poco y creo que nos servirá. Vale la pena intentarlo al menos.

Fue así que comenzamos a trabajar. Como dijo Haliee, tenía suficiente inaeternum, ya que al ser aprendiz de chamán, siempre cargaba con plantas en su bolsa —además de los muchos ungüentos y hojas que nos había dado su maestro—. No obstante, el fulgor azul era difícil de obtener para cualquiera de nosotros que no tuviera alas, ya que debido a su altura y la estratégica ubicación de la flor, solo Cassie podía hacerlo.

Dado que todavía estaba molesta conmigo, tuve que prometerle hacerle un favor a futuro para que bajara una. Una vez la tuvimos, no fue difícil convencer poco a poco a Hailee de que la cantidad correcta de fulgor azul eran los cuatro pétalos que me había dicho Faedra. Con las cantidades claras, no fue difícil comenzar a preparar el té.

La hechicera caminó con pasos delicados hasta su bolsa y sacó lo que parecía una pequeña caldera y unos líquidos que no reconocí. Su mirada pasó de insegura a asombrada y feliz en segundos, y cuando menos lo esperaba, la tenía explicándome las propiedades de cada planta y la razón por la que le parecía alucinante que hubiéramos llegado a la conclusión de usarlas.

—El fulgor azul es para revitalizar las fuerzas, como te decía, lo descubrieron los elfos en tiempos de guerra cuando el hambre los mataba a cada minuto —dijo mientras introducía los pétalos, de un tono azul violáceo, en una infusión que empezaba a desprender un vapor gris y denso—. La inaeternum es una planta de múltiples cualidades curativas, así que creo que es una buena apuesta. En el peor de los casos, si no funciona, creo que tampoco le hará daño a Alhaster.

El té de Haliee empezó a desprender un aroma amargo, similar al té negro de la Tierra, y todos volvieron su mirada a la mezcla, con algo parecido al miedo o la sorpresa, no pude definirlo bien.

—Bueno, espero que no matemos a tu dragón, Ilora... —bromeó Haliee, dándome un codazo mientras reía—. La inaeternum no se mezcla con cualquier cosa, pero debo admitir que el fulgor azul es una planta maravillosa y no debería darnos problemas —me aclaró, ofreciéndome la infusión en una botella de cristal, donde acababa de verterla.

—Eso espero —comenté sonriente al acercarme al enorme ogro, que nos miraba desde la sombra de unos árboles—. Piwi, necesito tu ayuda, por favor.

—Piwi ayudar —comentó al aplaudir con tanta fuerza que los pájaros abandonaron el área con graznidos—. ¿Qué necesitar?

—Como sabes, tenemos que darle de beber esto a Alhaster, ¿puedes sostenerlo por el cuello y abrirle el hocico? —eso le debió parecer descabellado, pues sus ojos se entrecerraron de forma analítica y sus labios se entreabrieron en una pequeña "o"—. Lo sé, pero nadie tiene tanta fuerza como tú.

—Piwi morirse, fuego —decía exaltado al ponerse de pie y caminar hacia Alhaster con suma lentitud—. Alhaster despertar, lanzar fuego histérico, Piwi quemado... ¿no pensar en Piwi?

—Alhaster no te lastimará —aseguré, pero tuve que retractarme al escuchar a Luigi llamarme "pequeña Pinocho" en mi mente—. No lo creo, Piwi. Alhaster es tu amigo, ¿cierto?

—Piwi intentar amistad con dragón.

Le sonreí, asintiendo con la cabeza. Recordé que hacía poco, papá me había explicado que Piwi había tenido problemas para aprender idiomas diferentes a su lengua materna, la propia de los ogros, por lo cual hablaba cometiendo algunos errores de gramática. En la Tierra le había traído algunos problemas, pero en Umbrarum ninguno tenía dificultades para entenderlo. Yo incluso lo consideraba lindo.

Fue así que, apenas pude convencerlo, todos observamos expectantes, sabiendo que el plan no era del todo seguro. Esperamos con paciencia a que Piwi se subiera sobre Alhaster y con sus gruesas piernas fijara su cuello. Sus fuertes manos sostuvieron su hocico, y ejerciendo fuerza —algo evidente, al ver como sus venas sobresalían más de lo normal—, lo abrió un poco, permitiendo que Cassie vertiera el té en su interior. El hada se había ofrecido luego de saber que Alhaster no disfrutaría de su medicina, pues era desagradable en demasía, según las palabras de tanto Faedra como Haliee.

—¡Piwi, ciérrale el hocico! —grité nerviosa. En cualquier momento ese dragón despertaría y armaría un gran alboroto.

Piwi aprisionó la cabeza del dragón contra su enorme cuerpo y lo que pensé que pasaría, sucedió al instante. Los ojos de Alhaster se abrieron de forma abrupta y su cuerpo comenzó a retorcerse con gran fuerza, por sus enormes fosas nasales salían enormes nubes de humo y en su hocico se dejaban ver pequeñas chispas de fuego que se filtraban por sus colmillos.

—¡Alhaster, contrólate! —exclamé en un fallido intento de manejar la situación. El dragón dio un pequeño brinco, lanzando a Piwi por los aires. ¿Era posible lanzar a un ogro por los aires con tanta facilidad? Al parecer la infusión funcionaba—. Alhaster, ¡escúchame!

—¡¿Qué le dieron?! —me regañó mi padre al colocarse delante de mí de forma protectora. Alhaster ahora estaba sobre sus cuatro patas y lanzaba fuego por los aires junto con un desgarrador alarido. De los cielos bajaba Luigi con Piwi sobre su lomo, lo que me hizo sentir más tranquila—. ¡Alhaster!

—¡Qué porquería me han dado! —gritó el dragón con otra llamarada, ahora dirigida hacia el mar, donde se observaba con claridad el vapor emerger del mismo. Su cola azotaba todo con fuerza, destruyendo así varios árboles.

—¡Ilora, calma a tu perro! —gritó un consternado Castiel al observar sus árboles destruidos—. ¡Maldito dragón, dañando la vida silvestre!

—¡Él no tiene la culpa! —repliqué al salir del campo de protección de mi padre y correr hacia el dragón histérico, ganándome así los gritos por parte de Haru—. ¡Alhaster, cálmate, estoy aquí!

—Aléjate de aquí, puedo quemarte.

Avanzar hacia él fue lo más difícil. Su cola zigzagueaba de un lado a otro en todos los niveles que uno se podía imaginar, lo que me llevó a brincar un momento para evitar que golpeara mis pies. Sus alas seguían plegadas —lo que agradecía muchísimo—, y su enorme cuello azotaba todo a su paso junto con la llamarada que producía. Segundos en los que su fuego mermó, solo eso necesité para ponerme en frente de él, ganándome un gruñido que estremeció mi cuerpo.

—Fui yo la que te dio eso, detente —mis palabras lograron que los ojos frenéticos de Alhaster se detuviesen en mí y su cola dejara de zigzaguear, podía sentir su miedo por la situación—. Yo también tengo miedo, pero estarás bien, tranquilo.

—¿Qué me has dado, Ilora? —preguntó enojado, sentándose sobre sus enormes patas traseras.

—Un té, mezclando el fulgor azul con inaeternum. Haliee y yo lo preparamos. Mira los resultados, estás despierto y enérgico... nunca pensé que el fulgor azul diera tanta energía.

—Estoy mejor, no siento ni una gota de cansancio en mi cuerpo —reconoció al examinar su cuerpo con detenimiento y empezó a mover su cola de forma amistosa—. Supongo que me han salvado, princesa. Gracias a ambas.

No respondí, solo pude aferrarme con un abrazo a su enorme hocico y respirar aliviada. Su miedo estaba cambiando hacia felicidad e inmensa tranquilidad. Fue así como comenzó el barullo a mis espaldas, ya que todos a excepción de Haliee, exigían una explicación.

—Ilora, eso es genial, pero ¿cómo se les ocurrió? —cuestionó mi padre al cruzar sus brazos por encima de su armadura—. Nada tiene sentido aquí, ¿Desde cuándo sabes sobre plantas de Umbrarum o, aún peor, sus combinaciones para potenciar las cualidades curativas?

—El crédito es de Haliee papá, yo solo sugerí un par de plantas... la idea del té fue suya —mentí, o quizá no, era raro—. Es muy talentosa.

—Gracias por el cumplido Ilora, pero no se me hubiera ocurrido sin tu ayuda, había olvidado por completo el fulgor azul —me defendió Haliee.

—Entonces es una suerte que te hayas topado esa flor en el bosque. Quizá demasiada suerte... —cuestionó mi padrino en un tono juguetón. Me sorprendió, ya que si bien él bromeaba, no tenía idea de la razón que tenía.

—Puedes llamarle suerte de principiante si así lo deseas, padrino —jugué, recibiendo una risa afable como respuesta—. Solo estaba dando ideas al aire, pero lo importante es que Alhaster despertó y jamás ha estado en mejores condiciones. Solo mírenlo.

—Sí, sí, todos estamos felices de que Ilora deje de estar histérica y el dragón de pacotilla despierte de su siesta —interrumpió Castiel en tono molesto—, pero ahora mismo el rey y la reina requieren nuestra presencia y no desearía que nos mandaran a buscar por destruir parte su bosque.

Ninguno dijo nada. Solo asintieron y recogieron sus cosas con rapidez, para seguir a un demasiado alterado Castiel. Esperaba que su molestia u ocupación durara el tiempo suficiente para que olvidara todo o, al menos, para que hablara con Eu Sung o la misma Faedra y les preguntara si hacia bien en mantener todo en secreto. Así, mientras todos seguían su camino, yo me atrasaba un poco para tener un momento a solas. Sonreí con satisfacción cuando me creí libre y llevé las manos a mi morral —el que no había dejado que llevaran—, para agradecer a Faedra su ayuda, cuando escuché una familiar voz tras de mí.

—Podrás mentirles a todos, preciosa, pero ¿sabes por qué no te creo? Porque no eres la única que guarda secretos —susurró Brennan en mi oído, asustándome. Ni siquiera lo había sentido acercarse. Mi respiración se tornó agitada, y con mi mano dentro del bolso, empujé lo poco que había sacado del espejo.

—No sé de qué hablas, Brennan —mentí una vezmás, frunciendo el ceño y corriendo junto a los demás sin mirar atrás.

Continue Reading

You'll Also Like

Romanov (Pandora #5) By Sofi

Mystery / Thriller

390K 43.7K 26
Hay tres formas de tomar una misión con el corazón roto: 1) No puedes mostrar tus sentimientos 2) Tienes que ser lo más objetiva posible 3) No puedes...
4.5K 337 9
Ok, nose como será recibida esta historia pero solo quiero aclarar una cosa muy importante, esta historia originalmente no es mía le pertenece a Jazz...
265K 21K 43
Anderson Cárter tiene la vida hecha, por no decir perfecta. Está se verá afectada después de que note algo diferente en su vecina; Su chica misterios...
1.5M 205K 82
«Si pudiéramos clasificar el amor en colores, yo definitivamente sería rojo. Rojo pasión». La vida de Lizzie parece ser complicada, con los deberes...