Besos con sabor a muerte© (18...

By aoi_sky

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BILOGÍA DULCE AGONÍA (LIBRO I) Tras la muerte de sus padres, el mundo de Aisa se derrumba: su inestable mente... More

¡¡BCSAM EN FÍSICO!!
ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴀᴄɪᴏ́ɴ
⚠️ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs ⚠️
ᴇᴘɪ́ɢʀᴀғᴇ
ɪɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 1: ɪɴsᴀɴᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 2: ᴜɴ ᴅɪ́ᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ, ɴᴀᴅᴀ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 3: sᴏʟᴏ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴀᴛᴏ ᴍᴀ́s
ᴄᴀᴘ 4: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴜɴᴀ
ᴄᴀᴘ 5: ᴅᴇᴄɪsɪᴏ́ɴ sᴜɪᴄɪᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!
ᴄᴀᴘ 7: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɴᴏ ᴄᴀsᴜᴀʟᴇs
ᴄᴀᴘ 8: ᴘᴀᴄᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 9: ɪʀʀᴀᴄɪᴏɴᴀʟ
ᴄᴀᴘ 10: ᴍᴇ ǫᴜɪᴛᴀsᴛᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴀʜᴏʀᴀ ᴛᴇ ᴀɢᴜᴀɴᴛᴀs
ᴄᴀᴘ 11: ᴀʏᴜ́ᴅᴀᴍᴇ ᴀ ᴍᴀᴛᴀʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 12: ʟᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴛᴇʀʀᴏʀɪsᴛᴀ
ᴄᴀᴘ 13: ᴛᴇɴ ᴄᴜɪᴅᴀᴅᴏ ᴄᴏɴ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴅᴇsᴇᴀs
ᴄᴀᴘ 14: ʙᴇsᴏs ᴄᴏɴ sᴀʙᴏʀ ᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
ᴄᴀᴘ 15: sɪɴ sᴇɴᴛɪᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 16: ᴀs... ¡ᴛᴇ ᴅᴇsᴄᴜʙʀɪ́!
ᴄᴀᴘ 17: ᴜɴ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ ᴇɴ ᴄᴏᴍᴜ́ɴ
ᴄᴀᴘ 18: ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢ ᴅᴇ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 19: ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇʀᴀ́ ᴜɴ ᴀsᴇsɪɴᴏ
ᴄᴀᴘ 20: ᴄɪ́ʀᴄᴜʟᴏ ᴠɪᴄɪᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 22: ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏs ɪɴᴇsᴘᴇʀᴀᴅᴏs
ᴄᴀᴘ 23: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ɪᴍᴘᴏsᴛᴏʀ
ᴄᴀᴘ 24: ᴢᴀᴄ, ᴀɪsᴀ ʏ ᴀs
ᴄᴀᴘ 25: ᴇʟ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴘʟᴀᴄᴇʀ ʏ ᴅᴇsᴇᴏ
ᴄᴀᴘ 26: ᴍɪ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 27: ᴍᴀʀᴄ
ᴄᴀᴘ 28: ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ
ᴄᴀᴘ 29: ᴍᴇ ᴠᴏʏ
ᴄᴀᴘ 30: ᴇʟ ᴘʀɪᴍᴇʀ ʏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʙᴀɪʟᴇ
ᴄᴀᴘ 31: ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴏ
ᴄᴀᴘ 32: ʜᴇʀᴍᴀɴᴀs
ᴄᴀᴘ 33: sᴏʟᴏ ᴄᴏɴ ᴇ́ʟ
ᴄᴀᴘ 34: ᴀᴄᴏsᴀᴅᴏʀᴀ
ᴄᴀᴘ 35: ʀɪᴠᴀʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 36: sɪɴ ʀᴀsᴛʀᴏ
ᴄᴀᴘ 37: ᴛʀᴀɴǫᴜɪʟɪᴅᴀᴅ
ᴄᴀᴘ 38: ᴊᴜᴇɢᴏs ᴅᴇ sᴇᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ
ᴄᴀᴘ 39: sᴏsᴘᴇᴄʜᴀs
ᴄᴀᴘ 40: ᴛʀᴀᴛᴏ ʜᴇᴄʜᴏ
ᴄᴀᴘ 41: ʟᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴠɪ́ᴄᴛɪᴍᴀ
ᴄᴀᴘ 42: ᴄᴜʟᴘᴀʙʟᴇ
ᴄᴀᴘ 43: ɴᴏ ᴛᴇ ᴄᴏɴғᴜɴᴅᴀs
ᴄᴀᴘ 44: sᴇɴᴛɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ᴄᴏɴғᴜsᴏs
ᴄᴀᴘ 45: ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴏ ʏ ʜᴇʀᴍᴏsᴏ
ᴄᴀᴘ 46: ᴍɪᴇᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 47: ɴᴏ ᴇsᴘᴇʀᴇs ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴍɪ́
ᴄᴀᴘ 48: ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
ᴄᴀᴘ 49: ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ,ᴍᴇ ʜᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
ᴄᴀᴘ 50: ǫᴜᴇ́ᴅᴀᴛᴇ ᴀ ᴍɪ ʟᴀᴅᴏ
ᴄᴀᴘ 51: ᴇʟ ᴀsᴇsɪɴᴏ ᴅᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ
ᴄᴀᴘ 52: ᴅᴏʟᴏʀ
ᴄᴀᴘ 53: ᴀᴅɪᴏ́s
ᴇᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

ᴄᴀᴘ 21: ᴢᴀᴄ, ᴀᴍᴇ́ʀɪᴄᴀ ʏ ᴀᴍᴀɴᴅᴀ

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By aoi_sky

Aisa

 Después de pasar casi todo el día dormida, finalmente despierto, y lo hago para encontrarme con habitación en total oscuridad; es de noche, pero no sé qué tan tarde es. Me muevo con la intención de sentarme. Un pequeño aullido de dolor escapa de mi boca al sentir un punzante dolor en mi estómago.

Tomo una profunda respiración y me reclino con cuidado sobre la cama. Tengo que morder mis labios, para evitar soltar una que otra maldición debido al dolor que me asalta. Enciendo la lámpara de noche y con cuidado subo mi blusa para comprobar que la herida no se haya infectado; la zona está entre roja y morada. Se ve terrible y duele condenadamente horrible.

—Eso se ve feo —se escucha de pronto la voz de As, proveniente de una esquina de la habitación, y me da un tremendo susto.

—¡As, me has asustado! No salgas así de la nada.

—No salí de la nada; he estado todo el tiempo aquí. Ha estado lloviendo, así que no me ha apetecido salir.

—¿Hay medicamentos para desinfectar mi herida?

—Aquí no. Si no te hubieras escapado, ya te habría curado como debe ser.

—¡Te recuerdo que fue tu culpa!

—Sí, claro...

—Maldición, duele demasiado.

—En cuanto amanezca iré por el medicamento —dice antes de salir de su escondite. Hace su conocida sonrisa y después sale de la habitación.

Vuelvo a cerrar los ojos con la esperanza de recuperar el sueño, pero me es imposible, ya que he dormido demasiado. El dolor de la herida se intensifica conforme pasan las horas y comienzo a sentirme muy mal. Me remuevo en la cama, incómoda, y con mucho frío. Me tapo con la cobija hasta la cabeza y me hago bolita.

Cuando logro dormirme no me dura mucho el gusto, ya que mi sueño es atormentado con recuerdos de la noche en que mi familia fue asesinada. Veo sus cuerpos bañados en sangre, sangre que se encuentra en todas partes. Puedo verme parada en el umbral de la puerta de la habitación de mis padres. Ellos apenas siguen vivos, y sus cuerpos están mutilados. Una sombra se aprecia al final del lugar, pero no alcanzo a distinguir de quién se trata. Solo veo su silueta acercarse a ellos para comenzar a destazarlos. Quiero gritar por ayuda, pero ni mi cuerpo se mueve ni mi voz sale; lo único que puedo hacer es observar... observar cómo mis padres son asesinados.

Abro los ojos de golpe y me reclino rápidamente sobre la cama, lastimándome un poco más. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que ha amanecido. Mi cabeza da vueltas, tengo náuseas y no hay rastro de As.

Trato de levantarme para ir al baño, pero no lo consigo, pues no solo mi herida duele si no que mi cuerpo está demasiado débil y mis piernas no me sostienen. También me doy cuenta de que mi ropa está empapada en sudor, tal vez provocado por la reciente pesadilla. Mi boca está seca y mis labios partidos; creo que me estoy deshidratando.

Haciendo un gran sobreesfuerzo consigo ponerme en pie, pero no duro mucho, pues mis rodillas se doblan y caigo con fuerza al piso. Intento levantarme, pero no puedo. Solo me quedo ahí esperando a que As aparezca, pero eso no sucede. Al pasar de los minutos, mi vista comienza a nublarse y cada vez me cuesta más respirar. Me tranquilizo al escuchar pasos que se acercan pues pienso que As llegará a ayudarme, pero me llevo una gran sorpresa cuando la puerta se abre y escucho la voz de alguien que no es As.

—¡Aisa! —Contengo el aliento al ver a Amanda de cuclillas frente a mí.

Detrás de ella está América, quien marca por teléfono para pedir una ambulancia. Quiero decirle que no lo haga, pero estoy demasiado débil incluso para hablar. Mis ojos se vuelven a cerrar, y una vez más me envuelve la oscuridad.

As

Doy vueltas por la habitación de los padres de la pequeña. Aunque ya han limpiado el lugar, aún pueden apreciarse rastros de sangre sobre el piso. Pese a que son muy opacas, ahí están. Pienso en la manera en que su familia murió, siendo un modus operandi demasiado distinto al mío. Estoy seguro de que ellos ya deberían saber que no fui yo.

«Lo saben, pero no lo dicen para no generar más pánico».

—Tal vez. No creo que les convenga que se sepa que hay más de un asesino. —Ahora quisiera saber si ellos están tras de mí o tras él—. ¿Qué estará haciendo ese estúpido detective?

Me muevo por la habitación y contemplo algunos retratos familiares; sí que ella era feliz: en todas las fotos sonríe, y sus ojos brillan con anhelo y amor por la vida. Pero cuando la tuve frente a mí por primera vez, ya había perdido ese brillo. No ha vuelto a aparecer, y sé que nunca lo hará. Es lo mismo que pasó conmigo.

Tomo un portarretrato donde se muestra la pequeña con un niño en brazos; y al levantarlo, veo que algo cae al suelo. Miro cuidadosamente. Al ver la pequeña nota doblada, sonrío.

—Así que aquí estabas. —Dejo el retrato en su lugar y me agacho para tomar la nota. La abro, y al leer su contenido sonrío aún más.

Salgo de la habitación y me dirijo al de la chica. Me pregunto si debo contarle acerca de las notas o dejar la información solo para mí. Cuando entro, me acerco a ella, y compruebo que duerme profundamente; sin embargo, su entrecejo se arruga varias veces, y así me doy cuenta de que sus sueños son perturbados por una que otra pesadilla. Observo su rostro con detenimiento: su piel está demasiado pálida pero sus mejillas están coloradas, y a su frente la cubre una capa de sudor. La toco con cuidado para no despertarla, para comprobar que está hirviendo en fiebre. Chasqueo la lengua, le quito la cobija y levanto su blusa. La herida sangra de nuevo y se ve horrible. Está muy infectada.

«Creo que esta vez realmente me pasé».

Tomo mis cosas en un santiamén y salgo con la intención de traer los antibióticos y el material de curación para desinfectar la herida. Tardo solo un poco más de lo previsto, pero cuando vuelvo me percato de que hay una ambulancia afuera de la casa.

Me detengo a un par de calles de distancia y observo; aparte de los paramédicos hay dos chicas. También está el mismo idiota que se atrevió a besarla la otra vez en la cafetería. Observo atento cómo los paramédicos la sacan en una camilla.

Después de que la suben a la ambulancia, una de sus amigas entra junto con ella y los otros dos entran en un auto que se va tras la ambulancia. Cuando los pierdo de vista, resoplo con molestia y arrojo la bolsa con fuerza provocando que el contenido se esparza por el suelo.

Ahora que la chica está con ellos no puedo hacer nada. No me queda opción más que confiar en su palabra de que no me delatará y aguantarme. Tal parece que ahora sí nuestra relación nada común ha terminado por completo. Debería estar feliz de que al fin pude deshacerme de ella, pero en realidad me estoy muy molesto.

Aisa

Siento un apretón en mi mano izquierda y una cálida sensación me envuelve. Por una estúpida, muy estúpida razón, el rostro de As aparece en mi mente, y una sonrisa boba se pinta en mis labios.

—¿Aisa? —La suave voz de Zac entra por mis oídos, y entonces recuerdo que América y Amanda me han encontrado. Abro los ojos solo para comprobar que ahora estoy en la habitación de un hospital. Zac está a un lado de mí y me mira con verdadera preocupación.

—Hola, Zac —Mi voz sale muy quedito a causa de mi debilidad. Una leve sonrisa adorna el rostro de Zac.

—Qué bueno que despiertas, ¿cómo te sientes?

—Horrible.

—Me imagino. Estabas muy herida, ¿cómo fue que terminaste de esa manera, Aisa? ¿Quién te hizo eso?

—Solo... yo... —No sé qué decirle.

—¿Fue el asesino? ¿Te has encontrado con él?

—S-sí, pero ya estoy bien.

—¿Bien? Tuviste suerte de que Amanda y América te encontraran. Tu cuerpo estaba demasiado débil. Dijeron que has perdido mucha sangre en los últimos días. Además, estabas deshidratada y tenías mucha fiebre por la infección de la herida. Si hubieran tardado más tiempo hubiera sido fatal. ¡Aisa, pudiste haber muerto!

—Pero no fue así.

—¿Por qué fuiste a tu casa en vez de venir con nosotros?

—No quería preocuparlos.

—Día a día vivimos preocupados por ti. En verdad me arrepiento de haberte dejado ir la otra vez, pero esta vez no volverás a marcharte.

—Zac...

—No, Aisa, cuando salgas de aquí te irás a la casa de América y no te dejaremos sola. No vas a volver a desaparecer.

—Tengo que ir con... con As.

—¿As? ¿Quién es As?

—Quiero decir... con Dominik.

—Ese estúpido amigo tuyo es un bueno para nada; te dejó abandonada.

—No es así.

—¿Y por qué no ha venido a verte? Si le preocuparas lo hubiera hecho, pero no se ha parado por aquí. Además, ¿dónde estaba cuando te hirieron? No, Aisa, no regresarás con él. Ahora te toca confiar en tus amigos y familia, que América y sus padres son ahora tu familia y tienes que apoyarte en ellos. —Decido no decir nada más. Está claro que no lograré hacer cambiar de opinión a Zac.

Se queda conmigo un rato más después sale y una enfermera entra. Me hace un chequeo, y cuando ella sale, Amanda y América hacen su aparición.

—¡Aisa! —Ambas se echan sobre mí con lágrimas en los ojos. Una me regaña y la otra me dice cuánto me ha extrañado. Río y, como puedo, las abrazo a las dos. Ahora me doy cuenta de la mucha falta que me han hecho.

—¡Eres una tonta! —exclama América—. ¿Por qué te has escapado así? ¿Sabes lo angustiadas que hemos estado?

—Lo siento —digo, sintiéndome demasiado culpable por el dolor que les he causado.

—¿Dónde has estado todo este tiempo? —pregunta Amanda—. Zac dijo que estabas con un joven.

—Sí... él también fue víctima del asesino, así que estamos juntos para dar con él.

—¿Sabes lo arriesgado que eso es? —Amanda me mira con los brazos cruzados tal como una madre con su hija.

—Lo sé, pero no podía quedarme sin hacer nada, viendo cómo el asesinato de mis padres quedaba impune, y sabes que las autoridades son muy incompetentes. ¡Yo quiero que se haga justicia!

—Lo comprendo, pero has puesto tu vida en juego. ¿Y si mueres?

—¡No importa, mientras logre mi objetivo!

—¡Aisa, no digas eso!

—No moriré... no deben preocuparse.

—No puedes estar segura, ¡solo mírate! Estuviste a punto de morir —exclama América.

—¿Cómo fue que terminaste herida de esa manera? —cuestiona Amanda—. Tienes muchas heridas y cicatrices, así como muchos golpes y moretones tanto recientes como de hace varias semanas.

—He tenido algo de acción —digo riendo, pero a ellas parece no causarles gracia.

—¿Te has topado con el asesino? —pregunta América—. ¿Fue él quien te hirió de esa manera?

—M-me topé con él una vez —digo algo insegura. No debería de mencionar eso, pero ¿de qué otra forma explicaría las heridas?

—No puedo creer que después de encontrarte con él sigas viva. Sí que tienes suerte.

—Él no va a matarme —digo, y de inmediato me arrepiento. Ambas me miran con el ceño fruncido como si pidieran explicaciones.

—¿Qué quieres decir con eso?

—B-bueno es que... si quisiera matarme creo que ya lo hubiera hecho, pero no es así. Por eso digo que no va a matarme.

—Eso no tiene sentido...

—¿Cómo es él? —pregunta América con verdadero interés y sonrío al pensar en As.

—No lo sé. Ya saben que siempre lleva una máscara...

—¿Has hablado con él? —esta vez pregunta Amanda—, ¿Exactamente qué tipo de encuentros han tenido?

Miro entre ambas. Tienen toda su atención sobre mí y esperan mi respuesta. Yo muero por contarles la verdad y decirles del asesino impostor, pero le prometí a As que no diría nada a nadie, así que por más que desee decirles todo, simplemente no puedo hacerlo.

—Solo me he encontrado con él una vez. Quise enfrentarlo y hacer justicia, pero ya ven: siendo un asesino es alguien de cuidado. El tipo está loco. ¡Solo miren cómo me ha dejado!

—Pero no te mató —dice América como observación—. ¿Cómo lo encontraste?

—Él... me encontró a mí.

—Te buscó, pero no te mató, ¿qué es lo que quiere de ti?

—No lo sé...

—Ese chico con el que estás... ¿Cómo se llama? —pregunta Amanda, desviando el otro tema, y de alguna manera se lo agradezco.

—Dominik. —Recuerdo cuando se presentó así con Zac. Aunque, no estoy segura si ese es su nombre real o solo lo inventó al momento.

—¿Y dónde está él?

—No lo sé, no lo he visto desde ayer.

—¿Estaba contigo en tu casa?

—Sí.

—¿Y qué hacían ahí? —Los observo sin saber cómo responder a eso, ¿qué debo decirles?, ¿que salí huyendo de él después de medio matarme?

—No teníamos dónde más quedarnos, así que decidimos ir ahí. ¿Cómo supieron dónde estaba?

—Una vecina dijo que había escuchado ruidos, así que quisimos ir a ver si todo estaba bien. No esperábamos encontrarte tirada en tu habitación en ese estado. Ha sido una gran sorpresa.

—Y nos llevamos un gran susto —agrega Amanda.

—En verdad lamento por todo lo que les he hecho pasar.

—No desaparecerás de nuevo, ¿verdad? —pregunta América, mientras se refleja la preocupación en sus ojos.

—No, no volveré a irme. —Ambas sonríen con satisfacción. Se sientan una a cada lado de la cama y comienzan a contarme lo que ha pasado en las últimas semanas en que no he estado.  

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