Las musas de Samuel de Luque...

By Anngie_777

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Samuel es el famoso escritor del momento, sus historias han tocado el corazón de hombres y mujeres, sin embar... More

"El misterio de los leones dorados"
1: "Los romances de un soltero codiciado"
2: "El club de los corazones rotos"
3: "Estudiante de gastronomía y pintor de medio tiempo" (Valente)
"Las musas de Samuel de Luque"... Aviso
Otro aviso
4:"La dulce chica del tren" (Emma)
5: "El músico que buscaba inspiración" (Sebastián)
6: "Admirador #1" (Fernando)
7: "El vecino que marchitaba las plantas de Samuel" (Alejandro)
8: "La cantante de Jazz que quería cantar Ópera" (Natalia)
Aviso
9: "Seis musas en la lista, siete leones dorados"
10: "El visitante de Barcelona"
Aviso :/
11: ¿Casualidad?
12: "¿Aceptarías salir conmigo?"
13: "Amargos recuerdos-Besos dulces"
14: "Acompáñame"
15: "Una ultima vez"
Aviso!!!
15: "Una última vez" (Guillermo)
16: "Un cuento de hadas"
Una explicacion
17: "La historia perfecta"
¡Hola!
18: "La barrera del tiempo" (+18)
19: El plazo esta a punto de cumplirse
20: "La séptima musa" (Helena)
21: "No seré parte del club de los corazones rotos"
22: La gran historia
23: Confesiones
24: "El corazón de Samuel de Luque"
25: "El séptimo león"
¿3k lecturas?
26: "Inmortal" (Final)
Han pasado 84 años...
Especial Parte 1: Oscuro pasado
Aviso
Final: "Las musas de Samuel de Luque: De Sebastían a Natalia"
Uno mas
#Wattys2019
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Especial parte 2: "Las musas de Samuel de Luque: De Valente a Emma"

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By Anngie_777

Abril se abría paso entre los restos casi marchitos del invierno, un año más que estaba a punto de transcurrir; las sombras del pasado eran casi invisibles, poco o nada se recordaba de ellas, la enfermedad de Samuel era parte de esos fragmentos de vida, que cada día se borraban y costaban más tiempo recordar; esos días que aunque sabíamos habían ocurrido, parecían más una película de una tarde lluviosa puesta en reproducción automática que se había guardado en imágenes entrecortadas en nuestras mentes, solo nos era útil en los momentos más difíciles, cuando olvidamos las razones para estar juntos, días como hoy.

-¿Qué haces? – escuche tras de mí, de inmediato un sobresalto recorrió mi cuerpo obligándome a soltar la cámara de instantáneas y un flashazo iluminó el sótano por un instante obligándolo a parpadear un par de veces acercándose a mí.

-Y-Yo... - no sabía que responder y la voz me salía entrecortada – nada – fue lo único que fui capaz de decir, odiaba admitir frente Samuel que algunas veces bajaba al sótano solo para inspeccionar aquellos recuerdos de "las musas", asegurarme de que siguieran ahí y de alguna forma torturarme sin sentido al darme cuenta que siempre estarían ahí. Levante la cámara con premura y la coloqué en la caja para después acomodarla en su lugar de siempre, pero antes de poder completar la acción, Samuel tomó la caja entre sus manos.

-¿Qué es esto? – dijo mientras la colocaba en la silla donde la había mantenido yo, y comenzaba a inspeccionar su contenido como si en verdad no recordara todos aquellos objetos; entre tanto yo lo miraba con una ceja enarcada intentando disimular lo poco que creía su cuento - ¡vaya!, no recordaba que tenía una cámara de instantáneas – dijo un tanto sorprendido, para después tomarme una foto – parece que aun funciona, a pesar de todo – aquello hacía clara referencia al reciente golpe que se había llevado al caer de mis manos, yo seguía en silencio intentando comprender la situación.

-¿En verdad no recordabas esto? – dije acercándome a él.

-No, en verdad, no sabía que tenía todo, esto... - su voz se apagó de pronto al observar las partituras de Sebastián, el silencio se hizo sepulcral.

-¿Samuel? – toqué suavemente su hombro.

-¿Hace cuánto sabes de todo esto? – su pregunta me congeló la piel, el tono en su voz, la seriedad y carencia de expresión en su rostro me dejaron petrificado, no sabía que responderle, si debía mentirle, si tendría que decir la verdad; y de nuevo un absurdo temor y necesidad de salir corriendo que no había sentido en mucho tiempo se hicieron presentes.

-Y-Yo, veras Samu, yo – se giró para mirarme desde abajo mientras se sentaba en el suelo con la caja entre las piernas – hace mucho tiempo – dije sentándome frente a él.

-¿Cuánto? – insistió mirándome fijamente.

-Hace 2 años – baje la mirada a mis manos intentando tragar el nudo en mi garganta – ¿Recuerdas aquel día que me tiré a tus brazos llorando, suplicándote que no me convirtieras en un recuerdo? – un par de lágrimas se agolparon en mis ojos al recordar aquel día, no solo eso, era como si de pronto todos los malos recuerdos regresaran de golpe.

-¿Fue por esto? – tomó mi mentón levantando mi rostro obligándome a mirarlo.

-Han pasado dos años y todo esto sigue aquí; y aun cuando sé casi todo sobre cada uno de ellos, y aun cuando me he obligado a dejar todo esto atrás, no puedo y no entiendo las razones que me traen hasta aquí cada cierto tiempo, solo para asegurarme de que todo sigue igual, que por alguna razón decides mantenerlo contigo – sin importar mis casi 26 años nunca podría contener los ataques de verborrea que solían golpearme al encontrarme acorralado sentimentalmente, con las emociones tan desbordadas.

-Guille – su voz sonaba como una melodía de fondo.

-Y nunca sabré si amaste a alguno de ellos de verdad, aun cuando me lo has dicho mil veces, porque a pesar de que lo niegues conservas todos sus recuerdos, son como fantasmas en esta casa, en el libro, en esta caja, todos ellos siguen aquí – lágrimas y sollozos aderezaban mi patético discurso.

-Mi amor – no lo estaba escuchando, solo ruido blanco a mi alrededor.

-Pero los acepto, porque te conocí gracias a ellos; aunque no puedo evitar sentir celos; y sé que es patético, porque estoy celoso de historias que no se comparan en nada a la que hemos vivido tu y yo, es como si de alguna manera estuviese molesto porque ellos no pasaron por todo lo que hemos pasado, ellos solo tuvieron felicidad y momentos vacíos, y me frustra tanto el hecho de sentirme celoso de sus historias y de que conserves sus recuerdos, cuando yo te tengo siempre a mi lado, cuando yo soy el único que te conoce de verdad; aun así no entiendo porque sigo bajando aquí solo para torturarme, torturarme sin motivos, es horrible Samuel, no sé qué pasa conmigo.

-¡Guillermo! – me cubrí la boca con ambas manos por instinto mientras apretaba los ojos con fuerza intentando frenar el llanto; pude sentir como sus brazos me rodeaban y el calor de su cuerpo inundaba cada rincón de mi ser – respira, amor mío – su voz de nuevo era cálida, reconfortante, mientras sus labios dejaban pequeños besos sobre mi cabeza y frente.

-Perdón – dije con un hilo de voz.

-No te disculpes, no lo hagas – suspiró presionándome con más fuerza entre sus brazos – en verdad no sabía que todo esto estaba aún aquí, en verdad había olvidado que conservaba estas cosas, y me desharé de ellas si con eso estas más tranquilo.

-No quiero que te deshagas de ellas – dije con la voz todavía un poco ahogada – es una tontería, en verdad no sé qué pasa conmigo.

-Lo has dicho, estas celoso – trague fuerte al escucharlo decir aquello – aun cuando no tendrías porqué – el tono de su voz sonó un tanto divertido al decir aquello; me separé un poco para verlo mejor – y sé que nunca estarás tranquilo si no recibes una explicación y lo justo es, que si yo he conocido la historia de Carlos, tu conozcas mi historia con "las musas" como has decidido llamarlas – sonrió ampliamente mientras se ponía en pie y me ayudaba a mí a hacerlo, subimos hasta la habitación y una vez estuve tranquilo, sentado sobre la cama, me dejó para bajar por aquella caja y el retrato hecho por Valente. Yo no podía apartar la vista de él mientras acomodaba pacientemente cada "recuerdo" sobre la cama justo frente a mí, y aunque no entendía muy bien lo que hacía, me daba una idea de lo que en su mente se había creado como un plan para tirar de una vez por todas mis inseguridades.

Una vez todo estuvo perfectamente acomodado, tomó la pintura realizada por Valente, la observó unos instantes para finalmente colocarla frente a él, obligándome a mirarla directamente mientras él hablaba desde atrás.

Valente

Lo conocí por casualidad, en realidad mi plan nunca fue acercarme a él, pero debo admitir que con el paso de los días aquel chico llamó poderosamente mi atención; en especial porque al verlo intentar una y otra vez capturar la esencia de un grupo de frutas casi muertas, que habían envejecido frente a él esperando convertirse en una obra de arte visual, cuando en realidad su deseo era transformarlas en algo más, fue lo que me motivo a acercarme; Valente me recordaba a mí de alguna manera, era como ver a una versión menos destructiva de mi anterior personalidad, esa que se esforzaba en demostrar al mundo lo bueno que era, aun cuando detestaba lo que hacía, ese que lastimaba a las personas (en su caso frutas) para mostrar su poco interés en la opinión pública, demostrar que lo que estaba haciendo en ese momento era lo que quería; él se auto engañaba como yo en el pasado, fue entonces cuando lo supe, él sería mi siguiente motivo, tenía que hacerlo despertar para que comenzara a vivir de verdad, mostrarle que la felicidad se obtiene de manera más simple que forzando las cosas.

Un día sin más me levante de mi asiento, dejando atrás la página que pronto formaría parte del manuscrito original de "El Club de los Corazones Rotos".

(...)

Hizo una pausa dejando a un lado el retrato para dirigirse al librero de dónde sacó un libro de pasta gruesa, ese compuesto por hojas casi amarillentas, algunas con notas a mano, ese libro que era el manuscrito original de una de sus más grandes obras.

(...)

Era desconfiado y al mismo tiempo con algunos rasgos de egocentrismo bastante bien disimulados que al final terminaron por desaparecer en algún punto de su madurez. Nunca negaré que físicamente resultaba atractivo, aun cuando no es un detalle especialmente relevante de la historia, al mismo tiempo lleno de miedos e incluso inseguridades; le temía tanto al fracaso que prefería sacrificar sus deseos y caprichos, para asegurar un futuro que le resultaba tan incierto como sus propios pensamientos.

Le propuse que me realizara un retrato, en realidad nunca entenderé el motivo de mi petición, creo que en el fondo deseaba ver cómo era percibido por un completo extraño, temiendo el resultado final y dispuesto a hacerle frente a mis propios fantasmas internos.

Nunca pensé que aquella relación devendría en algo sentimental, sabía que pronto debería regresar a Barcelona para un nuevo chequeo médico, y Valente aun no tenía ni el boceto de la pintura que había sido el motivo inicial de nuestra relación, por otro lado no podía olvidar las palabras de mi abuela que retumbaban constantemente en mi cabeza, y decidí que podría ser un buen inicio intentar algo mas con aquel chico, su compañía me agradaba y suponiendo que "el amor" fuese en verdad una buena musa, que mejor que otorgársela a él, quizá así podría crear una magnífica obra de arte que le regresara el amor y la pasión por la pintura, o bien le inspiraría para crear platillos que le demostraran que su verdadera pasión podía convertirse en realidad.

Debo admitir que me esforcé en esa relación, de alguna manera pretendía reivindicarme por mis despreciables actos del pasado, demostrar que el verdadero Samuel era mucho mejor; en realidad creo que nunca le mostré a mi verdadero yo, solo una versión extremadamente buena de mí, de nada serviría que conociese mis defectos de primera mano, quizá si las cosas funcionaban como mi abuela me había intentado explicar, después tendríamos tiempo de conocernos a fondo, con menos precipitaciones, y así le di un plazo a la relación, un mes faltaba para que yo regresara a Barcelona, él tendría un mes para descubrirse a sí mismo, y si durante ese tiempo yo descubría el amor en él, tendríamos una vida para conocernos mejor, por ahora el presente y futuro inmediato tenían prioridad.

Al final del mes el descubrió su verdadera pasión y eso le ayudó a conseguir una beca que mejoraría su futuro en más de un sentido, para entonces yo seguía sin sentir aquel amor incondicional del que el mundo hablaba, ni siquiera estaba seguro de sentir algo romántico por él, y aunque suene cruel no le quería más allá de lo que se puede querer a un amigo casual; él tampoco estaba enamorado de mí, lo sabía porque no podía enamorarse de alguien que se negaba a mostrarle sus defectos, alguien a quien apenas conocía y además nunca se había ocupado en conocer de verdad.

Me fui sin decir nada, una despedida desbalancearía su presente y no quería eso, además una despedida exige explicaciones, así que simplemente me fui, una nota breve que expresaba lo mucho que le agradecía por dejarme hacerlo feliz y hacerme feliz por el tiempo que compartimos juntos, un impulso más a su seguridad y un adiós sin más explicaciones. Yo regresaría a Barcelona para un ajuste a mi medicación, una nueva propuesta para un tratamiento alternativo al trasplante que rechazaría de manera tajante y finalmente para entregar el manuscrito de uno de los libros más importantes en mi carrera.

Regresé a Madrid para las fiestas, la casa de cultura estaba a punto de ser embargada por el gobierno, convencí a mi primo de comprarla y entre los dos habíamos logrado reunir el dinero para hacernos con ella; todas las ganancias del libro se fueron en pagarla, pero valía la pena si se recuperaba aquel maravilloso lugar. Por otro lado pude recuperar mi retrato, al verlo de nuevo fue como si algo en mí se recuperara, el ser en la pintura no me parecía tan ajeno y decidí conservarlo en aquel entonces para recordarme quien era ahora, esa persona capaz de regalar felicidad en lugar de arrebatarla con egoísmo.

(...)

-Con el paso del tiempo, se convirtió en un recuerdo en el sótano, no lo necesite nunca más para recordarme quien era, y así me olvidé de su existencia – dijo antes de arrojar el retrato en la caja – y no supe de Valente hasta hace 2 años, cuando te conocí, cuando le volví a ver en aquella fiesta.

Una tenue sonrisa se formó en mi rostro al recordar la fiesta, nuestro primer baile juntos, y como nos habíamos conocido, algo en lo que no solía pensar con tanta frecuencia como me gustaría.

Miro los objetos sobre la cama y analizo unos instantes antes de tomar el boleto de tren y estirarlo entre sus manos con una amplia sonrisa.

Emma

Emma fue una suerte de hermana menor, por aquel entonces dividía mi tiempo entre escribir y un empleo de medio tiempo como bibliotecario en Segovia, me ayudaba a mantener la mente ocupada en el tiempo que debía permanecer en Madrid por los análisis a los que había aceptado someterme ante la posibilidad de ser receptor de un tratamiento experimental para regenerar el tejido insuficiente en mi corazón, una perdida más de tiempo.

Aquella joven subía siempre apresurada al tren, algunas veces rebuscando en cada rincón de su chaqueta o mochila, el dinero suficiente para pagar el boleto; siempre subía al último vagón, aun cuando hubiese lugar en otros y se perdía en lecturas infinitas de aquellos libros de anatomía humana y otros temas relacionados con el cuidado de la salud, ignorando completamente mi presencia cerca de ella.

La primera vez que la vi contar hasta la última moneda de su cartera para pagar el boleto del tren, supe que algún día esa cuenta no resultaría suficiente, por lo mismo de manera casi inconsciente desde ese momento yo compraba dos boletos, solo por si acaso, y como lo supuse, ese día no demoró mucho en llegar.

Su insistencia por pagar su "deuda" conmigo me llevó a obtener un vaso de café diariamente, algo que no solo me ayudaba a despertar todos los días, también me hacía pensar que alguien se preocupaba por mí; por lo mismo, el día que su rostro me mostro el dolor de la perdida de alguien a quien amas y por quien te preocupas, supe que ella necesitaba alguien que le recordara que tenía derecho a ser indefensa, a ser una joven de su edad, a que alguien más se preocupara por ella.

Siempre había deseado tener hermanos, un hermano o hermana menor, ella me regalo esa experiencia y también me recordaba a Tania y Helena; en ella veía reflejado la madurez e inocencia al mismo tiempo, además ella me otorgó la distracción que necesite para olvidarme de los hospitales que debía visitar y en especial del fracaso de aquel tratamiento.

En tanto tuve su compañía, me olvide por completo del tiempo; un día simplemente desapareció, algo que me llenó de alivio pues la idea de decirle adiós me había mantenido en un estado de ansiedad constante; el día que simplemente no llegó al tren, supe que mi "hermanita menor temporal" se había ido, su boleto del tren fue lo único que conserve de ella.

(...)

Con un rápido movimiento arrugó el boleto y lo arrojó también a la caja, yo no podía creer lo que estaba haciendo; entonces comprendí, Samuel me estaba contando "su versión" de las historias de las musas, me estaba contando lo que verdaderamente habían significado cada una de esas personas en su vida.

Un nudo se me formó en el estómago al verlo tomar las partituras de Sebastián mientras pasaba saliva con dificultad; algo me decía que esta historia no me resultaría tan fácil de digerir como las dos previas.

-¿Alguna vez he tocado el piano para ti? – dijo a manera de pregunta retórica mientras tomaba mi mano y me llevaba al piso de abajo. Encendió la lámpara de pie que se encontraba a un lado del piano de su madre, mientras yo permanecía de pie en medio del salón, levanto la tapa del teclado y se sentó frente a él acomodando las partituras; acarició con delicadeza las teclas del piano antes de girarse para mirarme, extendiendo una mano invitándome a sentarme a su lado – debo advertirte que hace mucho tiempo no hago esto, así que disculpa si fallo alguna nota – dijo antes de comenzar a tocar. La melodía sonaba dulce entre sus manos, la manera en cómo me miraba de vez en cuando entre cada acorde habían puesto a latir mi corazón; aquella era la primera vez que tocaba para mí, al mismo tiempo el nudo en mi estómago se hacía más grande al recordar que aquella canción había sido escrita por Sebastián solo para él, aquella era una canción de amor que no me pertenecería nunca. 

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