"¿Qué sería de la tierra sin la luz de la luna iluminándola noche tras noche? ¿Qué seria de la luna sin la gravedad de la tierra ayudándola a no salirse de su órbita? Dos astros que dependen en gran medida el uno del otro, tan cerca y a la vez tan lejos, destinados a ser pero no a estar. Tal vez algún día puedan unirse, encontrarse...pero cuando lo hagan, se destruirán."
Sebastián no entendía que estaba sucediendo en ese momento, podía ver su expresión desencajada y de confusión desde la pista de baile, supongo que él no había recibido uno de estos sobres.
"MARICAS DE MIERDA"
"QUIEN DIRÍA QUE LOS MACHOS MAS MACHOS DE LAS ESCUELA ERAN UNAS NENAS"
"SE IRAN AL INFIERNO POR MARICONES"
"A SEBASTIAN LE GUSTA QUE LE DEN"
"CRISTIAN LAME POLLAS"
Esas eran las palabras que en ese momento retumbaban en el lugar y que al mismo tiempo iban destruyendo todo lo que había en mi pecho, me sentía humillado, traicionado, destruido...perdido. Simplemente veía todas aquellas miradas a mi alrededor juzgándome, recriminándome y condenándome, sentía el aire pesado, mis pies cómo pegados al piso y una enorme incapacidad de poder reaccionar...hasta que sentí como su mano sujetaba la mía.
Seb.
-Larguémonos de aquí- le dije tomando su mano con fuerza. Cuando estaba en el escenario la perra de Amber me había tendido uno de los dichosos sobres que había repartido, en él se encontraba una foto mía y de Cristian teniendo sexo en los vestidores del equipo, lo único que pude hacer en ese momento fue tomar una jarra de poche de mora y vaciarla por completo en ella, bajar del escenario a la velocidad de la luz, tomar a un Cristian totalmente desconcertado y arrastrarlo prácticamente fuera de ese maldito caos.
Salimos al estacionamiento acompañados de una gran multitud de personas, en ese momento recordé la escena de una película que meses atrás había visto con Cristian: un pueblo completo sale con antorchas, palos, piedras y hachas dispuestos a cercenar y quemar hasta dejar solo sus cenizas a un par de jovencitas acusadas de ser brujas, éstas corren por sus vidas rogándole a cualquier fuerza del universo que las ayude, sin embargo son alcanzadas, acribilladas y pulverizadas por una multitud cegada por su ignorancia.
La única diferencia en ese momento era que en vez de un pueblo con antorchas y trinchos se trataba de una multitud de estudiantes con fotos e insultos, que en vez de dos jovencitas acusadas de ser brujas, éramos dos chicos que se amaban con locura, y que a diferencia de un pueblo con sed de liquidarlas, ellos ya nos habían matado por dentro.
A medida que corríamos ellos empezaban a arrojarnos todo tipo de cosas: papeles, basura, vasos con ponche, comida y hasta una puta silla. Logramos llegar al auto de Cristian, pero él aún seguía muy aturdido como para poder manejar, entonces lo acomodé en el asiento del copiloto con rapidez, cerré la puerta y me senté tras el volante, me puse el cinturón, encendí el auto y pise el acelerador como si mi vida dependiera de ello, aceleré y salimos del lugar casi al instante.
Miré a Cristian y aquellos ojos esmeraldas parecían haber perdido su color, podía ver aquella tristeza y aquel dolor aflorando por sus poros, en ese momento algo dentro de mi se rompió. Aceleré más y más por la antigua y solitaria autopista de la ciudad.
¿Cómo una persona podía ocasionar de manera consiente todo ese daño a otras? ¿Cómo pueden las personas que solían llamarse "amigos" humillarnos de tal manera? ¿Cómo podían las palabras convertirse en dardos y romperte el ser hasta lo más ínfimo? Sentía como si aquellos insultos fuesen jeringas llenas de veneno que nos hubiesen inyectado a ambos y estuviesen deshaciendo cada una de las venas de nuestra alma.
Mis ojos empezaron a nublarse, pero fue el cielo quien en ese momento rompió en llanto y Cristian lo imitó, yo solo conducía, cada vez más rápido, como si aun aquella multitud embravecida aún nos persiguiera. La carretera estaba totalmente desierta y las curvas cada vez eran más cerradas, no podía mas con aquel dolor, los sollozos de Cristian y los truenos de aquella tormenta me ensordecían, mis ojos se inundaron de lagrimas y de repente...
- ¡¡¡CUIDADO!!!- gritó Cristian.
Aceleré y de repente un rayo cayó del cielo e impactó sobre un árbol aledaño a la vía, éste se derrumbó unos metros delante de nosotros, frené de golpe y nuestro auto derrapó sin control en el resbaloso asfalto mojado por aquella increpante lluvia...escuché un estrepitoso sonido y de repente todo se tornó negro.
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- ¿Aún no responden April? - me pregunto Tom.
- No, su teléfono está apagado- le respondí cerrando la sexta llamada que le hacia a Sebastián- esto ya está empezando a preocuparme, hace más de una hora no sé nada de ellos.
- Seguramente deben estar ya en casa tratando de calmarse- me dijo Tom en un intento de tranquilizarme- entremos de nuevo a la fiesta, no quiero que te resfríes con esta lluvia tan terrible que está cayendo.
- Llamaré a su madre a ver si ya llegaron- lo interrumpí.
El teléfono sonó y sonó pero no hubo respuesta por parte de la madre de Sebastián, intenté dos veces más hasta que por fin obtuve respuesta.
- Hola señora Smith, habla April, la mejor amiga de Seb- le dije un poco apenada por la hora en la que la llamaba.
- Hola princesa, ¿Cómo estás? – me respondió con dulzura.
- Bien...ehh, una pregunta ¿Seb ya llegó a casa? Salió hace un rato y aún no se ha comunicado conmigo...sabe algo de él.
- En realidad, no ha llegado aún, pensé que estaría contigo, ¿Está todo bien? - me inquirió.
- En realidad, no lo está...pasó algo en la escuela y me preocupa que le haya podido pasar algo camino a casa- confesé.
- Pero de que estás hablan...dame un segundo- la madre de Seb calló de golpe, pude escuchar como si alguien tocara el timbre de su casa y el sonido de una patrulla de la policía, escuché cómo si hablara con un hombre y de repente la dulce mujer rompió en llanto.
- April- me dijo entre sollozos- Sebastián tuvo un accidente de tránsito y está en el hospital.
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Sentí un horrible sabor a cobre en los labios, todo me dolía, parecía como si me hubiesen dado una paliza en cada parte de mi cuerpo y el sonido ensordecedor de una sirena hacía que mi cabeza quisiera estallar, intenté abrir mis ojos pero los parpados me pesaban, sin embargo vislumbré un grupo de personas a mi alrededor, parecían enfermeras tomando mis signos vitales, miré hacia arriba y vi una cegadora luz blanca, a mis lados un montón de implementos médicos y me di cuenta de que estaba acostado en una camilla estaba dentro de una ambulancia pero no entendía porque, luego miré a mi lado y vi a un chico cubierto de lo que parecía ser sangre, estaba totalmente inconsciente y con una mascarilla de oxigeno cubriendo parte de su cara, unos enfermeros rompiendo su camisa y preparando lo que parecían ser desfibriladores.
- Sebastián...- alcancé a susurrar y luego todo volvió a ser negro.
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Tom y yo llegamos al hospital 15 minutos después de aquella aterradora noticia que la madre de Sebastián nos había dado. Entramos a urgencias y preguntamos por los dos chicos.
- ¿Son amigos o familiares de los pacientes?- Nos preguntó una enfermera.
- Somos sus hermanos- mentí, ya que sabia que era la única forma que nos dejarían entrar.
La enfermera nos miro con pena y nos indicó a que sala debíamos entrar. Caminamos por lo que parecía ser un pasillo interminable y llegamos a una pequeña sala de espera.
- April- gritó la mamá de Sebastián al verme- Gracias el cielo estas aquí.
- ¿Como está señora Smith, que les han dicho los doctores? - le pregunté y vi que en la sala también se encontraba el padre de Seb y el padre de Cristian, éste estaba caminando de un lado para el otro, lucía desesperado y muy ansioso. Antes de que la madre de Seb pudiera decir algo, un doctor entró a la habitación y nos pidió amablemente que tomáramos asiento.
- ¿Quién es el acudiente del joven...Cristian James Black? – preguntó.
- Soy yo- respondió el padre de Cris, nunca antes lo había visto. Tenía una apariencia imponente, de voz gruesa y dominante, era un hombre alto y musculoso, rodeaba unos 40 años, su tez y su cabello eran idénticos a los de su hijo, sin embargo sus ojos eran de un color azul muy intenso. Me pregunté por un instante de donde había sacado Cristian sus hermosos ojos color esmeralda.
- Bueno señor Black, su hijo tuvo varias contusiones, fracturas y cortadas en varias partes de su cuerpo, sin embargo, se encuentra estable, ya fue enyesado, sus heridas suturadas y está recibiendo la medicación correspondiente para su mejora. Esperamos que esté despertando en las próximas horas- el padre de Cristian suspiro algo aliviado de que a su hijo no le hubiese pasado algo peor.
- Supongo que ustedes son el señor y la señora Smith- inquirió el doctor a los que ellos asintieron con temor- Su hijo recibió la peor parte del accidente, tuvo muchos cortes por el parabrisas que se rompió, varias fracturas en sus huesos, una fuerte lesión en su cráneo y una hemorragia interna...lamento decirles que en este momento se encuentra en coma.
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El paciente muestra traumatismos leves en su área pectoral y lumbar, cortes provocados por vidrios en sus brazos y rostro, una fractura en la tibia derecha y en su muñeca- decía lo que parecía ser una joven enfermera- la hemorragia interna ya fue contralada y sufrió una leve lesión en su cráneo, por el momento se encuentra en coma- declaró aquella voz, abrí mis ojos con esfuerzo y me di cuenta que estaba en un hospital, no podía recordar con exactitud como había llegado ahí o lo que había pasado.
- Y este paciente...oh- exclamó la enfermera al verme consiente- este chico ya despertó, llamen a su padre, le indicó a la otra enfermera que se encontraba con ella- ¿Cómo te sientes pequeño? Me preguntó.
- ¿Dónde estoy? ¿qué me pasó? - le pregunté confundido.
- Estás en el hospital, tuviste un grave accidente de transito hace unas horas, sufriste varios golpes y cortadas por el parabrisas que se rompió, pero estarás bien.
- ¿Y dónde está mi compañero...Sebastián?
- Lamento decirte que él está en coma, sufrió muchos golpes y cortadas muy profundas, en este momento está en un estado muy delicado- dijo al momento de correr la cortina que dividía la habitación donde estábamos, lo que vi me rompió en mil millones de pedazos.
Sebastián se encontraba acostado y conectado a un montón de máquinas que lo mantenían con vida, su hermoso rostro se encontraba todo cortado y lleno de suturas, su piel se había tornado pálida, su cabellera se encontraba envuelta en vendas blancas al igual que su pierna y su mano.
lo único que pude hacer en ese momento fue echarme a llorar, la enfermera me sujeto la mano mientras lo hacía y me dijo: no te preocupes pequeño...todo saldrá bien.
Que equivocada estaba.