Las musas de Samuel de Luque...

Af Anngie_777

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Samuel es el famoso escritor del momento, sus historias han tocado el corazón de hombres y mujeres, sin embar... Mere

"El misterio de los leones dorados"
1: "Los romances de un soltero codiciado"
2: "El club de los corazones rotos"
3: "Estudiante de gastronomía y pintor de medio tiempo" (Valente)
"Las musas de Samuel de Luque"... Aviso
Otro aviso
4:"La dulce chica del tren" (Emma)
5: "El músico que buscaba inspiración" (Sebastián)
6: "Admirador #1" (Fernando)
7: "El vecino que marchitaba las plantas de Samuel" (Alejandro)
8: "La cantante de Jazz que quería cantar Ópera" (Natalia)
Aviso
9: "Seis musas en la lista, siete leones dorados"
10: "El visitante de Barcelona"
Aviso :/
11: ¿Casualidad?
12: "¿Aceptarías salir conmigo?"
13: "Amargos recuerdos-Besos dulces"
14: "Acompáñame"
15: "Una ultima vez"
Aviso!!!
15: "Una última vez" (Guillermo)
16: "Un cuento de hadas"
Una explicacion
17: "La historia perfecta"
¡Hola!
18: "La barrera del tiempo" (+18)
19: El plazo esta a punto de cumplirse
21: "No seré parte del club de los corazones rotos"
22: La gran historia
23: Confesiones
24: "El corazón de Samuel de Luque"
25: "El séptimo león"
¿3k lecturas?
26: "Inmortal" (Final)
Han pasado 84 años...
Especial Parte 1: Oscuro pasado
Especial parte 2: "Las musas de Samuel de Luque: De Valente a Emma"
Aviso
Final: "Las musas de Samuel de Luque: De Sebastían a Natalia"
Uno mas
#Wattys2019
Noticias!!!
Última oportunidad
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Especial 17k lecturas
¡Noticias!
Más noticias
Mañana
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Última hora!
Coming soon...

20: "La séptima musa" (Helena)

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La siguiente semana transcurrió lentamente, Samuel se esforzaba por evitar que el episodio de aquel día se repitiera, y aunque no tuviera ni las más mínima idea de lo que lo había causado, de alguna manera creía que el pasar más tiempo conmigo y mantener mi mente ocupada me ayudaba, de nuevo, tenía razón.

Los planes para el fin de semana eran simples, iríamos al cine y después disfrutaríamos de "la fiesta de luces" una tradición del pueblo en la que había fuegos artificiales y disfraces coloridos para conmemorar la fundación o algo parecido, en realidad en esos días poco o nada era la atención que ponía a lo que Samuel me decía, en mi mente los recuerdos en el sótano seguían dando vueltas.

(...)

-¿Qué opinas? – no recordaba absolutamente nada de la película que habíamos visto, en cuanto al tema de conversación que de alguna manera habíamos iniciado, en realidad no estaba siendo participe, por lo que no sabía cómo responder al cuestionamiento de Samuel.

-E-Esta bien, supongo – su rostro mostró una expresión de confusión, mientras yo había regresado a mis pensamientos.

-Sí, bien, también quiero comprar un unicornio con pecas moradas y rosas para que Espartaco tenga con quien jugar, ¿Qué te parece? – me preguntaba por qué aún conservaba todo aquello, y había sido capaz de fingir sorpresa al encontrarse con todas sus "musas" en la fiesta de Ismael.

-Si, está muy solo, le hará bien tener un compañero – frenó en seco colocándose frente a mí, yo mantenía la mirada en el suelo y de nueva cuenta me obligó a mirarlo tomándome por los hombros.

-Por favor dímelo – dijo con voz suave tomándome por el mentón y mirándome directamente a los ojos – dime que es lo que te tiene tan alejado de mí – y supe que tenía que contarle toda la verdad, tenía que decirle de una vez.

-Y-Yo... - estaba tartamudeando pero estaba decidido, no podría guardármelo más.

-¡Samu! – una voz interrumpió lo que estaba a punto de decir - ¡Samu, aquí! – se escuchó tras de nosotros, tardamos un par de instantes, dudando sobre si debíamos atender, finalmente ambos giramos buscando el origen de la voz que llamaba a Samuel - ¡Samu! – una chica de más o menos la edad de Samuel se acercaba alegremente a nosotros, era alta y bastante delgada, su piel ligeramente quemada por el sol, ostentaba unas curiosas pecas en las mejillas, ojos grandes y marrones, cabello castaño oscuro extremadamente lacio que llegaba a su hombro y llevaba un tanto despeinado, con un vestido ligero de flores, tenis blancos y una chaqueta de lana, un atuendo que mezclaba el verano y otoño al mismo tiempo; llevaba de la mano a una pequeña niña de unos 4 o 5 años que parecía una pequeña versión de ojos verdes de ella,  quien de inmediato se soltó para correr a los brazos de Samuel.

-¿Qué hacen aquí? – dijo Samuel en tono preocupado acercándose a la chica con la pequeña en brazos – ustedes deberían estar en casa, descansando, y no corriendo de un lado a otro – aquella chica rodo los ojos antes de lanzarse a sus brazos y comenzar a dejar varios besos en su mejilla, besos que él no rechazó y que de inmediato pusieron a hervir mi sangre – Tania, para – dijo entre risas.

-Helena quería venir a ver las luces, ¿no es verdad enana? – dijo la mujer tomando a la niña en brazos, la pequeña simplemente asintió para después decir algo en lo que identifique como lenguaje de señas, Samuel sonrió ampliamente antes de responderle de la misma forma, y de inmediato los celos absurdos que había sentido hace unos instantes, se convirtieron en vergüenza y una necesidad de desaparecer.

-Hola – dije con voz ahogada al sentir la pequeña mano de Helena tirar de mi chaqueta; ella estiró los brazos pidiéndome que la tomara, algo que obedecí de inmediato mientras ella tomaba mi rostro y dejaba suaves caricias.

-¡Tu! – gritó Tania lanzándose contra mí y llenándome la cara de besos - ¡Al fin te puedo conocer! – casi gritó mientras me estrechaba entre sus brazos y presionaba con una fuerza que no era propia de alguien de su complexión, Helena la miró unos instantes para finalmente imitarla.

-Y-Yo, no entiendo – fue lo único que pude decir, en verdad no entendía nada.

-¿Tu eres Guillermo no? – simplemente asentí ante su cuestionamiento – ¡nos alegra al fin conocerte en persona!, Samuel nunca para de hablar de ti – dirigió una mirada asesina al antes mencionado mientras tomaba a Helena entre sus brazos y la bajaba al suelo.

-Tania – sonrió ampliamente mientras se acercaba y me tomaba por la cintura dejando un beso en mi mejilla – cariño, ella es Tania, mi mejor amiga, no, peor – hizo una pausa – es como mi hermana menor, mi molesta hermana menor – comenzó a reír fuertemente mientras Tania golpeaba su brazo con molestia – y esta hermosa princesa – dijo tomando la mano de la niña – es Helena – la pequeña me dirigió una dulce mirada sonriéndome – Tania, Helena, él es Guillermo, mi...

-Tu príncipe – interrumpió la chica, provocando un intenso sonrojo en Samuel – ya me nos lo has dicho, al menos ahora sé que es real – sonrió pellizcándome una mejilla; yo entre tanto no podía reaccionar, otra vez no entendía nada, tanta información en tan poco tiempo me aturdía y de nuevo las "musas" en mi cabeza luchando contra todo esto, me comenzaba a agotar.

(...)

-¿Cómo conociste a Samuel? – llevábamos varios minutos en silencio pero finalmente las voces en mi cabeza habían sido calladas por la hermosa imagen de Samuel jugando con Helena en uno de los puestecillo que habían sido instalados en la plaza; entre tanto Tania y yo permanecíamos sentados en una pequeña mesa alrededor del kiosco, esperando el inicio del espectáculo; la curiosidad me había hecho hablar.

-Bueno, es una historia complicada ¿sabes? – dijo mirando con nostalgia a la pequeña – él y yo nos conocimos hace más o menos 5 años, en el hospital de la ciudad, el visitaba a su abuela enferma y yo, bueno yo – tragó pesado intentando formar una frase de lo que quería decir, entonces supe que estaba cruzando una línea que no debía, me estaba entrometiendo demasiado.

-Lo siento, no tienes que decirme nada, lo lamento – me disculpé tomando sus manos y mirándola directamente.

-En verdad eres un príncipe – ella sonrió presionando mis manos – hace 5 poco más de 5 años me casé con Maximiliano, éramos muy jóvenes, estábamos enamorados y no pensábamos mucho en lo que hacíamos – suspiró soltando un poco mis manos para tomarlas nuevamente – unos meses más tarde esperábamos a nuestra pequeña Helena y lo primero que queríamos hacer era contarle a nuestros amigos, así que fuimos directo a Madrid a festejar, no sabes cuantas veces al día pienso en aquel día – me quedé en silencio esperando que continuara, no entendía en que parte de esta historia encajaba Samuel, pero no quería entrometerme de más en su narración – Maximiliano bebió de más aquella noche, por terquedad mía regresamos a Barcelona sin esperar y él se quedó dormido al volante – pausó intentando pasar el nudo que se había formado en su garganta – él ni siquiera llegó al hospital, murió al instante, mientras yo llegué al nosocomio apenas con vida, y después de accidente pasé cerca de 2 semanas en un coma inducido, luego cerca de mes y medio en cama, Helena se salvó de milagro, era lo único que yo tenía en ese entonces, cuando me informaron que mi esposo había fallecido, ni siquiera la vida de mi bebé me importó y me sumergí en una profunda depresión – un nuevo silencio, mientras dirigía una mirada dulce hacía la niña – cuando me dieron la autorización para levantarme de la cama comencé a deambular por los pacillos, mis padres y hermano me visitaban diariamente pero yo prefería evitarlos, y muchas veces les corría, no quería ver a nadie, yo quería morir – tragué fuerte ante su afirmación, ella suspiró – como parte de mi tratamiento tenía que acudir a asesoría psicológica 2 veces por semana, para lo cual tenía que bajar hasta la planta más baja del hospital, donde se encontraba el pabellón pediátrico, ahí conocí a Samuel – Fernando vino de inmediato a mi memoria – un día mientras caminaba en dirección a la oficina de la psicóloga que me atendía, sumergida en mis pensamientos escuche a los niños riendo y gritando "una más, una más", de inmediato aquello llamó mi atención, al asomarme al recinto me di cuenta que en medio, al fondo, en una especie de pequeña sala de descanso, se encontraba sentado un chico rodeado de varios niños de diferentes edades; sin pensarlo mucho entré y me acerque a ellos, ahí me di cuenta que los niños le pedían una nueva historia, él tenía entre sus manos una libreta azul, con un montón de hojas sueltas, y tras un poco más de insistencia se encontraba buscando entre las hojas y comenzó a leer "Los ojos en mi ventana" – una nueva sonrisa se formó en su rostro – nunca olvidaré aquel cuento, trataba sobre un pequeño niño que vivía asustado de ir a dormir, pues desde el árbol que estaba afuera de su ventana, cada noche le observaban un par de ojos amarillos, que al final resultaban pertenecer a un pequeño gato que buscaba un hogar – sonreí al escucharla resumir aquella historia – la forma en que narraba, sumergía a todo aquel que le escuchara en la historia, recuerdo a médicos y enfermeras sorprenderse a sí mismos perdidos en las historias de Samuel. Un día, después de dos semanas de escapar de mis terapias para ir a escucharlo, él se acercó a mí.

(Flashback)

-¿Te gustó? – dijo colocándose a mi lado mientras caminábamos por el pasillo, recuerdo que me sorprendió al punto de que mi cuerpo no pudo controlar el sobresalto – lo lamentó no quise asustarte – se disculpó de inmediato al notar mi rostro molesto, en realidad él era un chico realmente dulce, muy lejano al hombre serio que aparenta, a pesar de eso aun entonces era bastante formal y propio al hablar, un caballero.

-Descuida, no estoy acostumbrada a que alguien se me acerque – recuerdo haber dicho aquello de manera amarga y distante, no quería hablar con nadie, pero él no se alejó.

-Entonces dime, ¿qué te pareció la historia de hoy? – suspiré pesadamente y caminé con más rapidez hacia la puerta que conducía al jardín del hospital, pero él no frenó su paso, al notar que no me dejaría en paz de detuve, sentándome en una banca cercana.

-Está bien, es decir, supongo que para los niños es maravilloso – el me miró con suma atención algo que me desconcertó – y también para algunos adultos – dije en apenas un susurro, algo que lo hizo sonreír apenado - ¿Eres voluntario o algo parecido? – me sorprendía ver a alguien de su edad en aquel lugar leyéndole a los niños enfermos.

-No, mi abuela es paciente de aquí, conseguí una especie de licencia en la universidad para hacer mi tesis a distancia y así poder pasar más tiempo aquí, cuando ella duerme bajo a leerle a los niños, ellos son mis mejores críticos – dijo con una sonrisa en el rostro.

-¿Críticos? – había logrado despertar aún más mi curiosidad.

-Sí, estudié letras, y lo que más deseo es dedicarme a la creación de historias, los niños son los maestros de la creación, su imaginación logra cosas increíbles, así que ¿quiénes sino ellos pueden ser los mejores críticos de mis historias? – me sorprendí enormemente, no podía creer que ese joven fuese el autor de los cuentos que yo había escuchado tan embelesada, me sentía afortunada de poder hablar con él, por primera vez en meses olvidé la razón por la que me encontraba en el hospital, olvidé el dolor que sentía, porque eso es lo que él me hacía sentir al escuchar sus historias, podía sentir como me convertía en protagonista de cada cuento y por unos minutos olvidaba todo a mi alrededor, estaba sorprendida de poder hablar de manera tan directa con el autor de aquellas experiencias.

-Valla – fue lo único que pude decir, su risa fresca siempre estará en mi memoria, nunca más lo he visto sonreír de esa manera.

(Fin del flashback)

-Bueno no hasta hace unas semanas – dijo mirándome – después de casi cinco años solo lo he visto sonreír así en tres ocasiones, el día que hablamos por primera vez, el día en que Helena nació y le tomó la mano, y el día en que me habló por primera vez de ti – de inmediato dirigí la vista hacia ella, estaba sorprendido – no te sorprendas, ahora sé que tenía razones para estar así de feliz, de verdad se nota que tú no eres como los demás – aquello último se quedó retumbando en mi cabeza, "como los demás"... - después de nuestra primera conversación el me visitaba diariamente, siempre me daba ánimos y poco a poco me ayudó a superar mis fantasmas, por lo mismo, cuando su abuela falleció solo tres meses antes de que Helena naciera, me sentí no solo en la obligación sino también con la necesidad de brindarle todo el apoyo que me fuera posible, y mi familia le tiene un enorme aprecio por la manera en que me ayudó, tanto que aun después de que salí del hospital seguimos frecuentándonos, hablando, viéndonos, y cuando Helena nació él se convirtió al instante en su tío, me pidió que lo dejara pertenecer a la vida de mi hija y yo no pude ser más feliz, él se convirtió en un hermano para mí, mucho más que eso,  y para mi hija es más que un tío, es un amigo, un compañero de aventuras...

-¿Un padre? – me atreví a interrumpir, la manera en como Tania hablaba de Samuel me hacía  dudar.

-No – dijo sin titubear – Helena sabe sobre su padre, todo lo que se le puede contar a una pequeña de cuatro años, y Samuel está en un plano sentimental completamente diferente para ella – sonrió entendiendo un poco mi cuestionamiento – para ella es su compañero de juegos, su príncipe de cuentos, el hombre que le trae libros y le lee historias siempre que puede, un tío y mucho más – comenzó a reír ampliamente, yo suspiré tras escuchar aquello, creí entender a lo que se refería.

-¿Adivinen quiénes son los mejores lanzadores de pelotas? – la voz de Samuel me sacó de mis pensamientos, de inmediato Helena se acercó corriendo a su madre, agitando arriba y abajo un león de peluche que casi poseía su altura.

-¿Helena y el león de peluche? – dijo Tania divertida algo que me hizo reír al instante.

-Si – admitió apenado Samuel mientras se sentaba a mi lado y tomaba mi mano – esos juegos nunca se me darán, pero Helena es una maestra en esto – le guiñó un ojo a la pequeña quien sonrió orgullosa.

El espectáculo de luces fue maravilloso, el resto de la velada Samuel no se apartó de mí, incluso cuando Helena eligió sentarse sobre mi regazo para mirar mejor los fuegos artificiales sumergiéndose en un profundo sueño tan solo unos instantes después, su brazo permaneció rodeando mis hombros, mientras Tania tomaba un sin número de fotos con su móvil, diciendo una y otra vez lo bien que lucíamos, el cómo parecíamos una familia y sus planes de dejarnos a Helena un par de meses; yo solo podía sonrojarme vergonzosamente, imaginando que todo aquello podría ser alguna día real.

(...)

Aquella noche, por fin reuní el valor para leer el último capítulo del libro de Samuel, eran cerca de las cinco de la mañana y yo me encontraba en la sala de la casa, sentado a la orilla del sofá con la luz del amanecer como única fuete de iluminación, si mi instinto no fallaba, ahora sabía quién era la séptima "musa", el juguete de Helena me había dado la mejor pista.

(...)

Sentado al pie de la montaña nevada, Magnus buscaba la manera de calentar sus congeladas manos; había logrado seguir el rastro del séptimo león hasta aquel lugar y no se rendiría, no ahora, aunque las fuerzas lo traicionaran y es que no importaba cuantas pociones hubiese hecho y consumido, ninguna duraba el tiempo suficiente, ninguna era lo suficientemente poderosa, ninguna surtía ya el mismo efecto, a sus casi 85 años su fuerza se desvanecía rápidamente y su última esperanza era terminar con la vida de aquel ser que se la había perdonado a tan alto coste.

Subió con dificultad, a paso lento, a cada instante cuestionándose si sobre aquello valía la pena, e impulsándose con el recuerdo de lo que lo había llevado a aquella situación, un mal entendido un maldito error, lo recordaba como si hubiese sido ayer, el amor lo mantenía luchando ahora por su vida.

(...)

Tantos años a su lado, tanta felicidad compartida, ahora estaba siendo arrebatada por la codicia, el odio de aquella hada.

Elenia había sido el amor de su vida desde siempre, una hermosa hechicera cargada de inteligencia y bondad, misma que se esforzaba por mantener la paz entre los seres fantásticos y los mortales, misma que había sido envidiada toda su vida por Analid, hada que se encargaba de colocarle trampas a fin de que el mundo y quienes la rodearan le odiasen, fracasando tras cada intento, ese mismo ser que se jactaba de ser la bondad en su máxima expresión, misma que había logrado envenenarla.

Magnus recordaba amargamente el día que había encontrado a su hermosa esposa tirada en el suelo, consumida por el dolor, suplicando porque su tormento desapareciera; recordaba sus fallidos intentos por combatir los efectos del mortal veneno, pero aquel en especial, poseía la capacidad de penetrar en el cerebro y corazón de su víctima, haciéndolo alucinar y secando su cuerpo desde el interior en medio de un profundo y tormentoso dolor, un castigo que ni siquiera el peor ser sobre la tierra podría merecer, ese castigo que le había impuesto Analid a Elenia sin motivos, sin razón fundamentada, simplemente por odio, ese odio que se había multiplicado al conocer la futura maternidad de la hechicera, mismo odio que la había hecho enloquecer pues ella no tendría nunca la posibilidad de serlo, la odiaba por ser todo lo que ella nunca podría.

Al ver a su amada consumida por el dolor sin saber que más hacer, Magnus había decidido sumergirla en una especie de hibernación, un sueño que frenaría el avance del veneno el tiempo suficiente para encontrar una cura, la manera de hacerla recuperar la salud, salvarla y con ello a su hija que descansaba en el vientre de Elenia sin saber que su madre estaba a punto de morir.

"Solo quien ha impuesto el castigo podrá eliminarlo de su cuerpo", eso habían dicho los ancianos, eso era lo único que deseaba, sus suplicas fueron escuchadas de manera altiva por Analid, y la negativa rotunda lo había hecho enloquecer, su indiferencia, su odio no fundamentado, la desesperación, todo se había combinado y lo habían hecho perder la cabeza, jamás había querido obtener los dones de aquella hada, solo quería salvar a Elenia, a su familia, y en su intento había lastimado de muerte a otro ser, había cometido el mismo delito que Analid, pero a diferencia de ella, él había sido juzgado y castigado sin siquiera ser escuchado, el odio creció en él y ante el temor de perder a Elenia y a su hija había concentrado todas sus fuerzas en recuperar sus poderes, y la forma de entregar su inmortalidad a su amada, ahora solo le importaba recuperarla, ahora que sabía cómo transferirla a otra persona podría salvarlas, si encontraba al séptimo león y recuperaba su inmortalidad, podría salvar a los más grandes amores de su vida.

(...)

-Mírate, en verdad eres terco, no te ha importado casi morir para encontrarme y así tan débil te has atrevido a presentarte ante mí con la intensión de acabar con mi vida – dijo altanero aquel ser, una especie de mezcla entre humano y león de bengala – debiste apreciar mi regalo y disfrutar de una vida tranquila, pero amabas tanto tus absurdos poderes, la fama que te otorgaban, que poco o nada te ha importado desperdiciar tu vida en recuperarlos, incluso has aceptado perder 30 años de ella por tu codicia, en verdad me sorprendes Magnus.

-No sabes nada de mí, ninguno de ustedes lo sabía, nunca lo supieron, nunca se dieron el tiempo de escucharme, solo atacaron y asumieron que yo respondería de regreso, nadie se dignó a entender mis razones, todos ustedes son peor que yo, aunque se empeñen en negarlo, solo me han juzgado sin entender, así que yo he respondido de la misma forma, atacando sin entender – suspiro cansado el Mago – nunca quise pelear, mucho menos asesinar, pero a oídos sordos acciones ciegas, y aprendía a actuar por instinto, ustedes me enseñaron a actuar así.

-¡Tu atacaste primero! – gritó el león.

-Nunca lo hice, siempre respondí – dijo tranquilamente Magnus.

-Ella no te había hecho nada – sabía que se refería a Analid

-A mí no, pero si a mi familia – respondí con amargura el mago mientras buscaba una esfera de cristal entre sus bolsas – ella en Elenia – dijo mientras en la esfera se mostraba la imagen de una mujer con la piel pálida y consumida, los ojos cerrados y la ropa llena de polvo, rodeada por el frio invernal de una cabaña descuidada – no la he visto en casi 40 años, y me niego a hacerlo porque su imagen solo llena mi corazón de más odio, y no quiero odiar más.

-No comprendo – dijo confundido el mágico ser.

-Ella es mi esposa y en su vientre, ajena a lo que ha ocurrido en este tiempo, duerme nuestra hija – suspiró con pesadez – Analid las envenenó hace 40 años, un veneno cargado de un poderoso hechizo la ha marchitado como flor de primavera en medio del invierno, ella le hiso esto y solo ella podía quitárselo, cuando se negó la ira me cegó y me hizo cometer actos de los que siempre me arrepentiré – guardó la esfera mirando directamente al león, quien parecía confundido – fui juzgado sin ser escuchado, casi muero por ello, y me han obligado a pelear por los poderes que me arrebataron, nadie ha sido capaz de escucharme, todos han asumido que lo hago por mí, por recuperar lo que era, cuando mi único motivo siempre han sido ellas, ahora no me importa si debo asesinarte para recuperar la inmortalidad, no me importa si solo me queda una semana de vida después de ello, lo único que deseo es tener el tiempo suficiente para otorgarle esa inmortalidad al amor de mi vida y a mi hija, nada me importa, si con ello las salvo, así que no me da igual lo que pienses, si me crees o no, porque te he dicho la verdad, porque aunque no te guste has escuchado y ahora te sientes tan culpable como yo, porque has juzgado sin entender – suspiró pesadamente despojándose del grueso abrigo – atácame de una buena vez si es tu voluntad hacerlo y permíteme defenderme como las fuerzas me lo permitan, vengo a recuperar lo que me has arrebatado – tras estas palabras desenfundó su varita y atacó con una embestida al mítico ser, quien voló por los aires antes de caer desconcertado al suelo.

El ataque fue correspondido de inmediato y el mago cayó pesadamente sobre el suelo.

-No te esfuerces, nunca podrás contra mí, ya no – un nuevo golpe contra Magnus lo dejó contra la pared de roca de la montaña – acéptalo Magnus, has desperdiciado la vida que te dejamos, has desperdiciado tu tiempo, en cuanto a tu mujer y tu hija, has decidido ir en contra del destino y ahora sufres tu castigo, si la muerte era su voluntad debiste respetarla, al final todo ha sido tu error por no respetar los tiempos de la vida.

-Su destino no era morir, Analid le ha impuesto ese destino – insistió el mago poniéndose en pie con dificultad atacando nuevamente – ha sido ella quien no aceptó y desperdicio su tiempo, quien hizo tanto daño.

-Y tú le has impuesto la muerte, cuando no era su tiempo – insistió el león atacando nuevamente.

-Tampoco era el tiempo de mi hija – un golpe más contra el león, su cuerpo ya estaba llenos de heridas, no menos que el de Magnus.

-Bien, si eso piensas, ha recibido su castigo, ahora es momento de sumir el destino y dejar ir a tu mujer y tu hija, debiste aceptarlo y dejar de pelear – otro ataque y Magnus se encontraba tosiendo sangre, no resistiría más.

-No mientras exista una oportunidad – entornó su varita hacia el león y caminó con dificultad hasta plantarse frente a él mirándolo directamente a los ojos – lo único que quiero es que ellas vivan, que tengan la vida que yo no pude darles, que mi hija sea feliz y que su madre le enseñé a ser gentil y bondadosa tal como lo era ella, que crezca para ayudar a quienes lo necesitan y que entienda el daño que el odio puede ocasionar para que nunca se generé en su interior, solo quiero que ellas vivan.

-¿Y tú?, ¿Qué quieres para ti Magnus? – respondió altanero el león.

-Nada – el mago se dejó caer sobre sus sorillas, soltando la varita y con la cabeza gacha – no quiero nada para mí.

-Si le otorgo la inmortalidad que te pertenecía a tu mujer y tu hija, ¿qué recibiré yo a cambio? – levantó una ceja expectante.

-Mi vida, mis poderes y sobre todo mi más profundo agradecimiento –entornó sus palpas hacia él y lo miró suplicante.

-Nunca más las verás – insistió.

-No me importa, me basta con morir sabiendo que ellas serán felices y vivirán – dijo resignado.

-Nada te garantiza que al acabar contigo en verdad les otorgue tu inmortalidad – dijo dudoso el león.

-Tendré que conformarme con creer en tu palabra – esto hizo retroceder a aquel ser, no creí lo que estaba escuchando.

-¿Confiaras en mi palabra? – insistió un poco más.

-Solo si tú confías en la mía – la seguridad de Magnus había dejado sin palabras al mágico ser.

-Bien, es un trato justo, que sea entonces tu voluntad – un golpe certero sobre el pecho y la vida de Magnus se apagó para siempre.

(...)

El calor de la primavera comenzaba a gobernar el bosque, lo animales salían de sus guaridas y las flores a abrir sus pétalos, en el silencio de la séptima mañana de la primavera el llanto de una niña que nacía perturbó el silencio de la naturaleza; aquel día había nacido Elif, hija de Elenia la más bella y bondadosa hechicera que hubiese pisado la faz de la tierra y Magnus, el más poderoso mago de todos los tiempos, aquel que había asesinado a un hada, juzgado por 7 leones y enfrentado a los mismos para salvar la vida de su familia.

(...)

Suspiré satisfecho al terminar el libro, lo cerré con sumo cuidado dejándolo a un lado, perdiéndome en la foto de Samuel; la sonrisa tonta en mis labios no era más que el reflejo de la profunda paz que me había dejado aquel último capítulo, el saber que Helena era aquella séptima musa me había dejado con una sensación de satisfacción profunda y al mismo tiempo un sin número de preguntas; estaba claro que aquella historia estaba dedicada a la niña, y por primera vez comencé a dudar sobre las deducciones que había hecho con respecto a las "musas", quizá en verdad tenía que dejar todas mis locas teorías a un lado, después de todo yo no era "la séptima musa", yo no era uno más en la lista y aquel libro nada tenía que ver con la vida de Samuel.

Al menos así lo pensé en ese momento... 

////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////

¡El misterio ha sido revelado!... 

Naaaaaah la verdad es que esto solo es el comienzo de lo mejor... 

Espero que lo disfruten y mil gracias por los votos y comentarios en verdad me anima mucho a seguir escribiendo :3

Fortsæt med at læse

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