Las musas de Samuel de Luque...

By Anngie_777

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Samuel es el famoso escritor del momento, sus historias han tocado el corazón de hombres y mujeres, sin embar... More

"El misterio de los leones dorados"
1: "Los romances de un soltero codiciado"
2: "El club de los corazones rotos"
3: "Estudiante de gastronomía y pintor de medio tiempo" (Valente)
"Las musas de Samuel de Luque"... Aviso
Otro aviso
4:"La dulce chica del tren" (Emma)
5: "El músico que buscaba inspiración" (Sebastián)
6: "Admirador #1" (Fernando)
7: "El vecino que marchitaba las plantas de Samuel" (Alejandro)
8: "La cantante de Jazz que quería cantar Ópera" (Natalia)
Aviso
9: "Seis musas en la lista, siete leones dorados"
10: "El visitante de Barcelona"
Aviso :/
11: ¿Casualidad?
12: "¿Aceptarías salir conmigo?"
13: "Amargos recuerdos-Besos dulces"
14: "Acompáñame"
15: "Una ultima vez"
Aviso!!!
15: "Una última vez" (Guillermo)
Una explicacion
17: "La historia perfecta"
¡Hola!
18: "La barrera del tiempo" (+18)
19: El plazo esta a punto de cumplirse
20: "La séptima musa" (Helena)
21: "No seré parte del club de los corazones rotos"
22: La gran historia
23: Confesiones
24: "El corazón de Samuel de Luque"
25: "El séptimo león"
¿3k lecturas?
26: "Inmortal" (Final)
Han pasado 84 años...
Especial Parte 1: Oscuro pasado
Especial parte 2: "Las musas de Samuel de Luque: De Valente a Emma"
Aviso
Final: "Las musas de Samuel de Luque: De Sebastían a Natalia"
Uno mas
#Wattys2019
Noticias!!!
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Especial 17k lecturas
¡Noticias!
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16: "Un cuento de hadas"

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By Anngie_777



Su sonrisa brillaba como nunca, mantenía la vista fija en el camino y de vez en cuando me dirigía una breve mirada y un beso fugaz. Había olvidado la última vez que viajaba en auto por la carretera, algunos recuerdos de mis viajes familiares regresaron a mi mente y me mantenían con una sonrisa boba en los labios, recordar a mi padre contándonos alguna historia de cuando era niño, mi madre comentando los planes al llegar a nuestro destino, mi pequeña Karol dormida sobre mi hombro y, yo imaginando las mil aventuras que podría contar a Frank al regresar a casa; la nostalgia me invadió por uno instantes y la molestia en la garganta comenzó a crecer, ¿hacía cuanto tiempo que no hablaba con mi familia?.

Pronto se cumplirían 5 años desde que mis padres y mi hermana menor se habían mudado a Canadá, desde entonces no tenía comunicación con ellos, y cada día me arrepentía un poco más por haber sido tan terco, tan iluso, si tan solo me hubiese ido con ellos, si tan solo hubiese preferido a mi familia en lugar de...

Sacudí la cabeza intentando despejar mi mente, olvidar toda aquella amargura y de nueva cuenta concentrarme en el presente, fije la mirada en la ventana y disfrute del paisaje, unos minutos más tarde me había sumergido en un profundo sueño.

No supe cuántas horas llevábamos de camino, ni cuantas faltaban, el silencio del auto y la ausencia de movimiento me hizo despertar; giré torpemente en el asiento intentando ignorar el dolor y el entumecimiento de mi cuerpo por permanecer tanto tiempo en la misma posición, despejé un poco mi mirada y pude notar que Samuel no estaba en el auto, miré a mi alrededor y noté que nos encontrábamos estacionados en una calle lo suficientemente estrecha para 2 autos, con aceras bajas y rodeada de casas, tan pegas las unas a las otras que bien podían pasar por una misma. Un camino empedrado y los colores vivos de las casa le daban ese perfecto aspecto de pueblo de provincia, claramente ya no estábamos en Madrid.

Mi pulso se aceleró al escuchar la voz de Samuel acercarse, parecía conversar con alguien, por alguna razón fingí dormir, no sabía cómo reaccionar y fue lo único que pude concebir como buena idea.

-En verdad no tenías que hacerlo, te lo dije, estoy mejor que nunca – pude distinguir la voz de una chica.

-Lo sé, lo sé, pero no puedo evitar preocuparme, eres más importante para mí de lo que me gustaría y por eso me tienes aquí – sentí un nudo en la garganta, y la necesidad de abrir los ojos y ver a aquella persona tan "importante" para Samuel se hizo casi insoportable.

-¡Awwww!, me matas de ternura Samu – y un escalofrió recorrió mi espalda obligándome a moverme – pero de verdad eres un exagerado.

-Tengo el derecho a serlo de vez en cuando ¿no crees? – esa comodidad en su voz, esa forma natural de hablar, me incomodaba.

-Vaya que en verdad es lindo ¿he? – la voz de la mujer se escuchó casi pegada a la puerta del auto.

-Lo sé, ahora aléjate de la puerta o lo despertaras y no quiero que lo primero que vea sea tu cara de zombi – aquellas palabras tan alejadas de su habitual manera de ser, seguidas de una fuerte carcajada por parte de ambos, incrementó mi incomodidad, no lo iba a negar, sentía celos de aquella mujer que conocía esta, hasta ahora fase desconocida para mí, de Samuel.

-Bueno entonces lárgate de una vez – dijo al terminar de reír aquella chica – deja de preocuparte tanto por mí y vete a disfrutar con "tu príncipe"- ¿le había hablado de mí?

-Está bien me voy, solo por favor, prométeme que cualquier cosa que necesites, sea la hora que sea, me llamarás – me quede completamente estático, en el fondo de mi, algo gritaba que solo se preocupara por mí y nadie más.

-Lo prometo, ¿Quién eres, mi madre? – y una nueva risa se escuchó por parte de ambos – ahora déjame descansar que no sé cuánto tiempo podré soportar tu sonrisa de idiota antes de vomitar.

-Te adoro Tania, no sabes cuánto – mis dientes tronaron al presionarse más unos con otros tras escuchar esas palabras y el silencio que le siguió, me pude imaginar saliendo del auto y reclamando a Samuel como mío, pero en lugar de eso solo pude empuñar mis manos y apretar la mandíbula, odiaba sentir celos de alguien a quien ni siquiera conocía.

-Lo sé y es mutuo – después de eso entró en el auto, abrí un poco los ojos para ver cómo se despedía con un movimiento de manos antes de poner el auto en marcha; y aunque deseaba con todas mis fuerzas abrir los ojos y ver a aquella mujer, me contuve.

Pasados unos minutos, la tranquilidad del camino y el silencio dentro del auto me sumergieron en un nuevo y profundo sueño; abrí los ojos lentamente, la sonrisa de Samuel seguía ahí, pude sentir como el auto se detenía y el silencio del ambiente era invadido por el cantar de las aves a nuestro alrededor y el ladrido de un perro al fondo.

-Despierta – susurró con voz cálida en mi oído y un leve escalofrío recorrió mi espalda, ese era el efecto que aquel hombre producía en mí – despierta – repitió dulcemente mientras depositaba un beso en mi mejilla.

Me removí con pereza en mi asiento, sintiendo aun la cercanía de su cuerpo, cuando por fin abrí por completo los ojos y mi vista dejó de estar nublada, todos mis sentidos se activaron de pronto como si mi cuerpo hubiese estado dormido durante años y al estar en aquel lugar hubiese despertado, al menos así lo sentía.

Estábamos en una especie de claro en medio del bosque, el auto en medio de un estrecho camino bordeado por pequeños arbustos donde florecían diminutas flores blancas, alrededor solo árboles, y frente a nosotros una casa considerablemente grande, de construcción y diseño rustico pero perfectamente cuidada, rodeada por una cerca de madera oscura a juego con el techo, puertas y marcos de las ventanas de la construcción y a tan solo unos metros una especie de cobertizo, quizá un establo.

-¿Vamos? – su voz me hizo regresar a la realidad. Un cuento de hadas, fue lo único que vino a mi mente apenas bajé del auto, el aire tibio y el ambiente que se sentía extrañamente hogareño, parecían sacados de una historia de fantasía, sin embargo, había algo que me hacía recordar la crudeza de la vida real, esa casa era el perfecto reflejo de lo que era Samuel, un misterio, un ser lleno de hermetismo y completamente celoso de su privacidad, esa casa era la única en aquel claro, rodeada de silencio y soledad.

-Realmente aprecias la privacidad – dije sin pensar o quizá pensando de más en aquel innecesario detalle, el sonrío y sacudió ligeramente la cabeza mientras tomaba mi mano.

-Al otro lado del lago, caminando por ese sendero – se detuvo para señalar un camino entre dos grande arboles – está el pueblo, con más de 50 casas y algunos negocios pequeños – suspiro para continuar caminando – paso más tiempo ahí que en mi propia casa, y aunque he pensado en más de una ocasión en mudarme – tragó saliva pesadamente mientras nos deteníamos a un par de pasos de la entrada de la casa – esta casa es lo único que me queda de mis padres y nunca he tenido el valor para deshacerme de ella, no importa lo solo que me sienta.

-L-lo lamento yo no... - me sentía como un idiota, de nueva cuenta sacando conclusiones alrededor de él, como cualquier persona lo hubiese hecho, como cualquiera que no lo conociese ni un poco, como cualquiera...

-Pero, nunca estoy solo – rompió con mi disculpa tirando de mi mano con un poco de fuerza para correr y rodear la casa. Al fondo, a quizá un kilómetro o más, había una pequeña cabaña, de cuya chimenea se alzaba una columna de humo mostrando la presencia de vida en su interior. Corrimos con cierta prisa hasta estar a apenas unos metros, Samuel se detuvo en seco, y el hecho de que no era un hombre que acostumbrara hacer deporte se hizo evidente, se había puesto ligeramente pálido, sus labios en un tono violáceo-rosa y sudaba más de lo que se hubiese esperado para la corta distancia que habíamos corrido, con la manos sobre sus rodillas y la respiración pesada comenzó a reír en cortos jadeos que hacían parecer que se ahogaba; no pude evitar reír fuertemente, ya que a pesar de que yo no me encontraba mucho mejor que él, resultaba cómico ver a alguien que siempre mantenía la compostura y una imagen cargada de fortaleza, en aquella situación.

-¿Estas bien?, parece que esta a punto de darte un infarto – reí mientras apoyaba una mano sobre su hombro, él tragó saliva de inmediato y recupero sus posición erguida mientras tomaba una gran bocanada de aíre y se tocaba el pecho, parecía haber recuperado la compostura, aunque su apariencia seguía siendo la de un fantasma.

-Estoy perfecto – dijo con una sonrisa de lado; de pronto, y antes de que pudiese decir cualquier cosa, colocó dos dedos entre sus labios y soplo con fuerza, produciendo un silbido bastante peculiar – Detrás de mí, amor – dijo colocándose frente a mí, no tuve tiempo suficiente para razonar lo que acababa de decir, ya que en ese instante la puerta de la cabaña se abrió, dejando salir a un enorme perro de color miel, y aunque no sabía de perros reconocería a un mastín tibetano en cualquier sitio. Aquel enorme animal corría con fuerza hacia nosotros y tras cada paso parecía duplicar su tamaño, pude notar como Samuel reafirmaba su posición intentando plantar con más fuerza sus pies sobre el suelo y comprendí porque me había pedido que me pusiera tras de él, en especial cuando aquel "cachorro" se abalanzo sobre Samuel haciéndolo perder ligeramente el equilibrio antes de sostenerlo con fuerza - ¡Espartaco! – dijo mientras se tiraba con cuidado al suelo abrazado al perro, que movía la cola como si estuviese a punto de soltársele del cuerpo, y lanzaba lengüetazos a diestra y siniestra sobre las manos y rostro de Samuel, parecía un niño jugando con su pequeña mascota, que de pequeño no tenía nada.

-Ahora entiendo porque había estado tan inquieto, creo que presentía tu llegada – la voz de un hombre me hizo quitar la vista de la hermosa escena, parecía una especie de leñador, típico de las películas; su cabellera canosa y tupida, tanto como su barba, ojos grandes y oscuros, una cara amplia llena de arrugas, camisa a cuadros cubriendo un pecho amplio de quien fue extremadamente fuerte en su juventud, pantalón de mezclilla deslavado por el uso y botas de trabajo, todo cerrando con un chaleco de lana un tanto gastado pero en perfectas condiciones – pensé que llegarías hasta dentro de unos días más, Samu – agregó mientras tendía una mano al mencionado para ayudarlo a incorporarse – ¡Espartaco, déjalo llegar de una buena vez! – grito con un poco de severidad haciéndome pegar un salto inconsciente , y que hizo retroceder un poco al perro.

-Ya no tenía nada que hacer en Madrid, así que regresé antes – respondió Samuel mientras se sacudía la ropa, ya en pie – además los extrañaba demasiado – sonrió ampliamente para abrazar con fuerza a aquel hombre, yo simplemente observaba en silencio, todo el momento me parecía ajeno, fuera de lo que sabía sobre Samuel, todo esto era nuevo; mi ensoñación se rompió al sentir la gran lengua de Espartaco contra mi mano, que por la sorpresa me había hecho soltar una especie de grito ahogado que llamó la atención de los dos hombres - ¡Oh!, que tonto soy – dijo Samuel, palmeando ligeramente su frente y caminando hasta mi – Antonio, él es Guillermo, el...

-Soy su compañero de viaje – sonreí ampliamente tomando la mano del hombre, quien sonrió aún más amplio y dirigió una mirada de complicidad a Samuel, parecía entender perfectamente que no era solo su "compañero de viaje" como yo había aclarado.

-Un placer conocerte Guillermo, me alegra que Samu no haya viajado solo esta vez – Samuel rió por lo bajo, sabía que "Antonio" había hecho énfasis en aquello ultimo por mi innecesaria aclaración.

-Antonio es como mi abuelo, sin embargo se empeña en seguir viviendo en aquella cabaña en lugar de mudarse conmigo, y utiliza a Espartaco y el jardín como excusa para dejarme viviendo en completa soledad – ambos hombres rieron, como si entre ellos existiese una especie de broma de aquel hecho, una broma que solo ellos entendían.

-Si, sí, soy un hombre alérgico al lujo, además "la bestia" destruiría la casa si pone una sola pata dentro – acaricio con fuerza la cabeza del perro – de cualquier modo supongo que deben estar agotados por el viaje, así que será mejor que vayan a descansar, más tarde les llevaré algo de comer, seguramente tu nevera esta mas desierta que el Sahara – sonrío amplio señalando la casa, algo que a Samuel pareció causarle gracia.

-Muchas gracias Antonio, no es necesario podemos ir a comprar provisiones y algo de comer al pueblo, además me apetece visitar el lago – agradeció mientras pasaba un brazo por mi cintura haciéndome estremecer.

-Bien, pero de cualquier modo deben descansar así que no demores mucho, yo bajaré sus maletas y las llevaré dentro de la casa entre tanto.

-Gracias – asintió Samuel – entonces, nos vamos ya antes de que el sol caiga – finalizó ciñéndome con más fuerza a su cuerpo.

-Gracias – dije en apenas un susurro mientras comenzaba a caminar llevado por Samuel, Antonio simplemente me guiño el ojo antes de gritarle a Espartaco para que lo acompañara.

Mi cabeza estaba llena de pensamientos, recordando la escena, las palabras de Samuel a Antonio, esa familiaridad entre ellos, todo salía del patrón, y la duda sobre la manera en que Samuel estaba a punto de presentarme, estaba creciendo en mí, me abofeteaba mentalmente por haberle interrumpido y por mi estúpidamente innecesaria aclaración; todo mientras caminábamos hacia el pueblo.

Una vez llegamos a aquel pintoresco lugar, tan típico de los programas y tan cliché de las historias que narraban la vida en las provincias, mi cabeza se llenó aún mas de dudas. Samuel saludaba de manera en sobra familiar a la mayor parte de las personas que veíamos pasar, quienes respondía de la misma forma agregando una dulce sonrisa y una curiosa mirada hacia mí, ignorando por completo el hecho de que él aun me tomaba por la cintura.

La vida parecía simple ahí, sin prejuicios, sin complicaciones, una vida minuto a minuto y nada más. Compramos algunos víveres y cosas extra, típicas de una compra para el hogar, y nos dirigimos de regreso a casa, no sin antes pasar a comprar un par de helados, chocolate para mí y jengibre para él; ni siquiera sabía que existía el helado de jengibre. Durante todo el camino de ida y durante nuestra estancia en el pueblo, Samuel me había contado historias sobre aquel lugar, las fiestas de invierno, el carnaval de primavera, el afluente turístico en verano, el cómo su abuela lo había obligado una ocasión a vestirse como jirafa, insistiendo que era un buen traje para carnaval; y tras cada palabra desarmaba un poco mas la imagen de Samuel que yo había creado, que todas aquellas historias sobre él, habían creado en mi mente, era como hablar con una persona completamente distinta, me hacía creer que este era el Samuel de verdad, o quizá, ¿este era la mentira?, el príncipe de mi cuento particular, el que desaparecería después de un mes.

De nueva cuenta me encontraba perdido en mis pensamientos, cuando él tiró de mi mano obligándome a cambiar de dirección.

-Vamos al lago, quiero verlo antes de regresar a casa – lo miré extrañado, pero no me atreví a decir nada, simplemente lo seguí. Caminamos un par de minutos antes de llegar a un claro amplio, en medio, un enorme lago de agua cristalina que reflejaba el azul del cielo con un muelle a la orilla, el lugar estaba vacío, como si nadie supiese de su bella existencia y el silencio reinaba a su alrededor; el viento era cálido y el agua parecía estar en completa calma.

-Deja esto – dijo tomando las bolsas que llevaba en la mano, depositándolas cuidadosamente en el suelo – ven – agrego mientras tomaba mi mano y me llevaba hasta el muelle; nuestro pasos rompían con la calma del lugar y la madera crujiente bajos nuestros pies, parecía ser el único testigo de nuestra presencia ahí. En algún punto soltó mi mano dejándome caminar hasta la orilla del muelle, frene en seco y me quedé ahí de pie, observando el maravilloso paisaje, todo eso parecía irreal.

-Cierra los ojos – dijo en un susurro, mientras sentía como pegaba su pecho a mi espalda; obedecí sin cuestionar nada, en este breve tiempo a su lado había aprendido que era más importante disfrutar de los momentos sin cuestionar cosas carentes de importancia.

-Yo... - trate de romper el silencio que se había formado, pero mis palabras se quedaron atrapadas en mis labios, al sentir el suave tacto de sus dedos recorrer en toda su longitud mis antebrazos, que hasta ese momento descansaban a mis costados; poco a poco sus yemas iban haciendo un camino hasta mis palmas dejando a su paso un sendero de piel erizada, el contacto de su piel con la mía provocaba aquella reacción.

-Shhhh – susurró cerca de mi oído, mientras elevaba mis brazos dejándolos a la altura de mis hombros y entrelazaba sus dedos con los míos – respira profundo – y nuevamente obedecí, dejé entrar aquella briza otoñal, cargada del fresco aroma de tierra mojada y hojas secas, era tan revitalizante que no pude evitar dejar caer mi cabeza hacia atrás, encontrándome con su hombro, el cual recibió a mi nuca como una almohada hecha solo para mí. Contuve la respiración como si mis pulmones se hubiesen negado a dejar escapar tan perfecta brisa.

-No te ahogues – ese hombre poseía poderes telepáticos, ahora podía confirmarlo, al escuchar su dulce voz comencé a expulsar de apoco el contenido de mi pecho, imaginando como aquel aíre salía de mi cuerpo llevándose consigo todas las preocupaciones; pude sentir como me invadía un reconfortante calor y una embriagante sensación, muy parecida al placer, cuando los labios de Samuel tocaron mi cuello; inconsciente o conscientemente, aun no lo sé, incliné un poco más la cabeza para profundizar el contacto de sus labios, que de inmediato se complementó al tacto de sus brazos rodeando mi pecho, acompañados de los míos.

Abrí los ojos lentamente, solo para comprobar que aquello no era un sueño, pude ver los tonos rojizos en el cielo que mostraban al atardecer aproximarse, mientras sus manos presionaban con más fuerza las mías y los besos sobre mi cuello hacían un suave camino hacía mi mentón y de regreso a mi clavícula, no eran en exceso profundos, mucho menos lujuriosos, eran besos cálidos, llenos de ternura, únicos.

No resistí sino un par de instantes más antes de girarme para estar frente a él, su amplia y brillante sonrisa, sus ojos, su respiración tranquila; acarició con delicadeza mi rostro mientras yo me aferraba a su cintura; no pude más y lo besé con desesperación, unos instantes después el marcaba el ritmo, mis brazos alrededor de su cuello y los suyos ceñidos a mi cintura, el silencio y sus labios contra los míos...

¡Al diablo! Ese asqueroso pensamiento que me hacía recordar mi trabajo, esto ya no era trabajo, estaba enamorado y no tenía problemas en admitirlo, poco o nada me importaba el Samuel del que me habían hablado todas aquellas personas; ese Samuel no existía,estaba seguro que el real era el que ahora mismo me tenía aferrado a sus brazos, el que ahora mismo reclamaba mis labios como suyos, este Samuel, el que era solo mío, el que ninguna "musa" conocería jamás.     

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