¡Eres mio! Imbécil

Por Javiwiwi

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-Imbécil. -Insoportable. -Idiota. -Consentida. -¡Dejame en paz! -Admite que te encanta discutir conmigo. ... Más

Antes de leer
Prólogo
Capítulo 1: Campamento
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 3: Primeros problemas
Capítulo 4: Desconciertos
Capítulo 5: El juego del año
Capítulo 6: Malditas actividades
Capítulo 8: Colapso
Capítulo 9: El límite
Capítulo 10: Un simple juego
Capítulo 11: Carnaval veraniego
Capítulo 12: Su árbol
Capítulo 13: Dafne
Capítulo 14: Excursión
Capítulo 15: Tentación
Capítulo 16: Feliz navidad
Capítulo 17: Territorio prohibido
Capítulo 18: Detalles
Capítulo 19: Del odio a los celos
Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego
Capítulo 21: El veneno de Dafne
Capítulo 22: Ganaste, Bruno
Capítulo 23: Empate
Capítulo 24: Destellos
Capítulo 25: Difuso
Capítulo 26: Rompe promesas
Capítulo 27: Árbol solitario
Capítulo 28: La última llamada
|01| Capítulo 29: El baile de fin de año
|02| Capítulo 30: Un chico nervioso
|03| Capítulo 31: Volver a verte
|04| Capítulo 32: Nuestro baile de fin de año
|05| Capítulo 33: Momentos incómodos
|06| Capítulo 34 - ¡Feliz cumpleaños!
|07| Capítulo 35: El lago
|08| Capítulo 36: Vistas al futuro

Capítulo 7: Soportándonos

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Por Javiwiwi

Sonreí con victoria y continué duchándome. Realmente era muy difícil casi no ocupar la mano derecha y hacer todo con la izquierda, me sentía un inútil. Cuando terminé me sequé como pude quedando de todas maneras cubierto de agua y me envolví en la toalla.

—Te toca —salí de la ducha, enfadado.

—¡Al fin! —exclamó.

Estaba luchando con la toalla para que no se me cayera de las caderas mientras mi mano derecha estaba apegada a la puerta.

—Ni se te ocurra abrir porque te golpearé tan fuerte que quedarás inconsciente —oí la voz de Mila desde adentro.

—No me apetece verte desnuda —me burlé.

Divisé que dejó su bikini en la pared.

—¡¿Por qué te has quitado el bikini?! —le grité al igual como ella lo había hecho conmigo —¡No puedes desnudarte!

—¡Bruno! ¡No muevas la maldita cadena! —gritó desde adentro y me reí quedándome quieto.

Literalmente Mila estaba duchándose desnuda a mi costado... arrugué las cejas cuando el hueco que quedaba entre la puerta me hizo sentir algo extraño en el estómago. Respiré hondo. Mis hormonas no podían jugarme una mala pasada con una chica que detestaba, además no era un puto pervertido que espiaba a las chicas.

El agua se detuvo y supuse que había terminado. La oí quejarse e insultar a la nada y luego salió completamente molesta y, por supuesto, empapada.

—Esto es realmente incómodo —soltó furiosa.

—No me veas así, no tengo la culpa.

—Si nos lleváramos bien, no nos pasaría nada de esto.

—Entonces intentemos llevarnos bien.

—Ya no nos soltarán hasta el lunes por la noche y no quiero llevarme bien contigo —comentó sin despegar su mirada verde de la mía. No entendía como un ser tan pequeño como Mila podía ser tan desagradable... ¿cómo cabía tanto odio en esos ojos verdes?

Caminamos a la cabaña en completo silencio y Thomas se rio de nosotros en cuanto entramos.

—¿Qué les pasó? —rio —¿Se echaron a perder las toallas?

—Cállate idiota, esto es realmente incómodo —me molesté.

—Ahora son uno, no dos —comentó guiñándonos un ojo.

Lo miré pensativo, pero luego tiré de Mila hasta mi habitación.

—Un momento —se detuvo en seco a mitad del pasillo —Ahora me visto yo primero.

—Pero...

—Sin reclamos —zanjó —Tú te duchaste primero.

—De acuerdo —resoplé.

Su habitación era igual a la mía sólo que como la decoración la ponía ella, era súper diferente. Me senté en la cama porque el armario estaba justo al lado y Mila de inmediato comenzó a abrir cajones.

—Voltéate.

—¿Cómo quieres que me voltee? Me voy a romper el brazo —me quejé.

Su mirada enfadada hizo que me girara de todas formas con el brazo hacia ella y sólo sentí los tirones mientras se colocaba a su ropa interior a la velocidad de la luz.

—Ahora sí —habló, ya estaba abrochándose un short.

Me senté derecho y estiré el brazo que estaba doliéndome, no era cómodo tener el brazo hacia atrás. La observé en silencio mientras se vestía. Sus piernas delicadas, su cintura que podría rodear con mis manos, su trasero y luego sus pechos acordes a todo a su cuerpo. Pero ahí estaba, su rostro enfadado. ¿Alguna vez iba a conseguir que me sonriera de verdad?

—¿Qué miras? —preguntó despertándome de mis pensamientos.

—Nada —contesté de inmediato —. Date prisa. Tengo frío.

—¿Cómo diablos me pongo la camiseta? —se preguntó molesta.

Luego de un rato, Mila encontró una camiseta igual a la que traía por la tarde que se amarraba en su cuello y pudo ponérsela desde abajo. Yo ya me encontraba completamente seco al esperar que Mila se vistiera, ya estaba resignándome con el frío, de seguro pescaba una gripe.

—Has estado media hora vistiéndote ¿podemos ir a mi habitación? —pregunté comenzando a enfadarme, otra vez.

—Pero...

—Ponte esos zapatitos y vamos por favor, tengo frío —le hablé de mala gana señalando unos zapatos sin cordones, casi como unas pantuflas.

Ella se los puso y caminamos a mi habitación que estaba en frente.

Saqué mi bóxer y ella enseguida cubrió sus ojos con su mano derecha.

MILA

¡Bruno era un desubicado! Ni siquiera me avisaba y ya se encontraba sacándose la toalla del cuerpo. Cubrí mis ojos con mi mano e intenté voltearme, pero él soltó una carcajada.

—¡¿De qué te ríes?! —pregunté de mal humor sin mirarlo.

—De ti ¿acaso nunca has visto a un chico desnudo?

—No —contesté de inmediato —Y no quiero que seas el primero.

—No estoy tan mal... —comentó con voz burlesca.

—¡Ya vístete idiota!

Él rio con fuerza.

—Listo.

Tuve miedo de mirar, pero miré de todas formas. Se encontraba sólo con su bóxer puesto buscando un pantalón entre sus cajones. Lo observé en silencio sin que se percatara de que lo estaba mirando un poco más de la cuenta. Tenía un cuerpo tan jodidamente perfecto que me hacía odiarlo con más ganas. Su espalda era grande al igual que sus brazos. Tenía el abdomen marcado y sus piernas con músculos... bueno ¿qué más se podía esperar del capitán del equipo de futbol americano y mariscal de campo?

—¿Terminaste de admirar mi bello cuerpo? —me preguntó burlesco despertándome de mis pensamientos.

Idiota.

No sé si me ruboricé, pero no dije nada y miré en otra dirección.

Se colocó unos jeans negros y buscó una camiseta igual a la que traía por la tarde.

—Mira, es azul —dijo riendo —, podemos andar iguales —levantó sus cejas levemente.

—No seas imbécil, no te vistas igual que yo. Ya es suficiente con que te hayas puesto jeans negros igual que los mis shorts.

—¿No tienes esos zapatos en mi talla? —bromeó.

Entrecerré mis ojos.

—¡Está bien! No cambias lo antipática —dijo cogiendo la misma camiseta blanca de la tarde. Tuvimos que maniobrar una vez más cuando puso su polera, terminé poniéndomela yo y pasándosela por un brazo.

—¿Cómo me veo? —Preguntó tratando de dar una vuelta fallida.

—Mal —contesté mirando en otra dirección.

—Ni siquiera me has mirado.

—No me importa, vamos, tengo hambre.

—Insoportaaaable —canturreó.

Lo golpeé con el codo justo en el estómago y él se agachó fingiendo que le había dolido.

Lo tiré de la muñeca haciéndolo caminar hasta la sala de estar. Nadie se encontraba en la cabaña y cuando iba a salir, Bruno se detuvo en seco.

—Ya basta —soltó con mucho enfado.

¿De dónde venía eso? Ya se había vuelto loco.

—¿Qué te pasa? —pregunté con confusión.

—No te hagas la desentendida, me estás sacando de mis casillas cada vez que puedes. De verdad, basta ¿no entiendes que estamos esposados y que no puedes sólo pensar por tu propia cuenta?

—Bruno, no me importas —contesté desafiante.

—Tu a mí tampoco me importas, pero mi muñeca sí, así que deja de tironearme como si fuese un perro.

—Lo eres —murmuré.

—Mila, lo único que quiero es hacer un poco menos difícil esta situación para que el puto lunes llegue rápido y pueda alejarme de ti de inmediato —dijo —, no eres de mi agrado y jamás vas a serlo ¿de acuerdo? Sólo te pido un poco más de respeto.

—No tengo por qué tenerte un mínimo de respeto si tú a mí tampoco me respetas.

—Sé que no, pero he intentado hacer de esta situación algo más pasable, pero eres imposible.

—¡Porque no me agradas! ¿cómo no lo entiendes?

—Tu tampoco a mí y no te jalo de la muñeca tratándote como un animal. Ya es hora de que te olvides del puto pasado.

—No lo haré —contesté observándolo directamente a los ojos.

—¿Por qué? ¿Te hace mejor persona ser rencorosa? —alzó un poco la voz.

—¡¿Y a ti te hace mejor persona ser un imbécil?!

—Ya no soy ese imbécil.

—Lo eres, al punto de ni siquiera saber por qué te odio tanto.

—No, no lo sé porque tú no me lo dices, no soy un puto adivino.

—Y no te lo diré.

—¿Por qué?

—Porque no quiero, no me quiero llevar bien contigo o que intentes mejorar las cosas.

—De acuerdo —comentó con molestia y orgullo. Tiró de mi muñeca y salimos a su paso de la cabaña —Si quieres ser así, pues seré igual.

Caminamos en completo silencio hasta el comedor, pero al paso de Bruno que tenía las piernas mucho más largas que las mías.

Al entrar, nos servimos algo en nuestras bandejas y no encontramos por ningún lugar a nuestros amigos, así que optamos por sentarnos en la primera mesa que estaba vacía.

Comimos en completo silencio, muy incómodo. Estaba acostumbrada a comer hablando sin parar, pero no me apetecía hablar con Bruno.

Él terminó de comer antes que yo y me esperó impaciente hasta que estuve lista.

—De acuerdo, vámonos —cogí la bandeja.

Él no me dijo absolutamente nada, ni siquiera me miró, sólo tomó su bandeja y la dejamos en donde se ponían los platos sucios.

—¿Y ahora qué?

—Estoy cansado —contestó con frialdad.

Eran cerca de las diez de la noche y ya comenzaba a vaciarse todo el sector, pues todos se veían bastante cansados con todo esto de la actividad. Era recién el primer día y ya quería soltarme de la muñeca de Bruno.

***

—¡No voy a dormir contigo! —oímos el grito de Dafne hacia Ethan.

Él la observó irritado.

Estábamos decidiendo cómo dormir, pero la verdad no había muchas opciones.

—Entonces duermes en el suelo con el brazo hacia arriba —contestó Ethan de lo más tranquilo.

—Pero...

—Elige —insistió Ethan.

—De acuerdo —se resignó Dafne con notable molestia —, pero en mi habitación.

—Está bien —cedió mi amigo.

Nos quedaron mirando y luego Ethan me sonrió divertido. Se alejaron y entraron a la habitación de Dafne.

—¿Dónde dormiremos? —me preguntó Bruno.

—Yo no...

—No digas eso —me interrumpió —. Creo que deberías darte cuenta de que es imposible que durmamos separados.

—En mi habitación —contesté entonces.

—¿Y por qué no en la mía?

—Me siento más cómoda en la mía.

—Y yo en la mía.

—¡Esta bien! —alcé la voz y me puse de pie.

Él me observó enojado y me copió.

Caminamos hasta mi habitación, saqué un pantalón de pijama, mi almohada y luego nos dirigimos a la habitación de mi queridísimo amigo Bruno.

—No entiendo para que traes tu almohada —comentó mientras se quitaba los pantalones.

—Porque me gusta —contesté seca.

—¿No vas a ponerte pijama? —me preguntó percatándose de que yo no me movía.

—Si —reaccioné.

Me quité los jeans, me coloqué el pantalón de pijama y tuve que quedarme con la misma camiseta. Él me observó de pies a cabeza y luego esbozó una pequeña sonrisa.

—Te ves muy... tierna —sonrió Bruno. De seguro lo decía por mi pantalón rosado con conejitos.

—Lo sé —hablé seca mientras me cogía el cabello en una coleta, aunque de todas formas quedé despeinada.

—Arruinaste tu ternura —desvió la vista.

Me tendí al rincón de la cama porque de otro modo no quedábamos cómodos.

Intenté apegar lo que más pude mi cuerpo a la pared porque por supuesto no quería ni rozar a Bruno, él al parecer había hecho lo mismo, pues lo único que notábamos relativamente cerca eran nuestras muñecas.

—Es muy incómodo dormir de espalda —comentó mientras observaba el techo.

—Acostúmbrate —cerré los ojos y apoyé levemente mi cabeza hacia un costado.

—No puedo dormir así —interrumpió mi intento de quedarme dormida.

—Bruno deja de quejarte, cállate.

—Antipática.

—Imbécil.

Él no dijo nada más, sólo respiró profundo como si esa fuese la mejor manera de dar las "buenas noches" y luego cerró sus ojos.

Cuando la luz comenzó a meterse a través de las persianas de la habitación, abrí lentamente los ojos y me llevé la mano a la cara, pero de inmediato reaccioné que me encontraba durmiendo junto a Bruno. Giré levemente mi rostro para mirarlo, pero él seguía con sus ojos cerrados y con su cabeza girada hacia un costado. Había dormido toda la noche de espaldas.

Había sido una pésima noche y mi inconsciente no fue de muchísima ayuda, puesto que me dolía el trasero de tanto dormir en la misma posición y cuando intentaba acomodarme, le doblaba el brazo a Bruno y viceversa. Nos había costado quedarnos dormidos y a mitad de la noche nos poníamos a discutir por cualquier cosa y claramente por esas razones desperté con un fuerte dolor de cabeza.

Realmente odio esto.

No quería seguir esposada a Bruno hasta el lunes y recién era sábado. Las horas junto a él se pasaban jodidamente lentas.

BRUNO

Estaba mirando el techo mientras Mila hacía lo mismo hundida en sus pensamientos. Realmente estaba odiando la situación, detestándola en realidad. Estaba a punto de colapsar y romper las malditas esposas con un alicate o cualquier cosa que encontrara a mi alcance.

Me dolía la cabeza, la muñeca y la espalda... Demonios.

—Odio esto —solté sin pensar.

Mila se quedó mirándome.

—Yo también.

Claro, ella odiaba esta situación, pero no hacía nada para que estuviéramos en paz o por último hacer nuestra estadía más grata. Ya se lo había dicho, si ella quería ser así conmigo... Yo sería igual.

—Me quiero levantar —me senté en la cama.

—Auch... —Se quejó ella sentándose también.

Buscamos toallas y luego nos dirigimos a las duchas. Ahí estaban algunos chicos que les gustaba fastidiarme.

— ¡Hey Bruno! ¿Cómo dormiste con tu monstruito?

Idiotas.

—Mejor que con el tuyo —contesté seco.

El chico me miró mal y siguió caminando. Mila no dijo nada, creo que se había sorprendido un poco por mi comentario.

—¿Quién primero? —le pregunté.

—Yo.

Suspiré irritado. Es tan jodidamente linda y tan antipática, insoportable y competitiva.

Cuando terminó de ducharse, salió con bikini, una toalla en su cabeza y otra pequeña cubriendo parte de su cuerpo.

La miré indiferente y entré a la ducha. Me demoré menos que ayer y me sequé por completo. Era un maldito logro. Me puse bóxer y me cubrí con la toalla.

No hablábamos absolutamente nada, desayunamos en silencio y luego Valery con Renato se nos acercaron.

—¿Y esas caras? —preguntó mi amigo.

—Me duele la cabeza —contestó Mila con la voz descompuesta.

—Ve a enfermería para que te den alguna píldora.

—Si, eso pensaba...

—Amiga, cambia esa cara —le sonrió Valery —Habrá una nueva actividad en parejas, creo que el premio es muy bueno.

—No —dije de inmediato —No voy a participar en nada.

—Yo tampoco —me apoyó Mila.

—Aburridos —se burló Renato mientras rodaba los ojos.

Me puse de pie sin avisar y Mila se quejó.

—Vamos a la enfermería, a mí también me duele la cabeza —la observé.

Ella se puso de pie de un salto y caminamos a la enfermería. No quería preguntarle nada, ni siquiera un "¿Cómo dormiste?" Era obvio que había dormido tan mal como yo.

—¿Qué los trae por aquí? —nos preguntó la enfermera con una sonrisa amable.

—Nos duele la cabeza.

—¿Como durmieron? —preguntó ella buscando entre sus cosas alguna pastilla.

—Mal —respondimos al unísono.

—Les daré un consejo —comentó —Tienen que ceder en algunas actitudes o terminarán estresados el lunes.

Ambos la miramos irritados y en silencio, sólo queríamos una maldita pastilla y ya estábamos estresados.

Nos pasó una pastilla a cada uno junto a un vaso con agua, la bebimos y luego nos largamos.

Nos sentamos en el césped junto a Thomas y Emilia mientras escuchábamos los altavoces que se habían encendido.

—¡Hey chicos! Creo que ya les llegaron los rumores de que hay una nueva actividad. Les recomiendo que participen, aunque es voluntario. El premio creo que a la mayoría los haría muy felices. Nos vemos en las canchas.

La transmisión se cortó y los cuatro nos miramos.

—¿Participemos? —Le preguntó Thomas a Emilia.

Ella asintió y se pusieron de pie.

—¿Y ustedes participaran?

—No —respondí antes de que Mila hablara.

Se quedaron en silencio mirándonos y luego se alejaron.

Mila se tendió en el césped mirando hacia el cielo y yo me quede sentado con el brazo un poco hacia atrás. Vi como todos corrían a las canchas en pareja para participar. No entendía cómo estaban tan emocionados por participar en esa mierda si yo ya estaba al borde de lanzarme de un precipicio.

***

—¡No puedo creer que ese haya sido el maldito premio! —exclamé con el enfado posado en mi cabeza.

Mila se adentró conmigo al comedor casi a la fuerza porque yo estaba furioso y caminaba rápido. Ella era más pequeña, por lo que iba casi corriendo a mi lado.

—¡Bruno me duele la maldita muñeca! ¡Camina más lento! —se alteró Mila haciendo que todo el comedor se fijara en nosotros.

No me importó y fruncí el ceño.

— ¡No puedo creer que fuimos tan idiotas! ¡Hubiésemos participado!

—¡Pero no lo hicimos! ¡Ya cállate!

Ya se había formado un silencio incómodo en el comedor gracias a nuestra discusión, así que me mantuve en silencio y caminamos hasta las bandejas para sacar nuestra comida.

Me encontraba enfadado, de verdad. El maldito premio no podía haber sido quitarse las malditas esposas. Era la única cosa que quería y no participamos. Habían ganado unos chicos de la cabaña quince que saltaban de la emoción al no estar pegados el uno a otro. Los odiaba, a ellos, a las esposas, al campamento y a las campistas. Sobre todo, a Mila, que no dejaba de observarme con molestia.

Aún al llegar a la cabaña seguía molesto porque no podía sacarme de la cabeza que si hubiésemos participado de seguro ganábamos. Mila es tan competitiva como yo y lo habríamos logrado en tres segundos.

***

¿Ya recordaban lo mal que se llevaban estos dos? JAJAJA

Muchísimas gracias por leer :) Por favor no olviden dejar su estrellita y por supuesto sus comentarios <3

BESOPOS

XOXOXO

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