The Guardian Queen. 1er Libro

By OdizaFan

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Elsa era una niña de tan sólo 5 años cuando apareció su querido guardián Jack Frost. Desde su encuentro han s... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo

Capítulo 3

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By OdizaFan

***Narradora***

El cielo de la mañana pintada con claridad al reino, acompañado de una ligera capa de agua nieve cayendo sobre el pueblo.

La reina paseaba entre su gente admirando las nubes de este día, no era necesario la escolta de guardia, aun así dos guardias iban desde lejos a sus espaldas asegurándose de su reina.

-Buenos días majestad – Le saludó una mujer con su niño.

-Buenos días –Elsa les sonrío a ambos con levedad.

Continuó caminando hasta llegar al centro, en el kiosko rodeado por el pequeño mercado que desde temprano la gente monta para vender sus mejores productos.

"Pescado fresco"

"Las mejores bufandas y sacos para el invierno"

"Tés de plantas curativas"

Cada una de ellas era escuchada por la reina conforme avanzaba.

Retrocedió después de que una caja de madera cayera frente a ella, liberando una extensión de manzanas rojas.

-Perdone mi reina – Dijo el hombre encargado del puesto.

-No se disculpe, deje le ayudo – Elsa se hincó para tomar las manzanas.

-Deje que la ayude también –Contestó otro hombre.

Elsa levantó ligeramente la mirada y se encontró con un hombre alto, aun cuando estaba hincado. Era de cabellos negros, piel grisácea y vestía con pantalones y zapatos negros, y una camisa de manga larga de lo que parecía ser seda color gris.

Su rostro le fue familiar, en especial los ojos ámbar, pero no recordaba de dónde.

-Aquí están –Dijo el hombre tomando la caja con todas las manzanas en su lugar.

-Muchas gracias, por favor lleven una.

El hombre aceptó la manzana con una sonrisa placentera, miró a la reina y le tendió la suya.

-Gracias.... Disculpe pero ¿Quién es usted? –Elsa dijo tomando la manzana.

-Nadie con importancia mi reina.

-Todos tienen importancia en algo, y en especial para mí.

-Soy sólo un hombre disfrutando del reino de Arendelle.

-No es de aquí ¿cierto?

-Así es, por lo tanto no tengo importancia en este lugar.

-¿Y dónde la tiene? – Elsa le sonrió.

-En ningún lugar. Siempre estoy de un lado a otro, dando un parte de mí a las personas, pero no dura por siempre.

-¿Por qué no?

-Porque... -El hombre sonrío de lado mirando a las personas del mercado y de nuevo a los ojos azulados de Elsa- Porque depende de la persona que me dé la importancia, así es cómo trabajo yo.

-Por favor –Elsa le tendió la otra mano – Soy la reina.....

-Elsa – Interrumpió sonriendo – De Arendelle, creo que todos lo sabemos.

La platinada torció su sonrisa sin saber de decir o hacer, entonces el pelinegro tomó con delicadeza su mano.

-Black, para servirle majestad.

-Es un gusto, Black.

Pitch se apartó un paso atrás después de soltarle su mano, respiró hondo disfrutando el frescor del invierno.

-Que tenga un lindo día majestad, fue un placer hablar con usted.

-El placer fue mío – Contestó Elsa.

Pitch le sonrío para después morder la manzana y retirarse. La reina se dio vuelta para llegar a almorzar con Anna, quien prepararía un pan de plátano para compartir.

El día siguiente fue tranquilo, por la mañana Elsa tomó lugar alrededor del césped húmedo en su jardín trasero para compartir un libro, un té de jengibre y un panecillo de vainilla.

Continuó a la siguiente página en el instante que una presencia apareció, no estaba ya sola.

Levantó la mirada pero no había nadie a su vista, se giró a ambos lados y aún no había señal de nadie. Desconfiada, devolvió su vista a la lectura.

-Buenos días – Un voz ronca la hizo sobresaltarse y provocar una ligera onda azulada de hielo sobre el césped donde estaba sentada.

-Ay no – Elsa le vio – Sigues aquí.

-Y lo seguiré estando por muchos años, créeme – Le contestó el peliblanco con una cara seria.

Vestía de pantalones color marrón, botas de piel del mismo color que llegaban una mano arriba de su tobillo, y una camisa blanca con un poncho marrón sobre ella.

Estaba parado sobre el tejado pequeño que da entrada a la cocina y en su mano derecha traía el cayado.

-Y en muchos lugares – Elsa tomó la taza donde ahora hacía su té congelado, rodó los ojos con molestia y se puso en pie tomando el panecillo y el libro - ¿No te gustaría visitar algún otro lugar?

Jack abrió la boca para contestar pero Elsa le interrumpió.

-Ah espera, creo que estos años tuviste suficiente para estar en ellos.

El peliblanco ladeó la cabeza hacia otra dirección sin tomarle importancia a ese comentario.

-Sólo estoy aquí para sugerirte que no te entrometas con gente desconocida.

-Como si tuviera aun cinco años para escuchar eso, y aparte, soy reina de este reino, me interesa conocer a mi pueblo.

-Él no es de tu pueblo – Jack tomó asiento en los tejados dejando los pies colgando.

-¿Él? .....-Elsa recordó este día y el anterior, entonces la molestia comenzaba a inundarla aún más con Jack - ¿Me estás vigilando?

-Estoy pasando el rato en este lugar, fue coincidencia.

-Aja... y yo sigo creyendo en ti.

Tal comentario hizo descender a Jack al suelo para quedar a su altura, o mejor dicho, más alto.

Elsa posó sus ojos en él con una mirada retadora, Jack frunció su ceño con molestia.

Tomó la mano libre de Elsa para posarla en el centro de su pecho, la platinada miraba extrañada tal acto, quería apartar la mano pero la mano rodeaba su muñeca completa.

-Dime – Le murmuró con seriedad - ¿Realmente crees que soy irreal?

-No.....-Elsa sentía el latido de Jack en su palma – Pero quisiera que lo furas.

Hizo que soltará la muñeca abriendo rápido su mano para apartarla.

-Majestad ¿gusta....... –Una voz femenina hizo que ambos giraran a la puerta de la cocina.

Se trataba de una de las cocineras, una joven queriendo saber la comodidad de la reina.

-Ah Melisa...

-¿Gusta que le retire algo?

-Claro –Elsa le tendió el libro y la taza de té congelada, pero el panecillo lo seguía teniendo.

La joven se acercó para tomar los objetos, miró de reojo y con atracción hacia el peliblanco que mucho más alto junto a ella.

-Permiso – Dijo retirándose y mirándolo una vez más para después mirar extrañada a la taza congelada.

-Toma, perdí el apetito.

Jack tomó el panecillo no por agradecimiento para comerlo, sino disgustado y sin tener de otra.

-Lo quieras o no –Jack habló cuando Elsa caminó a la entrada – Seguiré aquí.

-¿Y por qué ahora? ¿Cómo se que esta promesa no la romperás?

Elsa habló de perfil sin mirarle.

-Porque sigo siendo tu guardián mi niña.

Las palabras quedaron impregnadas al corazón de Elsa, se giró con sentimiento y para verlo pero Jack se había ido.

Parpadeó para concentrarse de nuevo en entrar y continuar con su día.

Como los demás días.

La noche había tomado posesión con una gran capa de nieve cayendo en el reino, Elsa cepillaba su cabello sentada al gran espejo dividido en tres de su tocador. Uno de los reflejos daba con la imagen de la ventana.

Su pensamiento seguía surgiendo en su cabeza, era una posibilidad denegada hacia una semana atrás ¿Y ahora?

-Por favor, espero no arrepentirme- Murmuró Elsa poniéndose en pie.

Caminó a su ventana, dónde el pequeño balcón hacía con una capa de nieve. Tomó con ambas manos las manejillas para empujar de ella y abrirla de par en par.

Elsa recibió el frío en su rostro y el viento entró bailando con su cabello.

Se apartó esperando unos segundos, tomó asiento en la cama y aguardó, hasta que el sueño se apoderó de ella.

El viento no sólo la envolvió en la noche, sino en la mañana con los primeros rayos del día. Comenzó a abrir los ojos y no estaba sola.

En su compañía estaba rodeada de copos de nieve azulados y cristalizados, volando alrededor, no eran naturales y no eran de Elsa, sino de Jack.

Se puso en pie admirando a su alrededor, caminó hasta su espejo y estaba lleno de una capa fina de hielo, con una escritura.

"Hasta que por fin abres el balcón, buenos días mi reina".

Elsa sonrió de lado sabiendo que su palabra, por ahora, es cierta.

Jack Frost era su guardián y como habían prometido años atrás, él llegaría cuando viera la venta abierta.

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