Marcie y Niall se las arreglan para hacerme sentir un poco mejor cada día que pasa. Yo estoy obligatoriamente en casa, después de haber escapado al cementerio para el sepelio de Julia y por poco haber pescado una infección en la herida del brazo que ni siquiera había comenzado a cicatrizar como es debido.
El ambiente de un cementerio no es apto para una herida, hay muchas bacterias y microorganismos producto de la descomposición de la materia humana que pueden ser letales. Y ya aprendí la lección, así que me quedaré en casa.
— ¿Lista para una noche de películas? —la pelirroja se deja caer cerca, en los pies de la cama. Suelto un suspiro.
—Estoy preguntándome si eres humana. ¿Cómo manejas estudiar medicina, llevar a cabo tus prácticas y guardias médicas, al mismo tiempo que estás dentro de una relación amorosa y vienes a visitarme? Sin contar las horas de viaje que tienes que hacer diariamente. Y demonios, tienes que aguantarme un buen rato.
Ella se ríe y con su mano hace un gesto para restarle importancia.
—Cuando se trata de cosas que te gusta hacer, las haces con gusto y nunca supondrá un esfuerzo extra o incluso un sacrificio. Es divertido venir aquí cada tercer día, para molestarte y todo eso, sé que lo disfrutas, muy en el fondo.
No, no lo hago, pero agradezco su intento por hacerme tener la mente en otra cosa.
—Oye, te aconsejo no pensar en ello. Si deseabas que Joe sufriera por todo lo que hizo en su vida, créeme, lo hizo. Vio morir a la mujer que lo llevó a la locura por su causa y después, la bala que perforó su corazón no fue lo suficientemente buena para que muriera de inmediato. Llevó dolor de por medio; muchísimo dolor. Físico y emocional. Murió por hemorragia múltiple interna, uno de los pulmones fue rozado por la bala y terminó muy mal. Confía en mí, en tu amiga que está estudiando medicina. —dice y gira, llegando a mí para apretar mi mano. —Todo ha terminado.
Su apretón es fuerte y afectuoso. Su mirada está llena de tranquilidad y trata de transmitirla toda a mí. Una sonrisa agradecida aparece en mi rostro y ella deja ir mi mano.
Decido que es bueno cambiar de tema.
—Aunque... sigo preguntándome... ¿Niall te dio una copia de las llaves? ¿Cómo le haces para entrar aquí después de que él volvió esto como... un fuerte? —frunzo ligeramente el ceño.
—Por supuesto que no ibas a dejarlo pasar. —Marcie murmura entre dientes. —Digamos que he aprendido a qué hora Niall se marcha diariamente y alcanzo a llegar antes de que él se aleje... —por su tono, sé que eso no es verdad y sólo intenta reírse un poco de mí, porque por poco caí. —Por supuesto que me ha prestado una copia de juego de llaves, a pesar de que fue difícil convencerlo.
Asiento y me acomodo en la cama cuidadosamente. Por más loco que suene, odio estar en la cama tanto tiempo.
—Deja de pensar en eso. —me regaña casi media hora después. Poniendo en pausa el thriller que decidió poner en la televisión para pasar el rato.
Días anteriores, Marcie había intentado inútilmente hacerme hablar, porque según ella, hablar sería bueno para mi alma y todas esas cosas. A veces ella es un poco extraña.
—No estoy pensando en nada más que en lo que sucede en la película, relajada.
—Mentirosa, estás pensando en eso. No puedes dejar de darle vueltas.
—Oh, perdona, pero no puedo cargar con esto Marcie y no creo que llegues a entender alguna vez en tu ocupada y perfecta vida lo que sucede en mi jodida y estúpida existencia. ¿Crees que es tan fácil olvidarlo y seguir adelante? Decirme que deje de pensar en eso es como decirle a alguien que está a punto de llorar que no llore, o decirle a quien esté estresado que no se estrese. Es inútil Marcie, y me gustaría que me hicieras el favor de repetirlo una y otra vez. No puedo dejarlo ir, ¿sí? —musito, acercándome a la orilla de la cama para ponerme de pie. Dolorosamente lo logro y salgo de la habitación, sin siquiera desear mirar atrás a su expresión, porque la conozco de antemano y no necesito más cargos de conciencia en este momento.
Camino a través de las blancas paredes del pasillo, deteniéndome en la pulcritud adornada por alguno que otro cuadro que antes no tomé el tiempo de apreciar. Mis pies descalzos son silenciosos sobre el piso de madera clara y llego hasta la pequeña habitación que Niall adecuó específicamente para mí, defendiéndose con la excusa de que podría necesitarla en algún momento. Lamentablemente, tuvo razón. Y voy a utilizarla hoy, pero no para el propósito que Niall le vio alguna vez en el pasado.
Me acerco al único sofá en la habitación: un sofá color vino de una sola pieza. Apago la luz, después de asegurarme que la luz natural que entra por las delgadas cortinas es suficiente, echo el pestillo a la puerta y me siento en él, subiendo mis piernas como no debería, pues aplasto mis costillas. Abrazo mis piernas con mi brazo sano y coloco mi frente en mis rodillas, dejando que las silenciosas lágrimas que me acongojan y hacen difícil respirar salgan de una maldita vez por todas.
«Cargarás con su muerte toda tu vida, Maiah.»
Aprieto mis ojos cerrados y suelto un sollozo ante el recuerdo de las palabras más ciertas en toda mi vida.
Yo sé, que no es mi culpa, lo sé. Pero no puedo simplemente dejarlo pasar de lado.
Porque, la primera vez que me di cuenta que mi simple y ridícula existencia era importante para alguien, fue cuando conocí a Niall. Cuando el primer encuentro con Joe se dio y el rubio estuvo dispuesto a dar su vida por la mía. El pensamiento siempre me sobrecoge y me hace pensar, ¿Por qué lo haría? ¿Qué especial sería hacer eso, cuando solo complicaría mi existencia?
Julia no debió hacerlo. Ese acto heroico para salvar a su malagradecida hija que justo unos minutos antes acababa de decidirse a que no sería su madre nunca más. Suena horrible, pero mi pensamiento no va a cambiar, pues fue parcialmente su culpa envolverme en todo eso. Si ella no hubiera decidido frecuentar a Joe después de mi nacimiento, quizá, las cosas hubieran sido distintas.
Pero el hubiera no existe. Y los remordimientos sobre lo que pudiste haber hecho no deberían siquiera ser válidos, porque no hacen otra cosa más que comer tu cordura poco a poco.
Deja de pensar en ello, Maiah, deja de pensar en el pasado. Me regaño.
—No eres culpable de nada de lo sucedido. —me susurro, una y otra vez, intentando convencer a la parte más obstinada en mí que se niega a seguir adelante. El jodido psicólogo está timándonos a Niall y a mí, haciéndonos creer que mejoraré con el paso del tiempo.
Honestamente, no creo hacerlo.
La mente es algo difícil de reparar. Y la mía está bastante jodida en este punto.
Sollozo durante una hora y media, hasta que siento que mis globos oculares pican porque me he quedado sin lágrimas. Sorbo la nariz y trato de ponerme bien en el sofá, me siento completamente entumecida y trato de controlar el hipo que ha proseguido de mi llanto.
—No eras más que una pieza para este retorcido juego, Maiah. No es tu culpa, no es tu culpa. —me abrazo a mí misma y camino a la ventana para ver el soleado exterior. Deben ser como las cinco de la tarde, aproximadamente. Noviembre está próximo y mis pies están congelados contra la superficie del suelo.
Aprecio los colores en el horizonte. Los bellos colores del atardecer. Cada atardecer es completamente distinto del anterior, más bello, de diferentes tonalidades y en específico, pienso que los atardeceres de octubre, donde la luna se muestra ligeramente más grande, todo es más bello. Permanezco de pie, ahí, junto al cristal de la ventana, disfrutando de la calma que por fin aprecio después de llorar sin descanso. Hasta que mis pies y piernas duelen y comienzan a entumecerse por la cantidad de tiempo que permanezco de pie. La noche llega, los faros del jardín se encienden al igual que las pequeñas linternas distribuidas en el césped.
Es la primera vez que los noto.
Doy un paso atrás, cuando veo la reja eléctrica abrirse y enseguida el auto de Niall haciéndose paso dentro de la casa. Salgo de la habitación y voy al baño, a eliminar cualquier rastro que delate que lloré durante mucho tiempo, después, me acerco a la habitación en donde dejé a Marcie antes y no es una sorpresa que ella esté aquí.
Es una sorpresa que ella siga siendo mi amiga después de todos mis arrebatos, aunque, es una sorpresa que yo tenga amistades o personas que se preocupan por mí a tal punto en que ellos fueron capaces de exponer su vida solo para salvarme.
Debo ir a ver a Daisy al hospital. Me recuerdo y tomo un par de zapatos para colocármelos antes de encontrar a Niall en el recibidor.
—Hola nena. —dice sonriéndome al verme ahí. En el fondo sé que está aliviado de mi presencia, que se ha vuelto una costumbre para él verme esperándole al llegar a casa. Se acerca, besa mis labios tiernamente y después mi frente. Sé qué va a decir antes de que las palabras abandonen sus bonitos labios. —Marcie llamó. —Elevo mis cejas hacia él. —Y pasó a mi oficina a entregar esto. —lleva su mano al bolsillo de sus pantalones para obtener la copia del juego de llaves y elevarlo para mostrármelo. —Me parece injusto que la trates tan mal, Maiah. Ella sólo quiere ayudar.
— ¿Y quién específicamente le pidió a ella que me cuidara?
Niall suelta un suspiro, talla su rostro a continuación. —Yo lo hice nena, porque me preocupo por ti y porque pensé que necesitabas que todo se tranquilizara y que gradualmente volviera a la normalidad. Lo hice porque después de todo no puedo pasar veinticuatro siete como me gustaría, porque hay un montón de papeleo.
Justo cuando menos pensé que me reiría, lo hago. Suelto una pequeña risa. Es raro que Niall comience con un tema y luego termine quejándose de su empleo. Sin embargo, debajo de su mirada que me dice que este no es el momento para ello, noto cuán aliviado está de oírme reír. En realidad, es una sorpresa para mí, porque no había existido en mí ni un atisbo de sonrisa en mí durante los últimos días.
—Al menos no has perdido tu sentido del humor. Me gustaría que hablaras pronto con la pelirroja, ahora que Daisy no puede estar alrededor para molestarte.
—Hablando de ella, ¿sabes algo nuevo? —sabe que no me refiero a Daisy.
—Audrey tiene una condena muy larga, ha cometido muchísimos crímenes al lado de Joe; casi asesinar a su propia hermana, robar tu auto y después provocar un par de robos con él, provocar nuestro accidente, ser cómplice de Joe Reid, consumo de drogas... y quien sabe qué más cosas hizo en Seattle antes, pero ella va a permanecer ahí casi de por vida.
—Casi lo siento por Daisy. —murmuro y él asiente.
—No creo que le importe mucho, testificó en su contra cuando Audrey creyó que al final de todo, por el simple hecho de ser su hermana, olvidaría el incidente y la defendería.
Suelto una risa amarga. —Como si fuera posible.
Niall hace un movimiento con la cabeza, besa mi frente de nuevo y se va en dirección a la habitación, supongo que va a tomar un baño y no lo sigo. Me acerco a la mesa donde Niall dejó una carpeta el otro día, con todas las declaraciones que mi padre, Rebecca, Daisy y yo hemos hecho, y sin querer, me enfrasco en la lectura de los detalles que puedo sentir a flor de piel. Demasiado recientes, demasiado hirientes.
Me estremezco.
Debería decirle a Niall que el psicólogo está timándonos.