Brave | niall horan

By niallsfluorescence

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"Correr detrás de ti es como querer alcanzar las nubes." Fears #3 More

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n o t a

v e i n t i s i e t e

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By niallsfluorescence


Es el día más soleado de octubre, tomo una profunda respiración y disfruto de los fuertes rayos solares golpeando mi pálida piel. Después empujo la puerta de cristal restándole importancia a mi corazón latiendo desbocadamente y al dolor que recorre mi torso con cada respiración. Si el médico que me atendió hubiera imaginado que yo no daría mi brazo a torcer en cuanto a quedarme reposando en casa un mes entero como lo pidió, él mismo se hubiera encargado de no dejarme salir del hospital con tanta facilidad.

No me he colocado maquillaje, he dejado mi cabello suelto y un poco despeinado, así que llamo la atención de un par de comensales en el restaurante de la familia. Les sonrío amablemente, pues ellos debieron verme aquí antes, cuando ayudaba un poco empleada como una mesera que iba de un lado a otro sin descanso. Camino el que ahora me parece un interminable trayecto hasta la puerta que me dará acceso a la cocina, al eterno desastre que esta es. La chica que está en la pequeña anterior a la puerta me da una mirada, deseando detenerme, pero ha de reconocer en mis facciones el parecido que tengo a Julia y decide no hacerlo, dejándome proseguir no sin antes fruncir el ceño.

Sí. Yo sé que luzco horrible, pero tenía que apresurarme a salir de casa antes de que Niall se percatara que había salido. Con seguridad va a matarme al enterarse que he escapado.

Empujar la pesada puerta doble implica el triple de esfuerzo del que recordaba y un par de pinchazos de dolor que me amenazan con tirarme en el suelo. Sin embargo soy fuerte y he aprendido a manejarlo.

Algunos de los empleados de la cocina notan enseguida mi presencia y la mayoría me sonríen en saludo, evitando inteligentemente hacer comentarios al respecto y se enfocan en su trabajo. Y yo, voy directo hasta el alto y delgado hombre que siempre voy a reconocer como una figura paterna a pesar de lo que suceda. Keith Collins se encuentra a un lado de uno de los chefs más recientes en el restaurante, quizá mostrándole como preparar un platillo o dándole consejos, ambos hombres están enfocados en lo que hacen y tengo que carraspear dos veces para hacer notar mi presencia.

—Cariño, ¡qué sorpresa! —menciona y la sonrisa en su rostro desaparece al verme correctamente. —Por el amor de dios, Maiah. ¿Qué pasó? ¿Por qué-? —lo detengo, sorprendiéndolo con un abrazo fuerte que hace que mis costillas duelan.

¿Cuánto tiempo voy a tardar en sanar físicamente?

Acabas de salir del hospital, después de un aparatoso accidente. Han pasado solo trece días, dale tiempo. Mi mente regaña.

Hago una mueca al sentir el abrazo correspondiente de mi padre, aplastándome más de lo debido.

— ¿Podemos hablar, fuera? —pido y me da una mirada curiosa, pero termina asintiendo y volviendo al hombre con el que hablaba antes.

—Vamos a mi oficina. —lo sigo, sabiendo que su oficina no es más que uno de los cubículos del restaurante, el que nadie usa, en una de las esquinas que raramente está menos iluminada que el resto del lugar. — ¿Qué pasó, Maiah? Estás toda-

— ¿Herida?, ¿llena de cicatrices?, ¿demacrada?

—Has usado todo lo que iba a decir. —trata de aligerar la manera en que lo interrumpí groseramente y suelto un suspiro. —Rebecca estuvo aquí un par de veces en la última semana, pero fue muy raro y... bien, debo suponer que ella sabe a la perfección que te sucedió y no me dijo absolutamente nada al respecto, ¿debo preocuparme?

—No deberías, estoy en recuperación, todo debe ir bien de ahora en adelante.

Y eso va sobre todos los aspectos de mi vida.

—Tu madre también ha desaparecido estos días, raramente la he visto. ¿Sabes qué le ocurre?

—Papá. —digo llamando su atención. Sé que le duele mirar en mi dirección debido a la manera en que luzco, para él es difícil ver a su hija pequeña así. Entonces, mi mente comienza a regañarme antes de que suelte la bomba, antes de que destruya su corazón por completo. Porque Keith Collins es un hombre fuerte, pero ha soportado mucho en su vida y puede que en algún momento, llegue el último viento que derrumbe por completo su coraza. —Lo sé todo.

Primero; su ceño se frunce profundamente, sus ojos se achican en mí y de repente todos sus años son visibles a simple vista, después; su rostro palidece y tiene que poner los codos sobre la mesa para sostener su rostro entre sus manos. Él sabe de qué estoy hablando.

—Por eso es que Julia no se ha acercado aquí. —susurra para él y lo escucho. —No queríamos que te atormentaras, por eso nunca te lo dijimos. Honestamente, para mí hay muchas cosas que desconozco, pero que he preferido no saber y está más que claro que tu madre jamás se sinceraría conmigo... ni con nadie, apuesto a que fue Niall quien te lo dijo. —afirmo con la cabeza a sus palabras. —Maiah, quiero dejar en claro una sola cosa; siempre vas a ser mi hija, sin importar nada. ¿De acuerdo? Tú y Rebecca... y su pequeña hija, ustedes son todo lo que me queda, porque ahora que sabes la verdad, es posible que Julia no vuelva acercarse a mi vida. Ella me prometió que lo haría, porque ella no quería perderte a ti cuando te enteraras de todo. —sus ojos se cristalizan y no quiero verlo llorar. Sería la primera vez que presenciaría eso y me parece la cosa más triste del mundo. —De acuerdo, ¿hay alguna cosa que quisieras preguntar o...?

—Pienso dejar la escuela. Yo... el derecho y esas cosas no son lo mío. —confieso y una sonrisa cruza sus labios.

—Agradezco tu interés en ello, de cualquier manera. Me hacía ilusión que te graduaras, pero ya que no va a ser así... cualquier cosa que decidas hacer con tu vida, va a estar bien para mí. Siempre y cuando te alejes del peligro, Maiah.

Sus palabras me hacen sonreír con tristeza porque suena como si esta fuera una despedida. Él piensa no volver a verme nunca más... quizá imagina que yo no deseo verlo, pero está equivocado.

—No es una despedida, papá. —la mención de mis palabras iluminan sus facciones y me siento bien por haberlo hecho.

—Entonces ve a casa, descansa. Vi todo en las noticias, pero imaginé que lo mejor era mantenerme al margen, ya que no había sido notificado del accidente. —muerdo mis labios culpable.

—No quería preocuparte.

— ¿Bromeas? Rebecca, tu madre y tú me dan preocupación constante y excesiva. Cada una a su manera, por supuesto.

Sonrío, él ha empezado a bromear y ese es un signo positivo de la situación.

La campana que está sujeta a la puerta del restaurante suena, avisando que un nuevo cliente ha llegado y siento que debo volver a casa. Niall tenía algunos asuntos por atender, pero conociéndole, eso no durará mucho. El ruido de los zapatos de tacón se hace escuchar por encima del suave murmullo de la gente, el espeso aroma dulzón de un perfume mezclado con el aroma del humo de los cigarrillos llega a mis fosas nasales y se instala en mi garganta, asfixiándome.

—Maiah, ¿no es aquel tu auto? —papá murmura, intentando no llamar la atención de la rubia que ha entrado en el restaurante. No quiero siquiera mirar, pero me es inevitable mirar en el reflejo del cristal de un cuadro el pequeño auto que está hecho trizas del frente y también noto a un hombre saliendo de él, una vez que su joven ayudante se ha encargado de revisar que no hay un oficial de policía o alguien que pueda presenciar lo que sea que intenta hacer y que con seguridad lo lleve a prisión inmediatamente.

Joe entra cinco minutos después, deteniéndose a menos de medio metro de distancia de la puerta. La suave música se detiene, siendo interrumpida por el disparo que la rubia enfoca acertadamente en el aparato de sonido. Los pocos comensales entran en pánico, pero en la puerta está un hombre robusto y atemorizante en la puerta, con sus brazos cruzados y la más pura diversión malvada en sus facciones, escaneando el lugar. Sonríe cuando nota mi presencia, pero su sonrisa se hace malvada al notar a mi padre frente a mí.

Todo se congela dramáticamente, como si hubiera colocado el botón de pausa en medio de la reproducción de una película. Aprecio toda la situación; la familia que está cercana a Joe, la mujer que sostiene a su bebé con miedo, los niños llorando y las madres y padres tratando de hacerlos callar. Los empleados de la cocina prefieren no asomarse o si lo hicieron, debieron haber huido por la puerta trasera, Audrey está sentada sobre la barra con una pierna cruzada encima de la otra, fingiendo ser una chica interesante a la que le importa un comino la situación que se está desencadenando.

—Que precioso momento digno de fotografía. —la voz profunda de Joe se hace escuchar, rompiendo el momento de pausa que mi cerebro había creado, enviando un escalofrío a través de mi columna vertebral. —Maiah, Maiah, Maiah. ¿Debería sentirme profundamente ofendido de que estés pasando tiempo de calidad con ese hombre que no tiene ninguna relación de parentesco contigo? —los cuchicheos de un par de mujeres mayores que conocen mi familia se hacen escuchar pronto y ruego silenciosamente porque se detengan, o si no, mi conciencia cargará con lo que sea que Joe decida hacerles a ellas por chismosas en el momento menos indicado. —Afortunadamente, no me siento mal por ello. El pobre diablo de Keith Collins, dejó su sueño para casarse con una mujer que no lo valoró y tuvo aventuras a sus espaldas. ¡Qué injusta es la vida para aquellas personas más bondadosas! —se burla, una genuina risa de diversión abandonando sus labios y noto como mi padre palidece y no sabe qué hacer.

Quizá, creyó nunca tener de frente al mismísimo Joe Reid. Probablemente Keith Collins, mi padre, pensó que ese sería solo un nombre sin rostro que lo perseguiría en sus pesadillas y amargos recuerdos.

—Saca toda esta gente de aquí, ¡ahora! —le ordena a Audrey, quien inmediatamente baja de la barra, su vestido subiendo casi por encima de su trasero y me pregunto si la culpa de su hermana, Daisy, disminuiría al saber lo que verdaderamente hace la rubia. Siempre yendo detrás de Joe, por la razón que sea. — ¡Eh, eh, eh! —la detiene y ella cierra la puerta, dejando un niño dentro. Los padres golpean los gruesos cristales del establecimiento, con desesperación y miedo por su pequeño, el alma cae a mis pies. —Ahora sí. Nadie más entra o sale, a menos de que yo lo ordene.

—Deja ese niño afuera. —mascullo, poniéndome de pie para enfrentarlo. —No vienes por él. ¡Déjalo marcharse!

El pequeño niño castaño que no debe tener más de ocho años mira de un lado a otro, con sus ojos azul celeste abiertos de par en par, llenos de miedo y confusión.

—Eh, tranquila. —Audrey regaña, interrumpiéndome y Joe pone los ojos en blanco ante su intromisión, más no la amonesta.

—A veces, preciosa Maiah, se necesitan medios para obtener mis objetivos finales. Una vida más, una vida menos. ¿Qué más da en este mundo? Ellos pueden procrear otro mocoso cuando lo prefieran. Porque, déjame darte un consejo... los hijos no sirven de nada. ¡Mírame a mí! Engendré dos vidas y el primero fue un malagradecido que decidió traicionarme de buenas a primeras... y la segunda, ¡ni tenía idea de que era yo quien le había otorgado la vida! ¡Cosas de la vida! Nunca decidas tener hijos, preciosa...

—Déjalo ir. —menciono entre dientes, mi piel se pone de gallina cada vez que intercambio palabras con él, o cuando me llama de esa manera.

Joe voltea hacia atrás, a Audrey, lame sus labios y le hace seña para que le entregue al niño. La rubia empuja al pequeño, que tropieza pero afortunadamente no cae. Joe lo alcanza a tiempo y lo pone de pie, mirando en mi dirección, colocando su hombro sobre el hombro del pequeño niño mientras que con su mano libre toma un arma fuera de su chaqueta.

—Debo admitir, que fuiste muy lenta para descubrirlo todo, y que el imbécil de Horan tardó más de lo que esperé para decirte todo. ¿Recuerdas lo que dije del conocimiento? Preciosa, es el arma más poderosa y siempre tiene dos caras. La blanca y la negra, para tu mala suerte siempre te ha tocado la negra. Aunque, debo decirte, que es la más divertida. ¿A caso no te diviertes con todo lo que sucede?

—Déjalo ir. —menciono, refiriéndome al niño que comienza a palidecer, como si fuera a desvanecerse de un momento a otro al notar la cercanía del arma a su frente.

—Eh, calmada. ¿O quieres que el niño sufra? —Mis hombros caen, mis defensas decaen y suelto un suspiro. —Eso pensé.

— ¿Qué es lo que quieres, Joe?

—Diversión, preciosa, no busco nada más que diversión.

— ¿Y crees que amenazar a un niño de muerte en frente de sus padres es divertido? —es lo más tonto de preguntar, puedo notar sus ojos brillando de alegría. Sádico.

— ¿Siquiera tienes que preguntarlo? —suelta una risa y pega el cañón a la sien del niño, cambiándola de posición.

— ¿Dónde está Julia? —papá habla a mis espaldas, más alto de lo que hubiera imaginado que la situación de lo permitiría.

Joe mira detrás de mí, a mi padre y sonríe.

—Ocultándose. La culpa la carcome, pobrecita. —mi padre suelta un suspiro de alivio, porque él temió que mi madre podría estar muerta. —Y ahora que te veo, sal de ahí, deja de ocultarte en las espaldas de mi hija.

— ¡No soy tu hija, maldición! —le grito y el arma vuelve a la sien del niño.

—Ah, ah, ah. —amonesta. —Tú eres el control del arma ahora mismo. Si haces algo que me enfade o moleste... o desagrade, el niño muere, y después él. —amenaza apuntando otra vez a mi padre, que es tomado por Audrey hacia una mesa lejos de mí, a mi izquierda. —Esto está en tus manos, preciosa Maiah. Y tu conciencia se encargará de acabar contigo lenta y deliciosamente.


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