Cuando escribimos nos enamoramos de nuestros personajes de la forma más inocente posible. Conocemos cada una de las virtudes y defectos, no sabemos del físico, sólo conocemos quiénes son y por qué están ahí; y creo que es aquello lo que hace que se sienta real, tan real que incluso pudieses llegar a creerlo.
Aunque la realidad es que, esos personajes que hemos creado en papel y palabras no existen.
Pero...¿y si aún sabiendo eso, no nos importa?
El amor de un escritor hacia su personaje es completamente mágico. Adam lo vivió con Dione, a pesar de que su Dione, no era la misma Dione que conoció.