Rincón Exquisito © (Editando)

By Frank_Mx

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Ella: dura, antipática y mandona; la típica mujer 31 que se hace la fuerte ante la vida. Él: honesto, trabaja... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 20.5
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Aviso

Capitulo 7

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By Frank_Mx

En la noche más oscura, se marca la pauta entre el deseo y la seducción "caballero de la noche"

Cruzo la calle pues del otro lado se encuentra el club, con letras gigantes iluminadas por luces de neón, "Phantasy". El dueño era Alex, un ex amigo de la universidad. Se había hecho de buen dinero, y en tampoco tiempo había logrado demasiado. Todo comenzó cuando Alex se había quedado sin dinero, fue así que, comenzó un juego el cual consistía en subastar a sus compañeros, Santi accedió, aunque le seguía pareciendo una idea demasiado estúpida. La subasta se organizó dentro de una de las casas de fraternidad de la universidad, él y otros fueron vendidos a las chicas. Santi, aun no asimilaba lo que estaba ocurriendo, esa noche salió con su maestra de inglés. Una treintañera que había pagado por él.

Vestía un traje de marca refinada. Se ajustó la corbata negra, y por último se colocó el antifaz del mismo color de la corbata, era una de las reglas; cubrir tu identidad.

Con elegancia y prestigio comenzó a caminar por el pasillo principal en donde aún estaban los cuadros que adornaban las paredes de rojo vino, una semana antes Alex había dicho que las quitaría. Al final estaban las cortinas de satín rojo que le daban la bienvenida al vestíbulo.

Cuando entro todos se le quedaron miraron, jamás pasaba desapercibido. Del lado derecho estaban los "activos" sentados en una sala de estar, y detrás de ellos estaba una barra, y del lado izquierdo, las adquisidoras que lo observaban, pero solo una se percató de su insólita presencia.

Detrás del vestíbulo había otro pasillo con un elevador, ese mismo los conducía a otro salón mucho más amplio donde, si lo deseaban, degustarían de una cena.

─Tan puntual como siempre.

Santi se giró, aquel tipo tenia puesta una máscara veneciana que le cubría todo el rostro, pero sin duda era Alex.

─Sabes que me gustar llegar antes de la adquisidora ─relajado se metió la mano en los bolsillos.

─Lastima, ha llegado antes de lo esperado. Esta algo... nerviosa ─Santi podía imaginar una sonrisa burlona detrás de esa mascara─. Es primeriza.

─¿Dónde está?

─Búscala tú mismo ─apunto al lugar donde estaba sentadas aquellas mujeres.

─No soy adivino, Alex.

─Pues entonces ve hacia ellas y pregunta tú mismo.

Santi esbozo una sonrisa coqueta, la idea le apetecía más que nada en ese momento.

Dejo a Alex y se dispuso a ir hacia donde su instinto lo llamaba.

─Buenas noches, caballero de la noche a sus servicios ─su mirada era una llamarada intensa con oleajes azules que desconcertaban a cualquier mujer─. ¿Alguien de ustedes me ha adquirido?

Todas se miraron una a otra, pero nadie decía "yo".

─Se ha adelantado ─Alex se sacó del bolsillo las llaves de la habitación─. Esta nerviosa, trátala bien.

─No tienes de que preocuparte. Jamás has tenido una queja de mí.

Se alejó, nervioso dio un suspiro. Anhelaba estar dentro de ella, saquear su boca y hacerla suya toda la noche. Su alocada imaginación le provocaba una erección que no quiso disimular.

En el pasillo tomo el ascensor; su habitación la numero doce. Cuando las puertas estaban por cerrarse una pareja entro, la mujer tropezó pero cayó frente aquel chico, ambos no dejaban de reír. Se fijó mejor, era Escarlata, así se hacía llamar por su inusual antifaz, su adquisidora era mujer muy atractiva, pero no más que Alice, tal vez tenía unos cuarenta, era de cabellera rubia platinado, cuerpo seductor y un busto prodigioso.

Santi los observaba mientras se besaban con toda la libertad de mundo, solo se escuchaba el sonido de sus bocas abatirse una y otra vez. La mujer lo miro sin soltarse de los labios de escarlata, era una mirada parecida a la suya, llena de deseo.

─Deberías probar estos labios, Caballero. Son maravillosos ─escarlata no le quitaba la mano de las caderas, la oprimía contra su cuerpo, mientras ella le extendía la mano a Santi.

Al tener su permiso se la arrebató, la arrincono contra la pared del elevador. Beso su cuello provocándole excitantes sensaciones. Probó la exquisitez de aquellos labios tenues por aquel labial. Le fue levantando poco a poco el vestido y estuvo a punto de bajarle las bragas cuando las puertas se abrieron. Se aliso el saco mientras notaba la falta de aire de aquella mujer, nadie podía seguirle el ritmo y eso era algo digno de su orgullo. Una vez más se ajustó la corbata, antes de marcharse le dio un beso fugaz.

─Adiós, Madame.

Continuo por otro pasillo, veía salir y entrar a varios de sus compañeros con sus respectivas adquisidoras. Paso la diez, la once hasta que por fin llego a la numero doce. Toco dos veces y al no haber respuesta, entro.

No había nadie.

«Habrá cancelado...» afirmaba casi sin duda; su jefa no entraría en este mundo ni loca. La idea lo desilusiono, maldijo entre dientes.

La habitación era minimalista con detalles en color blanco, las paredes eran del mismo tono, además de ser insonoras para evitar que el placer saliera de las cuatro paredes.

Se desbotono el saco mientras se dirigía al salón donde se encontraba un comedor para dos personas, un par de metros a la derecha una cama grande con sábanas blancas, del otro lado una puerta que conducía al sanitario, y justo enfrente un par de sofás de piel oscura que hacia juego con la alfombra. Embelesado se quedó de pie mirando la ciudad a través de aquel gran ventanal.

La paga era muy generosa, lo suficiente para pagar el préstamo de su abuelo, quien quería salvar sus viñedos, y para pagar el tratamiento y operación de su hermana. Durante los años en la universidad había costeado sus gastos, le alcanzaba para sobrevivir y para darse uno que otro gustito.

Regresó de sus pensamientos cuando escucho la puerta del sanitario abrirse. Se giró y allí estaba; aquel vestido de seda coral se ajustaba a su vientre mientras su melena oscura como la noche caía por sus hombros, pero lo que más le fascino fue su antifaz de color blanco con pequeños dibujos florales de color negro.

Rodeo el sofá apresurado, el corazón latiéndole a mil lo hacía perder la razón.

─Buenas noches ─sin permiso le tomo la muñeca y le dio un beso en los nudillos.

Ella quería un beso pero en otro lugar.

─Pensé que no aceptarías ─dijo sin soltarle la mano. Deseaba quitarle ese vestido, obedeciendo a sus impulsos la arrincono contra la puerta.

A pesar de su antifaz se notaba la intensidad de su mirada, llena de deseo por ella.

─Ni yo misma se cómo viene aparar a este lugar.

─Yo sé porque estás aquí ─le susurro en los labios─. ¿Nerviosa?

─Demasiado ─y aún más cuando percibió sus manos deslizarse lentamente en su trasero. Casi suelta un gemido al sentir un ligero apretón.

─Me encantas. Todo de ti, Alice ─le volvió a susurrar.

─Eso les dices a todas ¿verdad? ─le dio un pequeño beso en las comisuras─. Descuida no me importa si mientes.

Inspiro cerca de su cuello reconfortándose con su fragancia. Necesitaba devorarla YA.

─No me tomes por mentiroso.

─Hay que hablar... necesito saber que es todo esto, Caballero de la noche ─termino con una sonrisa burlona.

─No hay nada de qué hablar, todo es tan lógico. Pagaste por mí, ahora yo debo complacerte.

─Y no eres nada barato ─el intento quitarle el antifaz pero ella se lo impidió tomando su mano─. Leí el contrato, "tanto el activo como la adquisidora no podrán quitarse el antifaz"

─Alice, nos conocemos, así que, quítatelo.

─No ─hizo un mohín.

Sin hacerle caso se quitó el suyo, esperaba que ella hiciera lo mismo. Al final no tuvo más remedio que quitárselo, ella no mostro oposición. Una vez descubierta comenzó a acariciarle las mejillas. Beso una luego la otra.

─¿Por qué haces esto, por dinero? ─soltó esperando una respuesta sincera.

─La verdad, lo hago más por placer.

─Ósea que te gusta tener sexo con todas las mujeres que se te ponen en el camino.

─Solo con aquellas que despiertan algo en mí.

─Y... que es eso que despiertan en ti.

─Deseo.

─Sigo sin entender ─ella lo alejo colocando sus manos en su pecho─. Creo que es mejor que me vaya de aquí.

─Bien ─la tomo de la mano─, puedes irte si quieres, llegaras a tu casa, tomaras un baño y te iras a la cama, te sentirás mejor ─tu tono era sarcástico─, pero al día siguiente o al tercer día te estarás preguntado "¿Qué hubiese sucedido?" no tendrás esa respuesta y te lo preguntaras una y otra vez en los siguientes días ─la soltó─. O puedes elegir quedarte, disfrutar de la cena, y si tú lo deseas, hacer algo más ─le guiño el ojo izquierdo─, siempre y cuando estés dispuesta.

Lo pensó detenidamente mientras lo veía acercarse, sus manos firmes la tomaban con posesión por la cintura; frente a él se sentía estúpida, sacaba su lado vulnerable que había ocultado durante muchos años. Santi tenía algo que la hacía cuestionarse de sí misma. Volvió a la realidad al encontrarse con aquella mirada que la seducía. Cada fibra de su cuerpo era removida por esos intensos azules, era como un cazador asechando a su presa en la oscuridad, no, era aún más que eso...

No necesitaba su permiso para besarla. Se aferró a sus labios que igual fueron aceptados, la aprisiono entre sus manos, ella recorría su espalda varonil. Ese intercambio gustoso de saliva lo volvía un loco empedernido de la lujuria, el deseo y por supuesto de la pasión.

─Me... quedare ─dijo lentamente, le faltaba el aire─. Pero debes decirme todo sobre el club.

─El club vende placer.

─¡Por dios! eso no es suficiente ─fruncía el ceño, y más cuando lo vio sonreír.

─Me encanta cuando te enojas.

Santi le explico cómo fue que el club llego tan lejos. Al principio solo era por sacar dinero mediante citan pero con el paso del tiempo las expectativas de Alex cambiaron, llevándolo a algo mucho más explícito como el sexo. Pronto se dieron cuenta de los deseos de las universitarias y los fetiches sexuales de alguna de las maestras de universidades cercanas.

Con tal de aumentar aún más las ganancias, Alex decidió crear un blog en internet donde todas aquellas mujeres que habían pasado la noche con alguno de los chicos, podía contar su relato de manera anónima. Eso fue suficiente y en menos de tres meses los rumores se extendieran. Cuando Santi conoció a Brenda decidió cesar toda actividad, le dedico todo su tiempo por un año y un par de semanas hasta que la ruptura termino con aquella relación.

Cuando regreso, Alex ya había hecho algunos cambios, todos debían utilizar un antifaz para ocultar su identidad, esto debido a los problemas que mantuvieron con Maxwell, el ex novio de una de las treintañeras con las que Franco, uno de los activos, había tenido relaciones.

Seis meses después Alex rento un local en un lugar muy concurrido de la ciudad, ese era el punto de reunión sin embargo debía disimularlo, así que opto por poner su propia cafetería para el público, el cual servía de mucho para conseguir probables adquisidoras; las subastas se efectuaban en el segundo piso donde las mujeres elegían a su activo. La demanda no era tan considerable como Alex lo hubiese querido pero se reconfortaba con los billetes que llenaban su bolsillo; guiado por la ambición se distancio de su buen amigo Santi y este a la vez de él.

Antes de finalizar aquel año recibió algunas propuestas de las adquisidoras maduras, consistía en estar cuatro sesiones con el activo a cambio de una cantidad moderada que dependería de la eficiencia del activo, siempre y cuando este estuviese de acuerdo. Desde entonces y hasta la fecha se maneja una especie de contrato.

Al terminar el último año en la universidad, Alex se hizo de un establecimiento aún más grande el cual tenía veinte habitaciones, dos salas para fiestas y una recepción; era una ganga que había comprado en una subasta. Tres meses después remodelo aquel edificio gastando todo y con la certeza de que lo recuperaría, y así fue.

Actualmente el club funciona todos los días en un horario nocturno, pero con la diferencia de que solo algunas elegidas pueden disfrutar los múltiples servicios de los activos. Después de la inauguración, Santi, comenzó a utilizar el seudónimo de caballero de la noche cuando, Sandra, una mujer de treinta y ocho lo elogio por su buen desempeño en la cama, era una rubia intensa, para esa mujer Santi era un tipo especial, y actualmente es la operadora de la línea telefónica de Santi.

Comenzó a vivir una doble vida; en el día era un chico que trabajaba en una de las casas editoriales de Madrid, y por la noche era el caballero del placer de las mujeres que deseaban el revolcón de sus vidas.

Alice permaneció en silencio tratando de procesar todo lo que había escuchado. ¿Un chico de veinticinco, vendiéndose?

Él estaba junto a ella en el sofá, veía la incógnita en su mirada.

─¿Te tiraste a tu maestra?

─Solo fue un cita, pero después se dio la ocasión ─dijo con una sonrisa pícara─. De hecho creo que tú serias una perfecta profe.

─Jamás caería en tus redes.

─Quien sabe ─la atrajo hacia él y comenzó a besarla.

─Santi.

─No digas nada.

─No sé qué hacer.

─Solo tienes que disfrutar.

Le quito las zapatillas mientras ella estaba recostada en el sofá, quería arrancarle ese vestido de una vez por todas, pero antes debía jugar un poco con su cuerpo.

Le quito las bragas que hacían juego con su vestido; el encaje lo encendía.

─Mírame.

Se ruborizo al ver como olfateaba con gusto sus bragas.

─No te sientas avergonzada, Alice. Me encanta tu olor y sé muy bien que sabes exquisita.

─No digas eso ─su voz era entrecortada, ver aquella sonrisa llena de malicia la bloqueaba por completo.

Le subió el vestido descubriendo su sexo con escasos bellos, después de aquella noche no se había depilado, ni siquiera había aceptado tener sexo con Daniel. Solo lo quería a él.

─L-lo siento yo-

Negó con la mirada─. Sea como sea, me gusta.

Mantuvo su mirada intensa en sus tímidos ojos. Sin perderla de vista comenzó a recorrer con su índice sus muslos, luego su vientre y en línea recta recorrer su monte venus para culminar en su clítoris. Le daba placer en círculos mientras su espalda comenzaba a doblarse, su mirada lasciva compartida con la suya.

Esa sensación caótica que Santi le estaba regalando era una corriente eléctrica que la recorría por completo. Podía percibir su temperatura corporal aumentar entre jadeos. Su cuerpo se arqueaba por la vibración que la consumía al punto de sentir el éxtasis acercándose. Un instante lo miro, la sonrisa pervertida se había esfumado, su mirada era cálida al igual que sus ojos. Su mano izquierda se apoyaba en su muslo mientras la otra jugaba con su sexo.

Estuvo a punto de gemir pero se silenció con ambas manos. Al verla Santi se levantó, se quitó el saco, luego la corbata.

─Puedes gemir todo lo que quieras, nadie te escuchara ─le tomo ambas manos y se las ato─. Es para que pueda escucharte mejor. ¿Puedo continuar? ─le regalo una sonrisa pícara.

Ella asintió. Quería que lo terminara, que la hiciera estallar.

Continúo con sus movimientos, dentro y fuera de ella. Tocando su cavidad húmeda, comenzó acelerar sus movimientos, la toco en ese punto que nadie había llegado. Poco a poco sus gemidos eran más intensos que los anteriores y para él era el sonido más hermoso.

Su cuerpo le avisaba que estaba a punto de llegar al límite, de llegar a ese punto de colisión entre el placer y el deseo. Cerró los ojos para agudizar sus sentidos, imaginaba su duro miembro en lugar de sus dedos que salían y entraban cada vez más rápido.

Intento no gemir pero era imposible, su grito se escuchó por toda la habitación, sus piernas se torcían; aquel orgasmo glorioso había sido devastador, era aún mejor que el de aquella noche en la oficina.

Jadeando y con dolor en la espalda por la posición en la que estaba trato de levantarse pero le fue imposible.

Santi volvía hacer lo mismo; llevo sus dedos a sus labios dibujándolos y luego la beso. El sabor de ella mesclado con su saliva algo que lo hacía desearla cada vez más.

Desanudo la corbata de sus manos y le ayudo a ponerse de pie, estuvo a punto de caer pero la atrapo con sus brazos.

─Fue maravilloso ─Alice se colgó de su cuello y lo beso apasionada por aquel regalo.

─Lo mismo digo ─se aferró a su cuerpo─. ¿Quieres cenar?

─Hablas de comida ¿verdad?

─Claro ─le sonrió─. Luego podremos tener sexo.

─Y-y será así te i-intenso.

─Por supuesto, te volveré obsesa al sexo ─tomo su rostro entre sus manos y la beso. No solo una, incontables veces.


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