Todos estaban tan concentrados en la guerra que se habían olvidado de cuánto empezó a llover exactamente. El cielo se tornó gris y los furiosos rayos iluminaban el campo de batalla.
—¡Apunten a los arqueros, lancen granadas ala infantería! —Gritó Arthur.
Arthur no quería arriesgarse a perder munición con los escudos, así que los soldados lanzaron granadas después de encender sus mechas. Era más fácil atacar a la infantería debido a la falta de defensas en su equipamiento.
Los soldados enemigos estaban horrorizados ante la gran cantidad de muertos por segundo a su alrededor, se estaban enfrentando a los desconocido pero aún así avanzaban.
Retroceder significaría traición y la traición era igual a la muerte sino peor.
—¡Vamos, hermanos, debemos llegar al muro antes de qué- —Un soldado Gliderianos gritó segundos antes de estallar por una granada.
Uno de los soldados que se llevó la menor parte de la explosión, se levantó aturdido y vio los restos de sus compañeros esparcidos. A algunos les faltaba una extremidad, otros tenían el torso abierto debido a la enorme cantidad de metralla que los atravesó.
Pálido, el soldado no pudo reaccionar y fue asesinado por un disparo en la cabeza.
—¡Catapultas acercándose, 200 metros!
—¡Apuntando, 200 metros!
—¡¡¡FUEGO!!!
Los cañones en el muro dispararon, los soldados que manejaban las catapultas apenas si pudieron alejarse de ellas antes de que estás fueran borradas por completo.
—¡Si!
—¡Recarguen cañones!
—¡Recargando!
Los soldados estaban dando todo de sí, solo descansaban cuando recargaban sus armas y aún así lo hacían con prisa.
El muro tenía un recubrimiento de madera que funcionaba como paredes y techo, impedía que todos pudieran disparar simultáneamente pero al verlo cubierto de flechas sin duda era mucho más efectivo.
En cuanto a los mosquetes, cuando uno disparaba, se hacía a un lado para que otro lo hiciera con tal velocidad que parecía un círculo, cuando el último disparaba, ya el primero había terminado de recargar y procedía a dar su siguiente disparo.
Liliana disparaba con su fusil a cada soldado que veía, su precisión era excelente pero la falta de habilidad del enemigo también le daba mucha ventaja.
Ella estaba sorprendida por cuan diferente se volvió la guerra desde que comenzó a usar estás armas y sentía dolor puesto que con cada bala le arrebataba la vida a un posible súbdito.
Luchaba por su pueblo pero al mismo tiempo los estaba asesinando. Aún así, se mantuvo firme. Era conciente de que no tenía opción, aunque ciegamente, ellos decidieron su camino. Liliana solo podía pensar en ellos como un sacrificio por un futuro mejor.
*Bang*
—¡Necesito municiones aquí! —Gritó Liliana.
—Toma de las nuestras, en cualquier momento llegarán las siguientes cajas. —Dijo Arthur.
Cada cierta cantidad de soldados tenían una caja de balas para sí mismos, unidas por "cartuchos" de 5 unidades. Liliana tomó un par de cartuchos y procedió a recargar su fusil.
—¡Médico!
Liliana vio como retiraban a un soldado con una flecha en el hombro, observando más atrás vio a Miri atendiendo a los heridos junto con otros médicos. Más al fondo se encontraban otros cubiertos por mantas, afortunadamente no eran tantos como las bajas enemigas.
—Debemos acabar con esto lo más rápido posible. —Dijo Liliana, acto seguido apuntó y procedió a disparar.
Arthur asintió con la cabeza, le voló la cabeza a un arquero y recargó su arma.
—Baldric pagará por cada gota de sangre derramada hoy. —Dijo Arthur.
Al otro lado del campo de batalla, el rey Baldric observaba maravillado la capacidad destructiva de las armas Orlianas, completamente indiferente ante las vidas perdidas a su mando.
—¡Ja, ja, ja! ¿No es hermoso? Imaginen semejante poder en nuestras manos... —Su risa acompañada por los rayos lo hacían parecer aún más loco.
Pero a diferencia de él, las reinas y princesas estaba horrorizadas. Ellas si notaban la desesperación, el dolor y el sufrimiento de los hombres que se sacrificaban por el capricho de su rey. Y también estaban preocupadas por la velocidad en la que estos morían.
—No se preocupen, en cualquier momento nuestras naves desembarcaron en su playa, definitivamente no podrán defenderse de ambos lados al mismo tiempo.
Poco sabía el rey que para este momento, más de la mitad de su flota naval había sido exterminada.
176 barcos Gliderianos hundidos y solo pudieron destruir 5 naves Orlianas que siguieron el ejemplo autodestruirse usando sus cargamentos de pólvora.
Con cada nave destruida, los Orlianos se volvían cada vez más violentos y feroces al igual que el oleaje, tan violento que algunos barcos incluso se ocultaban por unos segundos detrás de las olas.
Incapaces de llegar a la orilla, los Gliderianos estaban horrorizados viendo los restos de sus navíos caídos, velas y tablones flotando o hundiéndose hasta que la vista deje de percibirlos. Algunos incluso podían ver cadáveres flotando pero se desconocía si era una ilusión provocada por el miedo.
—¡R-Retirada!
El efecto dominó comenzó, la moral estaba por el piso, cuando el primer barco comenzó a dar la vuelta, otro siguió su ejemplo y luego otros dos más, multiplicando se hasta que todos tuvieran su rumbo alejado del campo de batalla.
Los Orlianos rugieron eufóricos al ver eso, la victoria estaba en sus manos pero no estaban satisfechos. No se detuvieron hasta que el último barco Gliderianos estuviera hundido, tanto el fuerte como los cañones en la playa se unieron al ataque, por lo menos hasta donde sus cañones les permitían.
—¡¿A dónde mierda creen que van?! ¡Regresen! ¡Esto aún no ha acabado! —Gritó el cuarto príncipe.
El cuarto príncipe Andrew era quien supervisó el ataque naval pero no lo dirigió. Aún así, el fracaso sería atribuido a su nombre. Mientras gritaba insultos y maldiciones a sus hombres, un rayo iluminó sus alrededores y se dió cuenta de los dos barcos a sus lados.
—¡A-Alto, nos rendimos! —Gritó—.
—¡El príncipe Andrew está a bordo, no pueden hundir esta nave! —Gritaron sus tripulantes.
Estaban usando al príncipe para salvarse, en cierto modo lo lograron.
—¡¡¡AL ABORDAJE!!! —Gritó Faila.
—¡Capturen al príncipe, eliminen al resto! —Siguió Feyton.
Mientras estos dos barcos se ocupaban del príncipe, el resto de barcos persiguió a los que escapaban. La moral ahora se fue por debajo del piso luego de ver el navío del príncipe capturado, los Gliderianos ya no querían ni defenderse, solo querían huir.
Los barcos Orlianos restantes les impidieron su escape al destruir sus mástiles con balas encadenadas, al menos las que quedaban de ellas. Aún así, ningún navío Glideriano se salvó.
Los Orlianos los superaban en número y habilidad, los tripulantes del príncipe fueron reducidos en segundos, algunos cayendo por la borda del barco antes de morir.
Al final solo quedó el príncipe y no solo fue capturado sino que también fue molido a palos por Faila a tal punto que su rostro era casi irreconocible.
—¡Esto es por todos nuestros hermanos caídos! —Gritó.
Los demás gritaron victoriosos, sentían que parte de su venganza había Sido cumplida.
—¡Faila, regresemos a tierra, debemos unirnos a la defensa del muro! —Dijo Feyton.
—¡Ya lo escucharon muchachos, nuestro señor nos necesita! ¡Y amarren bien a este imbécil!
Pocas fueron las unidades que se quedaron protegiendo la costa por su acaso, como los cañones de la playa y el fuerte, al llegar al muro pudieron descansar por un momento viendo que la situación no era tan grave como se lo estuvieron imaginando todo este tiempo.
—¡Arthur! —Faila y Feyton finalmente lo encontraron.
—Que gusto verlos a salvó. ¿Que sucedió? —Preguntó Arthur.
—Navios destruidos, perdimos 5 barcos, nadie de ellos sobrevivió. —Dijo Faila.
Arthur dejó de disparar por un segundo, suspiró y continúo.
—¿Y los que quedan? ¿Algún herido?
—Ninguno de gravedad, vinimos a apoyarlos en cuanto terminamos. —Dijo Feyton.
Arthur asintió con la cabeza.
—Descansen un poco, afortunadamente la situación no es tan crítica. —Dijo Arthur—. Gracias a dios los enemigos no tienen barras de vida, o esto sería complicado. —Pensó.
—Nosotros estamos bien. —Dijo Faila, cambió su mosquete por un fusil.
La razón por la que no se llevó su fusil al mar fue porque aquí lo necesitaban más. Feyton había hecho lo mismo.
—¿Cuál es nuestro objetivo? —Preguntó Feyton.
—Por ahora los arqueros. —Dijo Liliana—. La infantería no podrá subir a menos que usen escalas, o sepan volar. Los cañones y las granadas se pueden encargar de ellos.
Arthur asintió con la cabeza.
—Tardarán un poco en darse cuenta de que su invasión naval fracasó así que debemos aprovechar para eliminar a cuántos podamos. —Mencionó Winston.
Faila y Feyton asintieron con la cabeza, cuando se asomaron y vieron la situación se quedaron pálidos por un momento.
Cráteres, sangre y muertos. Era difícil saber cuál de los tres era mayor. Lo peor es que la lluvia arrastraba la sangre a los cráteres formando "lagos" o ríos rojos.
—Dioses... —Murmuró Faila, sacudió su cabeza echando cualquier pensamiento "Débil" de su sistema, acto seguido procedió a disparar.
Lo más cerca que pudieron llegar las tropas del rey fue hasta el rio, allí se dieron cuenta de qué, a pesar de haber llegado, era casi imposible subir. Aún colocando las escalas, los llegarían de plomo intentando escalarla. ¿Y que viene después si logran subir? Los propios Orlianos son armas de matar.
Pero no se dieron cuenta de eso hasta que sus números se redujeron hasta la mitad. El rey sintió que algo andaba raro, su gente ya no avanzaba con tanta firmeza como antes pero los Orlianos seguían tan firmes como si apenas hubieran empezado.
—¿Que está pasando? ¿Por qué demonios se tardan tanto en desembarcar? —Preguntó el rey entre confundido y enojado.
Ciertamente, el punto clave de la invasión sería el desembarco de la playa. Si lo hubieran conseguido, no habría forma de que pudiesen defender ambos lados del muro, tampoco podían girar los cañones puesto que estarían arriesgando las vidas de sus propios ciudadanos.
El plan era bueno, pero el rey subestimó el poder de las armas de fuego. O quizás se sobreestimó a sí mismo y a sus soldados.
Quizás sea lo segundo puesto que más de la mitad de su fuerza, eran prácticamente milicia. Campesinos o ciudadanos que fueron reclutados voluntariamente o a la fuerza para rellenar números.
Nunca habían participado en una guerra antes y su primera experiencia fue contra algo que jamás habían presenciado. Ni siquiera en historias o cuentos.
La guerra, más que experiencia, se convirtió en miedo.
Antes, morir significaría falta de habilidad. Pero hoy, ¿Cómo puedes culpar a la habilidad ante la probabilidad de morir en un segundo sin darte cuenta? Aún estando protegido, el miedo a que una bala llegue desde un ángulo desprotegido seguía presente.
Aún estando bajo tierra, a una profundidad donde las armas de fuego ni artillería llegase, ningún soldado se sentiría seguro.
—¡Malas noticias! —Gritó un soldado a caballo acompañado por el príncipe Henry.
—¡Padre! ¡Toda la flota ha sido aniquilada! ¡Ni un solo barco se salvó!
—¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!! —El rey casi se vuelve loco de la furia.
—¡M-Mi hijo! ¡¿Que le pasó a mi hij-
*Paf*
—¡¡¡SILENCIO MUJER!!! —El rey calló a la reina Rolanda de una cachetada, tan fuerte que cayó directo al piso sujetándose el rostro.
—¡M-Madre! —Sus hijas se acercaron preocupadas.
Todos sintieron escalofríos cuando el rey golpeó a su esposa, esa cachetada fue tan fuerte que aunque sonara otro rayo, todavía lo habrían escuchado.
Era difícil saber si Rolanda estaba llorando por su hijo o por el dolor pero aún así nadie se atrevió a decir nada por miedo a provocar la ira del rey.
—¡A nadie le importa ese fracaso! ¡Si murió, es por ser inútil! ¡Si quieres culpar a alguien culpate ti misma por parir a un fracasado! —El rey se giró hacia Henry—. ¡Enrique, dime qué le sucedió a la flota!
En su ira, el rey confundió el nombre de su propio hijo. Eso y lo anterior les dejó muy en claro a todos los que escucharon que al rey no les importaba ni un poco sus hijos. Es posible que ni siquiera su familia entera.
—S-Sí, padre... —Henry se limitó simplemente a contar lo que vió.