Arthur se encontraba charlando tranquilamente con sus amigos o más bien, ellos hablaban mientras Arthur estaba sentado tranquilamente mientras pensaba.
El ambiente en el bar estaba alegre y este parecía ser otro día brillante para Orley, por lo menos hasta que Arthur se levantó tranquilamente.
No sé necesitaban palabras ni órdenes, ese simple movimiento bastaba para que todos guardaran silencio voluntariamente, así de grande era el respeto que le tenían a su líder.
—Es hora. —Dijo Arthur.
Faila, Feyton, Robert, Winston y Liliana se miraron entre sí, en ese momento llegó el general Tiberius casi azotando la puerta del bar.
—¡Están aquí! —Gritó—. ¡Son demasiados!
Todos miraron con sorpresa a Arthur, sorprendidos por tal nivel de predicción.
—Arthur, ten mucho cuidado. —Adela tomó su mano con preocupación.
—Tranquila, volveré pronto. —Sonrió.
—Los acompañaré, me quedaré en la parte de atrás tratando a los heridos. —Dijo Miri.
Arthur asintió con la cabeza y dejó que los acompañará. Sin nada más que decir, salieron del bar y se dirigieron a la muralla.
—Feyton, ve a encender la almenara, avisa al fuerte. Luego ve a defender el puerto, Faila, ve con él. Los demás síganme.
Todo el mundo asintió con la cabeza y siguieron las órdenes de Arthur, Liliana dirigió su mirada al muro y apretó los puños.
—Es hora de plantarle cara a mi familia... —Murmuró—. Haré lo que sea por el futuro de mi reino.
—Cuente con nosotros majestad. —Asintió Robert.
—A pesar de mis crímenes, Este lugar y su gente todavía me trataban a mí y a mi familia como de los suyos. Eso es algo que jamás olvidaré... —Murmuró Winston para sí mismo.
Al llegar al muro vieron como un mar de enemigos se acercaban lentamente con armas de asedio y todo tipo de tropas. Habían tantos estandartes diferentes que era difícil saber el número exacto de casas allí.
—S-Son demasiados...
Arthur notó que sus hombres estaban nerviosos, sobre todo los más novatos, claro.
—Tranquilos. Nos superan en número pero nosotros en potencia. Tendrán suerte sí logran escalar el muro. —Afirmó Arthur—. ¡Recuerden su entrenamiento, muchachos! ¡Pero sobre todo por qué y por quienes luchamos!
Arthur miró hacia la torre más alta del muro y le hizo señas a los soldados, momentos después se resonó el cuerno de guerra que le anunciaba al pueblo que es momento de esconderse.
Ya habían hecho simulacros al respecto, de como debían actuar en caso de una batalla inminente. Solo que está vez el cuerno sonó 3 veces anunciando que esto ya no era un simulacro.
No temían a los soldados sino a las flechas o rocas que podrían pasar por encima del muro e impactar o rodar hacia las casas, cualquier cosa era posible y era mejor prevenir eso antes de hacerle un funeral a un civil.
—Despues de esto tendremos mucho trabajo por delante... —Suspiró Arthur.
—Sí... —Liliana asintió con la cabeza.
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Normalmente sería una locura que un rey participará en una guerra junto a sus esposas e hijas, pero e aquí el arrogante rey Baldric, observando el muro de Orley con ojos codiciosos. Como si ya le perteneciera.
—Observen, queridas mías. —Sonrió extendiendo sus manos llenas de anillos—. Este día marcará el comienzo de un futuro aún más brillante para nosotros.
—¿Dónde está Alejandra? —Preguntó la reina andrómeda.
—Dijo que estaba agotada de tanto viajar así que se quedó en su tienda de campaña. —Respondió la princesa Minerva.
—Da igual, no es como si ella fuera a participar en batalla. —Dijo Rolanda—. Estoy ansiosa por presenciar a qué nos enfrentamos.
Selise miró a las otras reinas quienes hablaban y reían arrogantemente, miró a su hija Elena y tomó su mano.
—Si la batalla se torna a favor de Arthur nos ocultaremos hasta que se calmen las aguas, nos encontraremos con él ya sea haciéndonos pasar por prisioneras.
Elena asintió ligeramente con la cabeza. En ese momento apareció Henry arrodillándose frente a su padre.
—Los barcos están listos para iniciar un ataque.
—Excelente. Si lo que dijo Tiberius era cierto, sus armas tardan un montón en volver a usarse por lo que tendremos que recurrir a atacarlos con todo.
—así que usaremos los números en su contra... —Henry sonrió—. Seguramente no esperen un desembarco en su playa, sus hombres definitivamente no podrán soportar tal presión.
El rey asintió con la cabeza.
—Ve, hijo mío. Dale la orden a los barcos para iniciar el ataque. Incluso si saben que van para allá, no hay forma de que sus barcos puedan defenderse ante tantos oponentes.
Henry se retiró, su madre lo miró preocupada pero Elena tomó su mano.
—El está convencido de que Atacar a Arthur es lo mejor, no hay forma de que podamos convencerlo. Ya tomó su decisión. —Dijo Elena.
Henry las había llamado tontas por desperdiciar una oportunidad tan única, para evitar sospechas, Selise y Elena tuvieron que fingir que seguían del lado del rey asignando todas sus tropas a su mando al igual que el resto.
No podía hacer más nada, todo quedaba en manos de Arthur. Lo mejor que pudo hacer fue proveerle toda la información que pudo en aquel entonces.
Selise se preguntó si realmente era posible que Arthur sobreviviera a 250 mil soldados. Con apenas 10 mil.
La verdad es que, debido al tiempo de crisis. Muchas personas, sobre todo hombres, se ofrecieron voluntarios para defender al pueblo. Arthur no pudo hacer mucho ante tanta insistencia logrando triplicar sus números.
En tiempos guerra, el pueblo entero quedó en paro absoluto y la mayoría no quería quedarse como inútiles en sus casas mientras su respetable líder y sus soldados saban la cara por ellos.
Eran algo así como una especie de milicia, y por muy peligroso que fuese para ellos, la verdad es que Arthur los necesitaba para una victoria más limpia y eficiente.
Arthur escuchó un cuerno al otro lado de la ciudad, significaba que se acercaban barcos enemigos y al mismo tiempo, las tropas del rey comenzaban su asalto.
—Usarán la infantería como carne de cañón. ¡Artilleros! ¡Prioricen el fuego sobre cualquier estructura de asedio! ¡Mientras no suban o atraviesen el muro estaremos a salvo! —Gritó Arthur.
—¿Que hay de la playa? ¿Realmente podrán defenderla bien? —Preguntó Liliana.
—Deben tener alrededor de 200 barcos, la playa no es tan enorme para albergar a tantos. Tenemos 15 barcos equipados con decenas de cañones y tanto la playa como el fuerte tienen docenas más. —Explicó Arthur.
—Si no huyen como cobardes la playa se convertirá en un cementerio de barcos. —Añadió Robert.
Liliana asintió con la cabeza.
—Entonces solo debemos preocuparnos por lo que tenemos aquí delante. —Dijo seriamente mientras accionaba el cerrojo de su fusil.
Ella no fue la única, todos se aseguraron de que sus armas estuvieran listas y bien cargadas.
—Lo bueno es que el señor André seguirá intentando fabricar toda la munición posible. —Dijo Winston.
—Sí, seguramente él y sus trabajadores nos maldeciran por esto. —Se rió Arthur.
Arthur miró a su alrededor, algunos soldados rezaban antes de que la batalla oficialmente diera inicio.
—¿Soldado, porqué no han dado la orden de ataque aún? —Tiberius estaba nervioso viendo a tantos enemigos acercándose.
—Estamos esperando a que el sargento Ross termine de rezar por nosotros, señor. Le preguntará al capitán cuando termine.
Tiberius miró al soldado arrodillado con las manos juntas frente a su rostro, se controló a sí mismo para no interrumpirlo pero ver a los enemigos acercarse era muy aterrador.
—Antes uno recibiría una carta para rendirse... —Arthur suspiró—. Bueno, quien necesita cartas cuando quieres exterminar un pueblo. ¡Prepárense!
Los soldados se aferraron a sus armas y los que estaban rezando terminaron sus plegarias para unirse al resto.
Mientras tanto, en el mar frente a la playa de Orley.
—¡La capitana al timón!
—¡Ahoi marineros! ¡Capitana Faila Brinwood para servirles! ¡¿Quien está listo para alimentar tiburones hoy?! ¡El platillo principal de hoy es...! —Faila señaló a los barcos hostiles que se acercaban—. ¡Enemigos al remojo!
—¡Faila, deja de jugar y posiciona tu barco! —Gritó Feyton desde otro barco.
—¡Mi nave, mis reglas! —Respondió Faila—. Relájate Feyton, nuestro trabajo es el más sencillo.
—¡Sencillo no quiere decir rápido! Debemos hundir la flota enemiga para reagruparnos con Arthur lo más pronto posible. —Gritó.
—Ya sé, ya sé... ¿Que te parece una apuesta entonces? El que hunda menos barcos deberá pagará unas rondas de Aguamiel. ¿Cómo lo ves? —Faila sonrió.
—¡Como sea, pero sigue el plan!
La sonrisa de Faila creció enormemente.
—¡Ya lo escucharon muchachos, el capitán Feyton pagará por nuestras rondas!
Los marineros gritaron de emoción, Feyton soltó un pesado suspiro. Sus tripulantes por otro lado compartían la emoción de sus amigos en el otro barco.
—¡Vamos capitán, hay que mostrarles quienes mandan!
—¡Sí!
—¡Vamos a hundir más naves enemigas!
Feyton asintió con la cabeza.
—¡Muy bien, muchachos! ¡Soltad velas!
Y así, los barcos comenzaron a tomar posiciones. El plan era sencillo, esperar lo suficiente como para que cuando empiecen a disparar los cañones, se den cuenta de que escapar ya no es una opción.
Los barcos de Arthur se mantuvieron cerca de la costa como una formación defensivas, la isla con el fuerte funcionaba como un estrechó para que no todos los barcos pudieran rodear la costa.
Los Orlianos podían escuchar claramente los gritos de batalla de los soldados Gliderianos los cuales avanzaban directamente hacia ellos con la intencion de abordarlos.
—¡Avancen! —Gritó Faila.
Cada barco contaba con un total de 10 cañones de cada lado, Faila se dirigió hacia 2 barcos enemigos.
—¡Avancen, ahora! —Feyton siguió su ejemplo.
Dos barcos pasaron uno a cada lado del barco de Faila, su intención era clara, Abordar su nave desde cada ángulo posible.
Pensaron que era una estúpida e imprudente por acercarse a naves enemigas en desventaja numérica, pero la sonrisa de Faila no hizo más que crecer.
—¡¡¡FUEGO!!! —Gritó Faila.
—¡Fuego!
—¡Fuego! —Fueron repitiendo los soldados.
Los Gliderianos más atrevidos saltaron desde la cubierta del barco y vieron perplejos como rugían los cañones por primera vez.
El terror del repentino ruido fue suficiente para que los Orlianos aprovecharán de ejecutarlos antes de que pudieran reaccionar, lo último que vieron al morir fue como sus naves se hundían junto con los gritos de sus camaradas.
Antes de disparar los cañones eran apuntados ligeramente hacia abajo lo que provocaba que dañaran gravemente el casco de los navíos enemigos. El agua comenzaba a filtrarse y como los barcos no estaban preparados para enfrentarse a este tipo de armamento no podían hacer mucho.
—¡¡¡SI!!! —Exclamó Faila—. ¡Vamos, muchachos, hacia la victoria!
—¡¡¡Uooooohhh!!!
Los barcos Orlianos se convirtieron rápidamente en el terror de los mares para los Gliderianos, no encontraban la manera de acercarse ni a los barcos ni a la playa, el fuerte y los cañones desde la playa no les daban mucho tiempo de reacción.
—¡Mierda! ¡Olvide se de los barcos, debemos tocar tierra cuánto antes!
—¡Cuidado!
El barco se estremeció, varios soldados salieron volando de la cubierta y se hundieron en el mar por el peso de sus armaduras.
—¡¡¡Traguen plomo, perras!!! —Faila disparó con su mosquete rompiendo el casco de un soldado—. ¡Después de ustedes vendrá su estúpido rey!
El barco de Faila no se detenía por nada, usaban sus cañones frontales para destruir los mástiles enemigos usando balas encadenadas, cuando perdían la capacidad de moverse, aprovechaban para eliminar a los enemigos en el camino para finalmente hundir los navíos inmóviles.
Los Gliderianos apenas si podían defenderse con flechas pero el daño que hacían no era mucho. Los cañones y mosquetes cubrían mucha más distancia que cualquier flecha y aún estando cerca, Los Orlianos sabían muy bien como cubrirse ante ellas evitando algo peor que los rasguños.
—¡¡¡POR ORLEY Y NUESTRO SEÑOR!!!
Pero aún así, las bajas eran inevitables. Una tremenda explosión ocurrió detras de Faila, cuando se giró vio con incredulidad como una de sus naves estallaba rodeada por otros 4 barcos enemigos.
A medida que avanzaban la batalla, los números de barcos hostiles disminuían considerablemente pero al mismo tiempo, el espacio para navegar se hacía cada vez más estrecho.
Para evitar que se hicieran con la nave, los Orlianos prefirieron estallar la reserva de pólvora llevándose consigo a las naves enemigas.
—¡No! —Exclamó Faila.
—¡No dejen que los rodeen! —Gritó Feyton—. ¡¡¡Fuego!!!
—¡Venganza muchachos, por nuestros camaradas! —Gritó Faila.a